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En los primeros compases de la segunda administración del Presidente Obama, EEUU se encuentra -como ha sido en los últimos años- ante un panorama internacional crecientemente complejo y cargado de situaciones de relevancia. Debido a estas múltiples preocupaciones externas y una agenda interna marcada por la gestión de la crisis económica, EEUU había estado descuidando la relación con su aliado más tradicional: Europa. Sin embargo, las condiciones actuales de transición del sistema internacional, unidas a otros factores de diversa índole, han hecho que Washington busque replantearse la importancia de aumentar la atención estadounidense en la alianza atlántica.