El proceso bolivariano se ha constituido en un reto para la institucionalidad internacional, en particular en materia de derechos humanos y defensa de la democracia y, en el caso del MERCOSUR, la situación es más compleja, pues el caso bolivariano, intrincado desde sus inicios por su ilegal incorporación como miembro pleno, no solo ha agravado la crisis estructural que afecta al proceso, sino que ha generado nuevos problemas. Ahora bien, por la rigidez del sistema de toma de decisiones del bloque y por las veleidades de la política, particularmente del Frente Amplio uruguayo, pareciera que el caso se congela a la espera de movimientos en otros escenarios hemisféricos o regionales.
Como sabemos por razones estrictamente ideológicas y personalistas el gobierno bolivariano decidió en el año 2006, tanto el irracional retiro de la Comunidad Andina, como su incorporación como miembro pleno del MERCOSUR. No obstante que la decisión fue firmada en el 2006, se requería de la ratificación de los órganos legislativos de cada uno de los países fundadores y los Congresos de Brasil y Paraguay se opusieron. El senado brasileño ratificó el acuerdo en el 2009, y en el 2012, con la suspensión del Paraguay, se aceleró la incorporación del proceso bolivariano, violentando las normativas, lo que se ha calificado como un ingreso por la puerta trasera.
Todo presagiaba que el nuevo miembro generaría tormentas, pero su abultada chequera petrolera encubría los problemas. Obviamente el gobierno bolivariano no realizó ninguna consulta para su incorporación como miembro pleno, ni se preocupó por aspectos de naturaleza técnica; todo eso resultaba irrelevante al poder autoritario que buscaba un ambiente ideológico favorable, situación que garantizaban los populismos del sur, con Lula en Brasil, Kirchner en Argentina y Lugo en Paraguay. Por cierto, todos muy pragmáticos, pues apoyaban los iracundos discursos anti-sistema, pero mantenían políticas económicas que garantizaban el mercado y la seguridad jurídica.
El huracán ideológico bolivariano arrastró el MERCOSUR, mucho falso discurso, muchas declaraciones contra el imperio, pero las tareas pendientes y los problemas se acumularon. La crisis estructural, que ya venía se fue agravando; al respecto cabe destacar, que si bien se desmontaron las listas de excepciones nacionales en la zona de libre comercio, progresivamente se fue creando un laberinto de medidas no arancelarios que no ha sido desmontado; la unión aduanera enfrenta profundas perforaciones que no se corrigen; el mercado común poco avanza en la necesaria armonización de las políticas económicas; el mecanismo de solución de diferencias resulta frágil; el sistema de toma de decisiones intrincado con una supranacionalidad discrecional y la rigidez de la unanimidad; y el bloque carece de mecanismos flexibles de protección temporal y de equidad.
El falso discurso ideológico paralizó el bloque, tanto en su agenda interna, como internacional. Por otra parte, el proceso bolivariano no realizaba mayores avances en los compromisos suscritos en su incorporación como miembro pleno, pero la chequera petrolera lo justificaba todo. Prontamente, la magia del proceso bolivariano, su chequera y su liderazgo se fueron agotando, y el discurso se fue sustituyendo por autoritarismo, violación de los derechos humanos y destrucción de la institucionalidad democrática, situación que se desarrolla en un marco de cambios políticos en los países del MERCOSUR.
La gravedad del problema bolivariano exigía la urgente aplicación de la cláusula democrática del MERCOSUR (Protocolo de Ushuaia), pero la izquierda uruguaya, aprovecha el complejo sistema de toma de decisiones, paralizó su aplicación; quedando evidente la debilidad del Protocolo, arbitrariamente aplicado a Paraguay y archivado frente al autoritarismo bolivariano. Ahora bien, para sancionar el grave problema venezolano, los gobiernos recurren al tema de los incumplimientos, utilizando una normativa extra comunitaria, el Tratado de Viena sobre el Derecho de los Tratados y aprueban “la cesación” del proceso bolivariano, concepto que no existe en la normativa comunitaria y, en tal sentido, giran instrucciones para su reglamentación, tarea que tampoco ha avanzado.
Con la cesación de Venezuela ha quedad evidente que el MERCOSUR también carece de un sistema de control y sanción de los incumplimientos, un ambiente anárquico donde todos incumplen y todo se deja pasar. Este desorden, que ha reinado desde su creación, se debería revisar en la medida que se defina la figura de la cesación. Pero en la práctica observamos que Mercosur, concentrado en la crisis bolivariana, de nuevo esta desatendiendo sus problemas internos, y que los nuevos problemas que ha generado el caso bolivariano también se han congelado.
El Mundo democrático esperaba una actuación más contundente del MERCOSUR en la defensa de las libertades y los derechos humanos, ahora esperamos que la ética movilice a la izquierda uruguaya a presionar a sus amigos bolivarianos para lograr el respeto de la Constitución, la liberación de los presos políticos y la ayuda humanitaria.