El acelerado crecimiento económico que ha venido experimentando China desde comienzos del siglo XXI, le ha permitido ubicarse como la segunda economía mundial generando un incremento paulatino de las fricciones con EEUU. El ascenso de China y el declive relativo de EEUU han disparado las señales de alarma en Washington. A pesar de esto, la notable interdependencia entre ambos ha contenido las posibilidades de que se produzca un conflicto que podría afectar todo el Sistema Internacional.
Sin embargo, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, valdría preguntar si será posible mantener este frágil estado de cosas. En su discurso inaugural, Trump hizo una radical defensa del proteccionismo con su Buy American-Hire American, y ha mencionado en varias ocasiones que declarará a China un manipular de divisas y levantará barreras a las importaciones chinas. Ha acusado al gobierno chino de hacer daño a la economía estadounidense a través de prácticas que considerada desleales, y amenazó con no respetar la política de “Una Sola China” si Beijing no hace concesiones. Es decir, Trump parece decidido a desencadenar una abierta competencia geoeconómica con el gigante asiático y dejar atrás las pasadas cuatro décadas de cooperación bilateral -que se han mantenido a pesar de momentos difíciles como Tiananmén y diferencias en varios asuntos desde Taiwán al Mar del Sur de China.
Respondiendo a Trump sin mencionarlo, Xi Jinping se pronunció en la reunión anual del Fondo Económico en Davos, celebrada hace pocos días, expresando que de producirse una guerra comercial sus economías se verían fuertemente afectadas. Lo curioso de su intervención, fue el contraste con el discurso de Trump, y es que en el seno del foro donde se reúne la élite capitalista por excelencia, Xi Jinping ejerció una fuerte defensa de la globalización, y exhortó a eliminar las aún existentes barreras comerciales. “Seguir el proteccionismo es como encerrarse uno mismo en un salón oscuro: puede que evite el viento y la lluvia, pero también se quedarán afuera la luz y el aire” fueron sus palabras, adoptando una posición de respaldo hacia el libre comercio, mientras que su tradicional defensor apuesta en la actualidad por un cambio de política, dando la posibilidad a China de ocupar los lugares que EEUU dejaría vacíos.
Surgen entonces varias interrogantes: ¿Estamos a las puertas de un cambio en el Sistema Internacional? ¿Podría convertirse China en el protector de la globalización y el libre comercio, así como EEUU heredó esta posición del Reino Unido a principios de siglo XX? ¿Es China el más indicado para hablar de libre comercio?
Muchos asumen que el gigante asiático no es el actor más idóneo para asumir el papel de EEUU en el Sistema Internacional, ya que carece de voluntad y su identidad comunista no es coherente con el nuevo rol que quiere asumir Xi Jinping de defensor del libre comercio.
China sigue teniendo en los valores comunistas la base de su organización política, aunque tenga una economía capitalista, y por tanto, Xi no puede ser otra cosa que un campeón muy defectuoso de la globalización. En Davos, Xi en realidad sólo defendió de su propio “Sueño chino” que pretende aprovechar la estabilidad del Sistema Internacional actual y sus vínculos económicos con EEUU, para mantener la expansión tanto económica como cultural de China y convertirse en la primera potencia mundial a mediados de siglo.
El discurso de Trump y la réplica de Xi, nos invitan a mantener nuestra atención en el porvenir de la relación entre estas potencias y analizar el impacto que su potencial divorcio podría traer para el Sistema Internacional en los años venideros. Mientras tanto, China seguirá intentando desviar la atención y continuar trabajando en pro de sus intereses nacionales, en línea con los mandamientos diplomáticos del padre de la China moderna, Deng Xiaoping: “Sé humilde, neutral, deja que otros acaparen la atención”. El problema es que al ya ser la segunda economía mundial, China resulta demasiado grande para pasar desapercibida ante los ojos de Donald Trump.