El reciente, como inesperado, triunfo de Donald Trump debe ser motivo de un profundo análisis. Las implicaciones del populismo triunfante no pueden ser desdeñadas. Luego su postura en materia internacional debe examinarse con cuidado. Por ejemplo, se habla de un acuerdo con Putin. Eso está en el tapate. Rubén Blades puso en boca de Pedro Navaja, su emblemático personaje, el estribillo: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios”. Dicho esto, pues es evidentemente muy difícil la conjunción axiológica entre EEUU y Rusia, más allá de ciertos aspectos que no impliquen mayores modificaciones en su excepcionalismo existencial, el cual al alcanza a ambos. Los rusos y estadounidenses comparten un denominador común: el excepcionalismo o la creencia que sobre ellos tienen sobre sí mismos, vale decir: como pueblos escogidos por Dios.
Rusia, la de Putin, pretende revivir su pasado glorioso. La guerra contra Hitler le ofreció la posibilidad de aumentar su estatura estratégica. Hoy, ésta, luce perdida y busca la revancha. El triunfo de Trump, de cumplir con su palabra, ofrece circunstancialmente un respiro. Putin lo hubo de sentenciar: “….la desaparición de la URSS fue la catástrofe geopolítica más grande del siglo XX”. Por lo que, repetimos, Putin, busca reconstruir su poderío para evitar ser avasallada por el Atlantismo. En este sentido, se confirma la clásica sentencia de Otto Von Bismarck: “…la política es el arte de lo posible y la ciencia de las contingencias”.
Henry Kissinger, la eminencia gris de la política exterior estadounidense, exige para Trump la oportunidad de ser un gran Presidente. Lo califica como “único”, pues no le debe nada a nadie. Él no representa al sistema y no tiene obligaciones con los “barones” del establishment. El gran analista sostiene que por sus propias estrategias, Trump puede manejarse con mayor facilidad para encarar los desafíos del siglo XXI. Eso está por verse. Hay que tomar en cuenta que Trump es un hombre “impredecible”. No obstante, Kissinger habla de darle una oportunidad. Seguro está convencido de la trampa de la realidad: No es lo mismo pedir agua que dar agua.
La realidad lo arropará y lo obligará a comedirse y ponderar sus actuaciones, especialmente “minimizar” paulatinamente algunas, que no todas, de sus propuestas electorales.
Sin embargo, hay un tema; el de Rusia. Más arriba hablamos sobre ese país, el cual observa un existencialismo vital que lo ha marcado más allá del período comunista. EEUU alberga un sentimiento sobre sí mismo que les ha marcado su existencia; los rusos también. Kissinger, un conocedor de la historia, elemento clave para comprender las políticas exteriores, en tanto que conducta de los Estados frente al mundo exterior, reconoce la significación de Rusia.
Kissinger aborda el tema de Rusia con una complejidad analítica. Él cree que Putin, con quien ha conversado en múltiples ocasiones, busca reconstruira su país; éste, ha sido “maltratado” luego de la caída del comunismo. Rusia no perdió la Guerra Fría; ella abandonó ese escenario de confrontación al renunciar al comunismo. En ese sentido, Kissinger considera que Putin está firmemente convencido de la animosidad de Occidente frente a Rusia. Basta observar la política de la OTAN al pretender cercar a Rusia en sus propias fronteras. La OTAN extiende un posicionamiento estratégico muy peligroso. Según Kissinger, hay una oportunidad para renegociar esta realidad y evitar mayores desastres para la paz mundial. Kissinger evalúa a Trump como un individuo que apunta a considerar una relación viable, la misma no debe iniciarse con un enfrentamiento. Trump sabe que Putin no es amigo de EEUU, ni de la democracia.
Tras, declarar sobre “el colapso de la URSS, como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, las ambiciones dePutin se han centrado, repetimos, en la reconstrucción de la estatura estratégica de Rusia. El plan es la famosa EURASIA. Ésta, es una estructura en la que Ucrania jugaría un papel determinante. Bastaba un gobierno relativamente cercano al Kremlin.
No obstante, el recuerdo de la represión impuesta por Stalin sobre el pueblo ucraniano marcó la distancia entre ambas naciones, justamente para que esa consideración de la “cercanía al Kremlin” fuese colocada en sobre como recordatorio. También hay que decirlo: estos pueblos, el ruso y el ucraniano, fueron inicialmente hermanados, gracias al Tratado de Peryeslav. Muchos fueron los años recorridos entre ambos. Ellos han ido construido una relación edificante que pasa por la cultura; por ejemplo, la literatura moderna rusa nace en Kiev. Los elementos ideológicos y fanatizados de los comunistas rusos llevaron a cabo una “rusificación” del pueblo ucraniano. Este elemento sirvió de acicate para que los nacionalistas ucranianos desplegaran, tras la desmembración de la URSS, una paulatina ofensiva anti-rusa en Kiev, con el apoyo occidental de Europa y EEUU. El resultado fue la separación del poder de Yanucovich y Rusia, de repente se vio aislada sin su “hermana” Ucrania. Rusia asimiló el golpe y comenzó la contraofensiva para proteger sus intereses
Rusia reaccionó y manifestó que todas sus acciones, hasta el momento,responden a esa avalancha occidental contra Rusia. Crimea fue la respuesta. En esa península está instalada, con armas nucleares, la marina de guerra rusa. Fue un golpe maestro, si se quiere. Nadie puede acusar al gobierno ruso de enviar tropas a esa región. Crimea fue una prueba para Europa. Miles de soldados sin el emblema del ejército ruso actuaron con rapidez en el escenario peninsular de Crimea. Para justificarse, las autoridades rusas dijeron que los occidentales, especialmente los norteamericanos, tienen una larga tradición de intervención militar en diversos escenarios.
Comenzó así, la política de hechos consumados; Rusia, racionalmente, parte del supuesto que, en primera instancia, nadie puede oponerse a sus acciones. Europa está amarrada por un conjunto de intereses comerciales. Rusia está allí y el viejo continente depende del gas y otros productos naturales rusos. E incluso las sanciones económicas impuestas tuvieron un efecto boomerang. Rusia puede soportar esas sanciones, con dificultades es verdad, pero ha pasado por pruebas similares o peores en otros contextos históricos y los ha superado. Es una variante que no fue tomada en cuenta. Europa Occidental y EEUU no promoverán una conflictividad mayor, pues saben de antemano las consecuencias. Se procura una negociación general. He allí donde aparece Trump, quien viene con un discurso de “entendimiento” con el Kremlin. Veremos más adelante. Surge la pregunta: ¿cuál es la diferencia, sin embargo entre las acciones de Rusia y Occidente, ya que Moscú se parte del principio de simetría perfecta e incluso toma como ejemplo los precedentes creados por los occidentales?
Formalmente no hay ninguna. Occidente se monta, cual iglesia a invocar el respeto del derecho internacional. Habla de los “valores democráticos” como reflejo de su supuesta superioridad. Lo cierto es que ambas visiones adolecen de la perfección que se atribuyen. No obstante, hay una diferencia fundamental y tiene que ver con la cultura y la civilización. Toda Europa después de la Segunda Guerra Mundial se vio envuelta en una diabólica lógica que mostraba los efectos amenazantes del Iron Wall, la cortina de hierro. Algunos pueblos de Europa mostraban poca afinidad con el modelo ruso o soviético. Hoy, con Putin, esa percepción no ha cambiado. Aún se mantiene esa visión excluyente de la cultura y civilización rusa.
Es cierto que Rusia no es Lenin, Stalin, Brezhnev o Putin. Ella es depositaria de un conjunto de pensadores de primera línea. Escritores, artistas, filósofos, junto a su iconografía, nos muestran una vitalidad excepcional e incluso gozan de un respeto universal. Nikolai Berdyaev, escribió sobre la “Filosofía de Dostoievski” y la ajustó a las características específicas del espíritu ruso: Él observó las contradicciones humanas en el ruso. Éste, es un tipo que expresa una antinomia; ella oscila entre el tamaño de la dimensión apocalíptica y la nihilista. Los rusos no pueden convivir en la mitad de la cultura, como hacen los europeos, sino que lo hacen en los extremos.
El espíritu ruso es el mismo que se ha descrito anteriormente, con su desprecio flagrante hacia las formas y principios; hoy, se manifiesta elocuentemente en la escena geopolítica. Dostoievski, en su genialidad ha encarnado, en su momento, mejor imposible, las antinomias del espíritu ruso. Vale la pena leer las observaciones de Pitirim A. Sorokim y su libro “Las filosofía sociales de nuestra época de crisis”.
Dostoievski, según Berdaieff, no sólo refleja la estructura del alma rusa o la concientizó sino que fue un “mensajero” consciente de la idea de esa conciencia nacional. En él se expresan todas las autonomías y los males de ella.
Dostoievski considera al ruso como “el pueblo portador de Dios”; el único pueblo con esas condiciones. De alguna manera nos topamos con la misma creencia, presente en los hacedores de la cultura estadounidense. Herman Melville es un claro ejemplo, cuando éste hablaba, con similar tonalidad, de creer que EEUU son un pueblo escogido por Dios, pues es su expresión en la tierra. Excepcionalismo puro, tanto ruso como estadounidense. Es la visión mesiánica de una nación que apunta a la auto-conciencia del pueblo escogido.
Dostoievski fue un genio innegable y también un gran visionario. A pesar de sus exageraciones y sus críticas a la secularización del cristianismo en Occidente; hoy en día,ellas conservan una serie de elementos innegablemente válidos. Su visión del Mundo ingresó en la arquitectura de la política exterior rusa. Él decía que Rusia no es Occidental ni Oriental; es única. El espíritu ruso se bate con el Occidental. Trump, sin querer queriendo, apunta a un entendimiento con Rusia. Kissinger lo pondera como viable y necesario. Falta saber si las fuerzas profundas de la historia, en ambos países, comprenderán esta vitalidad filosófica y encaminen al Mundo, con su liderazgo espiritual hacia una forma de convivencia pacífica y normal; y que eviten arrastrarnos a un conflicto de proporciones mayores. Esa es la apuesta y la aspiración tanto de Melville como de Dostoievski.
@eloicito