Emigrar sigue siendo una opción para muchos venezolanos. Mientras la crisis continúe, lamentablemente este es un recurso al que muchos compatriotas recurrirán. Ya son 20 años de un goteo emigratorio permanente. Cada crisis mayor durante estos años empuja  una oleada. La quinta oleada se inicia en estos días debido al golpe psicológico que representó el apagón a escala nacional. La oscurana se llevará a miles de venezolanos, en mi opinión. Fue un fuerte impacto para la psique de la mayoría. Muchos deciden entonces, al igual que el surfista que espera su ola. Esta realidad que vivimos gran parte del país, y que padecen muchas ciudades del interior desde hace tiempo, abre las compuertas para que muchos tomen la decisión final de sus vidas, irse del país.

Las razones objetivas que empujan a las personas a tomar esa decisión varían. Hemos escrito otras veces en el sentido de que, por ejemplo, lo que hace que los sirios, los centroamericanos o los venezolanos decidan irse tiene como rasgos común variables como crisis, ingobernabilidad, miedo o deterioro económico. Lo que hace tomar la decisión final varía de acuerdo con cada realidad y con situaciones puntuales que afectan, asustan o hace rendirse a quienes han soportado las dificultades de la vida cotidiana desde hace algún tiempo.

El proceso migratorio se origina desde el momento en que la persona se propone irse de su país. De allí en adelante comienza todo un amplio desarrollo de ideas, evaluaciones y toma de decisiones relacionadas con el proceso que le llevará a sumarse a las corrientes migratorias.

Así como reconocemos esto, insistimos en que la mejor manera de prepararse es evitar una decisión emotiva o impulsada por circunstancias ajenas a su voluntad; entonces, debe iniciar un proceso de evaluación de cuál debe ser su destino, cuándo partir, con qué cualidades y fortalezas se estará enfrentando a un nuevo entorno.

En esta nueva oleada, países como Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Brasil y Argentina serán de nuevo grandes receptores de venezolanos. Deberán confrontar las consecuencias de un proceso político y económico que fracasó, que es la razón objetiva por la cual estos ciudadanos buscan alternativas en otras partes. Además, son los venezolanos de las últimas oleadas los más vulnerables, los que tiene menos recursos, los que necesitan más de la solidaridad internacional. No me canso de reconocer la apertura de la región latinoamericana, que ha sido amable, paciente y complaciente con estos contingentes de nacionales que solo buscan la oportunidad de vivir mejor. Ello es una muestra de responsabilidad compartida como poco se ha visto en el mundo.

Esta realidad obliga a estos países a prepararse, trabajar integralmente, diseñar políticas de reinserción, evitar la explotación, la marginalización, la trata de personas y la explotación de derechos humanos fundamentales, muchas veces asociados a minorías y a emigrantes cuando tratan de insertarse en otros países. Organismos internacionales como la OIM deben estar alertas y trabajando con los gobiernos locales ante estas nuevas situaciones que se avecinan, y no esperar que las oleadas de ciudadanos comiencen a llegar.

Para una realidad inevitable también debe trabajarse internamente en procesos de ayuda para el futuro emigrante que requiere de orientación para iniciar un proceso como este. Se debe contar, en primer lugar, con apoyo especializado de asesores migratorios y organismos internacionales especializados. Así como la orientación especializada y los programas de inserción de los países receptores son fundamentales, también lo es la familia que se queda como soporte de este proceso. Se debe evaluar en su núcleo familiar la conveniencia de la compleja decisión. Cuáles son las ventajas, qué opinan quienes se quedan atrás, dónde quedan nuestros padres, los hijos, quién los ayuda, etc. Tomada la decisión migratoria, lo más recomendable es no lanzarse bruscamente.

La preparación inicial para el aspirante a emigrar se puede resumir de la siguiente manera: buscar asesoría migratoria, estudiar las características del país de destino. Evaluar el proceso político y económico del país. Conocer la tasa de desempleo del mismo. Si es profesional, investigue cuáles son los requerimientos de homologación. Solicitar la respectiva visa y conocer los procedimientos para solicitar residencia. Preparar toda la información que pueda necesitar ante las autoridades migratorias: partida de nacimiento, constancias de buena conducta, constancia de estudios, títulos universitarios debidamente apostillados, informes médicos, tradición crediticia, reconocimientos, premios, etc. Estudiar el idioma del país de destino si no lo habla. Hacer contactos con organizaciones afines a su religión en el destino de emigración. Contactar las asociaciones de nacionales radicados en el exterior. Es una decisión de vida compleja, que mal evaluada puede traer terribles consecuencias.

@bernalette1

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