Vi llorar a Wayne S. Smith en la televisión. Y no es para menos. Este ex-diplomático y profesor universitario estadounidense es testigo de grandes acontecimientos en la historia de las relaciones entre EEUU y Cuba. A Smith le tocó cerrar la puerta principal de la embajada de su país a raíz del rompimiento de las relaciones en 1961. A él le tocó también abrir esa puerta cuando regresó a La Habana como miembro de la Sección de Intereses de EEUU en 1977. Y ahora él asistió como invitado especial a la ceremonia de su reapertura. Un gran momento, un largo viaje.

Pensar lo impensable, es un vieja frase que la hizo popular el afamado estratega Hermann Kahn. Y esa frase es útil para recordar que la vinculación de EEUU y Cuba fue desde 1959 un manojo de problemas que llevó a un conflicto existencial entre los dos países y a la humanidad al borde de una guerra nuclear. La testarudez de Fidel Castro de implantar un socialismo tropical en medio de la Guerra Fría y la reacción contradictoria de EEUU a ese acontecimiento, llevó a muchos a una encrucijada: ose estaba a favor o se estaba en contra de la Revolución.

Wayne S. Smith, al igual que otros de sus colegas estadounidenses y sus colegas cubanos en el exilio, tales como Carmelo Mesa-Lago y Jorge I. Domínguez trataron por muchos años de abrir un camino intermedio para que no se juzgara de antemano ese fenómeno, pero que tampoco se ocultaran sus contradictorios resultados. El mismo régimen castrista y el Partido Comunista de Cuba oscilaron entre el compromiso ideológico que los llevó a promover la lucha armada y el acomodo diplomático.

Ahora se abre una nueva etapa en la historia de esos dos países. Algunos se sentirán contentos de esta iniciativa y apostarán por el diálogo. Otros exigirán un ajuste de cuentas antes de dar otro paso en la normalización. Mientras tanto el pueblo cubano espera pacientemente los cambios ofrecidos, entre ellos su libertad.

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