¿Puede haber espacio para nuevos populismos en la región?, esa es una pregunta que preocupa a quienes creemos en la democracia y, en particular, a los venezolanos que estamos enfrentando las brutales consecuencias de un populismo autoritario. Ahora bien, creo que lamentablemente la respuesta es afirmativa. Si pueden aparecer nuevos espacios, pues los populistas, con sus falsos discursos, resultan unos encantadores de serpientes y, el desasosiego de los más necesitados les conecta fácilmente con los falsos discursos, que prometen soluciones inmediatas, casi mágicas.

Conviene destacar que el populismo se expande por el planeta y acecha incluso a sociedades económicamente privilegiadas e históricamente democráticas. Lo encontramos en los nacionalistas xenofóbicos y euroescépticos en Europa, en el Brexit en el Reino Unido, también lo estamos enfrentando con Donald Trump en los Estados Unidos. Pero es importante destacar que, en esta materia, como también está ocurriendo en el mundial de fútbol, nuestra región tiene un lugar destacado.

El proceso bolivariano pareciera llevar el liderazgo, al prometer el mar de la felicidad y, en esencia, promover la destrucción del país para empobrecer y controlar; empero, sigue contando con apoyo popular, muchos por necesidad o miedo, algunos por un irracional fanatismo ideológico. También encontramos el síndrome del populismo autoritario en Nicaragua, pero su pueblo está luchando heroicamente por su liberación, igualmente pareciera que Evo Morales en Bolivia presenta su inclinación, al querer contradecir los resultados del referéndum que rechazó su mantenimiento en el poder. En este contexto, veremos, entre otros, cómo resultará el gobierno de Manuel López Obrador en México, qué ocurrirá en Brasil y cómo evolucionará la corriente revolucionara colombiana, ahora apoyada por anacrónicas propuestas ideológicas de las FARC.

El populismo autoritario que estamos viviendo en la región constituye un sincretismo conceptual, una mezcla incoherente de diversas ideas, donde destacan, tanto los temas nacionalistas, que atraen a las masas; como, la afiliación a la franquicia castrista cubana, por lo eficiente que ha resultado para perpetuar un camarilla en el poder, sin importar los costos sociales, la destrucción de la institucionalidad democrática y la violación de los derechos humanos.

El falso discurso populista promete soluciones inmediatas y como resultan prácticamente imposibles de alcanzar, se va gestando un autoritarismo inexorable. Se asume que amenazando, amedrentando, agrediendo, descalificando se puedan lograr las soluciones míticas; luego, ante el fracaso de los resultados, de nuevo otro falso discurso: buscar culpables. Todos los demás son culpables, todos los contrarios son enemigos de la patria, un permanente discurso buscando chivos expiatorios o creando trapos rojos. Mentir permanentemente, para evitar que un pueblo extenuado por tantas necesidades, pueda comprender que el fracaso está en el modelo y en el falso discurso populista.

El proceso bolivariano esperaba que expropiando, invadiendo, destruyendo y amedrentando transformaría la estructura económica y, en efecto, lo ha logrado, con la hiperinflación, el desabastecimiento generado con sus políticas, ha empobrecido el país; ahora, lo controla con carnet, cajas, bolsas y violencia. La población con graves necesidades y sometida a la hegemonía comunicacional es presa fácil para asumir el falso discurso, “la culpa es del otro, por lo general, del imperio”.

El falso discurso que se repite permanentemente, no reconoce que los pocos recursos que llegan al país tienen que ver con los pagos oportunos de los Estados Unidos a nuestras exportaciones petroleras y, que parte de la gran deuda tiene que ver con los regalos a la dictadura cubana o los poco transparentes acuerdos con Rusia, China o Irán.

Donald Trump, por su parte, promete a sus fanáticos e ingenuos recuperar rápidamente el liderazgo americano en todos los ámbitos, en particular en la economía, y lo espera lograr con amenazas, sanciones arancelarias, descalificaciones. Por decreto aspira cambiar, tanto la dinámica global mundial, como las limitaciones económicas del país, que por cierto poco reconoce y, por lo tanto, no está enfrentando.

En Brasil el populismo del Partido de los Trabajadores prometía una profunda transformación del país, luego, en los hechos, nos hemos encontrado con una colosal corrupción que beneficia las elites en el poder. No muy diferente de lo que estamos encontrando en la podredumbre del kichnerismo en Argentina. Pero el Foro Social de San Pablo mantiene y difunde su falso libreto, que incluye, entre otros, la tesis de: “destruir lo existente, para generar los cambios necesarios”. Lo cierto, que hemos aprendido con la amarga experiencia, es que si quieren destruir, pero no para lograr cambios que beneficien al pueblo, realmente al pueblo lo quieren con hambre, sumiso y controlado

Los desastres que estamos enfrentando en Cuba, Venezuela y Nicaragua pareciera que no resultan suficientemente aleccionadores para los fanáticos que apoyan las tesis revolucionarias. Podría ser el caso en Colombia, que por cierto, lograron una votación significativa y preocupante para el futuro de ese país. También los encontramos apoyando el grupo Podemos en España. Vamos a ver cuál será el proyecto que desarrollará López Obrador en México, de seguir la franquicia populista castrista, los resultados serán catastróficos para su país y para el hemisferio.

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