Los serios problemas de funcionamiento que enfrenta desde hace varios años el MERCOSUR exigen, para su solución efectiva, mucha voluntad política de los países miembros, que permita tomar las decisiones duras que se requieren; empero, el ambiente político que se está viviendo en el sur no presagia buenos tiempos para la integración, en particular para la consolidación del bloque. Un posible triunfo de Cristina Kirchner en Argentina, seguramente generaría una profunda tensión con el radicalismo de Jair Bolsonaro en Brasil, que ya empieza a enfrentar serias complicaciones políticas, además las elecciones en Uruguay también pueden introducir alguna inestabilidad en el proceso.

La crisis del MERCOSUR es profunda y se podría resumir muy brevemente en los siguientes elementos: i) se ha logrado conformar la zona de libre comercio, pero no se ha resuelto el complejo tema de las medidas no arancelarías que limitan el acceso a los mercados; ii) la unión aduanera es tan débil que algunos sostiene que existe una arancel externo poco común, por la cantidad de excepciones comunitarias y nacionales; iii) el mecanismo de solución de diferencias conserva un alto nivel de discrecionalidad; iv) equivocadamente fueron eliminados los mecanismo de protección temporal, que son como los seguros “mejor tenerlos y no utilizarlos”; vi) el sistema carece de eficientes mecanismos de equidad y vii) la ideologización política de los últimos años ha afectado sensiblemente su funcionamiento.

Ante la complejidad de la situación y, con el ánimo de iniciar un proceso de recuperación, luego de la suspensión del gobierno bolivariano de Venezuela que obstaculizaba todos los esfuerzos reales de integración, los países se concentraron fundamentalmente en una amplia y ambiciosa agenda de inserción en la economía mundial, tratando de acelerar las negociaciones con la Unión Europea que han llegado a dos décadas y, paralelamente, han iniciado negociaciones para la conformación de zonas de libre comercio con: Canadá, Corea del Sur, Singapur, la Asociación Europea de Libre Comercio (ALEC); y están dialogando con la Alianza del Pacifico.

La inserción internacional cuenta con el amplio respaldo de todos los miembros; empero, en la medida que las negociaciones con la Unión Europea se han complicado, por diversas posiciones nacionales, el principio de la negociación conjunta empieza a ser cuestionado con mayor fuerza por el gobierno de Brasil. Conviene recordar que en la campaña electoral del candidato Bolsonaro las opiniones sobre MERCOSUR fueron poco alentadoras y, al iniciar el gobierno, algunos de sus importantes representantes, como el poderoso ministro de economía y la ministra de agricultura, expresaron un claro rechazo al MERCOSUR, identificándolo como un obstáculo para los nuevos proyectos de Brasil, incluso se ha llegado a comentar la posibilidad de un retiro.

Con el tiempo transcurrido en el poder y el crecimiento de los problemas de gobernabilidad, el ambiente profundamente crítico al MERCOSUR se ha calmado, empero, persiste el rechazo a la rigidez de la unión aduanera; en particular, a la obligación de realizar negociaciones comerciales en bloque. Tal posición exacerba la inestabilidad de la unión aduanera, recordemos que desde sus inicios, algunos sectores productivos de los países miembros han planteado que, en gran medida, el arancel externo común beneficia principalmente a la producción brasileña.

En tal contexto, sorprende que siendo Brasil el país más beneficiado con el arancel externo común, ahora cuestione la unión aduanera, promoviendo la autonomía nacional para desarrollar las negociaciones comerciales con el resto del mundo

Con tantos problemas no sería extraño que la decisión se oriente a la eliminación de la unión aduanera. En todo caso, producto de las debilidades políticas los gobiernos se han concentrado en evadir los problemas fundamentales.

Decisiones como la redefinición de la unión aduanera exigen de claridad y fortaleza política de los países miembros y, en estos momentos, reina un clima de incertidumbre política en el sur. El nuevo gobierno brasileño, no obstante lo impactante del triunfo, ya está dando señales de debilidad, por las contradicciones entre los altos funcionarios, en particular con el Vicepresidente, la creciente participación del sector militar y un incipiente descontento popular.

En el caso de Uruguay, que tradicionalmente ha jugado un papel clave de mediación y equilibrio en el bloque, no vive la mejor etapa. Con dificultades el Presidente Tabaré Vázquez está saliendo de un fuerte enfrentamiento con el estamento militar que le obligó, primero, a ordenar treinta días de arresto al General Manini Ríos, Jefe del Ejército en su momento, por sus criticas publicas contra el sistema de pensiones militares. Luego, se vio obligado a destituir tanto al Ministro, al Viceministro de la Defensa como al General Ríos quien se ha dedicado a la política y ha conformado el partido Cabildo Abierto. Estos incidentes evidencian, entre otros, que las heridas generadas durante la dictadura militar no han cerrado plenamente.

Adicionalmente, Uruguay se encuentra en el inicio de un proceso electoral que formalmente arranca en el mes de junio con las elecciones primarias al interior de los partidos y, luego, está prevista la primera vuelta para las elecciones de los poderes ejecutivo y legislativo para el 27 de octubre. Ahora bien, al momento el proceso está evidenciando falta de liderazgo en todos los grupos políticos y cansancio en el electorado.

Las elecciones en el presente año en Argentina y Uruguay, caracterizadas en ambos casos por una marcada incertidumbre; las confusiones y contradicciones al interior del gobierno brasileño, no generan las condiciones necesarias que permitan asumir las complejas decisiones que se requieren para el fortalecimiento del MERCOSUR.

 

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