Trump, los EEUU y Melville – Por Eloy Torres
Ya los debates electorales en los EEUU por ahora, son historia. Poco importa quién los gana y quien los pierde, salvo para cubrir mediáticamente un espacio en la preocupación de los votantes y de los múltiples analistas y no analistas del acontecer político nacional e internacional. Es un asunto de percepción. Lo que vale es buscar qué hay detrás de esos debates y las implicaciones políticas que sacuden a los EEUU y su efecto en las relaciones internacionales. Las creencias están cantadas. Por lo que los debates poco cambiarán los escenarios. Es un asunto de formas y no de contenido. Las ideas han estado ausentes, mientras el insulto se ha paseado por las cámaras, con las debilidades de los contendores. Ambos, incluso sus candidatos a Vicepresidente, han mostrado que no están insertos en la verdadera dinámica que sacude los problemas que enfrentan, el mundo y los EEUU.
Desde 1989, el mundo anda tras una respuesta a los problemas que nacían en las Relaciones internacionales, de ese entonces. Es decir, una vez agotada la URSS, como experimento, la cual duró 72 años, junto con el efecto que se generó a partir de 1947: la guerra fría. El siglo XX fue una centuria rica en tensiones; se generaron ideas, propuestas, tesis y reflexiones, las cuales, querámoslo o no, permitió la presencia de toda una pléyade de líderes, tanto de izquierda como de derecha. Todos mostraron capacidad para el liderazgo. Desde 1947 nos topamos con: Truman, Stalin, Perón, Mao Tse Tung, Ho Chi Ming, Tito, Nasser, Fidel Castro, Kennedy, De Gaulle, Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez.
Las ideas marcaron ese siglo. Los regímenes dictatoriales, por ejemplo, los comunistas, fascistas y nazis, fueron enfrentados por la socialdemocracia. Esta corriente, anclada en principios heredados de la historia del pensamiento modernizador europeo, cuyos liderazgos procuraron escapar de las fauces de la bipolaridad; ese esfuerzo fue titánico y edificante, vale decir, se produjeron porque, justamente hubo ideas, liderazgos con propuestas y las mismas construyeron el mundo que pudimos experimentar durante buena parte del siglo XX. Hoy, estamos desamparados y la calidad, de los dirigentes políticos de hoy, lo demuestra. Se nota la ausencia de un Theodoro Roosevelt, Woodrow Wilson, un Franklin Delano Roosevelt, Truman, un Kennedy o de un Nixon. Lo que tenemos o hemos tenido en los últimos 30 años, ha sido una escasez de liderazgo. Hoy, ello es patéticamente visible. Las ideas de éstos, no alcanzan para cubrir la complejidad de estos tiempos. Ojo, con ello no queremos decir que los líderes que compiten por la conducción del destino de los EEUU, por ejemplo, sean unos eunucos intelectuales. No, simplemente, sus ideas responden a una realidad desfasada. Desde nuestra perspectiva, creemos que ello, es más palpable y evidente en uno (Biden) que en el otro (Trump).
Biden, en nuestra opinión, exuda, más de lo mismo, con una tendencia a recurrir a su tradicional discurso. Los demócratas, dicen ellos, buscan la Casa Blanca para ocuparse del pueblo: “Tú votante americano, eres mi preocupación”. Tras ocho años en la Casa Blanca, como segundo a bordo, hizo poco por mostrar dinamismo y empuje, salvo para secundar la gestión de Obama, quien sí exhalaba dominio y fuerza discursiva. Aunque ésta, fuera, más Estado, más impuestos; mientras, la sociedad, debía comprar el discurso de la solidaridad y que ella arree.
Biden, surgió como candidato, justamente, ante la falta de liderazgo en las filas demócratas. Fue la respuesta del sector conservador de ese partido para frenar a Sanders, cuyo discurso generaba desconcierto y división en la sociedad norteamericana. No obstante, creemos que Biden pretende correr la arruga al no enfrentar agresivamente la realidad. Él sigue la senda “progresista” del entendimiento y contemporizar con los factores adversos a los EEUU, tanto en lo interno como en lo externo.
Trump, por su parte, quien aterrizó en la contienda política norteamericana, como un hombre de negocios, siempre dispuesto a ganar y quien lo hizo, hace 4 años frente a Hillary Clinton. Él se enfrentó al sistema político norteamericano, con sus tradiciones y estilo. Todos estaban en su contra; las encuestas lo daban perdedor. Mas, su idea central: colocar a los EEUU en su lugar: America First, lo hizo un triunfador sui generis. Trump se montó en una axiología correspondiente a la visión mesiánica de cuando los EEUU, se fundaron y se constituyeron como una nación excepcional. Hoy, Trump, pugna por impulsar a los EEUU con ese mismo discurso y en términos muy agresivos. La América profunda lo valora con un silencioso agrado.
De todos es conocido como Alexis de Tocqueville, joven intelectual francés, se mostró fascinado por esa República que se desarrollaba en América. Los EEUU, ante sus ojos, se evidenciaban como una nación “Exceptionnel”. Gracias a ese término, América, es conocida, politológicamente hablando, y valga la expresión, distinta a Europa, continente del cual los EEUU han bebido tanta savia intelectual.
Hoy, esas diferencias entre los EEUU y Europa se observan, fundamentalmente en el papel de la sociedad en general, al destacarse el desempeño del individuo frente al Estado, la estructura social y la presencia de la religión en su estructura. Esas diferencias entre la vieja Europa y la novedosa y pujante, América, han marcado, durante los últimos 244 años, la historia de las RRII en general, y en lo particular, vemos a ciertos países, dueños de un profundo apego al Estado, como mecanismo para el enriquecimiento de muy pocos; en lugar de ser una palanca para el desarrollo de toda la sociedad y que todos sus ciudadanos fueren libres de la tutela estatal.
Es aquí donde encontramos las diferencias entre los republicanos y demócratas; entre Trump y Biden. El primero, fiel a su principio, menos Estado, menos impuestos y mayor libertad al individuo para hacerse de su vida como quiera; en tanto que el segundo, se presenta como un esclavo de los principios “asistencialistas” y populistas (razón por la que Trump lo califica de socialista) Ahora bien, este permanente torneo ha moldeado a la sociedad norteamericana, desde su fundación, con sus altibajos y serias contradicciones que van desde las políticas, hasta las sociales, incluidas las raciales. Los EEUU han sido ejemplo por haber mostrado una pléyade de líderes de impacto en lo cultural, político, filosófico, militar, económico y cultural (incluido, en lo deportivo)
Cada uno de sus líderes ha apelado a la consideración: América es grande. Ese mesianismo, destacado por Melville en su literatura y arengas políticas, es por el que los EEUU, son un pueblo elegido por Dios. Basta recordar las palabras de un Eisenhower, Kennedy e incluso el mismo Bill Clinton. Todos han apelado al excepcionalismo como elemento axiológico, por demás, necesario para comprender a los EEUU. Ellos son grandes porque son buenos y si dejan de ser buenos dejarán de ser grandes.
Ismael, personaje central de la novela Moby Dick nos habla en primera persona, como él, se embarcó en el ballenero Pequod, del Capitán Ajab. Éste, se adentra en el mar y llega al Océano Pacífico. Ese Capitán, enfermo de fanatismo, procuraba dar caza al cachalote blanco para redimir su alma, sedienta de venganza. Ese mismo animal le había amputado una de sus piernas, tiempo atrás. Al divisarlo se inició el combate entre ellos y la ballena blanca. Al final, todos perecen, incluido el enloquecido Capitán Ajab, menos Ismael, quien aferrado a un cajón, ciertamente una urna, la cual le sirvió para salvar su vida al superar el peligro. La tenacidad que caracterizó al Capitán, le llamó la atención a Ismael quien vio en Ajab, como un hombre decidido a imponerse con un gran voluntarismo sobre las fuerzas del mal (Moby Dick) Es justamente lo que Melville nos describe acerca del americano que combate el mal, con sus propias fuerzas. Es un mesianismo y autosuficiencia. Por eso, ellos, se auto titulan, los salvaguardas de los valores del mundo libre.
Los EEUU enfrentan una realidad. Están China y Rusia, como los grandes peligros. La narrativa para enfrentarlos, por parte de los demócratas, es insuficiente. Por ejemplo, creemos se está perdiendo el carácter bipartidista de la política exterior por no ver con la lente correcta al enemigo. Creemos que el siglo XXI, hasta ahora, no ha brindado la oportunidad alguna para imponerse con fuerza en materia de ideas y reflexiones. Los tiempos, liderazgos, las formas y los valores de la política han cambiado desde el fin de la guerra fría. Este siglo XXI trae consigo un cambio: No se observa la ecuación bipolar de antes (URSS vs los EEUU) Hoy, también está China en el ring. La geopolítica global nos muestra un escenario tripartito. Dos (junto a otros más pequeños) contra uno.
Creemos que Trump, posiblemente equivocado, pretende hacer evidente la urgencia de adaptar a los EEUU y a sus fuerzas armadas a esa compleja realidad. Por lo menos, verbalmente, lo ha hecho al enfrentarse a ambos. Por lo que requiere de una sociedad más abierta sin tanta presencia invasiva del Estado, salvo para los vinculados al tema de la seguridad, con implicaciones en lo internacional. Lo que ocurra en el mundo los afecta. Los EEUU mantienen una presencia global, pues sus intereses son globales.
Para Trump su política se apoya en la idea: menos Estado, menos impuestos y mayor poder al individuo frente al Estado. Ese Leviatán de Thomas Hobbes que se reedita en Melville, representa el mal que hay que combatir. No importa el costo; luego, los EEUU, deben minimizar sus compromisos internacionales, menos multilateralismo. Ello, le generará más y mayor fuerza a los EEUU. America First. Toda alianza debe ser circunstancial, incluso con el diablo, solo si es beneficiosa para los EEUU. Para Trump, será bienvenida esa alianza. Por ello ataca a todo aquello que tenga olor a “asistencialismo” y por ello Biden, para Trump, es más de lo mismo: estatismo con la idea de “ayudar a los pobres”; para Trump, ello, no es sino una fábrica de pobreza alimentada y estimulada por el Estado. Crudas, suenan estas palabras, pero así me permito interpretar a Trump cuando combate el programa del Obamacare.
Por otro lado, creemos que los EEUU, con Biden, se mantendría con la misma ecuación geopolítica: Mucho multilateralismo, mayores desembolsos del contribuyente americano para sostener una postura idealista de la supremacía norteamericana en el mundo, por la vía de acuerdos en las relaciones multilaterales y en las cuales los EEUU siempre serán los que mayor cantidad de dinero incorporen a la manutención de los diversos organismos multilaterales.
Los EEUU, con Trump al frente, podrían cambiar esa ecuación geopolítica ambivalente, desarrollada a partir de las dos posturas paradigmáticas que los ha caracterizado, cual binomio dialectico. Es decir, su idealismo más su realismo histórico, el cual le ha generado relativos réditos políticos, así mismo, de cómo se han dado a conocer sus grandes objetivos a nivel internacional. Su identidad, su autoimagen, es decir, su excepcionalismo, nunca ha podido ser abandonado, por su especificidad, para navegar por el universo político internacional. No importa, la metáfora usada a lo largo de los tiempos desde 1776. El “credo estadounidense”, el “sueño americano” o el “carácter misionero y moral”. El excepcionalismo siempre ha marcado su política exterior
Sin embargo, la composición del sistema político internacional, en el que se han manifestado diversos intereses estatales (estratégicos, económicos, político- culturales) ha impulsado a los EEUU a llevar a cabo una cruzada, la cual ha generado significativos obstáculos para su política exterior. Acerca de este tema, Trump, pensamos, considera viable su apuesta de minimizar el multilateralismo, por lo menos la presencia de los EEUU en ellos. Trump, apuesta por reivindicar a los EEUU. Su slogan: “America first”, traduce una especie de aislacionismo, entendido que lo que busca es imponer el valor de los EEUU, como una nación “excepcional”; no obstante, esa consideración de la existencia de un “destino” particularmente especial para los EEUU, te lleva a un unilateralismo manifiesto.
Nos encontraremos con una forma de pensar cuya acción política y estratégica poco tiene que ver con el mundo; sino con ellos mismos. No habrá orden mundial y su estabilidad será muy frágil. Desde un punto de vista existencial y geopolítico, esa visión de Trump, volens nolens conduce a una interpretación absolutista de la seguridad y a la tentación de obtener la invulnerabilidad. El dato talasocrático que hemos mencionado en otros trabajos ha permitido que los EEUU se vean muy seguros (hasta que se produjo el ataque de las torres gemelas en 2001) Los EEUU están separados del resto del mundo, lo que contribuye y alimenta esa sensación de aislamiento. Trump, seguramente juega con esos datos para fortalecer su visión anti multilateral.
Los EEUU disponen de un poder extraordinario. El mismo no tiene precedentes. Un poder que va desde lo político, económico, militar, tecnológico y cultural. A partir de estos elementos, Trump considera su cruzada por convertir a los EEUU en el primer país del mundo. No es casual, entonces que todos se hayan coaligado para enfrentar a este hombre, quien atropella, ofende, hace desplantes, pero que genera un temor muy grande en el mundo, particularmente en Europa; le siguen con mayor fuerza, Irán, el fundamentalismo islámico, China y Rusia
Desde el punto de vista de los valores culturales que en Venezuela manejamos, la idea que debemos impulsar, por lo menos, desde la sociedad y no desde este gobierno, es la urgencia de enfrentar, con todos los hierros, a aquellos factores que se vinculan a valores reñidos con occidente. Somos occidentales y no orientales. Debemos ponderar nuestros compromisos internacionales en beneficio del país. Primero, debemos repensar nuestra actitud internacional y abandonar esa creencia que por tener petróleo, somos ricos y nos comportábamos, cual el “tío Rico Mac Pato”.
Trump es mal visto. En política, el hombre se mide por sus enemigos. Él, tiene tantos elementos hostiles (internos y externos) que te invade la pregunta: ¿Por qué este presidente es tan odiado? Trump, verbalmente, se mueve en la dirección de revalorizar el papel de los EEUU, con un estilo grosero, pendenciero, y hasta poco comedido, pero, dice él, lo hace, en beneficio de su país. En tanto que los demócratas, con Biden, a la cabeza, con su manera pausada y educada, prefieren mirar para otro lado. Atención, no se trata del alimentar el temor según el cual Washington, de repente, de ganar Biden, se va a convertir en una sucursal del izquierdismo a nivel global. Pero, lo que sí creemos es que Biden, de ganar las elecciones, debe poner en práctica, políticas, que eviten la amenaza de convertir a los EEUU en una potencia decadente. Rusia y China, seguramente, en forma provocadora, estarán sacando unas cuentas erradas e incluso, uno que otro dictador bananero, dizque obrero, los secunde, en esa cruzada que yo llamaría como una gravísima provocación, peor que la de octubre de 1962, cuando la crisis de los misiles en Cuba. Esperamos que no nos despertemos con un conflicto de serias proporciones para la humanidad en general.
Igual ocurrió en Venezuela en febrero de 1992, hubo quienes prefirieron hacerse los asombrados e indignados, con el hambre que supuestamente “estremecía al país” y no respetaron lo acordado en el Pacto de Punto Fijo y se negaron a ver (gracias a su soberbia y fatua vanidad políticas, a fin de ser presidente, de nuevo) que ello, no era sino una trampa “caza bobos” para que esos chafarotes, junto a unos falsos obreros, se apoderaran de los destinos del país. Bueno, aquí estamos, sin gasolina, con una hiperinflación, sin seguridad, sin un sistema de salud, próximos a quedarnos sin el Esequibo y sin país. Esta realidad nos devora, como hizo el Moby Dick con el Capitán Ajab y su tripulación. Bueno, siempre quedará un Ismael quien contará magistralmente en algún escrito, cómo nosotros, los venezolanos, tuvimos un país y hoy, no lo tenemos.
Trump, con su estilo, pendenciero, agresivo, está haciendo lo suyo. Posiblemente pierda las elecciones, quién sabe. Sin embargo, creemos, su lema lo dice todo: America first. Nosotros, en cambio, en Venezuela, con esta oposición, que ni siquiera nos ponemos de acuerdo (demasiados egos masculinos y femeninos) para enfrentar los coletazos del Moby Dick bolivariano. Todos pereceremos en las aguas de la incoherecia política; incluso, pese disponer tremendos salvavidas, uno que dice Made in USA y el otro Made in UE y sin embargo nos ahogaremos porque no somos capaces de acorda una estategia para atacar a ese monstruo bolivariano que nos devora. El peruano Mario Vargas Llosa, a quien me permito parafrasear, señaló: “algún día, alguien escribirá la épica de los venezolanos en su lucha por la libertad”. Está en lo cierto; solo que ese conjunto de acciones heróicas, lamentablemente no lo será, sino más bien será la comedia de las equivocaciones. Por allí debe estar alguien a la espera para escribir. “Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo”.
Puro voluntarismo de ese siglo XIX, acompañaba a ese melvilliano personaje; mientras que a nosotros los venezolanos, lo que nos acompaña es la desesperanza creada por los citados egos masculinos y femeninos, cuyos actores juegan ad infinitum, la Comedia de las equivocaciones.