Luego de la fuerte tormenta bolivariana, que se ha resuelto temporalmente con la aplicación de la cláusula democrática (Protocolo de Ushuaia) y la consiguiente suspensión política (no expulsión) del gobierno bolivariano, el Mercosur pareciera estar tratando de definir sus objetivos y, tanto la reciente Cumbre semestral de Jefes de Estado efectuada, en la Asunción, Paraguay, los días 17 y 18 de junio, como la nueva presidencia semestral a favor de Uruguay, aportan claras señales para delimitar los caminos; empero, todo indica que siguen temas fundamentales pendientes y que el gran proyecto de retomar la apertura y la internacionalización tiene algunas dificultades.

Como pudo apreciar el mundo la decisión de incorporar al gobierno bolivariano como miembro pleno ha resultado traumática. Desde un principio era evidente que existía empatía entre los gobernantes populistas radicales: el comandante Chávez y Lula, Kirchner, Lugo, Mujica, pero ni la normativa del Mercosur, su tratado fundacional, ni las políticas de los miembros se correspondía con la irracionalidad bolivariana, que seguía el esquema cubano de destruir para controlar y perpetuarse en el poder.

Con la decisión del ingreso, que se fraguó suspendiendo de forma ilegal a Paraguay, inicio una compleja tormenta en el Mercosur, que le alejó de sus tareas fundamentales. El proceso bolivariano promovía la ideologización de las relaciones internacionales, satanizaba el libre comercio y menospreciaba toda la institucionalidad de la integración; uno de sus objetivos básicos era la conformación de un entorno favorable y complaciente a su populismo autoritario, que progresivamente destruye la institucionalidad democrática y violenta los derechos humanos.

El proceso bolivariano no tenía ningún interés en avanzar en la desgravación arancelaria de la zona de libre comercio, ni en consolidar la unión aduanera o el mercado común; tampoco le interesaba el proceso de apertura del Mercosur y por ello no participaba en las negociaciones comerciales con la Unión Europea, ni aceptaba el acuerdo de libre comercio suscrito con Israel, país con el que no tiene relaciones diplomáticas. Obviamente, no compartía el sistema de libertades de mercado, respeto de la propiedad privada y de libertades sociales previstas en la normativa del Mercosur.

Frente a un contexto tan contradictorio, la mayoría se pregunta: ¿qué motivó a los países fundadores para aceptar al gobierno bolivariano como miembro pleno? Los ingenuos estiman que la posibilidad de controlar y transformar el proceso bolivariano; por el contrario, los críticos estiman que controlar la poderosa chequera petrolera. Lo cierto es que desde el primer día que se anunció su ingreso, violentando los derechos de Paraguay, se inició la tormenta y, en buena medida, una nueva parálisis del Mercosur.

Suspendido el díscolo miembro, la crisis se ha calmado, pero no ha desaparecido y ahora Mercosur trata de retomar el camino y la apertura e internacionalización se presenta como el objetivo central. En primer lugar, culminar las largas y complejas negociaciones del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, que iniciaron en el 2000 y se esperaba concluir el pasado año; empero, aún se registran serias dificultades, al punto que el gobierno uruguayo ha destacado que nuevos problemas complican la negociación.

El otro escenario privilegiado son las negociaciones con la Alianza del Pacifico y, en esta línea, está prevista una actividad de gran envergadura, una reunión de Jefes de Estado de ambos bloques, en el Puerto de Vallarta en México, el 24 de este mes, en la que se espera definir de forma concreta la hoja de ruta de las negociaciones entre ambos bloques. Adicionalmente, la Cumbre semestral de Jefes de Estado del Mercosur también ha privilegiado las negociaciones de libre comercio con Corea del Sur, proceso que inició el pasado 25 de mayo del presente año.

Ahora bien, la apertura e internacionalización también presenta divergencias entre los fundadores, pues el gobierno Uruguayo promueve una agenda más amplia que incluye a China y la Unión Euroasiática (Armenia, Bielorrusia, Rusia y Kazajistán), pero Brasil tiene dudas sobre la oportunidad de tales negociaciones.

Es evidente que la suspensión de gobierno bolivariano ha facilitado el proceso de apertura e internacionalización, pero algunos consideran que su viabilidad exige organizar primero la casa y la agenda interna tiene varios temas pendientes, entre otros, el tema de las medidas no arancelarias en la zona de libre comercio; las perforaciones del arancel externo común y la revisión de la unión aduanera; la agenda de la armonización de políticas en el marco del mercado común; el déficit de participación social y el fortalecimiento de la equidad en el tema comercial.

Si el Mercosur logra avanzar en su agenda interna y en su internacionalización, las diferencias con el proceso bolivariano se tornarán insalvables. Por otra parte, en la medida que el proceso bolivariano profundiza la destrucción de la institucionalidad democrática y la violación de los derechos humanos le corresponderá al Mercosur evaluar la aplicación de nuevas medidas, como las que están previstas en el Artículo 6 de Protocolo de Ushuaia.

 

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