Pareciera que la idea de modernizar la Organización Mundial del Comercio (OMC) se está convirtiendo en un lugar común, impulsado por diversos gobiernos, instituciones y organizaciones internacionales. Cabe destacar que el tema ha sido apoyado en la X Reunión de Jefes de Estado del Grupo de los BRICS efectuada en Sudáfrica (julio 2018), en reunión ministerial de la OCDE (junio 2018) y se espera que sea uno de los temas centrales en la Reunión del Grupo de los 20 (G20) que se efectuará, a nivel de Jefes de Estado, en el mes de noviembre en Argentina. También cuenta con el respaldo de un gran número de gobiernos, en particular de las grandes economías del mundo.
Desde la creación de la OMC (1995), con los Acuerdos de Marrakech que cerraron la Ronda de Uruguay transformando al viejo GATT en OMC, ha sido evidente la importancia y la conveniencia de la institución; empero, como toda organización humana tiene sus debilidades y, algunas de las más sensibles como: el sistema de toma de decisiones, la solución de diferencias, el comercio agrícola, la competencia desleal, los servicios, los nuevos temas, la equidad y la situación de los sectores sensibles, etc.; exigirían de una urgente revisión, pero frente a cada tema sensible encontramos una gran diversidad de propuestas y marcadas diferencias entre las partes.
Actualmente la organización cuenta con 164 miembros y cada país es un voto, lograr los consensos es bien complicado. Podría generar confusión si vinculamos este caso con las Naciones Unidas, que tiene un mayor número de miembros 193, y lograr adoptar muchas resoluciones sobre una gran diversidad de temas. Pero conviene destacar, que las decisiones de la OMC son vinculantes, obligatorias para todos sus miembros; por el contrario, en el caso de la ONU, son recomendaciones.
En este contexto, tomar decisiones en la OMC resulta bastante más complejo, situación que se puede apreciar claramente en la actual Ronda de Negociaciones Comerciales, también llamada Ronda del Desarrollo o Ronda de Doha, que inició en el año 2001 y, al 2018, no se aprecia su posible culminación. Precisamente la Ronda se inició a pocos años de creada la OMC, con el objeto de superar algunas de sus limitaciones originales y modernizar aún más la organización; empero, la complejidad de posiciones y propuestas no ha permitido cerrar la Ronda. En consecuencia, se puede inferir que no resultará fácil avanzar en la modernización de la organización, toda vez que la Ronda de Doha en 17 años de negociaciones no ha logrado avanzar en ese objetivo.
La situación es tan compleja que si consultamos a cada uno de los promotores de la reforma de la OMC sobre sus propuestas concretas, nos encontraremos con posturas diferentes, que conducen a organizaciones diferentes y concepciones contradictorias.
Un caso ilustrativo podría ser la posición del Presidente de los Estados Unidos que está insistiendo en la idea de la reforma de la OMC y es previsible que en ese contexto aspire desarrollar su tesis del “comercio justo”, que no tiene que ver con la equidad en el comercio, pues realmente lo que busca el Presidente es lograr un mayor superávit en su balanza comercial, sin profundizar en las razones que generan el alto nivel de importaciones en su país, ni apreciar que muchas de tales importaciones fortalecen sus sectores productivos y permiten agregar valor en la cadena de producción.
En este contexto, otro precedente poco alentador tiene que ver con la supuesta modernización del NAFTA/TLC, recientemente negociada entre Estados Unidos y México (aún pendiente la situación de Canadá), que más que una modernización ha sido la adaptación del acuerdo a los caprichos del Presidente Trump, lo que en el fondo realmente afecta la esencia del libre comercio.
Con estos precedentes es factible que algunos de los promotores de la reforma de la OMC, en particular los países poderosos económicamente, aspiren un sistema más eficiente de toma de decisiones, con procedimientos de votación censitarios o calificados, al estilo del FMI, lo que resultaría muy difícil de aprobar y podría agudizar la asimetría en el comercio mundial, que es uno de los temas que se aspira enfrentar en la presente Ronda de Doha.
La crisis de la OMC se vincula con las debilidades y limitaciones de la globalización y todo indica que para enfrentar esos problemas resulta necesario fortalecer el diálogo, la negociación, la cooperación, la integración y, en consecuencia, el multilateralismo.
En este contexto, modernizar la OMC implica, entre otros, fortalecer su dinámica de funcionamiento; mayores recursos humanos y financieros; mayor eficiencia, dinamismo, flexibilidad y, paralelamente, un mayor compromiso y responsabilidad de los países miembros.
Pero los gobiernos populistas y autoritarios, que están creciendo en el mundo, no comparten el apoyo al multilateralismo; por el contrario, están tratando de avanzar en su desmantelamiento.
Los principales grupos políticos radicales en Europa se caracterizan por su xenofobia, rechazo a la integración y la globalización; menospreciando los beneficios que pueden generar estos procesos
Igualmente, los gobiernos autoritarios en nuestra región, además de satanizar el libre comercio, rechazan las organizaciones internacionales que puedan significar controles o limitaciones para sus arbitrariedades.