Incertidumbre es la palabra predominante al referirnos al recién inaugurado gobierno de Donald Trump. Algunos, con optimismo, asumen que la agresividad del discurso de la campaña electoral, no se aplicará en la práctica y que varias de las posiciones radicales podrían ser atenuadas. Hasta el momento, se puede apreciar que el gabinete se presenta un tanto contradictorio en algunos temas (como Rusia o seguridad), que el partido republicano, que controla el Congreso, pudiera limitar algunos casos y que la práctica de gobernar le permitirá aterrizar algunos de sus proyectos irracionales (por ejemplo el muro).

 

Por el contrario, en el tema del comercio internacional, se aprecia más coherencia. Por una parte, la insistencia del Presidente, pues el proteccionismo ha sido una de sus banderas en el discurso inaugural; el equipo del gabinete que administrará el tema trasmite unidad y el partido republicano, tratando de mejorar la tensa relación que ha tenido con el candidato, en esta primera fase se presenta complaciente.

 

En la filosofía de la anti-política que ha caracterizado la campaña de Trump, el tema de la apertura comercial ha ocupado un papel privilegiado y, como ha sido el caso de los populistas latinoamericanos, se tiende a satanizar al libre comercio culpándole de muchos males, sin valorar sus potenciales beneficios, ni presentar las soluciones para enfrentar las inequidades que puede generar. En nuestros predios, el proceso bolivariano también satanizó al libre comercio, retiró a Venezuela de la Comunidad Andina y del Grupo de los Tres y nos incorporó como miembro pleno al Mercosur, que lo concebía como un club ideológico, hoy apreciamos claramente el fracaso de estos errores.

 

En el caso de Donald Trump se espera una revisión o eventual denuncia de acuerdos comerciales. En este contexto, todo indica que el Congreso no ratificará el Tratado Transpacífico que firmó el Presidente Obama, no continuará en las negociaciones del Tratado Transatlántico, pero la Unión Europea tampoco se aprecia interesada en avanzar en esa negociación, dada su crisis interna por el retiro del Reino Unido. Otros acuerdos que están en la lista crítica son el TLC con Canadá y México y, eventualmente, la Organización Mundial del Comercio.

 

Para avanzar en su agenda proteccionista, el Presidente ha designado como Secretario de Comercio a Wilbur Ross, Representante Comercial (el USTR, el jefe de las negociaciones comerciales) a Robert Lighthizer y ha creado una nueva instancia, el Consejo de Política Industrial y Comercial a cargo de Peter Navarro; todos ellos coinciden en la crítica de los acuerdos existentes y en la defensa del proteccionismo comercial.

 

El tema del proteccionismo comercial debería preocupar al Partido Republicano que por décadas ha sido el promotor del libre comercio; pero, en estos primeros días, promoviendo una luna de miel con el Presidente, seguramente apoyará algunas de las iniciativas. Por otra parte, al Partido también le debe preocupar que la posición proteccionista de Trump, abre espacios para la expansión hegemónica de China en el contexto mundial, como lo ha demostrado en la actuación del Presidente Xi Jinping en la reciente cumbre del Foro Económico Mundial en Davos.

 

El discurso proteccionista resulta atractivo para muchos, pero puede estar equivocado, si lo que se aspira es fortalecer la productividad y la competitividad la protección arancelaria, puede resultar poco efectiva; el caso de Chile resulta ilustrativo, que además de adoptar un arancel lineal muy bajo, ha negociado un amplia artillería de acuerdos de libre comercio, que se suman a su política de generar competitividad mediante incentivos a la producción y no por la vía de la protección.

 

Otra de las confusiones del discurso que sataniza al libre comercio es que estimula un nacionalismo ingenuo, pero no promueve los mecanismos eficientes para enfrentar los problemas de inequidad que puede generar el libre comercio, para eso se requiere, entre otros, la formulación de válvulas de escape y protección temporal y regulada como las salvaguardias comerciales o el tratamiento especial y diferenciado que puede ser por países o por sectores productivos.

 

El caso de las salvaguardias comerciales merecen una breve observación, pues la tendencia es que los países competitivos o agresivos comercialmente las tienden a menospreciar, este ha sido el caso de EEUU en sus negociaciones de los TLC, de México frente a la región o de Brasil en el MERCOUSUR; empero, cuando las potencias se debilitan empiezan a comprender la conveniencia de este instrumento, que permite una protección temporal y regulada para casos sensibles, de hecho, esta pudiera ser una de los opciones que podría manejar Trump en su revisión del TLC con México.

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