Barak Obama viajará a Cuba y es evidente que no podía irse de la Casa Blanca sin hacer esa visita. Era un must. Los hasta ahora contados encuentros con Raúl Castro han acaparado noticias y siempre sido en territorios neutrales. Se vieron en la Cumbre de las Américas en Panamá. También coincidieron en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, en septiembre de 2015. Pero esta reunión es otra cosa. Será el primer viaje en ochenta y ocho años de un Presidente en activo de EEUU a la isla, el primero después de la normalización de relaciones y, a su manera, el viaje representa la culminación de un largo proceso que se dio a conocer al mundo en 2014, pero que en realidad es mucho anterior.

La agenda pareciera dejar al desnudo los tumbos que se están dando en la región. Primero, Cuba para reunirse con Raúl Castro y desde la isla volar hasta Argentina para reunirse con Mauricio Macri. Esta visita a Argentina también es emblemática: sería la primera de un presidente de EEUU a dicho país en casi veinte años.

Obama, los Castro, y la disidencia

En la víspera de la visita a Cuba se han anunciado medidas de impacto comercial. Será más fácil para los estadounidenses visitar Cuba. Los llamados de Obama al Congreso en torno al embargo no han tenido el efecto esperado, pero desde su Poder Ejecutivo ha logrado promover importantes medidas que presionan a los republicanos y a quienes se oponen a la apertura económica.

Aunque quizá lo que acapara la atención de los medios es la esperada reunión bilateral entre los primeros mandatarios, o el hecho de que Obama no se reunirá con Fidel Castro, mientras sí lo hará con disidentes cubanos. A pesar de todas las críticas que han hecho quienes no están de acuerdo con la normalización de relaciones, hay que dejar claro que los derechos humanos sí han sido un tema sobre la mesa.

En este viaje, más allá de lo comercial y lo político, se abordarán temas sensibles que también han sido epicentro de toda esta negociación. Y mientras el ornato, las jornadas de asfaltado, la pintura a las fachadas de edificios y la siembra de plantas embellecen La Habana para recibir a Obama, hay cosas que no se refaccionan con tanta facilidad, pero en las cuales también pareciera haber importantes cambios: un modelo político.

No faltan las críticas

Marco Rubio acaba de despedirse de la carrera interna por la nominación republicana tras una significativa derrota en su tierra natal, Florida. Pero antes de conocer este resultado, Rubio había sentenciado que de ser el presidente, no visitaría la isla hasta que la misma fuera una Cuba realmente libre. Ted Cruz, también hijo de padre cubano, declaró que la visita de Obama es un “verdadero error”, pues “necesitamos un presidente que se pare frente a nuestros enemigos”, haciendo referencia con esta última cita a la dictadura de los Castro.

Valdría la pena hacerse la pregunta, ¿A quienes estará percibiendo el electorado republicano como enemigos? ¿A gobiernos de otros países, o a fantasmas y miedos internos, como los problemas derivados de la inmigración? Esta pregunta es incómoda y hasta políticamente incorrecta, pero hay que hacérsela, sobre todo frente a la sorprendente e inesperada victoria de Donald Trump en Florida, que pudiera ser reveladora en ese sentido.

Salir con la frente en alto

Obama atravesó no pocas tormentas y aguantó los coletazos. En lo doméstico logró imponerse a retos nada sencillos que revisten su posición de absoluta tenacidad: tema salud con el famoso ObamaCare, disminución del desempleo y modificaciones al sistema de seguros, reforma migratoria, anuncio de medidas para el control de armas en EEUU –que por cierto hizo sin poder evitar estallar en lágrimas.

En materia de política exterior se pueden destacar muchos logros, y como en todo, también sus errores. Quizá entre estos últimos hacen ruido episodios y actuaciones en Ucrania, en Libia, en Siria. Pero dos grandes méritos que nadie le quita son “caída de un muro” en El Caribe y la “construcción de un puente” a Teherán. Parecían impensables y hoy son realidad.

El argumento utilizado con Obama fue tan poderoso como el propio acuerdo: “Hemos garantizado que Irán jamás usará una bomba atómica”. Y con el poder de esa frase, todo pareciera justificable, logrando sobreponerse a las criticas que lo señalan de asumir posiciones tan “débiles” y “comprometedoras” para los intereses de EEUU como las de Jimmy Carter durante su mandato. Pero pareciera que equivocados están quienes intentando atribuir “debilidad” no se han dado cuenta de que Obama lo único que ha hecho ha sido jugar fuerte.

Así, el mundo espera la visita de Obama a Cuba y no falta quienes critiquen el hecho al señalarlo como una concesión. Nada más lejos de la realidad. Para que el viaje que está por concretarse se pudiera dar, Obama puso condiciones que por cierto, están enmarcadas dentro de lo que es el impulso de los cambios deseados. Sea como sea y aún con cosas esenciales en manos del Congreso, esta visita consolida el deshielo a menos de un año de su despedida de la Casa Blanca. Un mérito que nadie le podrá quitar.

@caroabru

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