Tucídides, Melos y el realismo político necesario para Venezuela – Por Eloy Torres Román
Desde el Consejo venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI), nos hemos empeñados en trazar una perspectiva novedosa que apunte a la edificación de una política exterior distinta y audaz. Estamos en siglo XXI y la realidad ha cambiado lo suficiente como para insistir en una práctica en franco proceso de decadencia. El supuesto esfuerzo de basar la nueva política exterior a construir con los mismos instrumentos diplomáticos nos puede conducir a un creciente debilitamiento de Venezuela como actor internacional.
El ejemplo del Esequibo es patéticamente ejemplarizante para no observar con criterios audaces lo que acontece frente a nuestras narices. Por lo menos, algunos miembros de nuestro Consejo venezolano de Relaciones Internacionales, nos empeñamos en ello. Urge ver el tema del Esequibo con una visión inclusiva e integradora con especialistas en el tema. No desdeñar ninguna opinión, ni a nadie. El COVRI, ha sido consecuente con este principio al favorecer las discusiones en general y particularmente acerca del tema del Esequibo con sesudas declaraciones, cuyo peso ha significado una valoración de los hechos desde una animosa perspectiva la cual, cubre, epistemológicamente hablando, todo el espectro de opiniones al respecto; esto es, sin pretender ver solamente la opinión de los experimentados diplomáticos, sin negar su papel desempeñado, lo que nos hace ponderar la urgencia de experimentar otras vías para no incurrir de nuevo en los mismos errores. El tema jurídico-diplomático es clave, pero, el mismo, si no se acepta que ello es apenas un instrumento de la política, se incurre en un reiterativo desacierto, como el que se llevó a cabo con el Protocolo de Puerto España en 1970.
Para el COVRI, resulta interesante estudiar la historia, mas, no como la única fuente para no repetir lo desacertado de lo ocurrido y que nos es narrado en los diversos textos de la materia, sino para nutrir el interés por encontrar una óptima solución. Por ejemplo tenemos frente a nosotros el asunto de la famosa Guerra del Peloponeso. Tucídides, por ejemplo, brinda un análisis valioso y distingue entre las causas generales, insistiendo en la rivalidad entre las dos alianzas, y las particulares y los pretextos que implican una serie de altercados entre los partidarios de Atenas y los de Esparta.
Según hemos comprendido de su obra acerca de la Guerra del Peloponeso, es un manual de liderazgo muy denso para quienes tienen el coraje de ver las cosas tal cual como son. Esto es, desde el punto de vista del realismo, el cual se ha expandido por todas las teorías de las relaciones internacionales. Todas ellas, parten de la premisa de que los estados están motivados en sus acciones por intereses de poder, seguridad y menos por ideales. Así, según la teoría realista, los estados solo pueden actuar racionalmente, juzgando fríamente la situación y actuando para mantener e incrementar su poder, respectivamente, la seguridad. Tucídides, ha sido el aliciente para Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes, entre otros.
El realismo político, surge pues, a partir de los esfuerzos del historiador griego Tucídides, al describir la guerra del Peloponeso como un conflicto entre Atenas y Esparta en su lucha por dominar Grecia. La causa de esta guerra fue el surgimiento de Atenas como potencia regional, y a los espartanos les preocupaba que ella, pudiera ganar la supremacía militar y económica, y que la distribución del poder fuera desigual. Un punto importante en la narrativa de Tucídides lo constituye el “Diálogo meliano”; a saber, el drama de la isla de Melos y su postura en el conflicto entre los dos factores hegemónicos del momento. Melos se había declarado neutral, aunque en realidad apoyaba a Esparta en su disputa por el liderazgo griego, frente a Atenas.
Melos, recibió el Dictum ateniense, mediante el cual “o corría o se encaramaba”, como dice el viejo dicho venezolano. Atenas no aceptó neutralidad alguna y según Tucídides, Atenas actuó de conformidad con el realismo político. En su obra, justifica a Atenas con su famosa frase: “Los poderosos hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”. Los atenienses atacaron a los melios; acabaron con su población masculina y las mujeres y niños los convirtieron en esclavos. Cometieron una verdadera masacre al conquistar esa isla que se encuentra en pleno Mar Egeo, entre el aticismo ateniense y el laicismo espartano. Esa invasión es considerada como una de las más antiguas, y de mayor impacto, en lo que se refiere a la violación del derecho internacional.
El realismo político es una teoría que se actualiza constantemente. Su discurso puede ser válido en función de su aplicación. El realismo no distingue entre Estados buenos y Estados malos. La visión realista enfatiza que todos ellos son iguales y tiene la necesidad de lograr el mismo objetivo: maximizar su poder. En la Guerra Fría no habría habido diferencia entre Estados Unidos y la URSS en términos de moralidad, por la sencilla razón de que la moralidad en las relaciones internacionales no es un tema realista. Es para todos conocidos que la visión realista parte de un conjunto de basamentos, entre las cuales destacan:
-El sistema internacional es anárquico;
-No hay una Autoridad Central que regule las relaciones entre los Estados, en tanto que actores internacionales;
-Los Estados en sus relaciones buscan preservar su soberanía;
-La supervivencia en un sistema anárquico es la principal preocupación de los Estados;
-Los Estados, en tanto que actores racionales, actúan al interior, unitariamente y persiguen sus propios intereses, es decir, su supervivencia. Ésta, se puede alcanzar mediante un sistema de alianzas.
-Está presente el manido “interés nacional”; con el cual, los Estados logran la seguridad y la supervivencia nacionales.
Por otro lado vemos como China y Rusia buscan contestar el poder de los EEUU. Dicen responder a sus intereses globales en aquellos escenarios en los que ambos compiten con los EEUU. Por primera vez ambos hablan de usar la fuerza, si es necesario, para hacer valer su poder en el mundo. Para Rusia es clara su disposición. Ucrania y la anexión de Crimea es un ejemplo. Como también, la suerte de los antiguos países de la órbita soviética. En tanto que China, “lentamente” ha construido un andamiaje de islas artificiales, todas militarizadas, para ejercer presión en las disputas territoriales que mantienen con sus vecinos del Mar de China del Sur.
Rusia y China, paulatinamente, han invertido masivamente en sus industrias militares. Evidentemente para contrarrestar a los EEUU; e igualmente para ejercer presión sobre los aliados de éstos en la región. ¿Es una amenaza o una intimidación? Creemos con el analista Matthew Symonds de la Revista The Economist (enero 2018) que la actitud china y rusa no es para promover una guerra con los EEUU, sino para hacer ver a Washington que sería muy arriesgado una escalada de tensiones: Se trata de una idea para frenar su avance. Buscan detener las intenciones de los EEUU de acrecentar su poder en las zonas aledañas a ambos países. Quieren hacer ver lo costoso y peligroso que podría significar la intervención americana en sus naturales zonas de influencia.
Esta realidad nos señala que Rusia y China juegan a la imposición paulatina de una zona caliente, pero gris, algo así como una dialéctica entre la guerra y la paz. Lo peligroso de estas prácticas es que no respetan reglas de juego y podrían convertirse en una especie de “guerra hibrida” como la bautizó el citado analista: una combinación de varios elementos; entre ellos: los militares, económicos, diplomáticos e incluso de operaciones peligrosamente vinculadas al submundo del hampa, con tal que sirvan a los objetivos geopolíticos propuestos.
En este contexto, nos preocupa, la obstinada intención del gobierno bolivariano al pretender insertar al país en una lógica que no nos trae ningún beneficio; esto es, vincularnos a Estados cuya axiología está reñida con la nuestra. Por el contrario, debemos estar alejados de problemas que, como Estado, nos compliquen la vida. Igualmente, en Venezuela, no tenemos necesidad de militar en una visión acrítica por la actitud de ciertos aliados. Desde el COVRI militamos por los valores occidentales y su preeminencia. El tema del Esequibo es una oportunidad para hacer valer nuestra determinación y usar la inteligencia, audacia e imponernos en el concierto regional. Venezuela debe poner su ojo ante la realidad que nos amenaza. De perder el Esequibo, perderíamos nuestra salida al Atlántico.
En otros contextos hemos escrito y dicho que el tablero del ajedrez geopolítico se mueve. Hay tensiones abiertas. El oriente, axiológicamente hablando, amenaza al occidente. Está empeñado en superarlo. Occidente ve cómo estos elementos, ajenos a nosotros, paulatinamente se imponen, con las mismas armas que el occidente ha construido: dinero a raudales. Las democracia y los derechos humanos, sus constructos, son sus primeras víctimas. Venezuela es un ejemplo. Tenemos, un poco más de 21 años con un régimen que ha permitido el avance lento, pero seguro, de esos componentes axiológicos, extraños, por demás, a nosotros; luego, disfrazados todos, con la verborrea revolucionaria y bolivariana. Nos vemos inermes, políticamente hablando y para completar el cuadro, observamos a una oposición sin norte y enmarañada por una feria de egos y vanidades que desconocen lo importante de nuestra reclamación. Todos o casi todos juegan al protagonismo sin saber exactamente qué debemos hacer con el Esequibo. Es una realidad que acentúa sombras sobre el panorama nacional.
Vemos, por ejemplo, como los actores internacionales, por lo menos, los más poderosos, muestran su autoridad geopolítica en el mundo, mientras, los débiles lloran su realidad. Hoy, nosotros, somos víctimas de ese sino. Estamos inactivos y débiles. La fatalidad nos arropa. Seguramente surgirá el coro de algunos “Ciprianos Castros”, quienes apelarán a su discurso del 9 de diciembre de 1902, cargado de desplantes. Desde el gobierno, muchos se llenarán la boca invocando la muy obvia necesidad de defender nuestra dignidad. El caso es que ellos, desde Miraflores, han permitido durante 21 años que Venezuela encuentre obstáculos para promover exitosamente la reclamación.
Hay que ser firmes en nuestra reclamación e insistir en el respeto a lo acordado en el Acuerdo de Ginebra de 1966. Hoy, Venezuela, está desfasada de los adelantos tecnológicos; luego, bien alejada de la competencia geopolítica. Ella, puede ser víctima de la fatalidad bélica. Y, podría verse afectada por los encontronazos que se vislumbran a nivel global. Se observa la propagación de nuevos tipos de conflictos militares, internacionales, que emanan y se inscriben en una lógica, según la cual Rusia y China no aceptan la pretensión de los EEUU de alcanzar un total dominio del mundo. Venezuela, lamentablemente es escenario para que distintos leguleyos, pretendan dar respuesta a nuestro problema con Guyana, por el Esequibo. Éstos, no advierten que existe una ambivalencia existencial. En nuestra opinión hay dos direcciones: una jurídico-diplomática y la otra política-geopolítica. La segunda, lamentablemente no ha sido tratada. Hoy, vemos a todo tipo de juristas pretender dar respuesta a ese hecho con los mismos argumentos de siempre: los jurídicos y por supuesto anclados en la fraseología de los tratadistas y de los diplomáticos.
Creemos que muchos de estos juristas y diplomáticos no se han paseado por las enseñanzas aprendidas de la obra fundamental para el realismo político: “El Príncipe” de Maquiavelo. Éste, como sabemos o creemos saber, es un trabajo didáctico para quien ejerce el liderazgo político. Es un trabajo que plantea la necesidad de mantener la integridad o conquistar un territorio y por supuesto el fortalecimiento de su autoridad en él; al mismo tiempo, propicia la relación con las pequeñas potencias como negarse a cooperar con las grandes potencias, siendo preferible la autosuficiencia a las alianzas. Maquiavelo fue criticado por su tendencia a abrazar principios que establecen la idea de que la moralidad puede abandonarse en función de los intereses del Estado y al mantenimiento de su poder. Las influencias clásicas del realismo político, están presentes en las obras como en las relaciones internacionales; también aparecen en obras como “El arte de la guerra” de Sun Tzu, “El Leviatán” de Thomas Hobbes o “De la guerra” de Carl von Clausewitz.
La cuestión es: ¿qué haremos cuando, gracias a Guyana y el arco de islas caribeñas que nos bordea, junto con la “hermana” Colombia, en su afán de extender su territorio, nos veamos encerrados y nuestra salida al Atlántico se vea seriamente comprometida? Pensamos hay que evaluar seriamente la postura venezolana y no aceptar la política de los EEUU y de Brasil de acompañar a Guyana. Ella, es nuestra competencia por el territorio que nos fue confiscado en 19899, gracias a las manipulaciones de los grandes actores internacionales del momento. Hoy, se repite el mismo jueguito, con la anuencia de factores que hasta ayer, mostraron neutralidad y hoy se dan un abrazo con Guyana, la cual es bautizada, como la Dubái del futuro.
Venezuela está obligada a exigir neutralidad de esos actores, Por el bien de nuestra reclamación y por el bien de la paz, en el futuro, por el cual hoy, no se puede responder; el realismo puede dominar definitivamente las mentalidades de los ejecutores de esa nueva política exterior y se replantee la recuperación del territorio que nos fue arrebatado. Recuérdese que Tucídides lo sentenció: “Los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”. Venezuela siempre será la fuerte y Guyana siempre será la débil. Nuestro país, seguramente con la nueva política exterior a construir se paseará por esta posibilidad. Es nuestro presente. No es casual que el Embajador e historiador German Carrera Damas lo señalara hace algún tiempo ya: “…las fronteras no se ganan ni se pierden en el pasado, sino en el presente” (Una Nación llamada Venezuela, Germán Carrera Damas, Monte Ávila Editores, pagina 213. 1 Edición.984)
Para Venezuela es vital ejercer presión geopolítica y política sobre Guyana: hay que mostrar músculo y fuerza, así como determinación a tomar en consideración todos los instrumentos que presenta la política. Pero, para ello hace falta una política exterior que se edifique en términos realistas y no una que persiga los gruesos volúmenes del derecho internacional, especialmente el diplomático. Con ello queremos decir que no podemos volver a la vieja política exterior, como tampoco continuar con ésta, la bolivariana, la cual nos ha conducido a un callejón sin salida. Se requiere de una visión nueva, inclusiva, abierta, no ideologizada; pero, a la vez, centrada en aquellos elementos que nos produzcan beneficios. Y esa política exterior no puede ser una réplica de esa visión internacional que se fundamentó en el petróleo, porque lamentablemente ya no lo tenemos. Ya no somos los hermanos ricos, con las alforjas repletas de dinero, sino un país empobrecido y minusválido, luego sediento por afirmarse, lo cual debemos hacer con humildad, modestia, pero con firmeza para defender al país. Vamos, que el concierto internacional nos espera.