Irán: crece la incertidumbre 

La revolución islámica de Irán ha resultado: autoritaria (basado en el uso de la fuerza y la violencia), totalitaria (aspira controlar toda su sociedad) y expansionista (por diversas vías, con especial énfasis en lo religioso, el chiismo islámico, trata de penetrar en los países del medio oriente).

En efecto, representa una amenaza tanto para la seguridad internacional, en particular de sus vecinos, como de su propio pueblo. Empero, no está claro si el gobierno de los Estados Unidos, que realiza un importante esfuerzo por cambiar la actual situación, cuenta con una estrategia efectiva o, por el contrario, sus actuaciones unilaterales y, eventualmente improvisadas, pudieran, paradójicamente, consolidar el autoritarismo iraní.

El ataque mortal a la caravana que conducía a varios jerarcas militares tanto de Irán como de Irak, en el aeropuerto de Bagdad, el pasado viernes 03 de enero, asesinando a todos los integrantes, entre ellos al General Qasem Soleimani, jefe de las fuerzas especiales Quds, sección élite de los Guardianes de la Revolución iraní, considerado el segundo en el poder en la jerarquía islámica y al General Abu Mahdi al-Muhandis, líder de las fuerzas de movilización popular pro iraní en Irak; ha encendido las alarmas internacionales, generando preocupación sobre sus posibles consecuencias, toda vez que el ayatolá Jamenei, el máximo líder de la revolución en Irán, lo ha calificado como “una declaración de guerra”.

Desde que asumió la Presidencia Donald Trump ha transformado significativamente la posición que mantuvo el Presidente Obama en el medio oriente, entre otras, ha fortalecido la relación con Israel y Arabia Saudita, grandes enemigos de Irán y se ha retirado (09/05/2018) del acuerdo suscrito por los cinco miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas más Alemania con Irán, en julio del 2015, orientado a controlar y limitar su programa de desarrollo nuclear.

Para el Presidente Trump, tal acuerdo no representaba un límite efectivo al avance del programa nuclear y beneficia plenamente a Irán, en detrimento de los países de la región. Los otros países signatarios no comparten tal opinión y se han mantenido en el acuerdo, empero, la ausencia de los Estados Unidos y las sanciones comerciales y financieras que está aplicando a Irán, debilitan significativamente la viabilidad del acuerdo. Por otra parte, no debemos olvidar que un elemento fundamental del discurso de Donald Trump ha sido el aislamiento, particularmente en el medio oriente.

Frente a la dura posición del Presidente Trump, la teocracia islámica de Irán ha decidido fortalecer el modelo autoritario, sin considerar el rechazo interno que ha generado una creciente ola de protestas en todo el país, en la que se calculan unos 1500 manifestantes asesinados. Por otra parte, y no obstante la crisis económica que enfrentan, los líderes de la revolución despilfarran los escasos recursos en la expansión de su proyecto islámico, entre otros, financiando el apoyo al dictador Bashar al-Ásad de Siria, al movimiento Hezbolá en el Líbano, al movimiento Huti en el Yemen, al movimiento Hamás en Palestina, a los movimientos chiitas pro iraníes en Irak y, si no fuera suficiente, se vincula a la revolución islámica con el reciente ataque a la refinería en Arabia Saudita y a buques petroleros en el Golfo Pérsico.

Como se puede apreciar es evidente que la revolución islámica es una amenaza para la seguridad internacional, además está asesinando a su pueblo. Lo que no está claro es la viabilidad de la estrategia del gobierno de los Estados Unidos para cambiar la situación existente. Las sanciones económicas unilaterales han demostrado en diversos escenarios, como Cuba o Venezuela, que pueden resultar paradójicas y beneficiar a los autoritarios, que las utilizan como instrumento de campaña. Adicionalmente, conviene el apoyo internacional para hacerlas más efectivas y reducir la capacidad de evasión.

Por otra parte, la falta de apoyo internacional, particularmente de los gobiernos democráticos del mundo y de la OTAN, e incluso al interior de país, debilitan y aíslan a los Estados Unidos. Lo tradicional es que temas tan delicados, de alta seguridad nacional, como es el caso de Irán, sean adoptados con apoyo bipartidista, eso no ha ocurrido, ni se observa factible en este momento, con un país tan polarizado y en pleno desarrollo el tema del juicio político (impeachment) al Presidente en el Congreso.

Podríamos considerar que el Presidente Trump, en su obsesión por la reelección, puede actuar impulsivamente para consolidar sus apoyos internos, algo legítimo, lo preocupante es que sus acciones pueden conllevar consecuencias mundiales impredecibles.

Por lo pronto nos encontramos con un incremento en los precios del petróleo y del oro y la incertidumbre sobre las potenciales respuestas de la revolución islámica, que si bien no debería estar interesada en un enfrentamiento directo con la mayor potencia militar del mundo, si puede realizar diversidad de acciones contra bases militares, embajadas o intereses de los Estados Unidos e incluso contra sus aliados.

Estamos conscientes que el multilateralismo, el diálogo, la negociación y la cooperación no viven su mejor momento; pues los autoritarismo buscan consolidar la concepción rígida de la soberanía, para evitar controles y limitaciones; empero, creo que podemos compartir que los gobiernos democráticos del mundo deberían actuar con mayor contundencia frente a la flagrante violación de los derechos humanos, entre otros, el caso de Irán, exigen de una acción colectiva, que si bien podría contemplar diversos grados de intensidad en la actuación de los participantes; es decir, diversos escenarios, pero con un mínimo de coordinación, concentrados en el objetivo del mantenimiento de la paz, la seguridad y la defensa de los derechos humanos.

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