¿Asia epicentro geopolítico? – Por Félix Arellano

Una de las tendencias de cambio que desde el plano geopolítico se aprecia a escala global tiene que ver con el progresivo desplazamiento del epicentro mundial desde el atlántico al pacifico. Progresivamente el continente asiático se va transformando en uno de los motores fundamentales de la economía mundial; ahora bien, la pandemia del covid-19, puede generar efectos disruptivos y alterar las tendencias que se encontraban en pleno desarrollo. Todo indica que oportunidades y desafíos se presentan en el horizonte.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y en plena guerra fría, el continente asiático va entrando en escena; primero, con el llamado milagro japonés. Un país que experimentó dos bombas nucleares y que, gracias a una extraordinaria disciplina y creatividad, prontamente alcanzó nivel de potencia económica.

Vertiginosamente también impactará Corea del Sur que, de un pantano y un panorama desolador, se transforma en un país líder de manufacturas y alta tecnología, y se suma a los llamados “tigres del Asia” junto a Singapur, Hong Kong y Taiwán.

Con una visión estratégica cinco países del continente asiático: Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia conforma la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (Asean) en 1967, progresivamente se incorporan otros cinco países: Brunei, Camboya, Myanmar, Laos y Vietnam llegando a 10 miembros, y en 1992 asumen el compromiso de conformar una zona de libre comercio; luego, para 1997, logran una asociación con tres actores fundamentales: Japón, Corea del Sur y China, lo que se ha llamado la “Asean más Tres”.

El mundo también ha observado otro impactante milagro asiático, la transformación que promovió Deng Xiaoping en China, generando el comunismo capitalista, que ha llevado a ese país continente, de las hambrunas de Mao Zedong, a una gran potencia y fabrica del mundo globalizado, situación que se encuentra en revisión como parte de las transformaciones de la pandemia.

Con el impresionante crecimiento de los países asiáticos y, en particular de la China comunista, geopolíticamente se va posicionando del eje Asia-Pacifico, como un centro que compite en múltiples planos: económico, comercial y tecnológico con el referente occidental atlántico, que bajo el liderazgo de los Estados Unidos y la Unión Europea, ha logrado una creciente hegemonía a escala mundial.

El fortalecimiento y expansión de China, que se repotencia bajo el liderazgo de Xi Jinping, logra su mayor expresión con el lanzamiento del faraónico proyecto de la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés) o la Ruta de la Seda, que implica el pleno posicionamiento de inversiones, productos y tecnología chinas en los mercados asiáticos, europeos e incluso africanos. Con este proyecto geopolíticamente se revitaliza el eje de la Eurasia, con el epicentro en China.

Frente al meteórico ascenso de China, que hoy se presenta como la fábrica del mundo, los gobiernos democráticos, y occidente en particular, no han logrado formular una estrategia eficiente de contención. En la práctica encontramos algunos esfuerzos con deficiente coordinación y poca estabilidad. El acuerdo Transpacífico constituye un ejemplo ilustrativo en el plano comercial, un mega acuerdo económico regional en Asia, conformado por once países, sin la presencia de China y bajo el liderazgo de los Estados Unidos, que Donald Trump denunció al llegar a la presidencia.

Otra iniciativa de contención que no ha logrado una adecuada atención ni estabilidad ha sido el foro estratégico informal definido como “Dialogo de Seguridad Cuadrilateral” (conocido como QUAD) con fines cooperativos y militares, que promovieron los gobiernos de Estados Unidos, Australia, Japón y la India en el año 2007, pero que prontamente desactivaron y luego vuelven a reactivar el año 2017, como una reacción ante las crecientes tensiones con China por sus acciones expansionistas en el Mar de la China Meridional.

En estos momentos desde los Estados Unidos apreciamos una creciente tensión con China, que algunos empiezan a definir como una nueva “guerra fría”, y de nuevo se aprecia improvisación, personalismo y ausencia de coordinación con otros aliados importantes en Europa y Asia. Existen razones objetivas para establecer límites a la expansión china, en particular frente a su modelo autoritario, pero la creciente agresividad del Presidente Trump pareciera que responde más a objetivos electorales, que a una estrategia bien articulada. Este errático comportamiento puede conllevar consecuencias paradójicas a mediano plazo.

Paralelamente y desde la perspectiva geopolítica observamos como ante el creciente cuestionamiento de muchos gobiernos contra la opacidad del gobierno comunista chino frente a la pandemia del Covid-19, el eje Indo-Pacifico pareciera estar logrando un mayor protagonismo. Un eje que hace referencia a un amplio espacio geográfico, que no excluye a China, pero que políticamente privilegia el papel de la India como potencia emergente en el continente asiático.

Desde distintos ángulos: Asia Pacifico, Eurasia o Indo-Pacifico, el epicentro del mundo se ha estado desplazando al continente asiático; ahora bien, los efectos disruptivos de la pandemia pueden alterar las tendencias que conocemos.

La supremacía de China está en pleno cuestionamiento y si bien no se puede prever cambios muy rápidos, es evidente que su fortaleza y liderazgo se debilitan.

En este contexto se pueden abrir oportunidades para otras regiones, la India, otro país continente con muchos problemas, está promoviendo su reposicionamiento. También nuestra región podría aprovechar estos complejos cambios, lo que exige de profundas transformaciones internas, en particular, superar la paralizante polarización política. En este contexto, también deberíamos apreciar la conveniencia del sistema democrático como base para las transformaciones que exigen los nuevos desafíos generados por la pandemia.

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