La Torre de Babel: Nabucco, valores, pandemia y comunas – Por Eloy Torres Román

Nuestra realidad expresa un encierro total, gracias, fundamentalmente a la pandemia. Aunque también por el hampa desatada y legalizada por la Revolución. Sí, la misma que ha impuesto un “hombre nuevo”; esa delincuencia ha ayudado a ese claustro. Hoy, tratamos de buscar explicación a la tragedia que nace de la incomprensión entre nosotros. Lo vemos como un problema del lenguaje, de falta de comunicación. Aunque creemos, es por falta de objetivos comunes. Cada actor internacional, por ejemplo, promueve, legítimamente su interés nacional.

La gobalización como proceso ha surgido con fuerza, para desarollar una misma lngua; no obstante, hoy experimenta serios problemas. Se ha distorsionado. Se creyó que el triunfo del liberalismo, bajo el ropaje del neoliberalismo, había logrado permear al Mundo; pero, no; en el siglo XXI, éste se observa falto del empuje inicial, como cuando la URSS cayó sin que se le disparáse ni un solo tiro.

Actualmente no se vislumbra la fórmula que sirva para enderazar los entuertos. No hay explicación que satisfaga al hombre. Al respecto todo, luce obscuro y la evidente oferta de valores se reduce, a un enfrentamiento entre aquellos que creen ciegamente que el mercado, todo lo puede resolver, y los que apuntan al Leviatán en el siglo XXI, vestido con un traje feudal. La solución no se ve, ni siquiera cerca.

Lamentablemente, hoy, nos encontramos con el populismo como expresión facilista para algunos, el cual, al parecer, gana cada vez más espacios. La responsabilidad individual se observa perdida. La libertad positiva gana terreno frente a la negativa. Isaiah Berlín estará revolcándose en sus osamentas, pues sus reflexivos aportes han sido lanzados al basurero.

No obstante, hay que reconocer que durante cierto tiempo se daba por descontado el triunfo definitivo del soberbio mercado. Ese triunfo fue efímero, históricamente hablando. La libertad es un permanente ejercicio. Hoy, lo que vemos, es una relación pendular. El Leviatán estatista y centralizador, viste el traje de Nabucco para monopolizar la libertad individual y  marcha a paso de vencedores. Por los momentos, las cosas no se ven claras. La pérdida de objetivos hace que el hombre, un tanto desesperado, abrace fórmulas violentas para satisfacer un momentáneo y fugaz estado de ánimo; que tiene una expresión en la banalidad de lo inmediatamente material.

Como quiera que el tema que buscamos desarrollar se apoya en un dato religioso (“La Torre de Babel”) y para no ser mezquino con las explicaciones, hemos decidido prestar atención a los textos bíblicos para así brindar una determinada explicación con sus elementos. Creemos entender que aquellos prosélitos de Noé olvidaron que eran deudos de  Dios. En su lugar se mostraron orgullosos y soberbios. Pensaron en recuperar el Paraíso perdido, construyendo una torre propia para llegar al cielo. Veamos pues, cómo surge la historia de la Torre de Babel, según el Antiguo Testamento:

1 Tenía entonces todo la Tierra una sola lengua y unas mismas palabras.

2 Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí.

3 Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo  y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla.

4 Y dijeron: Vamos, edifiquemos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámosnos un nombre, por si fueremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.

5 Y descendió Jehova para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres.

6 Y dijo Jehova: He aquí, el pueblo es uno, y todos éstos, tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.

7 Ahora pues, descendamos, y confundámonos allí en su lengua, para que ninguna entienda el habla de su compañero.

8 Así los esparció Jehova desde allí sobre la faz de la Tierra, y dejaron de edificar la ciudad.

9 Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehova el lenguaje de toda la Tierra; y desde allí los esparció sobre la faz de toda la Tierra”. (Genesis, 11, 1-9)

Desde entonces, el hombre, permanentemente, como Sísifo, levanta su roca se empina y vuelve a caer. Lo que hay es una tremenda incomunicación; es su “Torre de Babel”. Ésta, ha sido sinónimo de mezclar cosas o, ideas. Todas son una empresa destinada al fracaso. Es la pretensión de un reencuentro caótico, donde todos hablan sin poder entenderse. La palabra “Babel” se puede traducir justamente como “confusión” y “mezcla”.

Esos textos babilónicos y explicados por la Santa Biblia, fueron descubiertos 25 siglos después. Nos muestran que el Rey Nabucodonosor II, el gobernante de Babilonia, hace 2.500 años, construyó un enorme zigurat, es decir, un templo.

Recordamos a Verdi, cuya genialidad musical nos mostró una coherencia estética al montar magistralmente la Opera “Nabucco”. El citado Antiguo Testamento se sirvió de inspiración para evidenciar la soberbia de este Rey,  quien osó desafiar la palabra de Dios. Esa ópera explota con un frenesí musical al compas del coro Va pensiero un estado de animo. Buscaba recrear un lenguaje que incluyera a todos los italianos, sin distinción de las regiones que encontraron su unidad en 1870. Verdi, buscó mostrar la expresión del independentismo italiano frente a la dominación austriaca del siglo XIX. Verdi se apoyó en el citado texto bíblico para asociarlo con la urgencia de establecer lo que la historiografía italiana llamó: Il Risorgimiento.

El tema de la Torre de Babel, ha servido para que los hombres fueren conscientes del largo camino de desencuentros. Estos años nos tocó experimentar en nuestra existencia, como humanidad, una multiplicidad de situaciones complejas. El siglo XX fue rico en ellas y sufrió los rigores de dos catastróficas guerras que se llevó a decenas de millones de vidas. En la Primera y Segunda Guerra Mundial se pudo comprobar la ausencia de una sola lengua, pues, se habló fundamentalmente, en italiano, inglés, alemán, francés, ruso y japonés. Durante la Segunda Guerra, se repitió, prácticamente el mismo esquema políglota. Tras finalizar este sangriento conflicto en 1945, incluídas las bombas de Hiroshima y Nagasaki, el Mundo parecía marchar al ritmo de la comprensión de los problemas, aunque abordados lingüísticamente en forma distinta, pero, se observaron incluyentes; a pesar de la Guerra Fría; ella marcaba una senda paradójicamente contradictoria; mas, se sabía para dónde se iba. La guerra era una bandera que se mostraba para que los actores internacionales se abstuvieran de traspasar los límites y las proporciones. El lenguaje no era el problema.

En cuanto al tema nacional, también, tuvimos 40 años, un tiempo de paz  interna. Había un sistema, una forma de dominación imperfecta, es verdad, pero,  funcionaban las reglas del juego. Había comunicación. Los valores eran compartidos y ellos, habían ensamblado a la sociedad. Pero, desde 1989, el Mundo cambió y Venezuela también. Apareció la incomunicación. La sóla propuesta de cambiar el modelo económico produjo una polvareda que nos descubrió a los venezolanos como ciegos, sordos y mudos. Ciegos, por no querer ver los cambios que desfilaban ante sus narices. El esquema rentista-populista había llegado a un techo. Sordos, porque no quisieron oir más nada, sino los cantos de sirena, vestidos de militar. Es una maldición que arrastramos los venezolanos. Siempre detrás de un hombre a caballo, como poetizó Don Andrés Eloy Blanco; y, por último, mudos, pues, el silencio fue inmenso.

Las élites, tanto política, económica y culturales enmudecieron. No tenían propuestas. La aparición de un chafarote el 4 de febrero de 1992, los dejo sin habla. La flojera intelectual de muchos de ellos, los llevó a apostar por él, gracias a la narrativa de muchos “notables”, como si fuera un Mesías; en tanto que otros, aprovecharon la circunstancias para alimentar y satisfacer su ego; por lo que “olvidaron” y violentaron lo acordado durante el Pacto de Punto Fijo. Viendo las cosas en retrospectiva, el efecto fue dañino pues, con esa pretendida vanidad, lo que hicieron fue sentar las bases para que el chafarote construyera su colchón de rosas, como el nuevo mandatario para el siglo XXI. Aquí lo tenemos, sufrimos un retroceso kafkiano.

La falta de un mismo lenguaje nos colocó ante una desgracia. Todos queremos saber más que el otro.  Si bien es cierto que, tal como sentencia la Biblia: “Crezcan, multiplíquense y llenen la tierra” (Génesis 9.1). Viendo las cosas en términos ucrónicos, podemos describir la realidad venezolana como el resultado de haber desconocido la palabra del Señor. En lugar de marchar tal como indicaba la palabra empeñada, preferimos transitar ese camino que a la postre nos trajo a este desastre. Decidimos hacer exactamente lo contrario. Abandonamos nuestra empresa y aquí estamos con nuestra “Torre de Babel”. No nos entendemos. Nuestro lenguaje está repleto de fatuas palabras: chavistas-maduristas, escuálidos, alacranes, enchufados, traidores a la Patria, enemigos de la Revolución, revolucionarios, agentes del “imperio yanqui” y agentes del castro-comunismo.

Venezuela vive, como todo el Mundo, un drama que se resume en la pandemia del COVID-19. Es un ejemplo patético; pues, es muy grande la incomprensión existente  acerca de este virus. No me refiero al discurso de los especialistas; sino a la manera de como se trata, en términos políticos. Hay una indiferencia generalizada. La ideologización de esta pandemia traduce una narrativa que no se comprende. A nivel internacional, los países fuertes geopolíticamente hablando, buscan potenciar sus descubrimientos. También a nivel nacional, nos topamos con una muy seria  ideologización; además, una gravísima politización. El caso es que desde este gobierno se ha decidido no aceptar las vacunas sugeridas por las instituciones sanitarias mundiales. Un oscurantismo total. Ahora, la respuesta es la de construir una régimen comunal. Tendremos una disfuncional “sociedad nueva”. Desde el gobierno se decidieron  construirla para mostrar su poder, con soberbia. Esta visión acerca del poder comunal nos recuerda  la Torre de Babel.

La apuesta por el poder comunal, aún no ha cuajado. Nuestras mentes están confundidas. Apenas, se escucha un tartamudeo general y nadie tiene tiempo para sentir, como real, esa amenazante narrativa, cuyas palabras, generan un ensordecedor ruido, pues, sin saberlo, juegan con fuego. Una realidad que puede anunciar tempestades y no con intervenciones armadas, como gritan algunos desde el exterior. Basta observar las cotidianas contradicciones que subyacen en la sociedad. Ellas se ven en los rostros hambrientos, circunstancialmente, enmascarados con los tapa bocas, pero las miradas hablan, gritan, pues, Venezuela sufre desde hace 22 años, los efectos de toda una Torre de Babel construida con la soberbia, mezquindad y corrupción de los mismos habitantes de esta, la que ahora es una tierra de… ¡desgracia!

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