Japón: una jugada peligrosa
Como una reacción a un pasado borrascoso, que no terminan de superar, Japón está iniciando una potencial guerra comercial contra Corea del Sur, al complicar la exportación de insumos estratégicos para la poderosa industria tecnológica surcoreana y, al amenazarle con el posible retiro de la lista de países con facilidades comerciales (llamada lista blanca). Jugada que se realiza en un momento delicado para la paz y la estabilidad económica global.
Cabe destacar que la decisión se inscribe en un contexto de varios factores adversos, tales como: el agresivo e impredecible comportamiento del joven dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, que acaba de realizar otro ensayo nuclear; facilita el ascenso hegemónico de China en la región, no muy conveniente para ambos países e incrementa la escalada del proteccionismo comercial, que está promoviendo el Presidente de Estados Unidos, con negativas consecuencias globales.
La decisión del gobierno japonés de limitar las exportaciones a Corea del Sur de: poliamidas fluoradas, fluoruro de hidrogeno y fotoprotectores; insumos fundamentales para la producción de chips y pantallas de teléfonos móviles, principales productos de exportación surcoreanos; pueden conllevar consecuencias globales, pues estos productos forman parte de cadenas globales tecnológicas más amplias; afectan a producciones electrónicas en China que utilizan tales productos; y pueden afectar el comercio mundial de productos electrónicos, incluso, algunos estiman que puede incidir en el desarrollo de la tecnología 5G.
Seúl reacciona, en principio, planteando el caso ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero va creciendo internamente la presión para adoptar medidas de retaliación comercial; que terminarán afectando a los dos países y beneficiando en particular la expansión productiva y comercial de China. El gobierno de Corea del Sur señala, que Japón está reaccionando ante la decisión de la Corte Suprema de Seúl, de permitir demandas individuales de las víctimas que enfrentaron los excesos de la dominación colonial de Japón. En ese contexto, Japón ha rechazado la confiscación de los activos locales de una empresa japonesa, que se negó a pagar indemnización a una de las víctimas de trabajos forzados.
Como se puede apreciar las tormentas del pasado no quedaron superadas con la suscripción del Acuerdo de Relaciones Básicas entre Japón y Corea, firmado en 1965. Resulta evidente que las heridas están abiertas y pueden limitar la capacidad de acción y coordinación, en un momento que exige unidad ante adversarios complejos; en particular, frente a la férrea dictadura de Pionyang. Conviene recordar que desde los primeros días de tomar el poder el joven dictador Kim Jong-un, inicia una intensa carrera nuclear, en la que ha realizado varias pruebas nucleares, incluso de misiles balísticos intercontinentales. Organismos oficiales informan que tres de las pruebas alcanzaron el espacio de los Estados Unidos, nada confirmado, pero indiscutiblemente representa una seria amenaza para la paz mundial, en particular para sus vecinos.
La fuerte tensión entre Japón y Corea del Sur plantea una diversidad de retos. Por una parte, para la estrategia de negociación del Presidente Donald Trump con Corea del Norte, pues le conviene que su bloque de aliados (Japón y Corea del Sur) se mantenga bien cohesionados.
Ahora bien, los desafíos son mayores para el Primer Ministro del Japón Shinzo Abe y para el Presidente de Corea del Sur Moon Jae-in, que deben realizar los máximos esfuerzos, en primer lugar, para resolver los problemas comerciales y facilitar el libre comercio mundial. Las negociaciones parecieran estancadas, empero, se requiere de creatividad y voluntad.
Un esfuerzo adicional e histórico de ambos gobiernos resulta fundamental para cerrar las heridas del pasado, es necesario pasar la página y proyectarse al futuro; una tarea difícil, pero ambos pueblos han demostrado una enorme fortaleza y capacidad creativa, han superado realidades devastadoras y se han convertido en potencias económicas y tecnológicas, que generan desarrollo y bienestar; respetando las libertades y la democracia.
En el proyecto de superar el pasado y construir condiciones de paz y convivencia, conviene recordar las sabias palabras de Nelson Mandela “no hay futuro sin perdón y reconciliación”.