Se fue. Santos Yorme se nos fue. Daniel Chirinos, Octavio Malpica, Carlos Valencia y posiblemente otros que fueron sus alter ego, se nos fue. Lo esperábamos. Las complicaciones le arroparon. Él resistió, siempre como buen batallador que fue. Pompeyo deja una huella muy grande en nuestra vida. En lo personal la mantendré viva, como la de mi padre, Eloy Torres, su amigo y hermano que también se fue un poco más de una década. Ya están juntos de nuevo. Reirán y se silbarán como lo hacían todos los miembros de la pandilla “guirirí” del viejo barrio San Juan.
Pompeyo, fue un hombre grande. En mi niñez, sometido a una vida escondida, pues mi padre y él eran perseguidos, junto a otros dirigentes del PCV, le llamaba “Mi tío Don Limpio”. Su musculatura y calvicie, similar a la del genio estampado en la propaganda de un limpiador me servía de aliciente para llamarlo de esa manera. Era Pompeyo quien me daba 0,25 centavos de un bolívar para que le rascara la cabeza. Me peleaba a veces con Lucero, mi hermana, su hija menor, por ello. Hoy escribo esto y confieso: Duele aceptar su partida. En los últimos meses me resistí verlo, pues lo veía tan indefenso. No era el Pompeyo que pugnaba con respetuoso lenguaje acerca de la política: su pasión.
En uno de sus últimos cumpleaños me tocó hablar algunas palabras en su homenaje. Me permití abusar del espacio y cité una frase que leí de Hegel, el filósofo; quien escribió algo que tengo entre ceja y ceja: “Nada grande se ha hecho en la historia, sin pasión”. Pompeyo todo lo que hizo lo hizo con una pasión que desbordaba los límites. Pasión para ser un mozalbete cercano al único partido de izquierda el PDN en los años 30; luego, pasión para incorporarse plenamente al PCV de donde salió en 1970 para fundar al MAS. Toda una vida dedicada a la política, pero con sentido pedagógico; especialmente para enseñar y aprender; jamás para lucrarse ni utilizar la memoria de su vida o de sus camaradas para enriquecerse. Pompeyo fue un hombre justo, luchador incansable, noble, inteligente, fajador, honesto, esposo, padre de familia, abuelo, bisabuelo, tío, amigo y camarada. Muy respetuoso con sus adversarios e incluso muy amigo de muchos de ellos.
Hoy Pompeyo se nos fue. Duele aceptarlo. El país estará en deuda con un hombre como Pompeyo que supo granjearse el respeto a fuerza de tesón, decencia y bonhomía. Mi “tío Don Limpio” había jurado que se iría sólo cuando esta dictadura del socialismo del siglo XXI se terminara. No pudo cumplir, pero como decía el Quijote, tras ser vapuleado por los molinos de viento que él, en su demencia, creía dragones, dijo a su escudero Sancho Panza quien le había advertido la imposibilidad de su acción: el Quijote todo adolorido le contestó: ¡Pero, lo intentamos!
Pompeyo siempre lo intentó todo con pasión y su último deseo casi lo cumple. El país observa el creciente deterioro y fin de esta nefasta realidad. Todo el pueblo venezolano, el democrático, le rendirá homenaje a Pompeyo, un hombre que intentó toda su vida, incluso a riesgo de perderla en más de una ocasión, la mejoría de las condiciones de vida de Venezuela. Viejo querido, te pido la bendición y suerte. El Viejo Eloy ya te espera para darte su abrazo de siempre, junto a Socorro, Magdalena, Juan, Luz, tu hermana, Malaquías, Margot, Juan (perico) Molina y tantos que no me caben en estas líneas. Eres un hombre grande. Te voy a decir una cosa: Santos Yorme queda pequeño ante ti, pues él conoció la victoria y nunca tuvo tiempo para ponderarla; en tanto tú, sí tuviste tiempo para ello. Saboreaste victorias y ponderaste tus derrotas. Parafraseando a Borges: las derrotas enseñan más dignidad. Tú fuiste un hombre que valientemente supo reconocer sus errores. Descansa en paz.
@eloicito