200 años del nacimiento de Dostoyevski y la política exterior rusa – Por Eloy Torres
El título despierta curiosidad. Dostoyevski, quien cumple 200 años de haber nacido, es un escritor, dueño de una pluma atormentada y fundamentada en la creencia religiosa; ahora, vincularlo a la frialdad analítica de la Geopolítica y las Relaciones Internacionales, se ve difícil. Mas, nada es casual. Me explico, traigo el argumento extraído de una fútil conversación. Un buen amigo dio una opinión contentiva de un prejuicio, propia de la ignorancia (serlo, no es un pecado; todos lo somos, en muchas cosas, yo, por lo menos, lo soy, en casi todo). Pero, esa opinión, envuelve un chiste banal intelectualmente hablando, dicho, además, por un hombre culto. El dice que la lengua rusa es absurda (¿?). Ciertamente, es toda una barbaridad.
Evidentemente, es una opinión, propia de un cliché ideologizado y quien lo repite, muestra desconocimiento y creo entender, lo hace extensivo a la literatura con la que ella se escribe. A ver, todas las lenguas tienen sus particularidades. Primero, Rusia, ni su lengua, son Lenin, Trotsky, Stalin, Jrushov, Brezhnev o Putin. No, ese idioma no es culpable de lo hecho por éstos. Es como si el idioma alemán, tuviere la culpa que Hitler lo hablara; o el italiano, que Mussolini lo “parlara”. Creemos sinceramente que el ruso, como toda lengua, como su literatura y escritores, expresan valores existenciales y filosóficos. Los pensadores rusos, por lo menos, aquellos que vagamente conocemos, a partir de los siglos XVIII, XIX, XX, incluidos, los de la era soviética, fueron individuos de primera línea. Escritores, artistas, filósofos; toda una iconografía que muestra vitalidad excepcional e incluso gozan del respeto universal.
No pretendo ejercer el papel de crítico literario o de filólogo. Ese, es el campo de Carmen Torres Márquez, mi hija. No obstante, abordaré a Fyodor Dostoyevski, un autor, cuya literatura sirve, creo yo, para interpretar los elementos constitutivos de la política exterior rusa. No puedo pasar por alto la sabiduría y empeño del Embajador Demetrio Boersner, mi maestro, no sólo como profesor, sino como jefe de lides diplomáticas y quien me ayudó a comprender la dinámica de las Relaciones Internacionales con una perspectiva global. Hoy, extraño, en demasía, a mi amigo, de quien tanto aprendí; fundamentalmente acerca del concepto, las fuerzas profundas de la historia. Concepto que utilizaré para concatenar la literatura de Dostoyevski con la política exterior rusa.
Pierre Renouvin, el historiador francés y propulsor de este concepto, consideraba que: “Las condiciones geográficas, los movimientos demográficos, los intereses económicos y financieros, los caracteres de la mentalidad colectiva, las grandes corrientes sentimentales, nos muestran las fuerzas profundas que han formado el marco de las relaciones entre los grupos humanos y que, en gran medida, han determinado su naturaleza (…) En sus decisiones o en sus proyectos, el estadista no puede ignorarlas; ha experimentado su influencia y está obligado a admitir los límites que ellas le imponen a su acción” (Pierre Renouvin, Introducción a la historia de las Relaciones internacionales, FCE, México, 2000, pp. 9-10).
Valga la ocasión para decir que esa noción de Renouvin, acompaña a los ya conocidos elementos, jurídicos, diplomáticos y geopolíticos; especialmente cuando el francés habla de “…los caracteres de la mentalidad colectiva, las grandes corrientes sentimentales”. La literatura encierra esos caracteres y expresan determinadas corrientes sentimentales que corren, con sus letras, por todo el tejido social de una nación. Es por ello que abordaremos a Dostoyevski.
De igual modo, me baso en lo aprendido durante un curso de Estetica, que vi en la Universidad Babes Bolyai, en Transilvania, Rumania, con el profesor, de nombre, Tudor Catineanu y cuya narrativa pedagógica insuflaba interpretar la visión del filósofo ruso Nikolai Berdaieff, quien, según Pitirim A. Sorokin, había logrado describir a plenitud, la “Filosofía de Dostoyevski” para mostrar las características específicas del espíritu ruso, pues, observó sus contradicciones humanas. Dostoyevski, expresa una antinomia que oscila entre el tamaño de una dimensión apocalíptica y otra, nihilista. Los rusos, no pueden convivir en la mitad de la cultura, como hacen los europeos, sino que lo hacen en los extremos. El espíritu ruso no acuerda con las formas y principios; hoy, éste, se manifiesta abiertamente en la Geopolítica. Dostoyevski, con su genialidad lo encarnó, y su literatura lo exuda magistralmente, son las antinomias del espíritu ruso. Vale la pena leer las interesantes observaciones de Pitirim A. Sorokin y su libro Las filosofías sociales de nuestra época de crisis.
Dostoyevski, según Berdaieff, refleja la estructura del alma rusa o su concientización, también fue un “juicioso mensajero” de la idea de la conciencia nacional rusa y expresa además, todas sus bondades y males; es “el pueblo portador de Dios”; el único bajo esas condiciones. De alguna manera, vemos similar consideración en los hacedores de la cultura estadounidense. Herman Melville, por ejemplo, cuando hablaba, con análoga tonalidad, al decir que los EEUU son el pueblo escogido por Dios, pues es su expresión tangible y real en la tierra. Dostoyevski también marcha en la misma dirección. Nos encontramos con dos versiones, la rusa y la estadounidense, resumidas en una sola visión: el mesianismo de una nación que apunta a la auto-conciencia en calidad de pueblo escogido.
Dostoyevski, un genio innegable, también fue un gran visionario. Pertenece a una élite de pensadores, filósofos, ensayistas, escritores, poetas, músicos; todos pletóricos de ideas e innovaciones en sus respectivos campos. El siglo XIX fue un siglo de ideas y desafíos. En el caso particular de Dostoyevski, a pesar de sus exageraciones y a la secularización del cristianismo en Occidente, representó a “…una pequeña minoría social (…) eco del fragor de los terremotos que sacuden a toda la humanidad”. (Eric Hobsbawm, Las revoluciones burguesas. Europa 1789-1848, Guadarrama, Madrid 1964, p. 308).
Dostoyevski, es el creador de aquelllos elementos que han alimentado, con su visión del Mundo, toda la arquitectura de valores de la política exterior rusa. Emblemática su expresión: “Rusia no es Occidental ni Oriental; es única. El espíritu ruso se bate con el espíritu occidental”.
Dostoyevski es uno de los escritores cuyas obras tuvieron un efecto profundo y duradero en la literatura, la filosofía, la psicología, la teología como en la edificación de la política exterior rusa, luego soviética, y de nuevo rusa, esta vez, con Putin al frente. Sus creaciones más conocidas y de mayor impacto, en nuestra opinión, destacamos: Crimen y castigo, El Idiota, Recuerdo de la casa de los muertos, Pobre gente, Los hermanos Karamazov, Los endemoniados, El Jugador y otras más. Su obra literaria incluye once novelas, diecisiete cuentos y muchas otras obras. También destacó por su trabajo periodístico. Fue un hombre sensible y atormentado, cultivó el nihilismo, corriente filosófica desarrollada por Nietzsche, la cual, es abordada como un proceso histórico de “desvalorización” de los valores supremos. Esto se observa cuando habla de la muerte de Dios. Esto significa el fin del Mundo suprasensible y considerado como verdadero; desde dónde provenían los ideales que sustentaban las creencias y el accionar del hombre. Ese “coqueteo” de Dostoyevski, con valores, construidos y reflexionados por Nietzsche y cuya espiritualidad chocaba con la axiología rusa, lo llevó a ser sentenciado a varios años de trabajos forzados en Siberia.
La expiación también significó una revelación espiritual para el escritor quien descubrió o redescubrió la ortodoxia religiosa. Tras su liberación, se alistó como soldado y luego trabajó como escritor y periodista. Viajó por Europa y desarrolló una adicción al juego que lo arrojó a los brazos de la pobreza. Durante un tiempo, se humilló pidiendo dinero prestado a conocidos, prometiendo propiedades, pero finalmente se hizo famoso por sus libros. La importancia de su literatura es universal y primordial. Dostoyevski influyó a Kafka, Joyce y Camus. Su universo literario refleja la crisis social y espiritual de la Rusia zarista del siglo XIX, imaginando enfrentamientos polifónicos entre personajes originales y paradójicos, marcados por una profunda psicología y tragedia, en una búsqueda permanente y apasionada de la armonía social.
Mostró su talento, en tanto observaba la psicología humana y las realidades políticas y religiosas de Rusia en su lento proceso de modernización. Sus obras, son de un carácter profético, porque algunas, anticiparon a los bolcheviques (Por ejemplo, en Crimen y Castigo, el atormentado Raskolnikov, se observa al prototipo del comunista nimbado de la idea de ser el ejecutor de la justicia, en calidad del superhombre). Dostoyevski fue también el precursor de las ideas modernas en literatura y filosofía. Con el tiempo, fue llamado, “el padre de la novela moderna”, o bien, “uno de los más grandes genios religiosos del siglo XIX”, como también “el precursor del psicoanálisis y la psicología criminológica”; le llamaron “un agorero” al anticipar la secularización, el malestar social, el comunismo, el fascismo y el existencialismo. Su visión, centrada en la religiosidad ortodoxa; con la que abrazó el “humanitarismo misericordioso”, a todo lo largo de su literatura, fue el motivo para ser marginado por los comunistas, quienes enceguecidos por su ideología, “no veían al pueblo” como masa, en sus obras. Lo ignoraran. El bolchevismo fue una concepción que se propuso desde 1917, desindividualizar y deshumanizar al hombre. La sociedad, el arte y la literatura, debían ser nuevas y colectivas. Aunque desde 1956, la burocracia soviética cambió de perspectiva y modificó su valoración acerca de Dostoyevski.
La identidad rusa tiene unas características específicas. Ahora bien ¿cuáles son las características de la identidad rusa?
En primer lugar, el misticismo. Éste, literalmente vive en la historia y vida rusas. Las bases de la aparición de ese misticismo las encontramos en las enseñanzas del “Hesicasmo”, promovido por San Gregorio Palamas quien fuere canonizado por la Iglesia Ortodoxa. El hesicasmo es un sistema espiritual de orientación esencialmente contemplativa que pone la perfección del hombre en la unión con Dios por la oración continua y pura. La Iglesia Ortodoxa lo caracteriza con la afirmación de la excelencia o de la necesidad de la “hesiquia”. El término, hesiquia, transcripción literal del griego antiguo, hJσυχία que significa según la traducción: quietud, calma, reposo, tranquilidad. Todos estos elementos han estado estrechamente vinculados a la religiosidad ortodoxa rusa y se traduce a la vida cotidiana y de la cual la política no está excluida. Probablemente, esta es la razón por la que la vida espiritual del pueblo ruso es más unida e integral que en Occidente, pues se mueven bajo el amparo del misticismo.
Otro elemento que nos permitimos incorporar, es el mesianismo como constituyente de la política exterior rusa. Quizá la mejor explicación a este elemento del mesianismo ruso, lo encontramos en la argumentación dada por Walter Schubart y destacada por Pitirim A. Sorokin. Según éste, Shubart decía:
“El mesianismo religioso, ético, político y social económico de las recientes centurias es la forma dominante de la reacción del alma rusa transformada, a todas las manifestaciones del alma prometeica. Este mesianismo penetra la gran literatura rusa de los siglos XIX y XX, especialmente la de Gogol, Dostoyevski, Tolstoi y otros, hasta Andreiev, Gorki, Chejov, e incluso los escritores soviéticos: la filosofía y la metafísica dominante en Rusia, representada por Skovoroda, Soloviev, hasta Berdaieff, Bulgalov, Lossky y otros. De una manera desfigurada, el alma mesiánica rusa se manifiesta aun en la política soviético-comunista: siendo prometeica en su esencia, el comunismo ruso manifiesta el más intenso entusiasmo mesiánico por una reconstrucción fundamental del Mundo. Shubart registra una serie de hechos en apoyo de sus tesis. El alma y la cultura occidentales son las de las clases medias (de los términos intermedios), las de Rusia son de los polos extremos: El europeo solamente quiere algo que mejore el Mundo, que es en muchos aspectos buenos; el ruso desea espiritualizarlo completamente. El alma y la cultura occidentales están penetradas por un temor y una angustia primarias; el alma y la cultura rusas están penetradas por una fe y una confianza primarias en las fuerzas internas y trascendentales del Mundo. El prototipo occidental considera el orden como el valor básico; por eso es legalista y formal. El prototipo ruso construye sobre los principios de la espontaneidad y de la piedad; tiene en poca estima las normas legales y formalistas. La cultura occidental es la cultura de las normas legales; la rusa es la de los esfuerzos supra-legales, morales y libres y sus ideales. La cultura occidental puede degenerar fácilmente en formalidad sin alma, osificación, y asfixia de la vida y de la virtud en las normas muertas de la legalidad; la cultura rusa puede caer fácilmente en el caos de la anarquía sin normas, nihilismo espiritual e histeria. El alma racionalista de Occidente piensa intencionadamente en su cultura utilitarista y hedonista; el alma mesiánica rusa, piensa expresivamente; la ética rusa es la de la espontaneidad y del impulso. El alma occidental es egoísta, centrada en sí misma e individualista; la rusa es fraternal, concentrada en el nosotros y colectivista. El alma occidental está penetrada por la concurrencia; la rusa por la cooperación”. (Pitrim A. Soronkin, Las filosofías sociales de nuestra época de crisis, Editorial Aguilar, Madrid, 1954, pp. 178-179).
Sirva esta extensa cita de Sorokin, para nuestro argumento. El mesianismo, desde los tiempos del Pedro El Grande, siempre ha estado presente en la formulación y ejecución de la política exterior rusa, luego soviética (ideologizada in extremis, por el PCUS) y hoy, de nuevo rusa, en manos de Vladimir Putin. Basta ponderar las expresiones de éste y de sus funcionarios, cuando hablan de la “misión” de Rusia en el concierto de las naciones.
Otro elemento es el historicismo. Su historia, como elemento, va más allá de la racionalidad, constituye el valor, más importante del pueblo ruso. Está indisolublemente vinculada a la religión ortodoxa. Los elementos, ya citados, lo confirman. La religión ortodoxa ha moldeado la historia de Rusia. Tras la circunstancial presencia del comunismo que buscó dominar a Rusia durante 70 años, hay que resaltar la fuerza con la que la religión ortodoxa se reinstauró rápidamente en el tejido social ruso, una vez desaparecido el comunismo. La religión ortodoxa ha estado presente y fijada en la memoria colectiva de los rusos. Es la historia. La ortodoxia, es inseparable de su idiosincrasia. El ruso lo asume como un hecho normal. Le ha sido inherente no sólo en los últimos años, sino también en épocas muy lejanas. La historia, a su vez, vuelve a estar estrechamente ligada a la religión ortodoxa, y estos dos conceptos ya forman una nueva filosofía, que se convierte en espejo de personas. El ejemplo más llamativo del pensamiento histórico-sagrado es la idea del “compañerismo”.
No podemos obviar detalles insertos en la panoplia de aspectos que, conviven y coexisten en la cotianidad rusa. Me refiero al elemento estético. Éste, se manifiesta en las esferas más seculares de la vida, no sólo en el arte, sino en la filosofía, la moral. Los ejemplos más llamativos de esa manifestación estético-religiosa, en el arte, están en los clásicos iconos rusos y todas las pinturas, cuyo manifiesto acento ortodoxo es visiblemente marcado. Las obras de Dostoyevski son emblemáticamente ejemplares. Pero, también, están los poemas e historias de otros autores, así como artículos y obras de destacados pensadores. Tolstoi, por ejemplo, es portentosamente particular, la presencia directa e indirecta del factor religioso en su narrativa.
Es aquí donde aparece la visión de Dostoyevski ante la globalización. Ella, es un problema para el Mundo frente a Rusia y viceversa. Tal como sabemos, ella no es occidental, pero tampoco es oriental. Es única, distinta. El sentido general del concepto ruso deja de ser puramente semántico. En otras palabras, el establecimiento de un concepto único, monopolizado por una sola visión, la globalización, como proceso, luce muy cuesta arriba. Por lo que Rusia y su política exterior hablan de promover el enriquecimiento espiritual de todo el Mundo. Rusia, está dispuesta a asumir su compromiso para unificar a la humanidad. La globalización, no puede ser solamente la de los mercados; sino de la espiritualidad del Mundo. E igualmente, para Rusia es incomprensible, que muchos países no acojan su apuesta; a pesar que sus valores predominantes, forman parte de la arquitectura axiológica de la Humanidad, entre las cuales destacan la libertad, justicia, la fraternidad, tolerancia, la solidaridad, ausencia de violencia, entre otros.
Lo cierto es que las prioridades espirituales de los Estados se incluyen en los llamados intereses nacionales, como se dice en la jerga del realismo político; ahora, éstos, reflejan en el enfrentamiento entre ellos y no hay unidad, pues cada actor internacional promueve el suyo. Todos vivimos nuestras visiones, nos las formamos a partir del cúmulo de creencias que nos alimentan desde niños. Por lo que la cultura e historia de Rusia, como todo el edificio de su construcción axiológica, ha estado fuertemente adherida a su existencia, como una hiedra en la pared. Es la religión y su espiritualidad que emana de la ortodoxia cristiana; aunque, como el helenismo, que se nutrió de otras culturas distintas, fueron cual partículas espirituales; así mismo, la ortodoxia cristiana, en Rusia, se ha ido enriqueciendo, para emerger con el estandarte de ser el pueblo que supuestamente, interpreta mejor a la Humanidad. Ellos, se alimentan de la creencia, según la cual, representan a esa parte de la Humanidad, con su postulado de unidad, que dará vida a un mundo nuevo y distinto.
Para Putin, hombre enceguecido por acrecentar el papel de la gran Rusia, ha impuesto en su praxis política, un andamiaje positivo para su país. El Occidente lo percibe agresivo, y no lo podemos culpar, pues los intereses rusos van directamente en contra de los occidentales. Es aquí donde aparece la Geopolítica. Rusia, se percibe así misma, como una especie de “Mesías” para la Humanidad y ello, se hace evidente, gracias a su empeño de posicionarse geopolíticamente; el cual busca hacerlo evidente con la ampliación de sus fronteras; entonces, estamos ante un elemento expansionista y chauvinista. Hay que destacar que los actos religiosos de gran envergadura son encabezados por Vladimir Putin, como representante de la nación rusa.
El drama de Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Moldavia, Azerbaiyán, Armenia y los Países Bálticos; es lo suficientemente claro para explicar el expansionismo ruso; aunque ello, desde Moscú no se reconozca. Por el contrario, ellos justifican su desempeño por el hecho que todos esos pueblos, junto con Rusia, sufrieron los rigores de la guerra contra Hitler, como las hambrunas impuestas por las delirantes políticas de Stalin; luego, la falta de libertad. Hoy, Rusia, busca con sus políticas, fortalecer el postulado principal de su espiritualidad y se mueve para mostrar su alma piadosa y armónica, de la cual nos habla Walter Schubart.
Todo esto nos conduce a sopesar la realidad rusa, en el marco de algo que va más allá del realismo político. Los dirigentes rusos, han sobrepasado los límites, según entendemos los escritos de Schubart, Berdaieff y del mismo Sorokin. Ésta, es la real creencia del pueblo ruso, por demás, nimbado de una total religiosidad ortodoxa. Los rusos creen que la actitud general de su pueblo, no se inscribe como un acto de sumisión suya ante los designios de su Estado. Para ellos, todo responde a algo más profundo. No es una simple relación de su pueblo con los que dirigen al Estado. Ellos apuestan por la complejidad, la cual abarca todo un espectro de la vida; es decir, la formación de su nacionalidad, sus costumbres y tradiciones, en la más estricta visión religiosa. Es un pueblo que se auto-considera como “elegido”. Igual que los pensadores estadounidenses del siglo XIX, que se consideraban, como el pueblo elegido. Basta leer a Herman Melville o a Mark Twain, para ver como ellos apuestan, en sus obras literarias, por presentar a EEUU como el “pueblo escogido”. Una tendencia que no se ha detenido en la historia. Hollywood lo reproduce cinematográficamente. En tanto que los rusos hacen lo propio; mostrándose ellos, cual Mesías, pero, con un mensaje piadoso y “fraterno”; luego, propagan que EEUU, pretenden universalizar el egoísmo y la competencia entre los hombres.
Si vemos todo en términos axiológicos, entonces no sólo la Rusia moderna, sino el Mundo entero, sufre el síndrome de la pérdida de valores; los cuales se forjaron para un momento determinado; luego, una vez debilitado ontológicamente, ese momento, es normal que el “ablandamiento o la pérdida de rigor” se manifieste en términos de crisis existencial. El Mundo está al borde del abismo. Se han perdido los valores espirituales más importantes, no hay unidad de fe, no existe compromiso axiológico. La globalización es el helenismo (en sentido negativo) del siglo XXI. Por ello, el empeño de Putin que Rusia genere una dimensión nueva, distinta frente al Occidente avasallador. La postura política de éste, apunta al desarrollo de su política exterior en todos los escenarios globales. Por lo que Venezuela no es un caso aislado. No hay que obviar a Putin, cuando habla de sus valores anti-occidentales, pero también cuando apunta a rechazar otras manifestaciones religiosas, cuya dimensión geopolítica es creciente; por ejemplo el Islam; a pesar de mantener una considerable población de cultura religiosa fundamentada en el Islam y cuyo dinamismo fronterizo es evidente. Para los rusos, lo esencial es el triunfo de la unidad, armonía y prosperidad; entonces, la Humanidad podrá abrir nuevas puertas y pasar a una nueva era, convertirse en un orden de magnitud superior e inteligente. Para Rusia, no importa si es Putin, Medvedev o bien, el que venga, más adelante; ella representa un futuro, para nada pecaminoso. Creen ser la expresión de un Mundo distinto y novedoso, basado en la fraternidad y en la cooperación.
Para concluir abordaremos los elementos a destacar en la especificidad de la filosofía de la política exterior rusa. Expondremos, como vitales aquellos elementos principales que fueron destacados en sus obras, por distintos pensadores en sus obras. La filosofía de la política exterior rusa es hija directa del helenismo, en tanto que producto, fue fraguándose hasta consolidar al cristianismo griego, léase ortodoxo. Los elementos a destacar: A) el proceso obligatorio de fijar una clara y marcada atención, en el hombre. En esto se percibe la influencia de los sofistas (El hombre es la medida de todas las cosas, en tanto es y en tanto no es) como también se observa la máxima socrática “Conócete a ti mismo” inscrita en el frontispicio del Templo de Delfos; B) Un profundo apego a las cuestiones de la moralidad, derecho, en tanto que emanación de la religión ortodoxa y fundamentalmente el bienestar; C) El ser humano es una partícula del Mundo, vital, indispensable, pero partícula al fin y éste, está vinculado a la naturaleza, jamás en su contra; D) El ser humano está armado de la experiencia y la intuición.
Todo esto explica la displicencia rusa a las normas impuestas por el final de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, la extinta URSS y la hoy Rusia de Putin miran, con desdén las reglamentaciones jurídicas internacionales, especialmente en materia de DDHH u otras consideraciones políticas; como la “soberanía” en el caso de Ucrania, Bielorrusia, Georgia y los países del Cáucaso y del Báltico. Ellos no creen en la formalidad jurídica, sino en el derecho de la fuerza de su nación mesiánica. Así se han alimentado axiológicamente desde que se formaron como la Gran Rusia.
Por último, está el elemento o factor de la “fraternidad”, concentrada en el “nosotros” y además “colectivista”. Esto implica la unificación de todas las personas que están dispuestas a unirse voluntariamente a Dios, basándose en el amor al Todopoderoso. Son valores espirituales que permiten a cada persona sentirse parte del plan de Dios y, al mismo tiempo, seguir siendo él mismo. Cabe señalar que en las enseñanzas espirituales occidentales, el portador de la espiritualidad suele ser el patriarca o el clero. Para la idea rusa, tal definición es ajena a ella; la idea de la fraternidad está vinculada directamente Dios. Lo que deseamos destacar es que los fundamentos religiosos de la ortodoxia cristiana, están presentes, como idea principal, en la filosofía de la política exterior rusa. Ahora, ésta, enfrenta, no sólo al “egoísta” Occidente y sus valores avasalladores del mercado, como la “individualidad perniciosa” que aleja al ser humano del colectivo, sino a otros a otros factores geopolíticos, cuya importancia adquieren visos de peligrosidad; para lo cual ella, deberá mimetizarse; es decir, abandonar ciertas posturas basadas en el espíritu piadoso, para sobrevivir al acoso de dos realidades: el egoísta y avallasador Occidente y el paciente y revisionista Oriente, del cual Dostoyevski “proféticamente” lo había advertido cuando sentenció: Rusia no es Occidente, pero tampoco es Oriente.
Estamos hablando de China; un fundamental elemento constitutivos de ese Oriente. Si, la hoy todopoderosa China, es la potencia del siglo XXI a la cual, todos temen. Su creciente presencia global espanta el sueño de todos. Primero, Occidente, busca los medios para enfrentar a esa inminente amenaza geopolítica. Particularmente, la Unión Europea se debate entre enfrentarla o bien sucumbir ante ella. La “Nueva Ruta de la Seda”, tejida con las ambiciones chinas, poco a poco, los alcanza; sus recursos son inmensos. Ese país ha dado un verdadero “Gran Salto”, pero no, el que soñó Mao Tse Tung; sino el de Deng Xiaoping, quien cambió su traje de revolucionario para vestir el del gran reformista y modernizador de China.
Por su parte, EEUU, obviamente, se preparan a enfrentar o, bien convivir con ese Dragón, el cual con sus fauces, esparce fuego (recursos y dinero) por todo el Mundo. Para China, no es el momento de buscar enfrentamientos con la América excepcional. El poder telúrico y talasocrático de los EEUU, aún China no lo alcanza. No obstante, en la cabeza de cada chino debe estar, el sueño de convertir a su país en la nación más poderosa del siglo XXI. Son 1400 millones de almas en procura de ese sueño.
El propio Sorokin lo describe, en su estilo, al mostrar la vitalidad de ese factor histórico en el Asia, inherente a ese país, nación o civilización, o, como quieran llamar a ese gigante geopolítico. En el citado trabajo suyo, encontramos lo siguiente “En China, ambas teorías, la teoría de Confucio de los tres estadios por los cuales pasa la humanidad – los estadios de <<El Desorden, la Pequeña Tranquilidad y la Gran Semejanza>> – , y la correspondiente filosofía de la historia, así como la interpretación mística y político-social taoísta de los procesos socioculturales, las dos aparecen en épocas de una prolongada crisis y de profundo desorden. La mayor parte de las siguientes interpretaciones de la historia neo-confucionista y neo-taoísta, neo-budista y positivista, individualistas y colectivistas, económico-materialistas e idealistas, hechas por pensadores chinos, aparecen en tiempos de perturbaciones y calamidades” (Pitrim A. Soronkin, Las filosofías sociales de nuestra época de crisis, Editorial Aguilar, Madrid, 1954, p. 27).
Si interpretamos correctamente la lógica de Sorokin, vemos que China está llegando al tercer estadio, puesto que ella ya superó el primero, “El Desorden” (la revolución de Mao Tse Tung) luego, alcanzó el segundo, el de la “Pequeña Tranquilidad” (la estabilidad del sistema comunista chino gracias a las reformas de Deng Xiaoping) y hoy se vislumbra el tercer estadio, el de la “Gran Semejanza”, es decir, el que traduce poder, fortaleza y capacidad para asumir el rol de conductor de los destinos del Mundo, bajo el estigma civilizatorio, estilo y formas chinas. Esos elementos seguramente atormentan al Kremlin, el cual está consciente que el actual poder chino, les impulsará a tomar otras medidas de mayor profundidad y complejidad, para satisfacer su hambre de historia, en el sentido de reencontrarse con ella, y lograr la recuperación de su “tiempo perdido”, por culpa de sus debilidades, frente al Occidente y Rusia, durante el siglo XIX, como también por los exabruptos y delirios de un contradictorio y paradójico Mao Tse Tung, quien a pesar de ser el hombre que unificó a China, como país, también, la debilitó con sus políticas, las cuales, según él, pretendían fortalecerlo. El caso es que ella no olvida ni perdona. Rusia, por ahora, está actualmente en la lista de sus amigos. ¿Hasta cuándo?
La Historia de las Relaciones internacionales, la prensa escrita, radial y televisiva; hoy, ampliada por el Internet, nos muestran a China como la nación con más reclamos territoriales del Mundo. Ningún vecino suyo, duerme tranquilo. Se percibe el calor y olor del fuego del Dragón chino; máxime que todos esos vecinos comparten fronteras terrestres con ella. Rusia es la de mayor extensión. Son 4300 kilómetros de problemas fronterizos; ahora bien, las cosas, pintan una gran tranquilidad. El Dragón chino no mira hacia el norte, por ahora. Son amigos y exudan “camaradería al tener un enemigo común: el “decadente Occidente”, encabezado por EEUU. La expansión china apunta al Pacífico y sus rutas comerciales. Siberia puede espérar. Ademas, China, necesita de las armas y tecnología aéreas rusas, así como de su petróleo y gas. Básicamente, China vive y se desarrolla hoy gracias al comercio naval, por lo que un estrangulamiento del mismo por parte de los estadounidenses conduciría rápidamente al colapso de China. Por tal razón Rusia es su “circunstancial amiga y socia”. La zona del Pacífico es la prioridad, además China aún no tiene “piernas” para cruzar esa frontera y retomar lo que ellos consideran les pertenece.
La circunstancial falta de “piernas” a China no le impide buscar el fortalecimiento de las capacidades de sus fuerzas armadas para cuando llegue el momento y puedan desafiar a los rusos. Para el Dragón urge aumentar la capacidad técnica de sus fuerzas armadas; por ahora, son insuficientes para enfrentar al Oso. Por lo que el Dragón prefiere medirse con sus vecinos más pequeños en toda el área del Pacifico. Por ahora, los chinos “salivan” ante el inminente momento. Es cuestión de tiempo. Rusia, lo sabe. La dilatada tensión, tarde o temprano aumentará. Mientras China ejerce presión con sus enormes recursos financieros a través de su conocida “Nueva Ruta de la Seda”. Entre ambos han mantenido una relación particular, la cual históricamente hablando ha sido tortuosa, propia de las naciones que buscan, unas, defenderse de los que promueven conquistas de territorios y de aquellos que le puedan generar seguridad y frutos geopolíticos a los suyos. China fue para la Rusia zarista, la de los Romanov, muy apetecida. Buena parte de su inmenso territorio fue arrebatado a China. Ella, lo tiene muy claro. Ellos estudian geografía e historia y y miran, con el recuerdo, al Norte. Son 1400 millones de chinos que saben que el futuro les espera como un libro abierto, con sus brazos extendidos. A pesar de ello, mantiene su aianza con Rusia: Putin y Xi Jinping acaban de extender el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación firmado el 16 de julio de 2001. EEUU es el enemigo común, aunque insistan en que su alianza no va dirigida contra nadie, y que sus relaciones son “modelo y ejemplo de cooperación”.
China aplica, la vieja enseñanza de Sun Tzu en el Arte de la Guerra: “Si utilizas a un enemigo para derrotar a otro enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”. China, ha sabido esperar pero, también superar el sentimiento de frustración que le tocó experimentar cuando las nefastas Guerras del Opio. Su país había sido fraccionado en espacios controlados por potencias extranjeras y como Estado, China, no tuvo dominio sobre su territorio durante muchos años. Fue su espiritualidad, la que salvó su unidad como nación. Ella no responde a los cánones tradicionales de un Estado-nación; sino a los impulsos de una espiritualidad que emana de su civilización; son un Estado-civilización. Tal como es sabido: su nación fue primero que el Estado. Su población fue marcada al igual que la India; pero, en el caso chino fue paradigmático: “…la población de China aumentó con rapidez en el siglo XVIII y principios del XIX, hasta que la intervención europea y el tradicional movimiento cíclico de la historia política china produjo la quiebra de la floreciente administración de la dinastía manchú que alcanzó la cumbre de su efectividad en este período” (Eric Hobsbawm, Las revoluciones burguesas, Europa 1789-1848, Guadarrama, Madrid, 1964, p. 211)
Los conocedores de las Relaciones Internacionales, saben de las particularidades de cada país. China tiene las suyas que evidentemente las diferencian e incluso enfrentan a Rusia. Hay en su memoria hechos históricos que los llevarán a desafíar a Rusia; luego, su posicionamiento geopolítico, globalmente hablando, pone en evidencia sus intereses inmediatos. La política exterior china frente a Rusia es clara y compleja. Ésta, se ha movido desde las tensiones hasta las colaboraciones. Hoy, China es aliada de Rusia, para enfrentar a su rival común: EEUU.
Moscú despliega su diplomacia, para mantener su influencia en el Cáucaso. Sabido es que esos países fueron “hermanos” de Rusia, en el marco confederado de la URSS, junto con los de Asia Central. Eran “fronteras imperiales”. Hoy, Rusia busca fortalecer su poder periférico para enfrentar a China, acrecentando su influencia militar. Ella, realiza un complejo juego para evitar ser “quemada” por el fuego del Dragón. Es aquí donde aparece Dostoyevski para quien “Rusia no es occidental, pero tampoco oriental”. Ella, debe jugar sus cartas, tal como hacía Alexei Ivanovich, el personaje de su novela El Jugador, quien siempre decía: “Y qué hubiere sido de mi si me hubiera acobardado entonces, si no me hubiera atrevido a tomar una decisión”. Eso, en la política exterior rusa cuenta y mucho; aunque no emane de su filosofía piadosa, pero que fatalmente está presente. No es fácil el futuro de Rusia, mientras China sonríe y trata de calmar las ansiedades. ¿Será suficiente? ¿Qué hará y cómo actuará Rusia? El juego de póker está sobre la mesa.
@eloicito