Una vez un diplomático nigeriano me relató una fabula de su país: “Había una vez un Caballo que no se dejaba domeñar por nadie. Tanta era la fuerza que transmitía, que el Rey anheló tenerlo como montura. Sin embargo, a pesar de los considerables esfuerzos del Rey, el animal se mantuvo indómito. El Rey desistió de su inicial deseo, y soltó al Caballo para que viviera en el campo. El Buey que vio al Caballo cabalgando hacia la libertad debido a su rebeldía, lo admiró profundamente, y decidió imitarlo. El Rey notando la nueva indocilidad del Buey, le dio de comer en mayores cantidades y ordenó que le rebajaran su carga de trabajo. El Buey decidió seguir imitando el Caballo, pero sólo obtenía con ello buen trato. Con el tiempo el Buey fue cebándose mucho, y el Rey viendo su rolliza hermosura, terminó sacrificándolo en honor a un dignatario extranjero que vino a visitarlo”. Hizo una pausa, y sentenció a modo de moraleja: “el que imita fracasa”.
El 28 de abril de 2017, Maduro envió carta al Secretario General de la OEA, Luis Almagro, notificando “nuestra indeclinable decisión de denunciar la Carta de la OEA, conforme a su Artículo 143, que da inicio al retiro definitivo de Venezuela de esta Organización”. Por si fuera poco, el 1 de mayo, Maduro convocó a una “Asamblea Nacional Constituyente”, sin consultar al pueblo venezolano, e informó que la mitad de sus miembros serían electos en segundo grado desde movimientos sectoriales afectos, consejos comunales, comunas y colectivos que no se encuentran en la Constitución, y cuyos voceros tienen sus mandatos vencidos desde 2016. Con este fraude constitucional, se aseguraría una mayoría que no tiene, ya que hoy por hoy 8 de cada 10 venezolanos le adversan por haber sumido al país en una grave crisis económica y humanitaria. En definitiva, estamos ante dos nuevos actos autoritarios que agravan la violación del orden constitucional, e intentan dar sostenibilidad a la situación de facto en la que Venezuela se encuentra desde la arbitraria suspensión del referéndum revocatorio en 2016; y las recientes sentencias 155 y 156 de la Sala Constitucional del TSJ.
De esta manera, el régimen de Maduro ha tomado la decisión de huir hacia adelante y tratar de romper las ataduras que le fuerzan a realizar elecciones libres: el Sistema Interamericano y la Constitución. Ergo, tanto la denuncia de la Carta de la OEA como la “Constituyente Comunal” deben entenderse integralmente como una estrategia de signo totalitario inspirada en la historia soviética y cubana, cuyo objetivo es aislar al país de la Comunidad de Democracias, para imponer sin restricciones un dominio asfixiante sobre el pueblo venezolano. Se trata de un putsch comunista para hallar la “solución final” a la “contradicción esencial del proceso” señalada desde atrás por La Habana, de emprender una “revolución socialista” con “elecciones burguesas”; de la cual se vanagloriaba Chávez y que sólo era viable con precios del petróleo en 100 $/Bl. Así, Maduro trata de evitar de una vez por todas la realización de elecciones libres, hacer irreversible la “Revolución Bolivariana” y atornillar su nomenklatura mafiosa en el poder.
En la carta panfletaria que dirigió Maduro a Almagro, encubrió con las frases “profunda dignidad” y “nueva independencia” lo que es en realidad su inviable deriva autoritaria destinada a llevar a Venezuela al abismo. Calificando su intento de salir de la OEA como un “escudo de protección de la autodeterminación, la independencia, la paz y la soberanía” cuando en realidad lo que pretende es erigir una muralla contra el escrutinio internacional de sus violaciones a los Derechos Humanos y la democracia. Recurre a la propaganda para intentar victimizarse, señalando una supuesta “agresión sistemática” de Almagro y “clientelas del monroísmo” al referirse a países miembros de la OEA que le cuestionan y representan el 90% del PIB y la población de América Latina y El Caribe. Bien sabe Maduro que esta mayoría, clara y en aumento, podría terminar suspendiéndole de la OEA e imponiéndole sanciones al no estar dispuesto a cumplir con la Carta Democrática Interamericana como ha demostrado nuevamente al convocar su “Constituyente Comunal”; por lo que decidió expulsarse a sí mismo, no sin antes denunciar un supuesto “plan imperial perverso” para derrocarlo y “reeditar con la Venezuela Bolivariana la persecución que esta Organización orquestó inmoralmente contra la digna Revolución Cubana” en 1962. Esto último, deja en evidencia su intención de imitar la historia de Cuba y la OEA. Es decir, resistir las acciones de EEUU y su “Ministerio de Colonias” al no tener fuerza para frenar la OEA como otrora, construir una relación de vasallaje con la Rusia de Putin como lo hizo Fidel con la URSS –eso sí, “¡con dignidad!”-, sin olvidar la instrumentalización del multilateralismo tercermundista del MNOAL para seguir haciendo vida en la ONU y contrapesar el aislamiento regional.
Por otra parte, con la “Constituyente Comunal”, Maduro muestra su pretensión de tropicalizar la táctica que le permitió a Lenin tomar el poder hace un siglo desde los “soviets” (consejos de obreros y campesinos). Lenin describía la situación rusa para abril de 1917, tras la llamada Revolución de Febrero, como una dualidad de poderes entre el gobierno provisional conformado tras la abdicación del Zar y los soviets. En su artículo Las tareas del proletariado en la presente revolución señaló: “La dualidad de poderes no expresa más que un momento transitorio en el curso de la revolución, el momento en que ésta ha rebasado ya los cauces de la revolución democrático-burguesa corriente, pero no ha llegado todavía al tipo puro de dictadura del proletariado”. Maduro que sabe perdido el favor popular, trata de llevarse por delante “las reglas democrático-burguesas” de la Constitución, convocando al “poder popular constituyente para lograr la paz y construir una democracia verdadera”; léase, apoyándose en el generalato, colectivos y comunas como poderes fácticos trata de institucionalizar su dictadura. Recordemos que en el léxico comunista, “democracia verdadera” es igual a “dictadura del proletariado”, lo cual ha terminado siendo siempre una tiranía del “líder fundamental” y su nomenklatura; incluso heredada de abuelos a nietos cual vulgar Ancien Régime.
El desprecio de los marxistas-leninistas por las elecciones libres tiene copiosos ejemplos. En enero de 1918, Lenin clausuró la Asamblea Constituyente rusa a pesar de exigirla insistentemente al gobierno provisional el año anterior, ya que al no favorecerle los resultados, ponía en jaque su Revolución Octubre. Este segundo golpe de Estado de Lenin fue justificado en su obra La Revolución Proletaria y el renegado Kautsky: “Para la transición del régimen burgués al socialista, para la dictadura del proletariado, la República de los Soviets […] no es sólo una forma de tipo más elevado de instituciones democráticas, sino la única forma capaz de asegurar el tránsito menos doloroso al socialismo”. Fidel Castro al entrar en La Habana en enero de 1959, declaró: “Tendremos elecciones en menos de un año”; pasando luego a cuestionarlas el 1 de mayo de 1960: “Nuestros enemigos preguntan por las elecciones. Como si después de tantas elecciones fraudulentas, como si después de tanta política falsa y traicionera, como si después de tanta corrupción, fuese posible hacerles creer a los pueblos que el único procedimiento democrático fuera el procedimiento electoral, y no sea, en cambio, democrático ese procedimiento mediante el cual un pueblo, no con un lápiz, sino con su sangre rompió las cadenas”. A lo que sus avisados acólitos, respondieron con el grito: “¿Elecciones para qué? Ya votamos por Fidel”.
Maduro debería leer más a Marx, quien subrayó en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, que los grandes hechos y personajes de la historia aparecen, como si dijéramos dos veces, la primera como tragedia, y la segunda como farsa. Bien le vendría considerar la advertencia de Lenin en A los comunistas de Azerbaiyán, Georgia, Daguestán y la República de los Montañeses: “No copien nuestras tácticas, sino analicen independientemente las causas de sus rasgos peculiares, las condiciones que la originaron, y sus resultados”. Venezuela no es Cuba, mucho menos Rusia. Tampoco la geopolítica actual es similar a la Guerra Fría.
La diplomacia hemisférica se encuentra movilizada por la preocupante situación de Venezuela, y ha sido convocada una Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA para finales de mayo. Ningún líder democrático se ha dejado engañar con la fraudulenta “Constituyente Comunal” y siguen exigiendo elecciones libres. El pueblo venezolano lleva más de un mes en las calles a pesar de la brutal represión con lamentable saldo de muertos y heridos. La crisis económica y humanitaria se agrava de día a día. EEUU prepara nuevas sanciones… Maduro dista mucho de ser Lenin o el Caballo –como le decían los cubanos- Fidel. Se parece más al Buey de la fábula que citamos al principio; tanto así que ya hasta habla con las vacas. El que imita fracasa. ¿Y usted qué opina?
@kenopina