El año 2019 como en otras ocasiones nos brinda un listado de nombres para asignar a las Tormentas tropicales o tormentas del Atlántico, que califiquen como Huracanes. Ciertamente no es nada apetecible la lista toda vez que forman parte de un imaginario de riesgos y desastres así como de las incumplidas promesas de la mitigación así como las deudas de la cooperación internacional tanto en la Asistencia Humanitaria como en la ya conocida Acción Climática.
La Temporada de Huracanes en el Caribe 2019 “oficialmente” va del 1º Junio al 30 de noviembre. Si bien hay una flexibilidad en el comportamiento de las tormentas en sus distintas categorías, hay una tendencia a que el mayor número ocurra desde fines de agosto o inicios de septiembre. Considerando los ciclos de 2017 y 2018 (con 18 y 15 puestos respectivamente en el alfabeto de nombres utilizados), el calendario 2019 tiene un lento desarrollo, ya que a mitad de temporada apenas se han asignado 5 puestos de la lista. Este número, desafortunadamente no tiene relación directa con una disminución de los desastres que se pueden ocasionar. Un breve recorrido a la cronología permite identificar a Andrea en el mes de mayo y Barry en el mes de Julio; en la segunda mitad de agosto encontramos tres; dos de ellas, Chantal y Erin, ya debilitadas y en la categoría de Depresión Tropical, mientras que la tercera aún está en desarrollo. Con inicial previsión de recorrido sobre Puerto Rico, República Dominicana e Islas Vírgenes, el Huracán Dorian sufrió un cambio de rumbo y para el 31 de Agosto es amenazante en sobrepasar la categoría 3 de huracán en zonas pobladas de Florida y Texas, en Estados Unidos, pero el recorrido también involucra a todo el archipiélago de Las Bahamas. De cualquier manera, la insularidad y las costas continentales grancaribeñas, vienen registrando los efectos de los vientos-lluvias y sus secuelas en infraestructura y servicios. Los planes de contingencia, prevención y mitigación son de compleja ejecución tanto para los gobiernos nacionales como en la articulación con los mecanismos regionales respectivos.
Los medios de comunicación, señalaron una relativa ‘tranquilidad ciclónica’ en la primera mitad de la temporada (junio-agosto), mientras los gobiernos desarrollaban variadas estrategias: acompañamiento educativo en las comunidades, simulaciones en las declaratorias de alarma y/o emergencia, pruebas de mecanismos técnicos y de gestión en la mitigación de riesgos de desastres.
En lo político, se presentan perfiles diferenciados en el abordaje de la Prevención y Mitigación de desastres. Por una parte, observamos la activación de mecanismos intergubernamentales generados en el Gran Caribe a través de organismos como CARICOM y la Asociación de Estados del Caribe (AEC), con sus equivalentes nacionales de agencias de manejo de emergencia para atender el problema de los Huracanes como parte agenda regional. Por otra parte, tenemos la acción de Estados Unidos a través de la División del área Caribe de la Agencia Federal para el manejo de Emergencias (FEMA) para sus territorios en el Caribe, a través de Talleres tanto en Puerto Rico como en Islas Vírgenes destinados a revisar y actualizar los procedimientos de logística y el manejo de la cadena de suministros, además del repaso a las lecciones aprendidas en anteriores temporadas.
Las experiencias que dejaron los Huracanes Irma y María en la insularidad caribeña en 2017 aún están presentes y los programas de reconstrucción apenas comienzan a surtir efecto en las comunidades. La temporada de huracanes no se detiene y ocurre cada año. De allí que el lema de un Caribe Resiliente es el compromiso para incorporar la región a la Acción Climática dentro de la Agenda 2030. Estas tormentas climáticas en el Caribe así como las tormentas políticas requieren de atención y seguimiento.
@mirnayonis