Las discusiones sobre la historia tienen como motivo, por lo menos en mi caso, aprender. Hemos ejercitado a lo largo del noble oficio de la diplomacia lo que en las aulas universitarias y en la vida asimilamos. En mi perspectiva, que no de la de un egresado de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV, sino de la de un titulado en Filosofía y en Historia, en la Universidad Babes Bolyai de la ciudad de Cluj- Napoca, Transilvania de Rumania, con estudios de postgrado en el área internacional, en la UCV; en el Instituto de Relaciones Internacionales “Raúl Roa” de Cuba y en la maestría de la Academia Diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores, con el Dr. Demetrio Boersner, Embajador, profesor y gran amigo, por demás mi superior en dos ocasiones -en esta última tuve la suerte de “devorar” una materia que aborda el tema histórico desde una perspectiva global y que concluye, magistralmente en la visión paradigmática de Pierre Renouvin sobre “Las fuerzas profundas de la historia”. Ésta, es un instrumento de análisis vital para comprender la realidad internacional y creo haber aprendido a manejar este instrumento de análisis.
No es nuestra intención hurgar en determinados, como polémicos hechos históricos. Los mismos producen una cierta urticaria, bien sea por pertenecer a una de las comunidades señaladas de cometer los hechos. Es normal que ellos muestren molestia por cargar esa culpa experimentada en la historia, máxime que no ha habido un acto de perdón, arrepentimiento o constricción; o bien, otros que se dejan llevar por los sentimientos de amistad y afinidad o confusión de los elementos históricos que permitieron que éstos se llevaran a cabo.
No queremos reabrir heridas que han estremecido la historia del Mundo. Las guerras, por ejemplo, con todas sus manifestaciones, han sido un instrumento nefasto para la obtención del poder en las relaciones internacionales. Ellas han estado con nosotros y no las podemos eludir. Hay que analizarlas y no cerrar los ojos. Han existido y existen. Es por ello que buscamos comprender las causas de éstas, para ayudarnos con las fuentes de la historia para que nos ilustre.
Para comprender mejor este aciago capítulo de la historia debemos volcar la mirada hacia la complejidad de toda la región, especialmente la de ese momento. Cada actor debe ser observado en su relación con los otros actores. Era la primera guerra. Ya pasaron 100 años y sus alusiones memorísticas muestran destellos de tibias advertencias de que en efecto, ocurrió una masacre. Era el principio del siglo XX y hoy la gente no percibe lo ocurrido. Sólo los interesados directos y los preocupados por la historia. Fue un momento que transitó desgracias. Ahora bien, la complejidad del contexto histórico de ese momento y los hechos generados son imposibles de recoger en un trabajo de pocas líneas, si son válidas para dar una señal de que cosas como esas no se pueden olvidar.
Basta citar el reciente voto del Bundestag alemán al reconocer el genocidio armenio; luego el Vaticano ha expresado su preocupación por la negativa turca en reconocer lo cometido; Suecia y la Unión europea, para no decir los EEUU, militan por encontrar eco en la postura de Ankara para que reconozca y asuma con humildad mediante un acto de constricción y reconozca ese crimen. Independientemente que ocurrió ya hace más de 100 años.
Si observamos bien la realidad del gobierno turco su capacidad de maniobra, en términos diplomáticos, se ha reducido mucho. Es Berlín, Paris, Washington, el Vaticano y Moscú. Hoy, Turquía se mueve más con la retórica. Basta el caso reciente cuando Rusia y Turquía se dieron la mano y Erdogan pidió disculpas por volar el avión ruso. ¿Qué pasa? Seguro que la soledad ejerce presión sobre Ankara, por lo que creemos, el acto de constricción la fortalecería y aliviaría las tensiones con la U.E.Creemos que tarde o temprano Turquía reconocerá en términos serenos y con un análisis frío y duro, su pasado. Alemania hizo un reconocimiento y hoy ofrenda la memoria de esos más de 6 millones de judíos muertos en los campos de concentración. Un acto que engrandece a la tierra de Schiller, Kant, Beethoven y Hegel.
Ese genocidio fue un momento trágico en la historia del pueblo armenio. Un verdadero drama que enlutó millones de hogares y marcó el rumbo incierto a miles de armenios a recorrer el mundo en la búsqueda de cobijo. Venezuela recibió a un grupo de ellos y les brindó su venezolanidad animosa y alegre. Claro, en medio de grandes dificultades, pero lo hicieron con una alegría imborrable. ¡Qué tiempos aquellos!, se decía en esa Venezuela que se sacudía de su ruralidad para ingresar en su moderna, pero fatal era petrolera.
Lamentablemente los condicionamientos culturales y esa visión dogmática hacen que el gobierno turco, por ahora,rechace la frase “genocidio armenio”, aunque reconoce los momentos vividos como trágicos e inhumanos.No obstante, falta algo y es el reconocimiento al hecho cruento del genocidio. Esa visión le impide dar unos los pasos efectivos para su incorporación al concierto de países de la Unión Europea. El peso de la historia no les permite observar con desprendimiento lo que ocurrió.
Las élites gobernantes turcas impregnada por el condicionamiento de los entonces triunfantes “jóvenes turcos”, sucesores del imperio otomano desde 1915 hasta 1923, por haber sido los constructores de la pujante Turquía, probablemente no quieren dar su brazo a torcer y han arrastrado al pueblo turco, a lo largo de todo un siglo, a cargar con esa culpa. Ellos no quieren ver que hay ponderables que permitirían superar de la memoria colectiva universal ese infausto momento.Ésta presente en su evocación, la alianza de Rusia con los armenios y hoy la reproducen. Ese temor impulsa a las élites turcas a continuar con esa idea; niegan y rechazan que, en algún momento de la historia, ellos cometieron esa barbaridad. Sin embargo, se observa, como paulatinamente,se va descubriendo ese velo, en forma de adumbra, que ha ocultado lo que pasó, bajo el pretexto que esas muertes (1.200.000 víctimas) son el resultado de enfermedades o bien, de los combates entre los ejércitos durante la Primera Guerra Mundial. Turquía insiste en brindar esa visión, e incluso muchos no turcos la defienden. Pienso, sinceramente, es un acto de candidez e inocencia creer en la versión oficial de la contemporaneidad turca.
Ahora bien, lo que sucedió a principios de 1915 fue sólo el principio de los genocidios durante el siglo XX. Los armenios, luego, los hebreos, gitanos, haitianos, camboyanos y ruandeses han sido víctimas de prácticas genocidas. El Nazismo y el comunismo cometieron barbaridades que empalidecen el rostro de la humanidad. La ferocidad, junto con un monumental cinismo,ha dado muestras de la pérdida de humanidad a lo largo de dos milenios de civilización. Núremberg no detuvo esas prácticas. El comunismo ruso, el “holodomor”ucraniano, el de Europa oriental, construido con los tanques soviéticos, luego China, donde murieron de hambre 40 millones de ciudadanos chinos, es también un genocidio. Por lo que el de Armenia es siempre un referente a tomar en consideración, pues fue el primero en el siglo XX. Los historiadores andan tras más pistas para descifrar esa barbarie para lo cual se requieren del aporte y soporte turco con miras a superar ese trágico momento.
La responsabilidad y la culpa es un tema político. Ese acto bárbaro confronta al mundo, entre los que creen en el genocidio armenio y los que no. Por ahora, hay muchos servicios religiosos y eventos conmemorando el genocidio ocurrido en Armenia y la diáspora armenia en todo el mundo coloca piedras para edificar un monumento y evitar se olvide ese drama.
Ereváno Ereván asiduamente es visitada. El Santo Padre viajó recientemente a Armenia y bendijo a ese sufrido pueblo. Varios presidentes extranjeros la han visitado también: Rusia, Chipre, Francia, Serbia. Todos han viajado a ese pequeño país a mostrar un momento de recogimiento por los muertos en ese genocidio. Es parte de toda una arquitectura simbólica de los armenios para evitar que se olvide lo sucedido. E incluso el gobierno armenio decidió plantar 1.500.000 árboles como metáfora memorística por los muertos. Es como rescatar a la historia y evitar que ella caiga en los brazos del olvido para secuestrarla. El Monte Ararat observa con sus nieves y alegría, pero con tristeza por los armenios caídos en ese infausto acto.
@eloicito