La Gran Idea Rusa: Análisis sobre cómo la literatura alteró el destino de una nación
Comprender la influencia que tuvo la literatura rusa dentro del desarrollo de la política en el siglo XIX y principios del s. XX, merece el esfuerzo de desprenderse de todos los estereotipos occidentales que puedan acudir a nuestra mente, al momento de invocar la imagen de Rusia y su constructo cultural, político e ideológico. Ya que únicamente de esta manera, será posible vislumbrar de forma exacta la compleja amalgama de estructuras y episodios que devinieron en la evolución histórica y cultural de esta gran nación.
En Rusia la literatura tuvo un marcado proceso evolutivo que distó en gran medida de aquel que experimentó el resto de la literatura en Europa occidental.
Pues tal como señala Orzeszek :
“La literatura rusa es seguramente la más joven de Europa (…) pues nace tan sólo a mediados del siglo XVIII. No podemos referirnos en este contexto a la literatura rusa antigua, que, si bien existió, al estar escrita en paleoeslavo, aparece claramente separada de la moderna por un abismo lingüístico e histórico.”
Mientras la literatura occidental estuvo expuesta a numerosos movimientos literarios y sociales propios del renacimiento, la reforma y contrarreforma, en Rusia corrientes como el barroco, prácticamente poco alcance e influencia tuvieron dentro de su literatura, sin embargo, cabe destacar que el movimiento de la ilustración fue de gran impacto para las artes en esta nación. Es a partir de autores como Derzahvin, Krilov, y Zhukovsky, quienes, a través de la poesía por la senda del romanticismo, llevaron a Rusia al siglo de oro de su literatura.
Más adelante la prosa es introducida dentro de su filología, en un país donde prácticamente es desconocida, por Pushkin y Lermontov con la publicación de obras como “La hija del capitán” y “Un héroe de nuestro tiempo”. Definiendo así, la nueva ruta del transitar literario ruso.
Con el pasar de los años es necesario destacar que, dentro del conglomerado de las letras, el realismo fue haciéndose paso dentro de las corrientes literarias imperantes en Rusia y lentamente fue desplazando al romanticismo con su propagación sistemática a través de obras como “El Diario de un Loco”, “El inspector” y “Almas Muertas” de Nikolái Vasílievich Gógol, quien posteriormente será considerado como el padre del realismo ruso.
Se debe señalar que, a diferencia de la realidad que se vivía en el resto de la Europa occidental, el panorama en Rusia para mediados del siglo XIX era muy diferente, pues apenas en el año 1862 el Zar Alejandro II disolvería la figura de la servidumbre y por aquella época el país era un reflejo de grandes desigualdades sociales en las que la mayoría de la población era rural. En este escenario, el naciente gremio literario contaba con libertad para su desarrollo pues, a pesar de que para el momento el zarato ruso había implementado serias medidas de censura y opresión para aquellos que intentaran difundir ideas revolucionarias contra el sistema, no se ordenaba a los escritores directamente a escribir sobre ciertos ideales preconcebidos por el Estado, tal como ocurriría más adelante en el siglo XX durante el régimen soviético y esto, sumado a la novedad que constituía el movimiento literario en Rusia, les otorgaba cierta libertad a los autores para discurrir sobre la temática de sus obras.
Según el escritor Vladimir Nabokov:
“De las dos fuerzas que pugnaban simultáneamente por la posesión del alma del artista, de los dos críticos que juzgaban su trabajo, el primero era el gobierno (…) La segunda fuerza enfrentada al escritor ruso del siglo XIX era el criticismo antigubernamental, utilitario y social de los pensadores políticos cívicos y radicales de la época. (…) Si para los Zares los escritores debían ser servidores del Estado, para los críticos radicales debían ser servidores de las masas.” (p.20).
Esta acotación es de suma importancia puesto que resalta un elemento esclarecedor sobre los retos a los cuales los artistas del gremio literario estaban profundamente sometidos. Tomando en cuenta que en numerosas ocasiones autores como Dostoyevsky, Tolstoi, Golgol y Turgenev han sido acusados de ser críticos hacia la opresión del régimen zarista, las afirmaciones expuestas anteriormente por Nabokov, permiten un entendimiento más profundo del movimiento realista en Rusia y es que, contrario a lo que se cree, la mayoría muchos de estos escritores concibieron sus obras más como un debate reflexivo sobre la idea Rusa, que como elementos propagandísticos contra el régimen del Zar, lo que explica porque, a pesar de que obras como “Crimen y Castigo”, “Demonios” y “Guerra y paz” poseen un alto contenido crítico hacia la aristocracia, la política y la economía, los cuestionamientos reales de estas obras se ciñen en discusiones nihilistas sobre la moral, el hombre, la vida y la muerte.
En una sociedad cada vez más inmiscuida en un proceso de cambios, cerca del año 1860, el sistema de censura se suaviza gracias a las reformas del Zar Alejandro II y es a partir de este momento, que la Intelligentsia rusa comienza a participar en la gesta de lo que en un futuro se convertiría en un movimiento revolucionario, influenciado por las nuevas corrientes de pensamiento socialistas. Pues contrario a la concepción general que se tiene, la revolución bolchevique no se originó por una rebelión propia del campesinado, sino que, al igual que históricamente ocurrió en la Revolución Francesa, ambas tuvieron su origen en seno de la burguesía.
Los críticos radicales, provenientes de la Intelligentsia, deseaban extraer de las obras de los grandes literatos rusos un mensaje social, cargado de críticas al sistema y provocaciones hacia las masas para conseguir apoyo y así unificar, lo que más tarde se convertiría en la voz del descontento revolucionario del fantasma que recorría Europa. Para estos intelectuales, el fenómeno literario que se estaba originando en Rusia, resultó ser una gran herramienta de alta utilidad para sus propósitos políticos.
Además, es necesario reconocer que muchos autores no tenían pretensiones directamente políticas, como es el caso de Tolstoi, quien, a pesar escribir sobre dramas sociales y arquetipos críticos de la moral y la muerte, sus obras poseen un profundo contenido político, que sin lugar a dudas fue explotado para el beneficio de los nuevos movimientos en formación.
El devenir del siglo XIX en la literatura rusa marcó un hito de grandes cambios para la sociedad del momento, ya que, con la aparición de obras como “Demonios” y “los hermanos Karamazov” de Dostoyevsky, “Anna Karenina” de Lev Tolstoi y “Los señores de Gololiev” de Goncharov, comienzan a expandirse en el pensamiento de la Intelligentsia rusa los controversiales planteamientos acerca de la fe y la moral, cuestionamientos que por primera vez esbozan estos autores a través de sus obras. Se constituye así, una innovadora sublevación hacia la doctrina eclesiástica implementada por la iglesia ortodoxa rusa. Siempre recordando que, hasta el momento, la iglesia conformó uno de los pilares centrales del poder en Rusia, puesto que, por tradición, la iglesia ofrecía los argumentos necesarios para la conformación de la identidad nacional sobre la base de que Rusia era un país bendecido por Cristo destinado para prevalecer toda la eternidad.
Recordando la gran diversidad cultural que engloba a la nación, en esta etapa del siglo XIX, las reflexiones sobre la identidad espiritual y cultural de Rusia se posicionan en el centro de la discusión filosófica del momento, es en estos tiempos en que se da la división dentro de la misma intelligentsia entre eslavófilos y occidentalistas. Surgiendo así, el cuestionamiento sobre el destino histórico de Rusia entre los principales intelectuales del momento.
Es a partir de estas reflexiones que el pensador Nicolai Berdiaev se inspira para la publicación de su libro “La idea rusa”. En su obra, Berdiaev quien toma inspiración previa de Sololiev, señala que la identidad nacional, viene determinada a partir de los logros espirituales de la misma y su aporte hacia la civilización mundial, pues destaca que es irrelevante lo que la sociedad piensa sobre sí misma, rechazando todo tipo de etnocentrismo. Por otra parte, el autor resalta que dentro del individuo ruso coexisten siempre dos principios contradictorios que pugnan constantemente en su devenir social: el paganismo espontáneo y la ortodoxia; el despotismo y el anarquismo; la crueldad y la bondad, elementos de primordial análisis para autores como Turgenev y Tolstoi.
Siendo la iglesia ortodoxa la única institución que logró disciplinar la personalidad multicultural del pueblo ruso a través de la exaltación del destino santo de Rusia como imperio, no es sino hasta el siglo XIX, en medio de esa etapa de transición y controversia, cuando comienzan a replantearse los elementos que habían caracterizado desde siempre al individuo social ruso. Es a partir de este momento, que la filosofía absorbe la discusión de los problemas planteados por el gremio literato del país: principalmente la controversia entre el existencialismo del hombre y la fe, responsable de la promoción de la reflexión metafísica, la cual alcanzaría su máximo apogeo a través de la literatura artística.
Según Malishev y Sepúlveda (2002): “Para Berdiaev, el renacimiento cultural y espiritual de Rusia tuvo tres fuentes: el marxismo, la literatura y la religión” (p.7)
Si se analiza críticamente, se puede inferir que estos tres elementos conforman un triángulo metafórico, en cuya cúspide debería situarse a la literatura, pues si bien el replanteamiento de la religión y el poder se desarrollaron por caminos separados, es a través de la expansión de la literatura artística, gracias a las nuevas reformas del sistema de gobierno que durante algunos años suavizaron la censura impuesta, que se fusionan las tres fuentes del renacimiento cultural ruso en uno, convirtiendo así a la literatura en el principal canalizador de los cambios en el siglo XIV.
La literatura se convierte en un espacio para el debate social y político, remarcando, a su vez, distintas contradicciones presentes en la sociedad rusa del momento como la libertad de pensamiento contra la autocracia, las premisas del movimiento de la ilustración contra la religión ortodoxa y la tradición contra la autoridad.
El realismo se presenta como una clave en estos tiempos de cambio, y simultáneamente eleva a la literatura como una obra de arte surgida de insatisfacción intelectual de los autores, revelando las contradicciones y conflictos cotidianidad de la sociedad rusa, desde los más altos estratos sociales hasta los más bajos, promoviendo así, la búsqueda de las virtudes que debían componer al nuevo hombre del futuro, cuestión que se plantea a través de una cosmovisión dialéctica que desentrañaba los más profundos sentimientos del corazón de la Intelligentsia rusa.
El análisis psicológico monopoliza la mayor parte de los elementos de redacción del material literario de la época, reflejándose las eternas pugnas identitarias del individuo ruso planteadas por Berdiaev y mostrándose la raíz de la evolución que trajo consigo todos los cambios de este siglo.
Muchos autores presentan a Turgeniev como el encargado de la introducción del término nihilismo en contraposición del nihilismo europeo, creando de esta manera una fusión entre la influencia europea y la evolución de la idea rusa. Pues es a través de obras compactas como “Padres e hijos” en las que el autor refleja el choque generacional y la lucha constante entre el materialismo y el idealismo, así como la democracia en oposición a la aristocracia en negación de la existencia de todo principio. La obra “Padres e Hijos” contrasta el período de transición que experimentó la literatura rusa con el paso del romanticismo hacia el realismo.
En el plano político, esta obra reseña una fuerte crítica hacia el espíritu tradicionalista del campesinado, quienes, a pesar de haber sido liberados de la servidumbre, demuestran que la misma no tuvo los efectos deseados, pues a pesar de un intento de reforma del Estado, los mismos seguían sumergidos en la miseria y se veían obligados a pagar al gobierno impuestos que no tenían cómo corresponder, pues no se les había enseñado a ser libres y administrarse a sì mismos.
Mientras que, en el plano psicológico de la narrativa, Turgeniev nos presenta un protagonista como Bazarov como ícono máximo de ese “Hombre Nuevo” del futuro, sintetizando a través de la estructura psico-social de este personaje, a un científico sumergido en profundas contradicciones morales: como su falta de creencia en el amor romántico y su ineludible enamoramiento hacia Anna; su rechazo sistemático hacia la religión y su aceptación final hacia la extremaunción; así como su rechazo a los principios idealistas y su búsqueda hacia la moral.
Tal como señala Capasso y Hang:
“De la novela rusa se desprende una estructura del sentimiento en donde combinan elementos emergentes y residuales que están en tensión (románticos y realistas) (…) si bien el realismo buscaba ser un “espejo de la realidad” el arte es actividad creativa e imaginativa y como crítico de la sociedad existente, aspiraba a reformarla.”
Turgenev desarrolla en su obra la magistral batalla entre lo viejo y lo nuevo introduciendo a sus lectores, hacia los movimientos innovadores que tenían lugar en Rusia, constituyendo un refugio y una alternativa para el insaciable apetito de reformas del pensamiento sobre la idea rusa.
En el caso de Dostoyevsky, encontramos un autor sumergido bajo la profunda influencia del nihilismo y un apasionado ilustre representante del pueblo ruso. Muchos académicos sostienen que la vida personal del autor, contribuyó con el contenido político y moral de sus obras y que si bien, episodios durante su juventud, como su aprehensión y sometimiento a trabajos forzados durante ocho años por leer una carta crítica de Belinsky, sumado al oscuro capítulo de la muerte de su padre, se drenaron de manera inconsciente a través de la tinta que cubre las páginas de sus libros, transformándolo en uno de los autores más famosos y controversiales a nivel mundial.
En el plano político, Dostoyevsky se plantea como un socialista que se inscribía fielmente en la búsqueda de la virtud del hombre nuevo, sin embargo, la base del fundamento político del escritor se posiciona por sobre todas las cosas en la bondad del ser humano en rechazo de la concepción de la naturaleza malvada del hombre nacida del pecado original.
Partiendo de la base cementada sobre el espíritu bondadoso del hombre, el escritor, formula una nueva ideología con aspiraciones de convertirse en movimiento político y filosófico denominado Pochvenichestvo, cuyo principal propósito era dirimir los conflictos existentes entre eslavófilos y occidentales como elemento unificador de la idea rusa. Cuestión, por la cual nunca se mantiene alejado de la política.
A través su obra “Demonios”, el autor redefine el suicidio como método del espíritu para no dejarse derrotar por el mal, dimensionando este proceso desde las diferentes perspectivas de los personajes: Kirilov, Shatov y Stavroguin, involucrando una innovadora estructura narrativa como lo constituye la estructura dialéctica, la cual le permite expresar ideas y debatirlas en toda la pluralidad del pensamiento.
En contraposición, en la obra “Anna Karenina”, Tolstoi se permite realizar una avanzada crítica hacia la aristocracia rusa, partiendo de un arduo debate sobre la moral y el destino, basados en la pureza del alma y el amor entre los personajes más allá de los convencionalismos sociales, sostiene de esta manera, una amplia crítica hacia la perdición del espíritu a razón de los placeres carnales; a la vez que el autor involucra serias críticas al sistema agrario, posterior a la abolición de la servidumbre y la debacle del modelo económico que se experimentó en Rusia.
Finalmente, es necesario resaltar que la literatura rusa, a pesar de haber sido uno de los mecanismos de expresión más influyentes dentro de la evolución política de Rusia en los siglos XIX y XX, sigue siendo desconocida para el resto del mundo, no obstante, si se quiere entender a esta nación desde una perspectiva mucho más íntima y profunda, es indispensable estudiar y analizar los secretos ocultos en su literatura.
Lamentablemente, gracias a prejuicios ideológicos heredados de la guerra fría, ha prevalecido en el mundo un sesgo cultural que no ha sido eliminado del todo, lo que ha originado que se desconozca la riqueza artística y la influencia política que tuvo la literatura rusa en los momentos más críticos de su historia, por lo que podría decirse que esta joya se mantiene oculta en el corazón del gremio eslavo, revolucionaria e ignorada pero imborrable como la gran Idea Rusa.
Ana Karenina Walo Palomanes
Internacionalista
@Karenina_walo