Humboldt, Bonpland y Francia – Por Luís Xavier Grisanti
En nuestro artículo anterior “Humboldt, Venezuela y la construcción del mundo”, resumimos el viaje de investigación científica del geógrafo y naturalista prusiano, Alexander von Humboldt (1769-1859) y su colega y amigo, el médico y botánico francés, Aimé Bonpland (1773-1858), por Norte y Suramérica entre 1799 y 1804, al conmemorarse el 250 aniversario del natalicio del sabio alemán. Las observaciones, análisis, ilustraciones, dibujos y exploraciones de aquel histórico viaje quedaron recogidas en la monumental obra de 30 volúmenes, Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, publicada en París y en idioma francés en 1807.
Pero la vinculación del aristócrata alemán con Francia tuvo raíces más profundas que tuvieron más que ver, no sólo con su simpatía por los ideales de la Revolución Francesa, ocurrida diez años antes (1789) de su periplo a América, sino con el empirismo científico de los filósofos de la Ilustración de la nueva república gala, que pretendía zafarse de siglos de absolutismo monárquico y mercantilista. Su padre militar pertenecía a la nobleza alemana yhabía comandado los ejércitos del Reino de Prusia, y su madre provenía de una aristocrática familia de ascendencia francesa integrante de los hugonotes. Pero su abolengo no fue óbice para su identificación temprana con los ideales republicanos frente a los monárquicos. En este contexto, sus convicciones libertarias (fue crítico de la esclavitud en América), se entrelazan con su propia certeza de que la observación empírica y el estudio metódico de los fenómenos de la naturaleza y sus interrelaciones representan el fundamento de la vida animal y vegetal en la Tierra y el sustento de la armonía del cosmos universal.
En su artículo Alexander von Humboldt, entre la historia natural francesa y la filosofía natural alemana (Revista Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México), el profesor de la Universidad Iberoamericana e investigador del Museo Nacional de Historia Natural de Luxemburgo, Alejandro Cheirif Wolosky, señala:
“Situado entre la cristiandad y la modernidad, entre la Ilustración y el Romanticismo, entre la historia natural y la Naturphilosophie, Alexander von Humboldt evoca la imagen de un hombre de frontera… Como lo ha mostrado Hanno Beck, Humboldt comparte las contradicciones del siglo de la Ilustración: fue testigo de las tensiones entre la utilidad prosaica y la filosofía kantiana, entre la burguesía y la nobleza, entre la fe y la razón, entre la tiranía exterior y la libertad interior.”
Esta dicotomía entre la Ilustración y el Romanticismo explica el por qué, en su emocionada carta a los amigos españoles antes de partir a Venezuela, Humboldt hace mención a las maravillas que espera encontrar y explorar al dirigirse a “las costas de Caracas,” las cuales le permitirán explicar “la construcción del mundo.” Así, Humboldt y Bonpland regresan de América en 1804 y el poliglota prusiano decide permanecer en Francia durante trece (13) años, hasta 1827. Un año antes, en 1826, comienza a dictar un conjunto de conferencias que recogerá en otra de sus principales obras: “Kosmos: Entwurf einer physischen Weltbeschreibung” (Cosmos: Esbozo de una descripción física del mundo), en la cual se distancia de la Naturphilosophie de la Ilustración alemana, la cual explicaba la armonía del cosmos como una creación de Dios. Para Humboldt, la realidad científica observable constituye la base de la existencia humana y del equilibrio integral en la naturaleza. Aunque no fue particularmente religioso, su preferencia por la verdad científica frente al dogma teológico probablemente provenía de sus raíces familiares luteranas, generalmente más abiertas a las ciencias y a las innovaciones en todos los ámbitos del quehacer humano.
Cuando Humboldt se traslada a París en 1797, en pleno fervor revolucionario francés, contaba 28 años. El joven general Napoleón Bonaparte había regresado triunfante de la campaña de Italia, liberándola del yugo absolutista del Imperio Austriaco a nombre de la naciente República Francesa. Quiso participar aquel año en la expedición científica a Egipto del Gran Corso (ambos nacieron el mismo año); pero optó más tarde por realizar con sus propios recursos familiares, la excursión de cinco años por Norte y Suramérica, 16 meses de los cuales correspondieron a su permanencia en Venezuela.
El alemán y el francés retornan de su viaje al Nuevo Mundo el año de la coronación del estadista corso como Emperador de los Franceses (1804), luego de un referéndum popular que le eligió para tal posición. Bonaparte, quien contó en un principio con el entusiasta respaldo de las grandes figuras de la intelectualidad europea, entre ellas Goethe y Beethoven, fue un gran promotor de las ciencias, las artes y la libre empresa (en contraposición al mercantilismo) durante el período en que gobernó Francia, primero como Primer Cónsul (1799-1804) y más tarde durante el Primer Imperio (1804-1815).
El profesor Cheirif Wolosky concluye:
“A lo largo de la biografía científica y política de Alexander von Humboldt, tanto sus convicciones políticas como sus curiosidades científicas, no hacen sino evocar, según la fórmula de François Hartog, el régimen de historicidad moderno, es decir, lo profano por encima de lo sagrado, la república por encima de la monarquía, la historia natural por encima de la Naturphilosophie, la Ilustración francesa por encima del romanticismo alemán, el futuro por encima del pasado. He aquí el orden temporal de las aspiraciones políticas y las convicciones científicas de Humboldt.”
Podemos afirmar sin lugar a dudas que, además de su amistad y empatía con el sabio Bonpland, la Francia revolucionaria, republicana e ilustrada contribuyó de manera determinante a ahondar las convicciones científicas y racionalistas del Barón von Humboldt, y ello marcó toda su obra y su aporte al progreso científico de la humanidad. Por ello Humboldt es considerado el padre de la geografía universal moderna y a partir de su obra se da inicio a la era moderna de la cultura y las ciencias.
@lxgrisanti