¿Reeditar la Guerra Fría? – Por Félix Arellano
Últimamente, se observa en algunos medios la insistencia en reeditar la Guerra Fría como explicación para algunos juegos geopolíticos que se encuentran en pleno desarrollo entre las potencias, en particular, el enfrentamiento entre Estados Unidos y China.
Sorprendentemente, el proceso bolivariano, en su obsesión radical e historicista, asume que está reviviendo el viejo enfrentamiento entre un comunismo que, por sus fracasos, está en extinción y el capitalismo que, con sus defectos, se ha consolidado.
La Guerra Fría que prevaleció finalizada la Segunda Guerra Mundial, entre el comunismo, capitaneado por la vieja Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), contra el capitalismo liberal, bajo el liderazgo de los Estados Unidos implicó un enfrentamiento radical de valores y sistemas que, en sus inicios, presagiaba un final devastador; empero, el racional interés de sobrevivencia y el desarrollo de prácticas políticas y diplomáticas facilitó una hábil coexistencia.
Diversos enfrentamientos ocurrieron, algunos de profunda intensidad, como las guerras de Corea o Vietnam, pero en el momento que la conflagración podía ser directa y total, como fueron los casos de las crisis de Berlín o en particular la crisis de los cohetes en Cuba, privó la racionalidad y el entendimiento. En tal sentido, nos encontramos con unos llamados “tigres de papel” que compartían canales de comunicación, como el emblemático teléfono rojo, y se mantenían en una guerra fría, con enfrentamientos delegados en diversas partes del planeta.
Son varios los factores que ilustran la dificultad de reeditar aquel profundo enfrentamiento de sistemas y valores y, en el plano económico, podemos encontrar claros elementos.
La propuesta económica del comunismo ha fracasado en todas las experiencias conocidas, en consecuencia, ya no podemos vivir una guerra fría de dos sistemas económicos diferentes.
La China de Deng Xiaoping fue una de las primeras en reconocer el fracaso de un modelo que solo destruye para perpetuarse en el poder.
Para superar las hambrunas y la destrucción del país, Deng asumió la economía de mercado bajo la dictadura del partido comunista y se ha logrado que China se transforme en una de principales potencias económicas del mundo. La URSS, gracias a las reformas de Mijaíl Gorbachov, fue incorporando el mercado y algunos incipientes elementos de democracia que Putin se está encargado progresivamente de desmontar.
Vietnam también ha comprendido que el control de los medios de producción, como lo plantea el obsoleto manual marxista, solo genera pobreza y destrucción, por eso se ha sumado a la economía de mercado, pero bajo la dictadura política del partido comunista. Ahora bien, siempre quedan excepciones y pareciera que en nuestra región la dictadura de los Castro en Cuba, el proceso bolivariano y el Foro de San Pablo, entre otros, siguen repitiendo el falso discurso de la lucha de clases y la supuesta revolución transformadora.
Desde la perspectiva económica otro elemento que contradice reeditar la Guerra Fría original, tiene que ver con el complejo comportamiento del presidente de los Estados Unidos. En la época de la Guerra Fría, Estados Unidos se presentaba como el paladín de la defensa del mercado libre y de las libertades en sus diversas expresiones.
En estos momentos pareciera que, por razones electorales, el presidente Trump mantiene una política proteccionista y un discurso de enfrentamiento con algunas acciones comerciales agresivas, contra varios socios tradicionales de su país; empero, asume una posición ambigua frente a algunos gobiernos autoritarios, como es el caso de la Rusia de Putin o la dictadura de Corea del Norte.
El enfrentamiento con China representa el caso geopolítico más complejo, pero no reproduce la guerra fría. En este escenario, si bien Estados Unidos trata de promover reformas profundas en el sistema económico de China, en el fondo está enfrentando su expansión tecnológica en aspectos tales como: la tecnología 5G, la inteligencia artificial, el internet de las cosas y las cadenas globales de valor. Es un enfrentamiento por el liderazgo del mercado global, pero, en principio, los dos países apoyan el libre mercado.
Desde otra perspectiva, varios grupos radicales latinoamericanos y, entre ellos, el proceso bolivariano, en su obsesión ideológica, mantienen un discurso manipulador sobre el enfrentamiento de dos sistemas, como en la vieja guerra fría.
Lamentablemente, no terminan de reconocer que los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela forman parte de la lista de fracasos del modelo destructivo de la economía para perpetuarse en el poder.
El caso bolivariano evidencia con mayor rigor las complejidades de la realidad. Por una parte, confirma el fracaso del proyecto controlador de la economía; por otra, ilustra sobre la falacia de un discurso que sigue repitiendo el libreto de socialismo, pero en la práctica promueve una apertura salvaje y anárquica de la economía que no es sostenible, sustentable y es inhumana.
Nos encontramos frente a un espejismo de mercado, carente de base jurídica sólida. Se mantiene vigente la normativa punitiva, pero a los amigos del proceso se les permite la impunidad. Una ilusión de cambio que no puede sostenerse por el colapso de los servicios públicos, la destrucción de la ecología y la sistemática violación de los derechos humanos.