Napoleón Bonaparte discute duramente con el Embajador Metternich en París. En ese encuentro el Corso, quien buscaba humillarle lanzó su bicornio o sombrero de dos picos, al piso, a la espera que el austríaco, por razones protocolares, lo recogiese; pero, éste, dignamente, no se movió e hizo como si no hubiese visto nada.
Napoleón y Metternich; Trump y Zelensky – Por Eloy Torres
Los primeros personajes de este trabajo mostraron, respectivamente una cualidad, un estilo. Hay que destacar que cada estilo se nutre de los tiempos y expresa una época y cada época encierra variadas interpretaciones. El naturalista francés Georges-Luis Leclerc de Buffon, mejor conocido, sólo por el apellido Buffon, sentó, de por vida, una expresión: “Le style cést l´homme même” (“el estilo es el hombre mismo”). Esa locución la plasmó en su discurso para ingresar a la Academia en 1753. Su ponencia: Discours sur le style. Con el tiempo, esa sentencia ha devenido en fórmula perfecta para identificar a una persona por su modo de hablar, vestirse, comer, tomar, caminar, etc. Cada uno tiene su estilo, se dice coloquialmente.
Como quiera que no hay nada casual en política, procuro encontrar respuestas que expliquen el comportamiento de Trump ante Zelensky; lo hago sin lanzarme por el despeñadero de insultos y trato de superar mis propias lagunas acerca del dato internacional. He aprendido que ese tema requiere de una comprensión exhaustiva. No obstante, vemos que en lugar de ello, lo que abunda es un diletantismo absurdo, el cual, en vez de aclarar, lo que se promueve es la confusión acerca del tema internacional. Éste, ciertamente no es fácil explicarlo, como tampoco comprenderlo; bueno, hay de todo, en la viña del Señor. Hay algunos hablando “doctamente” acerca del tema y, otros, por su parte, mostrando una gran ignorancia, aunque, seguramente ella parte de la buena fe. Es como quien recomienda una medicina, sin saber los posibles efectos nocivos que éstos, pudieren ejercer sobre el organismo humano. Por lo que creo, lo que lo hay es una ausencia de rigurosidad para encontrar la respuesta, o que por lo menos, se acerque al meollo de la cuestión.
Muchos preguntarán ¿qué tienen que ver el genial Napoleón Bonaparte y Metternich con Donald Trump y Zelensky? Veamos. Bonaparte fue un genial militar; dueño de una inteligencia y una voluntad para imponer su punto de vista, a fin de engrandecer a Francia y su poder. Sufría del síndrome del irrespeto a los límites y las proporciones. Mientras que Metternich representaba el cálculo frío, sin pasión, salvo aquella que le permitiera alcanzar su objetivo: la defensa de Austria. Fue un diplomático real y no un advenedizo en el oficio. Ambos personificaron un combate muy sui generis; Eran dos visiones encarnando un enfrentamiento, según Kissinger, del “…período de los individuos que representan al hombre de la voluntad y el hombre de la razón”. (Henry Kissinger, Un mundo restaurado, FCE, Ciudad de México, 1973, p. 41).
El caso es que este “impasse”, entre Trump y Zelensky, que hoy, nutre el espectro mediático, requiere de “explicaciones”. Tratemos de descifrar ese momento, a partir de una explicación más exhaustiva para comprender las figuras de Napoleón Bonaparte, el Emperador francés y Klemens von Metternich, diplomático austriaco, Embajador en Paris y luego jefe de su política exterior. Dos personajes que dominaron la realidad histórica de ese momento. Siempre hemos visto a Napoleón como un personaje, una figura vestida con ribetes de heroicidad (que no es exagerado) con una extraordinaria inteligencia (del mismo modo no se puede desconocer; las matemáticas le ayudaron a ser un oficial exitoso) además dueño de un olfato político y un carisma que estremecía a sus interlocutores. Napoleón, en una muy corta conclusión, fue señalado por la historia, por haber sido la expresión de una época. Hegel, por ejemplo, escribió a Friedrich I Niethammer, su amigo: “He visto al Emperador -esta alma del Mundo- saliendo de la ciudad en tareas de reconocimiento. Qué maravillosa sensación ver a este hombre, que, concentrado en este punto concreto y a caballo, se extiende por el Mundo y lo domina” (Jena, Lunes, 13 de octubre de 1806 –día cuando Francia ocupó y el Corso penetró sus muros. Tomado de Hegel y su correspondencia, traducido del alemán y comentado por Clark Butler y Christine Seiler, Indiana University Press, Bloomington, 2005).
Era la valoración que Hegel hacía de Napoleón; para quien representaba el triunfo de la razón; pues, Napoleón con sus huesos y carnes la hizo real. Esto es, más allá de la valoración que nosotros tengamos acerca de ese personaje.
En tanto que Metternich, el enemigo del Corso, llegó a París en agosto de 1806, Napoleón lo recibió en Saint-Cloud con las palabras: “Es usted muy joven, señor de Metternich, para representar a un imperio tan antiguo”. A lo que el diplomático austriaco respondió: “Tengo la misma edad que tenía Su Majestad en Austerlitz”. En su posición de Embajador, Metternich se encontró con Napoleón con mucha frecuencia y estudió la personalidad del Corso. Lo analizaba y cada gesto, cada detalle del estilo de Napoleón. Era una enseñanza para construir su política que, años después, dio al traste con el Emperador. Desde 1806 hasta 1815 el enfrentamiento entre ambas inteligencias fue una especie de Coliseo romano, donde dos gladiadores combatieron. El Estadista contra el guerrero y viceversa.
Al final, ganó la inteligencia y la paciencia, alimentada por la búsqueda de la solución a los problemas que enfrentaba Austria. Fue una política cínica que no se perdió en la moralidad ni en los sentimientos. A Metternich lo que le interesaba era que Austria se mantuviese viva y en orden, alejada del desorden o de cualquier vendaval, no importaba si era napoleónico o revolucionario. Metternich era un conservador y lo único que le interesaba era salvaguardar a Austria, sin importarle el medio. Creo que es importante señalar lo que Kissinger dice al respecto, pues, sirve de estímulo para comprender que la política es y debe ser la conjunción de frialdad con realismo si para tomar las decisiones políticas. Veamos: “No todo aquello que suena como algo plausible es correcto, y muchas cosas que son correctas no parecen plausibles la primera vez que se las presenta” (Henry Kissinger, Política exterior americana, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1971, p. 22).
Esto nos lleva a ser respetuosos de las opiniones de los pensadores de las distintas épocas. Equivocados o acertados; siempre hay que analizar con ánimo ponderado, sus opiniones, pues sus ideas respondieron a los tiempos vividos y los mismos nos pueden ayudar a comprender determinadas situaciones que ocurren actualmente.
Veamos, la visita de Zelensky a Washington no ocurrió de la nada. No fue improvisada. En diplomacia ello no ocurre. Todo se programa, es decir, la fecha, hora, lugar, la agenda a discutir, el número de asistentes, como también si lo que se discute se hace público, ante los medios de comunicación social. E incluso la vestimenta es un punto muy importante. Se trata de las formas y éstas, en diplomacia, son parte del contenido. El encuentro siempre es resultado de un acuerdo entre las partes involucradas. Razón por la cual, considero fue un error de parte del equipo de Zelensky, no advertir que los estadounidenses son muy formales a la hora de discutir. Él ha debido tener en cuenta ese detalle, independientemente del nivel de conflictividad que experimente su país. Los negociadores vietnamitas, son el mejor ejemplo. En los momentos más duros de la guerra con los estadounidenses, ellos vestían dignamente, respetaron las formas. Sabían de la formalidad de los estadounidenses.
La agenda misma fue de una improvisación total. Zelensky debió ir preparado para enfrentar el escenario. Trump es un hombre que se caracteriza por su histrionismo; por lo que Zelensky ha debido ponderar ese detalle. Luego, el idioma. En tales encuentros se debe utilizar un intérprete oficial para evitar los malentendidos. Fue un error de Zelensky hablar en ingles con Trump. Por mucho que el líder ucraniano hable bien el idioma, él no es estadounidense.
La reunión era entre dos Presidentes. El Vicepresidente de EEUU estaba demás. El Secretario de Estado, Marco Rubio, estuvo en silencio, pues quienes hablaban eran sus superiores. Zelensky ha debido establecer los límites para no verse arrastrado a la trampa de Trump. Hay que saber evitar las situaciones incómodas. El cuadro de Napoleón con Metternich es un ejemplo que evidencia la destreza y habilidad de un hombre que tiene claro su objetivo. Para Zelensky era vital eludir esa trampa; pero cayó en ella y es su responsabilidad.
La reunión ¿era una rueda de prensa o qué? Zelensky al observar el teatro montado ha debido dar marcha atrás y muy diplomáticamente excusarse, so pretexto de una llamada e irse inmediatamente. El Presidente chino, Xi Jinping, lo hizo, durante una cena con Trump al enterarse del bombardeo a Siria, bombardeo que Trump no le había informado con anterioridad. Por lo que ese ejemplo alimenta la visión de que es posible inventar excusas para evitar situaciones incómodas. Zelensky, como dice la canción de Chacumbele, él mismito se mató. Por lo que hay que ponderar ese momento sin apasionamiento y comprender que no hay nada gratuito en diplomacia, ni siquiera un almuerzo.
Decir que Trump es mal educado, grosero, soberbio es un tema que no entra en política. Él hizo su juego, para decirle al Mundo quien es el jefe y Zelensky con su postura infantil, moralista e idealista, se prestó para ello. Muchos dirán, pero, posteriormente, toda Europa, lo apoyó. Bueno, pero no puede mantener el esfuerzo de guerra sólo con este apoyo.
La guerra siempre es una tragedia humana, pues mueren millones de seres humanos, en nombre de la dignidad, pero, ésta, es de los que gobiernan y organizan las guerras. Buscar la paz es el objetivo para evitar que aumenten las víctimas en el frente de batalla. Zelensky, con su postura frente a Trump alentó a la Unión Europea a seguir la senda del belicismo. Trump con su soberbia y estilo característico les respondió a esa Europa y a Zelensky, parafraseando a Hemingway: “¡Adiós a las armas!”.