En reiteradas ocasiones hemos utilizado el apotegma de Hegel, parafraseado por Marx, según el cual la historia se repite dos veces, éste, en su estilo literario, se permitió complementar y confirmar: “una vez como tragedia y otra como farsa”. Desde 1953, se inició, tras la muerte de Stalin, una lucha entre fracciones en el PCUS. La corriente anti estalinista, con Jrushov a la cabeza, se impuso. Era una corriente, más que todo, vinculada a “adecuar”, los métodos de organización de la URSS y del partido a los nuevos tiempos. Nada que ver con una “Revolución dentro de la Revolución”. Una muy puntual “reforma”. Nada más. El triunfo de Jrushov marcó un largo proceso de “desestalinización” en Moscú. El XX Congreso del PCUS en 1956, inició ese proceso, pero también, apuntó a observar al mundo desde una nueva perspectiva en materia de política exterior y su posicionamiento internacional.
Con Jrushov, la política exterior de la URSS acumuló grandes tensiones, particularmente con los EEUU. Su diplomacia vistió el traje de la confrontación. El momento más trepidante en esas relaciones lo constituyó la crisis de 1962, con los misiles instalados en Cuba, apuntando al territorio norteamericano. Esa crisis reveló los esfuerzos por salir de ella con el mínimo de costos para todos los implicados, incluso Fidel. Lo fundamental es que se evitó un conflicto nuclear de proporciones incalculables.
Jrushov no tenía en mente la revolución mundial, promovida, inicialmente por Lenin y Stalin. No obstante, el papel que desarrolló Fidel Castro, con su carisma y juventud, impactó al mundo y a la URSS; concretamente a Jrushov quien no quedó indiferente. Fidel se mostró audaz, valiente y decidido. Había impactado sensiblemente al mundo con su discurso fogosamente nacionalista. Ello determinó que el regordete líder soviético tomara en cuenta la postura de Fidel y se movió hacia Cuba, cual oso, en busca de la miel. Máxime que algunos agentes cubanos habían dejado caer el guante acerca de una posible, como deseable, colaboración soviética con Cuba.
La fracasada invasión de Bahía de Cochinos en Playa Girón aceleró los planes de moverse hacia la confrontación con Washington. Esa expedición compuesta por unos miles de cubanos desesperados por acabar con la dictadura fidelista, fue equipada y entrenada por las autoridades norteamericanas. Éstos, no pudieron cumplir con su cometido y fueron rápidamente derrotados. Toda Cuba y el mundo, vieron asombrados a un Fidel saltando de un tanque que disparaba sobre los invasores en la playa, en Playa Girón. Surgió la mitología. Nació el Comandante en jefe o, el caballo, como le bautizaron a Fidel en Cuba.
Esa cohesión facilitó el acercamiento de los cubanos con los soviéticos. Éstos, lo hicieron por medio de unos mercenarios españoles al servicio de la URSS. Todos veteranos de la guerra civil española durante los años 1936-1939. Se comenta que Raúl Castro y el Che Guevara, fanatizados creyentes en el comunismo, ejercieron un papel significativo sobre Fidel. Bueno, es una especulación, sobre todo si nos atenemos a la sabiduría popular venezolana: “El niño que es llorón y la mamá que lo pellizca”. A Fidel, no le costó asimilarse a ese esquema con los soviéticos y se convirtió en “marxista-leninista”.
Si comparamos la realidad que confrontó Stalin en Europa, podemos decir que Jrushov, mostró mayor osadía, a pesar de lo argumentado más arriba de que para él, no estaba planteado ninguna revolución mundial. Para este, se trató de desarrollar las esferas de influencias soviéticas en el marco de una geopolítica, disfrazada ésta, por una acción del “internacionalismo proletario”. Jrushov buscó alianzas en los Estados recién liberados de la tutela colonial y que fueron bautizados como el Tercer Mundo.
Según indica la realidad para el regordete líder soviético, la más osada acción a desarrollar fue la instalación de unas bases de cohetes nucleares en Cuba. Esa acción fue aprobada por toda la dirección soviética y consentida, como esperada, por Fidel en Cuba.
La narrativa y toda la argumentación esgrimida, bañada además de toda una monserga ideológica, por Jrushov para justificar su presencia en territorio cubano, descansó en la supuesta defensa de Cuba de una invasión norteamericana. La idea en sí no estaba alejada de la realidad, según indica la lógica de la política. El régimen de Castro era un objetivo de la CIA. La Operación Mangosta establecía acciones de sabotaje para debilitar al régimen de Fidel y posteriormente invadirlo para acabar con él. En sana lógica ello formaba parte de los entendidos hemisféricos de las esferas de influencia norteamericanos. Total, los gobiernos, no viven solos o aislados del mundo, independientemente que Cuba fuese geográficamente una isla. Ella, se debía a determinados acuerdos que debía respetar. Éstos son, los límites y las proporciones de la geopolítica. Fidel no lo hizo, jugó y arriesgadamente se movió en unas arenas muy movedizas. El final fue la crisis en un octubre de 1962. Momento en el que casi el mundo vuela en pedazos por satisfacer la veleidad mesiánica de un hombre como Fidel Castro y de Jrushov, quien buscó asentar a la URSS como un poder global en nombre del “Internacionalismo proletario”.
La URSS utilizó a Cuba como un peón estratégico; como una moneda de cambio; una barajita por otra. La URSS buscaba el equilibrio de los poderes globalmente. Ella, estaba encerrada en Europa, por un complejo mecanismo de factores nucleares norteamericanos. Mientras que el poderío nuclear soviético, que existía desde los años 50, no alcanzaba, globalmente hablando, mayor peligrosidad para los EEUU. Por lo que la instalación de esas bases nucleares en Cuba en 1962 marcó un hito en el desafío en las relaciones internacionales del siglo XX. Jrushov buscó, desesperadamente, obtener concesiones de Kennedy. Por lo que la URSS exigió, como toda negociación indica, un plan, un objetivo y se aprovechó de las circunstancias para obtener lo que buscaban: el retiro de unas instalaciones de cohetes en Turquía.
Jrushov, se movió en ese sentido y motivado por la idea que el joven presidente americano no quería un conflicto nuclear, adelantó sus jugadas, a pesar de saber que los americanos disponían de un complejo nuclear mucho mayor. Total lo que quería Jrushov era obtener el reconocimiento de los EEUU como potencia nuclear. Buscaba mostrar una advertencia a Washington de sus deseos. Luego, estaba China, la cual mostraba su dentadura, incluso desde antes de 1962, pues, según ésta, la URSS no “ayudaba” lo suficiente a los movimientos revolucionarios del Tercer mundo por miedo a los EEUU, cuando éstos, eran de hecho unos “tigres de papel”, al mismo tiempo China, acusaba a la URSS de neo-imperialista y de permitir que los EEUU se mostrasen superiores, en las relaciones bilaterales, frente a las ideas comunistas.
Hay que tomar en cuenta los elementos presentes en el proceso decisional de las políticas de Estado. La política exterior, en tanto que conducta de un Estado frente al campo exterior, debe fundamentarse en un estudio serio, responsable y enmarcado en factores decisivos, como lo es el interés nacional de éste. Jrushov se movió cual ágil gacela en los años que gobernó. Lo hizo a partir de una cosmovisión encerrada en sí misma y desprovista de los insumos que ofrecen un conjunto de formulaciones teóricas y experimentadas. Creemos aquí, Stalin, fue un tanto más respetuoso, especialmente durante la guerra y quien se dejó asesorar por sus militares y especialistas en diplomacia.
En tanto que Jrushov fue más allá y desplegó una política exterior que, al principio encantó a mundo. Ésta, precedida por el largo informe del XX Congreso del Partido comunista, en el cual desnudo la sangrienta gestión de Stalin. Un punto a favor del regordete líder. No obstante, al enfrentar una crisis de envergadura, el campechano líder del Kremlin acusó sus carencias y se mostró débil frente a la realidad; máxime que se sobredimensionó y fue huérfano de asesores, porque no creía en el concepto de “asesor”. La realidad lo sobrepasó. Mientras Kennedy, hombre formado y proveniente de las élites dirigentes de los EEUU, alimentado por una batería de analistas se vio superior frente al hombre del Kremlin.
El día de las decisiones llegó y Jrushov ante la amenaza de Kennedy de iniciar el conflicto bélico, le contrarréplica y sacó los obsoletos cohetes en el Mar Negro, de la región de Turquía. A Jrushov no le quedó más remedio que sacar las bases de cohetes en Cuba, desatando la furia de Fidel quien en el estilo muy cubano, le mandó a escribir en las paredes de la Embajada soviética en la majestuosa Quinta Avenida de Miramar en la Habana: “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”.
En el frente interno de la URSS significó que se evidenciara que el escaso poder que Jrushov tenía sobre el partido. La fracción estalinista se impuso y el regordete fue destituido meses del poder. Se instauró una troika en el poder, con el partido por encima del Estado. La política debía regir los destinos de la URSS y no un individuo mesiánico, independientemente que fuera Stalin o Jrushov. Máxime que éste, mostró una carencia abierta de preparación para manejar situaciones extremas. Se abandonó esta práctica de “jugar con fuego”. Su compromiso internacionalmente consistía en manejarse indirectamente, jamás directamente. El mundo había cambiado y la URSS no podía seguir esa senda aventurera de Jrushov.
Putin, reedita a Jrushov, bajo otras condiciones. Rusia no es la URSS. Él, no es Jrushov, ni Trump es Kennedy, como tampoco Maduro es Fidel, ni nada que ver, luego, estamos en 2019 y no 1962. El mundo ha cambiado. Sin embargo, mucha agua ha corrido bajo los puentes y la guerra, como hecho social, ha adquirido nuevas dimensiones. Hoy, se requieren de nuevos escenarios y como hemos citado en otros trabajos, lo señalado por Matthew Symonds, en un artículo “The future of war” en la revista The Economist (Enero 2018) éstos, se mueven en una dinámica distinta. “War is still a contest of wills, but technology and geopolitical competition are changing its character”. Es decir, la guerra sigue siendo un concurso de voluntades, pero, la competencia geopolítica cambia su naturaleza conflictiva
Habría que destacar que los distintos conflictos, bautizados, como guerras civiles y guerras entre los Estados fueron numerosos; especialmente en los fallidos. Éstos, han convertido a esos países en un permanente campo de luchas, cuyas ilimitadas, como dantescas, escenas bélicas muestran una creciente miseria que destruyen, incluso la dignidad humana. Basta citar el papel preponderante de los cambios climáticos, el descontrolado aumento de la natalidad ensanchando las precarias condiciones de vida, junto a la explosiva presencia del fundamentalismo religioso o étnico, lo que genera una reproducción y retroalimentación automática de los conflictos militares, los cuales crecen y los perros de la guerra se topan con una inagotable fuente de ingresos. Si hacemos una radiografía, podemos ver, cómo en determinados centros urbanos, se desarrollan conflictos de alta intensidad.
Desde 1945 no hemos visto un serio conflicto entre las grandes superpotencias. Apenas unos intentos de crisis: Corea 1950; Egipto 1956, Berlín 1961; y la citada conflictividad que se pretendía imponer con Cuba en 1962: Bueno, se dirá acerca del Vietnam, pero, éste no tradujo peligrosidad a la paz mundial; aunque sí, repercusiones por la derrota de los EEUU en el sudeste asiático. Afganistán para la URSS fue también emblemática esa derrota en sus fronteras inmediatas. Lo que demuestra que entre las grandes potencias hay un entendimiento para que el agua no rebase determinados niveles. Se superó el esquema que ensombreció al mundo, con la así llamada locura nuclear; vale decir, el M.A.D.; hoy – a pesar de la improbabilidad de un conflicto entre Rusia y los EEUU- hay amenazas de competencias militares. Siria es un ejemplo peligrosamente presente en las RRII. Hay que estar claros, Rusia no desea el dominio unilateral de los EEUU globalmente hablando. Washington, pretende erigirse, cual único poder con aspiraciones a convertirse en un polo referencial de dominación; esto es, tras haber transcurrido más de 20 años de finalizada la guerra fría. Hoy, Venezuela se arriesga a ser centro de la tensión con los EEUU, por parte de Rusia, la de Putin.
La Rusia de Putin busca contestar el poder gringo. Responde a sus intereses globales en escenarios como los hemisféricos, allende de sus fronteras. Después de 1962, tras la aventura de los misiles en Cuba, por primera vez ambos hablan de usar la fuerza, si es necesario, para hacer valer su poder en el mundo. Para Rusia es clara su disposición. Ucrania y la anexión de Crimea es un ejemplo. Como también, la suerte de los antiguos países de la órbita soviética.
Rusia paulatinamente, ha invertido masivamente recursos en sus industrias militares. Evidentemente para contrarrestar a los EEUU; e igualmente para ejercer presión sobre los aliados de éstos en la región. ¿Es una amenaza o una intimidación? Creemos con el analista Symonds, la actitud rusa no es para promover una guerra con los EEUU, sino para hacer ver a Washington que sería muy arriesgado una escalada de tensiones. Se trata de una idea para frenar su avance. Buscan detener las intenciones de los EEUU de acrecentar su poder en sus áreas de influencias. Por lo que hoy, Rusia no desestima desafiar a los EEUU en las suyas. Nuestro hemisferio es testigo de esas acciones rusas. Putin, con su política, pretende poner a bailar “kasachok” al hemisferio; ella, fue tímida y muy limitada, desde 1962; pero, hoy, observamos su agresiva presencia en América Latina. Venezuela es un ejemplo. Hoy, el peoncillo de Putin es Maduro; ayer, guardando las distancias, Fidel lo fue de Jrushov.
Esta realidad indica que Putin podría estar jugando a la imposición paulatina de una “zona caliente”, pero gris, algo así como una dialéctica entre la guerra y la paz. Venezuela ha comprado toda la boletería para tal realidad. Miraflores ha diseñado una irracional política para mantenerse en el poder. Coloca al país al borde de su destrucción, como Nación, ante la posibilidad de un conflicto de serias proporciones. Estamos en manos de factores extraños a nosotros mismos. Lo peligroso de estas prácticas es que no se respetan reglas de juego y podrían convertirse en una especie de “guerra hibrida” como la bautizó el citado analista: una combinación de varios elementos; entre ellos: militares, económicos, diplomáticos e incluso de operaciones peligrosamente vinculadas al submundo del hampa, con tal que sirvan a los objetivos geopolíticos propuestos. En este contexto, nos preocupa, la obstinada intención del gobierno bolivariano de pretender insertar al país en una lógica que no nos trae ningún beneficio; esto es, a propósito de los “avioncitos rusos” que han aterrizado varias veces en Venezuela, entre otras acciones. Por el contrario, debemos estar alejados de problemas que, como Estado, nos compliquen la vida. No caigamos prisioneros de la fatalidad señalada por Tucídides; “los poderosos hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”. Nosotros, somos débiles y no tenemos como responder ante un conflicto entre los EEUU y Rusia. No tenemos ninguna necesidad de inmiscuirnos en problemas de otros. Es como decía Evarista, mi abuela paterna, con su inocente sabiduría: “en peleas de tigres, el pollino no tiene nada que buscar”.
@eloicito