La Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA), efectuada el pasado miércoles 31 de mayo, en la sede de la organización, ha dejado varias lecturas importantes y tareas por realizar. Entre las lecturas destacan: el fortalecimiento de la organización y sus pilares temáticos fundamentales; el dinamismo y promoción de nuevos liderazgos en el Hemisferio; y la esquizofrenia del proceso bolivariano, que se estima ganador, cuando en la realidad está perdiendo a paso de vencedores. La agenda de tareas amplia y compleja, tienen que ver tanto con el fortalecimiento de las instituciones hemisféricas, como de la democracia.
Resulta indiscutible que, en contradicción con los sueños de los gobiernos radicales de la región de acabar con la OEA acusándola, en sus falsos discursos ideológicos, de ministerio de colonias y brazo del imperialismo, la organización se encuentra más fortalecida y constituye el epicentro de los debates políticos del Hemisferio. Este posicionamiento se hace más evidente al constatar los fracasos tanto de la UNASUR, como de la CELAC para abordar la crisis venezolana. Paradójicamente es la consideración de la crisis del gobierno bolivariano, uno de los promotores de la destrucción de la OEA, lo que está fortaleciendo tanto la organización, como sus temas fundamentales como son: los derechos humanos y la institucionalidad democrática.
Se podría pensar que la suspensión de la reunión de consulta sin resultados concretos constituye una señal de fracaso, pero realmente es lo contrario, evidencia la complejidad de los temas y la cuidadosa atención que están prestando los países para lograr resultados efectivos. Sería peligroso pensar que con un texto se agota el tema y culmina la labor de la OEA sobre Venezuela. Resulta indispensable que el tema bolivariano se mantenga en la agenda y en los trabajos de la organización. La OEA debe mantener un escrutinio exhaustivo y permanente de la situación venezolana, la gravedad de la violación de los derechos humanos y la constante destrucción de la institucionalidad democrática así lo exige. En este momento resulta necesario el seguimiento de la OEA al proyecto fraudulento de la constituye bolivariana, cuyo objetivo es destruir lo poco que queda de democracia.
La crisis venezolana también está promoviendo movimientos y nuevos liderazgos en nuestro Hemisferio. Las democracias de México, Perú y Colombia están proyectando una capacidad de acción más dinámica, asumiendo en gran medida el liderazgo de la organización, que hace tiempo ha dejado de ser un instrumento del imperialismo. Estos nuevos liderazgos superan el espacio estrictamente regional, logrando incorporar y movilizar a EEUU y Canadá, lo que permite materializar una de las potencialidades de la OEA, constituir un foro para el diálogo Norte/Sur, foro que se debería aprovechar más amplia y profundamente.
En las lecturas, un punto débil, que constituye una de las materias de trabajo y tiene que ver con la necesidad de fortalecer las relaciones con los Estados del Caribe que conforman el CARICOM. Ahora bien, esta es una tarea pendiente y urgente no sólo de los gobiernos de la región, también de nuestra sociedad democrática venezolana. Resulta necesaria una mayor vinculación con los pueblos del Caribe, con sus partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación, universidades, organizaciones no gubernamentales para estrechar vínculos que permitan conocer más profundamente la gravedad de nuestros problemas y se puedan sumar como aliados para la defensa tanto de los derechos humanos, como de la democracia.
Otra lectura que impacta tiene que ver con la ceguera ideológica del proceso bolivariano, que bordea la esquizofrenia. Cuando la gran mayoría de los países miembros de la OEA denuncian la grave situación que se vive en Venezuela, el gobierno bolivariano solo aprecia éxitos. Lo que confirma su menosprecio de la diplomacia multilateral, el diálogo, la negociación, la democracia y los derechos humanos. Cuando buena parte de los gobiernos e instituciones democráticas del planeta denuncian su creciente autoritarismo, la solución que presenta el gobierno bolivariano es destruir los pocos vestigios de democracia con una constituyente fraudulenta, que viola la Constitución, para luego eliminarla pues contiene límites despreciables para el autoritarismo.
En la agenda de tareas, el caso venezolano está planteando interesantes retos para el perfeccionamiento de la institucionalidad hemisférica y democrática. En la OEA y, particularmente, en la Carta Democrática Interamericana (CDI) falta pueblo. Se requiere de una mayor participación de los afectados por el autoritarismo y la violación de los derechos humanos. La sociedad civil organizada en partidos políticos, sindicatos, ONG; incluso los familiares de las víctimas, deben tener espacios para la denuncia. Si bien la CDI es uno de los positivos resultados del “fujimorazo”, esta lamentable experiencia venezolana debería propiciar el fortalecimiento de las instituciones hemisféricas, abriendo espacio para una mayor participación de la sociedad civil.