A riesgo de las reacciones de lectores y además de personas que aprecio y respeto en el quehacer de la política, quiero insistir en el tema de la negociación que se requiere para salir de esta crisis que poco a poco desdibuja a la nación venezolana. Los venezolanos de bien queremos que se termine la crisis, no es justo el sufrimiento que esta le produce a millones de personas, y que los hijos de Venezuela se sigan yendo del país en búsqueda de oportunidades. Quienes esperan una intervención externa o un quiebre final que destruya a los que gobernaron están viendo solo parte del bosque. La venganza no enaltece. La salida obliga a una negociación integral y realista. Rescatar la república se lo merece, y es por ello el diálogo y la negociación son fundamentales para evitar que el país entre en una espiral de violencia o de conflicto civil. Lo hemos dicho en anteriores notas. No hay que hacer grandes análisis politológicos para concluir que cuando las válvulas de escape se cierran, cuando un sector quiere predominar por la fuerza, cuando las instituciones del Estado se parcializan y se convierten en apéndices del Ejecutivo, cuando la economía se estanca, la pobreza crece y la democracia deja de funcionar, estamos en la antesala de la violencia.
Es por ello que urge que gobierno y oposición reanuden los esfuerzos de diálogo y negociación con garantía internacional. El modelo Grupo Contadora fue una gran experiencia. Me correspondió hacer la primera tesis de posgrado sobre este grupo, sus enseñanzas y metodología hay que rescatarlas. Un acuerdo desde fuera con actores internacionales mutuamente acordados puede ser una salida válida.
Los confrontados tienen que demostrar su interés en avanzar en un acuerdo. El país quiere que sus dirigentes encuentren los caminos para recuperarse de la crisis económica que lo sumerge en pobreza. En estos tiempos todos estamos perdiendo, incluso los que se consideran victoriosos.
Insistimos en que sería una irresponsabilidad seguir forzando la barra y no negociar. El gobierno debe entender que, a pesar del aparente poder del que dispone, el sometimiento de instituciones y el apoyo de la Fuerza Armada no son suficientes para detener una avalancha cuando esta se produzca. La espiral represiva y el aniquilamiento del adversario no garantizan permanencia en el poder.