Se acabó Trump, ahora es Biden: ¿Qué vendrá ahora? – Por Eloy Torres Román

El sistema político de los EEUU atraviesa un momento difícil e incluso, tal como señalan algunos de sus medios de comunicación social, un tanto “bizarro”, es decir, estrambótico y no valiente como se dice en español (en inglés y español, esa expresión tiene, significados distintos) La administración del presidente Trump, hasta ahora, se niega a aceptar el resultado electoral. Estamos ante un elemento mediático que encierra un intento por desacreditar al sistema electoral norteamericano. Los números están sobre la mesa. Hay, digamos, una especie de  “ñemeo político” de Trump, para edulcorar su derrota y condicionar el triunfo de Biden: Creemos que estamos ante una jugada de póquer y los alcances de cómo se puede usar, en calidad de moneda de cambio, en manos del presidente demócrata, frente a Trump. Pensamos, hay una negociación que busca lavarle la cara a este último, quien no acostumbrado a perder, estaría tras una salida que le permita prorrumpir airoso para  tomar el control de la oposición al gobierno de Biden.

En todo caso, creemos comprender, que se está llevando a cabo una polémica para resolver la incertidumbre de cómo el mundo reaccionará para entroncarse con Biden, una vez que se observa el deterioro, en su imagen, del sistema político norteamericano. Esa imagen, luce distorsionada.

En un anterior trabajo esbozamos unas ideas referentes al proceso de decadencia que experimentaba el sistema político norteamericano; entonces dijimos, a propósito de los distintos y variados momentos que el mundo digiere, ocasionándole indigestión política. Entonces decíamos: “La política en manos de ignaros, aprovechadores de oficio, farsantes (y no es que los políticos no mientan) e inescrupulosos, buscadores de centrimetraje mediático, todos ellos generan desencanto por la política. Los que gobiernan son peores. Desde Trump, pasando por Duterte, el dictador filipino y concluyendo con el intérprete del idioma de los pajaritos y tocador de la conga; sin menospreciar al hombre de pelo largo e ideas cortas que acecha a la España que no se adapta a los éxitos y benéficas condiciones alcanzadas, tras enterrar a los más de 900.000 muertos que produjo su guerra civil (1936-1939) Hoy, los medios de comunicación  social son víctimas del acoso, incluso en los EEUU. Fin de mundo, el poder en su más vulgar expresión” (Tal Cual, 12/12/18).

La realidad es la realidad y los escenarios se desarrollan a un ritmo que hace difícil su interpretación. Está, por ejemplo, presente una avalancha de acontecimientos que permiten vislumbrar su profundización después del 20 de enero de 2021. Comencemos con las prioridades potenciales y esperadas, estacionadas en un caleidoscopio de asuntos. La mayoría de los análisis proyectan eventuales opciones de la nueva administración de la Casa Blanca, con Biden al frente; éstas, deberían colocar sobre la mesa las prioridades para rehacer el clima interno y externo de los EEUU. Entre estos, creemos que están un conjunto de elementos que sacuden y afectan a todos los gobiernos del mundo, en tanto que administraciones estatales.

Por ejemplo está el caso del COVID-19: Es el tema. Para los EEUU, como para todo el mundo es el gran desafío a la inteligencia. La administración de Biden proyecta apoyarse en la experiencia de la gestión, sobre el ébola, y de la cual, la administración precedente a la de Trump, es decir, la de Obama, tuvo éxito.

No debemos obviar el hecho que si bien es cierto que la economía norteamericana arrastraba serios contratiempos, con la gestión de Trump, éstos, se acrecentaron a partir de la explosión de la pandemia del COVID-19. Por lo que la reconstrucción de la economía es urgente, pues, su descalabro, se asocia, por el tono tan dramático que la arropa, con la superada Gran Depresión de la década de 1930;

 En un trabajo anterior dijimos que la sociedad norteamericana enfrenta un tema recurrente; ya no se trata del enfrentamiento entre demócratas y republicanos, sino que esa sociedad, abraza una seria discrepancia a lo interno, producto de los problemas que trae la globalización. Ésta, entorpece su funcionamiento, en tanto que democracia. Por ejemplo, para los EEUU ¿qué es más importante, su interés nacional o los derechos humanos en el mundo?, por los cuales los EEUUU durante un buen tiempo los han convertido en su estandarte axiológico. Ellos, están ante al reto de  revalorar y elevar el respeto de sus instituciones y replantearse sus valores primigenios, como fundamento de su existencia. Los EEUU se consideran el pueblo elegido. Hoy, en 2020, los EEUU enfrentan una ambivalencia, la cual ha estado presente en la disputa electoral Trump-Biden; es decir entre “America first versus America Lead again”. Dos visiones colisionan duramente. Una pretende marchar al compás de lo que ha sido la realidad de los EEUU a lo largo del siglo XX, una América agresiva y audaz; esa que  construyó el complejo entramado de relaciones internacionales bajo su modelo y la otra que busca realizar un cambio paradigmático para reinsentarse en la complejidad de la globalización, pero, con la fatalidad de compartir el poder con otros factores geopolíticos.

Creemos que la prosperidad de los EEUU ha sido blanco de la envidia de todo el mundo. Un país de apenas 244 años, ha superado, con creces, a la vieja Europa, la cual, se mueve todavía, albergando algunas formas de dominación feudales, por ejemplo, las monarquías, aunque constitucionales, siguen siendo monarquías; todas basadas en la cultura del ancien régime.  Por otro lado está la milenaria China, la cual, hoy exhibe vertiginoso crecimiento y desarrollo económico, el cual evidentemente alcanzará el nivel político y militar; cuando lo más grave es que ello trae implícito un proceso agresivo de penetración cultural, con su axiología con sabor a lumpias y a pato laqueado; está el mismo Japón, humillado por las bombas atómicas de los EEUU: Little Boy y Fat Man sobre Hiroshima y Nagasaki; para no hablar del mundo musulmán, el cual ha desarrollado desde una postura, bien sea chiita o bien sunita, un odio a la cultura occidental y los EEUU los representan cabalmente. El caso de América latina, esta parte regional, vecina directa de los EEUU, y que compartimos un mismo nombre en cuanto al origen: América, en español y America en inglés. Los EEUU, son la America protestante, pero individualista y próspera, en tanto que América latina es la católica, siempre revolucionaria, pero pobre, como dueña de un recurrente atraso desde lo institucional hasta lo educativo, mas sus venas siempre están abiertas. En todo caso los EEUU han sido, son y serán blanco de una inexplicable envida por el mundo.

La globalización ha sido presentada como la visión norteamericana que pretende moldear y liderar al mundo. No obstante, sabemos que el mundo es un complejo caleidoscopio de factores axiológicos, los cuales expresan distintas posiciones, posturas, visiones; unas pro, otras anti-norteamericanas; en tanto que algunas son conciliadoras con los EEUU; pero, entre éstas, no todas coinciden en gustarle ese detalle que sea América la que abiertamente lidere al mundo.

 La globalización ha sido una palanca para los EEUU; no obstante, su reiterada negativa a adecuarse a las reglas que ellos mismos han promovido, ha generado un proceso de obstáculos para entenderse con el mundo, especialmente en los aspectos a tratar con sus aliados, militares, pero también económicos, la OTAN y la UE; para no hablar de su debilidad para responder a la agresiva presencia, en el hemisferio, de factores extra continentales; factores que desafían su histórico rol hegemónico en esta parte del mundo;

Los EEUU, según reza la consigna de Biden, propugna una vuelta, “Un come back” al mundo. Ya basta de tanto aislacionismo; por lo que las organizaciones y acuerdos internacionales; los cuales fueron abandonados por la administración Trump, serán, revitalizados. Tenemos una percepción pesimista, diremos a partir del dicho popular: “Del dicho al hecho, hay un gran trecho”.

Nos encontramos con un tema adicional de dificultades para la próxima administración. Resulta que la realidad es concreta y debe ser abordada cual  síntesis de múltiples determinaciones, para decirlo en palabras de un Marx, todavía bajo el influjo de Hegel. Entonces, tenemos que una de esas determinaciones lo constituye, China, el gigante asiático. China.es un problema muy serio, tal como decíamos más arriba. No sólo es su economía; sino que ella vuelca sobre la política y la geopolítica vistiendo el traje con  aspecto milenario. China es una civilización, distinta a la occidental; sus valores difieren de los occidentales; luego, busca expandirlos. Está hambrienta de espacios territoriales. Son 1350 millones de seres humanos. Por lo que para la administración entrante urge encontrar un punto de equilibrio entre sus posibilidades y sus deseos; es decir, un equilibrio entre la cooperación y el enfrentamiento con China. Es una relación dialéctica que obliga a los EEUU a reformular su política exterior.

China está cada vez más presente en la agenda de los EEUU. Es un serio problema y ello se confirma con la firma del Acuerdo de Asociación Transpacífico, del cual EEUU se abstuvo de participar y al hacerlo, quedaron perdidos y distantes de un espacio vital para ellos, por apostar a la creencia de “no compartir espacios con los enemigos”. Hoy, creemos que los EEUU se está perdiendo una buena oportunidad para articular un bloque económico asiático con la presencia dinamizadora de Washington en lugar de Beijing, “su enemigo”.

Los intereses globales de un actor internacional de la talla de los EEUU le obligan a colocar su mirada en todo el globo terráqueo. En tal sentido, observamos el desplazamiento de su mirada hacia otros puntos neurálgicos de la política internacional. Rusia, cuya importancia es vital para la existencia del mundo. Ella, posee armas nucleares capaces de destruirlo; luego, es un factor geopolítico, venido a menos, es verdad, no obstante, mantiene una vital presencia, internacionalmente hablando, lo que estimula la inteligencia para enfrentar sus audaces y recurrentes desplazamientos en distintas zonas del mundo, particularmente en nuestro hemisferio.

Están otros factores como el del Medio Oriente y su petróleo. Éste, en sus manos, aunque abundante, nos dibuja un cuadro, a largo plazo, claro está, que su peso dinamizador de las relaciones económicas internacionales, tiende a disminuir.  No así el tema de la paz entre Israel y todos los estados musulmanes, que lo asedian.

El desempeño de la política exterior norteamericana destaca por su presencia en zonas neurálgicas para la geopolítica global. El propio Medio Oriente y su vinculación con Afganistán forman parte de la ecuación a considerar para un agresivo y políticamente hablando, papel en toda esta región.

En otras partes del mundo, las expectativas y esperanzas en la Administración Biden crecen considerablemente. Buscan un mejor entendimiento. El lenguaje es prioritario. Está el caso de Turquía; no es fácil, pues es un país musulmán que se mueve en una seria contradicción de querer desprenderse, por un lado del tronco religioso, pero por otro lado vincularse aún más. Luego está el juego geopolítico en el Mar Negro.

Están los casos de Taiwán y Hong Kong con China, la misma Venezuela que Trump, no pudo devolverla al lago democrático, donde sus ciudadanos nadaban con tranquilidad, hoy, éstos se ahogan en él o huyen despavoridos a encontrar un poco de felicidad. ¿Por qué no decirlo? está el caso de Corea del Norte; el cual aún no ha encontrado la solución. Las posibilidades de unirse con el sur son altísimas; lo que no se ha podido determinar, cuál será el factor dominante en esa península: ¿el sur o el norte? Estos son algunos otros espacios donde se esperan enfoques diferentes, quizás más ventajosos, quizás más claros, más coherentes y sobre todo menos escandalosos y con menos tweeter. Eso es lo que se espera del nuevo liderazgo de la Casa Blanca

Biden deberá dar respuestas a todos estos temas, lo cual no es fácil. Es un asunto muy complejo, y será arduo,  su desempeño en reconstruir ese papel abandonado por la prédica de Trump de aislarse del mundo a fin de revalorizar a los EEUU e impulsar a esa Nación hacia una nueva era, hacia un nuevo papel melvilliano de considerarse la tierra prometida y el pueblo escogido por Dios para ser el faro que ilumine al mundo, con sus valores, los valores norteamericanos.

Una parte del mundo (la UE, particularmente) seguramente verá con mayor tranquilidad que los EEUU, con Biden a la cabeza, se dedique a resolver aquellos problemas que ellos son incapaces de hacerlo y que el fracasado empeño de Trump, justamente era que todos contribuyeran a superarlos.

Otra parte del mundo verá con malos ojos (para decirlo de alguna manera) la expectativa creada con Biden. Éstos, se observan en el panorama internacional con una clara decepción. Ellos, desde ya, lo lamentan, pues siempre tuvieron con la  administración Trump, relaciones privilegiadas: En cambio otros esperan que la nueva administración de Biden tenga un enfoque diferente, por ejemplo, con el tema de las sanciones económicas que entorpecen, según ellos, la dinámica económica de los actores. Los negocios son para ganar, no para perder dinero.

Los  anhelos se fijan en el cambio de la política exterior norteamericana (demasiado personalizada) Sin embargo, hay que decir y reiterarlo; la política exterior será la misma, en cuanto a las líneas generales. Habrá, como hemos dicho, en reiteradas ocasiones, una gran coincidencia; la diferencia se expondrá en términos de las formas. Esta vez habrá más coherencia, un mayor profesionalización y una rigurosa sistematización; luego, los decisores se mantendrán en el marco de una predictibilidad razonable.

 En todo caso ello no significa que todos estén conformes con el cambio (aunque sea de las formas) en materia de política exterior. Hay varios actores que inexplicablemente no se les observa conformidad con el ascenso de Biden: Irán, Venezuela, Cuba, Nicaragua, China y Rusia. Ellos se acostumbraron al lenguaje amenazador de Trump. “Perro que ladra no muerde”, pensarán éstos. Son países que se mueven racionalmente en la esfera de lo predictible y en lo posible.

En Europa, la administración Trump ha tenido y sigue generando adhesiones. Esa preferencia se inscribe geográficamente en los extremos mismos de esa realidad. Por ejemplo, Inglaterra e incluso varios gobiernos de antigua inclinación pro o miembros de la órbita soviética. Aunque la mayoría de los países europeos observan a Biden con buenos ojos. Era de esperarse. Trump, siempre fue un trago amargo para ellos, por el asunto de las formas. En tanto a Biden lo ponderan en términos positivos; los nutre la esperanza, lo observan con una actitud amigable. La economía es el principal escenario que se ve en la cooperación y en las iniciativas políticas internacionales; ellos apuntan a un nuevo enfoque en materia de seguridad continental. Tratan de evitar el tema del dinero o los recursos a utilizar, para la manutención de la maquinaria de la OTAN de la que siempre habló Trump. Toda Europa coincide en gastar menos. En tanto que los EEUU preocupados por el tema, siempre gastan más: la seguridad. Ese es el quid de la cuestión de las serias diferencias de Trump con los socios europeos.

La UE,  se mueve al ritmo de una alta racionalidad y alejada del populismo trampista; aguarda por un desempeño distinto y armonioso por parte de los EEUU. Biden, para ellos es la esperanza. Ella, experimenta una angustia por el clima que, en los últimos años  ha encendido a los EEUU. Europa, apuesta por un dialogo político interno en los EEUU. Reconoce que la fractura interna en América, la misma, posiblemente encuentre eco en algunos países europeos. Las tendencias y manifestaciones nacionalistas como el aislacionismo existen, en tanto corrientes políticas en estos países, cuyo objetivo es cohesionar a través de partidos y organizaciones políticas, todo un movimiento general europeo; razón, por lo que ven en Trump una referencia. Basta tomar como referencia el mal ejemplo que dio el movimiento político que constituyó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, el Brexit.

Estamos ante un reforzamiento del nacionalismo, como expresión del individualismo. Éste, toma fuerzas y enfrenta el legado del romanticismo edificado por Schiller y Beethoven en la Oda a la alegría. Es un drama para Europa. Ella apostaba a superar los elementos que alimentaban sus naturales y humanos disensos. Ese individualismo de Trump alcanza a Europa y según ellos, le ha hecho mucho daño. Por lo que hoy apuestan por Biden para retomar lo escrito por Schiller:

 

Tu hechizo vuelve a unir

Lo que el mundo había separado,

Todos los hombres se vuelven hermanos

Allí donde se posa tu ala suave.

 

Por lo que es probable que en términos reales es probable que la nueva administración de la Casa Blanca aborde, en lo concreto, los problemas de seguridad con Francia y los problemas económicos con Alemania. Ello, constituye una racional visión que abrazan los demócratas, por lo menos Biden, frente a Europa, pues desmoviliza los intentos de los europeos por crear estructuras militares paralelas. Sin embargo, el mensaje de Trump, se mantendrá; se modificará el lenguaje, pero se exigirá una mayor participación monetaria por parte de Europa en el fortalecimiento de la OTAN.

 En unos párrafos más arriba citamos una expresión de Marx, acerca de la realidad concreta, como la síntesis de múltiples determinaciones; pues bien, hoy, se ha desarrollado una determinación que obliga al mundo; cuando digo mundo, me refiero a los EEUU y a la UE a repensar los últimos movimientos en las relaciones internacionales. Se observa con temor y angustia que en algunos estados de Europa, paradójicamente antiguos satélites soviéticos: Hungría y Polonia, no muestran mucho entusiasmo por el triunfo de Biden. A pesar de ser democráticos, son gobiernos que se mueven en las aguas profundas del espíritu anti unitario europeo. La UE lo sabe y por ello los tiene en la lista de países con problemas, si bien, no financieros como Grecia, por ejemplo; sino por sus políticas irredentas y basadas en un populismo disgregador, las cuales marchan en contra de los postulados filosóficos de la UE.

El tema del nacionalismo y populismo continuará porqué es propio de los europeos. Son corrientes o tendencias que se han incubado en su corazón durante centenares de años. La vieja Europa es depositaria de tantas costumbres buenas y malas. Hoy, las malas se están desarrollando ostensiblemente. Veremos que puede hacer Biden, pues Trump, si bien no los inspiró, por lo menos les brindó, con su estilo, ínfulas para rechazar ese lenguaje ponderado y llamar las cosas por su nombre. Europa no quiere hacer cosas que signifique sacrificios a su bienestar. Las cartas están echadas sobre el tablero y Biden se apresta a iniciar con su slogan, “America lead again”, la reconstrucción del tablero de las relaciones internacionales. ¿Podrá? no lo sabemos. Wait and see, dicen en inglés.

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