A la compleja agenda de retos que se ha planteado el Papa Francisco desde que inició su pontificado en marzo del 2013, ahora ha sumado una tarea no menos titánica: lidiar con un el díscolo gobierno bolivariano y la heterogénea oposición venezolana reunida en el marco de la mesa de la unidad, compromiso difícil, pero no imposible para una iglesia con varios siglos de experiencia y para un Papa de admirable capacidad de acción. Lo angustiante de la situación es que la agenda papal ya representa una dura carga, con los problemas que está tratando de enfrentar en el Vaticano y los nuevos que van surgiendo, como las reacciones que empiezan a difundir sectores más conservadores que rechazan algunas de las propuestas transformadoras del Papa Francisco.

El Cardenal Bergoglio asume como el 266 nuevo Papa, en condiciones adversas. Por una parte, la casi inédita renuncia de su antecesor el Papa Benedicto XVI y el ambiente muy enrarecido del Vaticano, cuyas intrigas palaciegas se han desbordado en los llamados “vatileaks”, bajo una intrincada red de complicidades. La sumatoria de problemas es grande, al drama financiero del Banco del Vaticano, que extiende sus raíces, entre otros, a los viejos casos del Banco Ambrosiano, la Logia P2 y el soterrado caso del Cardenal Marcinikus; casos hábilmente manejados, pero no resueltos por Juan Pablo II; se suman, entre otros, las mafias sexuales, el grave drama de los casos de pedofilia; la lucha por el poder y los ofensivos privilegios.

A los dramas mencionados, que conforman viejos síndromes que van carcomiendo la institución, el nuevo discurso del Papa Francisco, promoviendo apertura, humildad y transformaciones en la dinámica de la iglesia católica, agrega nuevas amenazas para los grupos conservadores, poderosos en la curia vaticana. El Papa Francisco inicia su pontificado bajo la tesis de una “iglesia pobre y para los pobres” lo que preocupa a varios en la iglesia, que han promovido una iglesia de poder y con los poderosos.

El discurso de apertura, que trata de acercar la iglesia a los pueblos y a los nuevos tiempos, incluye temas difíciles, uno de ellos, que parece menor, tiene que ver con la apertura frente a los divorciados y este precisamente ha generado una airada reacción de cuatro cardenales ultraconservadores, amenazando al Papa con una posible declaración de herejía, por romper principios tradicionales. Luego, posturas y declaraciones políticas, como la sorprendente visita al dictador Fidel Castro en su viaje a Cuba, han complicado aún más el ambiente con los sectores tradicionales. El terreno es movedizo y puede ser peligroso, pero el Papa Francisco está tratando de avanzar, no sin dificultades, pero con buen equipo y su Secretario de Estado, el Cardenal Parolini, con su vasta experiencia, es una señal positiva.

Otra agenda no menos ambiciosa y retadora tiene que ver con su diplomacia de paz, diálogo y convivencia que ha llevado al Papa Francisco a promover un mayor acercamiento con otras religiones y con gobiernos tradicionalmente adversos a la iglesia católica. En este esfuerzo ha contado con un gran aliado como ha sido el Presidente Barack Obama, lo que facilitó su labor mediadora en el diálogo entre Estados Unidos y Cuba. Seguramente otros desafíos, como China o Rusia, deben estar en la agenda. Con esa personalidad pacifista y dialogante el Papa Francisco acepta el reto de promover el diálogo en Venezuela. Naturalmente que la solicitud que parecía angustiosa del Presidente venezolano, quien moviliza su maquinaria y su avión para lograr una fugaz, pero decisiva audiencia privada con el Papa, el lunes 24 de octubre, fue decisivo para determinar la aceptación mediadora del Vaticano.

Evidentemente el Vaticano debe tener muy clara la situación venezolana, muchos deben contribuir, pero algunos son determinantes como: el Cardenal Parolini quien fue Nuncio Apostólico en Caracas del 2009 al 2013; el nuevo Papa Negro de los jesuitas, el venezolano, Arturo Sosa y nuestra brillante Conferencia Episcopal, por citar algunos. Ahora bien, si el Vaticano, por buena fe o ingenuidad, tenía confianza en el gobierno bolivariano, la camarilla del poder se ha encargado de destruirla progresivamente. Primero, manipularon la reunión privada en el Vaticano con fotos falsas; luego, incumplen descaradamente los compromisos y, ante el necesario reclamo del Vaticano, que se presenta en la carta confidencial que remitió el 01 de diciembre el Secretario de Estado Cardenal Parolini, retoman de nuevo su brutal campaña de descalificación contra la iglesia, que ayer buscar con desespero como fórmula de salvación.

La carta del Secretario de Estado representa un nuevo éxito de la diplomacia vaticana y los jerarcas bolivarianos con su irracionalidad han fortalecido aún más. La carta le confirma al régimen que el Vaticano no es UNASUR, ni un gobierno aliado buscando dádivas. Si el objetivo era manipular el diálogo para ganar tiempo, el Vaticano no juega con trampas y ha definido claramente las condiciones. La claridad y fortaleza de la carta es impactante, ahora el gobierno bolivariano se enreda en su propia trampa.

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