¿Oportunidades para la integración económica? – Por Félix Arellano
Estamos sometidos a una enorme carga informativa sobre las negativas consecuencias del covid-19 en todos los ámbitos de vida social; en consecuencia, sorprende que se pueda vislumbrar oportunidades para los procesos de integración económica, que han enfrentando en los últimos años una cascada de problemas; entre otros, el euroescepticismo, que logra su máxima expresión con el retiro del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), o la fragmentación y desintegración en América Latina.
Como bien sabemos, las primeras reacciones frente a la pandemia estimularon el nacionalismo y las visiones rígidas de la soberanía, lo que se ha expresado entre otros, en el cierre de fronteras, restricciones al comercio e incremento de la xenofobia. En la Unión Europea inicialmente justificaron el nacionalismo, precisando que los temas de salud son competencia de los gobiernos.
Ahora bien, en la medida que el problema se fue agudizado y pronto alcanzó el nivel de pandemia, los órganos comunitarios fueron reaccionando progresivamente. Una situación compleja, más aun en el marco de rígidas disciplinas fiscales que impedían plantear importantes programas financieros de apoyo.
Las autoridades comunitarias y varios países miembros comprendieron la gravedad de la situación y la urgencia de soluciones creativas. La propuesta de lograr recursos para enfrentar la crisis mediante la emisión de bonos de deuda europeos, administrados por las instituciones comunitarias, fue avanzando, pese a las resistencias, entre otras, del máximo órgano judicial de Alemania y la austeridad, un tanto discriminatoria, de los llamados países frugales (Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia), que extrañaron la ausencia de la tradicional muralla inglesa ante cualquier cambio novedoso.
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El Fondo para la Reconstrucción, programa europeo para enfrentar los efectos de la pandemia del covid-19, fue finalmente aprobado y, no obstante sus limitaciones y críticas que van creciendo, representa un avance importante en la consolidación del proceso de integración, que experimenta múltiples presiones disruptivas.
Para algunos el fondo representa una decisión histórica y un punto de inflexión. Diversos factores se han sumado, podríamos resaltar la habilidad de Pedro Sánchez Presidente de España, quien sale fortalecido de estas negociaciones, la vocación comunitaria del eje franco alemán y el esfuerzo de las autoridades comunitarias.
En nuestra región no contamos con la fortaleza institucional y los recursos de la integración europea, pero la pandemia en alguna medida ha estimulado a los esquemas integración que, al menos en el plano formal, han reaccionado adoptando declaraciones y algunos planes de acción frente a la crisis: el Mercado Común Centroamericano (12/03/20), Mercosur (18/03/2020) y la Comunidad Andina (08/04/20)
Pero la pandemia está generando otras oportunidades para la integración económica, toda vez que se debate sobre la necesidad de revisar las dimensiones de las cadenas globales de valor, una de las características definitorias de la hiperglobalización. La pandemia ha fortalecido visiones de seguridad, en particular la sanitaria y alimentaria.
Frente a la grave situación que enfrentamos los países están observado las debilidades que pueden conllevar las cadenas por su extensión o por dependencia en un abastecedor, es el caso de muchos medicamentos. En este contexto, se cuestiona a China como “la fábrica del mundo”
No se trata de la extinción de la globalización o de las cadenas de valor, como podrían sugerir algunas teorías conspirativas, lo que avanza es un proceso de revisión y reacomodo en sectores o productos estratégicos, con el objeto de generar diversidad de fuentes y reducción de espacios; en consecuencia, lo regional se potencia como alternativa y los acuerdos de integración cuentan con instrumentos que pueden facilitar tales cambios.
En efecto, los acuerdos de integración con herramientas tales como: los programas de liberación que permiten la eliminación de los aranceles y restricciones de todo orden; las normas de origen, que pueden facilitar la agregación de valor en el producto de exportación, el mecanismo de solución de diferencias; las normativas de inversiones; los mecanismos de facilitación del comercio, entre otros, pueden propiciar la conformación de cadenas regionales de valor más reducidas y eficientes.
Esta oportunidad se está perfilando; empero, nuestra región no se presenta atractiva, entre otras, debido a la proliferación de instituciones de integración que se duplican o contradicen en el plano formal y los limitados avances en algunos de esos esquemas. La fragmentación de la integración regional, resultante en gran medida de la equivocada ideologización de los procesos ha generado algunas instituciones de papel que desestimulan la producción y las inversiones
La reingeniería de la integración regional, incluyendo la convergencia de los esquemas existentes, se torna más urgente si queremos aprovechar las oportunidades que puede propiciar la revisión de la globalización económica.
También es cierto que las instituciones de papel pueden ir desapareciendo en el trascurso del tiempo, caso emblemático Unasur, que de los 12 países fundadores quedan 3, y es posible que por cambios de gobierno en Surinam y en Guyana se retiren, quedando tan solo Venezuela.
Las transformaciones de la integración deberían superar la clásica aplicación del péndulo ideológico, que paraliza los avances técnicos de la integración.
Al respecto, cabe destacar que, la reciente Cumbre Presidencial del Mercosur, ofrece señales alentadoras, los Presidente de Brasil y Argentina controlaron sus radicalismos y los acuerdos aprobados incluyen temas importantes para avanzar en la consolidación del bloque, como: la revisión del arancel externo común o el caso del azúcar pendiente de negociación desde la suscripción del Tratado de Asunción en 1991.