Solidaridad internacional, dignidad política e interés nacional – Por Eloy Torres
Somos de la vieja tesis de respetar a quien opina, pero, podemos considerar sus veredictos, en caso de que lo sean, como absurdos. No es personal. Creemos que nos estamos moviendo en un escenario donde se percibe una falta de dignidad política.
Evidentemente, ese concepto, no es obligatoriamente necesario para hacer análisis político; no obstante, desde el punto de vista axiológico, debe estar en un orden de prioridades en el comportamiento de los políticos.
La dignidad política más que importante, es vital. A pesar de que, desde la realidad política, ella roza lo ligero; no es así desde el punto de vista del deber ser.
Se dice que un político tiene dignidad cuando gobierna sus acciones con gravedad y decoro; o, lo que es lo mismo, con grandeza y honor. En este contexto, la palabra grandeza ha de ser entendida como elevación de espíritu o excelencia moral, y la expresión honor como cualidad moral que lleva al cumplimiento de los deberes propios y acciones virtuosas en la búsqueda del bien común. Es decir, se traduce en legitimidad y respeto, y ulteriormente, esto puede llevar a recabar mayores respaldos y apoyos.
Tomando en cuenta los elementos de la memoria y la historia, considero propicio invocar dos episodios del viejo Partido Comunista de Venezuela (PCV) en la década de 1960s. Primero, frente a Fidel Castro; y después, nada más y nada menos, que la Unión Soviética.
El PCV frente a Fidel Castro
En la década de 1960s, el PCV como toda organización política, no era algo metafísico, sino que era la suma de individuos que compartían una idea, un proyecto de vida. Decíamos que, durante la década señalada, el PCV abrazó el esquema violento, al copiar a Fidel Castro, para alcanzar lo que todo político busca: el poder. Buena parte de esos hombres lo hicieron en la creencia que hacían lo justo; cuando en realidad era lo contrario, cayeron en las redes diabólicas del juego político de La Habana. Fue un rotundo fiasco.
El fracaso de ese intento generó heridas lacerantes en ellos. El PCV, buscó en el faro habanero la guía para dar esos pasos violentos. Repito, craso error. Felizmente, la cordura sobrevino y retomaron la senda de la razón; al abandonar el arrebato.
Bueno, en ese escenario de derrotas (la pérdida del elemento militar, el Carupanazo, el Porteñazo, el fracaso de las huelgas, entre ellas la del transporte en 1962, el fracaso del llamado a la abstención en 1963; luego, la mayoría de la dirigencia del PCV hecha presa, y como ocurre en toda guerra, el lamentable saldo de muertos y heridos) se fue configurando en las mentes de la dirigencia del PCV (en la cárcel y en la calle) el claro hecho del fracaso de la vía insurreccional; lo que los indujo a reflexionar muy bien lo experimentado. Así las cosas, decidieron recapacitar con seriedad y con valentía, al reconocer sus errores, por lo que decidieron abandonar esa vía armada, la cual estaba alejándolos de la real vida política, convirtiéndose en un pequeño grupo de irracionales y violentos.
Como quiera que el comunismo es una enfermedad ideológica, los síntomas se manifiestan en una adicción a los dogmas y la defensa emocional de los mismos. Uno de ellos es el “Internacionalismo proletario”, el cual supuestamente se traduce en solidaridad automática. El caso es que Venezuela, como país, siempre ha sido objetivo de distintos actores internacionales. No importa el tamaño. Cuba, independientemente de Fidel Castro y de su revolución, siempre ha pretendido influencia en El Caribe. Ellos tienen claro su papel y su interés nacional, más allá de las ideologías y el régimen que tengan.
Fidel Castro aprovechó su carisma para ejercer influencia en el viejo PCV. No obstante, en un segundo momento, la experimentada dirigencia del PCV, compuesta por hombres honestos y valientes, decidió cambiar el rumbo. Fidel, taimado y dueño de una diabólica inteligencia, intentó entonces minar paulatinamente la autoridad de la dirigencia del PCV aprovechando que sus máximos referentes habían caído presos, para lo cual se valió de algunos individuos enfermos de ego y militarismo. El barbudo cubano aprovechó esa circunstancia para ir creando un grupo de individuos, enfermos todos de esa prédica revolucionaria y guerrerista. Fidel comprendió que todos ellos se regodeaban con el cognomento de “comandantes”.
En el PCV se había modificado el centro gravitacional de la política. Los “comandantes guerrilleros” creían estar por encima de la dirigencia del Buró Político. Todo un absurdo. Claro está, hay que entender los tiempos, los cuales estaban infestados de dogmatismo. Por lo que encontramos una referencia que busca interpretar lo difícil del momento y de cómo se discutió con los grupos enceguecidos por la prédica fidelista. E incluso se rechazó la sobria y elemental tesis de Mao Tse Tung quien, por estar enfrentados a los soviéticos, no fue tomada en cuenta, como referencia. La misma decía: “Nuestro principio es: el Partido manda al fusil, y jamás permitiremos que el fusil mande al Partido”. (Problemas de la Guerra y de la Estrategia, 6 de noviembre de 1938, Obras escogidas, Tomo II).
El proceso mismo generó una fractura en el seno del PCV, promovida por Fidel Castro, quien con su supuesta autoridad, desplegó un acoso al liderazgo comunista que planteaba la urgencia por rectificar. Desde La Habana gritaba: “¡Son unos traidores!”.
Es aquí donde aparece el concepto de la dignidad política. La dirigencia del PCV, bien sea la clandestina o la que estaba en prisión le contestó a Fidel Castro, tildándole de “entrometido”. Por Dios, toda una blasfemia contestarle a Fidel Castro que venía cubierto del halo del triunfo revolucionario. Éste, todo dueño de sus micrófonos insultaba a la dirigencia el PCV desde La Habana.
El PCV tuvo que batirse entonces contra la represión gubernamental (respuesta legítima a los actos de los insurgentes), contra los partidarios de continuar la lucha armada (quienes, incluso, utilizaron sus armas contra los partidarios de suspender toda actividad armada) y contra Fidel Castro.
La actitud del PCV se consideró una blasfemia por responderle al “faro luminoso” de El Caribe, cual “ungido de Dios”.
Esa dirigencia de PCV mostró una valentía y una fortaleza política, así como sabiduría para enfrentar las vicisitudes políticas y enmendar errores. Mientras, Fidel Castro se ufanaba de insultar a la dirección del PCV, acusándoles de revisionistas, oportunistas, cobardes, traidores, vendidos al imperialismo e incluso hasta “ladrones” (de la ayuda que dieron para realizar la lucha armada). Como se podrá comprender no fue fácil ese período para los dirigentes del PCV. Pero, la venezolanidad se hizo presente. La memoria de Bolívar y de todos aquellos que nutrieron la historia de nuestro país, se impuso. La dignidad política estaba por encima de ese absurdo deber de “respetar” al aliado externo, pues éste supuestamente pensaba lo mejor y hacía lo imposible para lograr un mejor futuro para el pueblo venezolano.
La dirigencia del PCV actuó con sobriedad, en medio de esas dificultades. Hay que reconocer el papel que desempeñó Pompeyo Márquez al escribir un muy significativo libro, Una polémica necesaria, para responder a los insultos de Fidel Castro. Asimismo, son publicados artículos de Teodoro Petkoff, Guillermo García Ponce, Germán Lairet, Eloy Torres (padre) y Antonio José Urbina, jefe de la Juventud Comunista. Este último, con su equipo de jóvenes dirigentes, se logró imponer a la hora de enfrentar a los partidarios de continuar esa absurda lucha armada, incluso con violencia. Estaban defendiendo la dignidad política del PCV, de la Juventud Comunista y de Venezuela.
En abril de 1967, en el VIII Pleno del Comité Central del PCV encabezado por Pompeyo Márquez, es aprobada la política de repliegue militar, que fue un hito en el proceso de abandono de la lucha guerrillera y la búsqueda de una nueva legalización y participación política. Pompeyo publicó otro libro para responder dignamente los improperios de Fidel Castro titulado La vigencia del PCV no está en discusión.
Toda esta dirigencia histórica del PCV defendió la venezolanidad frente a los dictados foráneos como algo estrictamente central, incluso sobre el dogma comunista y el principio del “Internacionalismo proletario”. Esa tesis no desechaba la solidaridad internacional, pero la revolución venezolana por la que soñaban y luchaban no debía ser un mero apéndice de la revolución cubana. Fidel Castro podía ser un comandante exitoso, pero en su país; por lo que respecta a Venezuela, el PCV exigió respeto y defendió su autonomía de acción. No se aceptó que el PCV fuese dirigido desde La Habana. La polémica fue cruda y compleja. El PCV, repito, fue acosado en varios escenarios, y se movió con inteligencia para salir adelante.
Prácticamente, todos estaban en su contra, pero la tenacidad y, sobre todo, la valentía de sus dirigentes y la fiel militancia, permitió al PCV superar los escollos. Lo que vino después es otra discusión. Empero, resulta destacable que aquellos hombres que dirigían al viejo PCV consideraron la importancia de la dignidad política y que el acto revolucionario no podía llevarse a cabo violentando o pasando por encima de esa condición vital.
Hoy por hoy, lo grave es que el país parece haber retrocedido. Tanto el gobierno, como un sector importante de las fuerzas democráticas, exudan determinadas actitudes que procuran aceptar, sin condiciones, algunas directrices y ayudas foráneas que, en el fondo, son lesivas para nuestro país. Resulta evidente que la explicación a esa actitud la encontramos en el desespero y la estrechez de miras.
Somos de la vieja escuela que parte de un principio clave, establecido por Lord Palmerston: “We have no eternal allies, and we have no perpetual enemies. Our interests are eternal and perpetual, and those interests it is our duty to follow”. Los países no tienen aliados eternos ni enemigos perpetuos; sólo nuestros intereses nacionales son eternos y perpetuos, y es nuestro deber defenderlos.
Es decir, todos aquellos que buscan “ayudar” a Venezuela, siempre tendrán un motivo, un interés propio que también persiguen. Es decir, como explicamos más arriba y dicho coloquialmente, todos buscan algo. Por tanto, lo idóneo es procurar sentar las bases para la construcción de una política venezolana sin la interferencia indebida de terceros que siempre buscan halar la canoa hacia su orilla.
El PCV frente a la Unión Soviética
Otro momento reseñable que vale la pena invocar, se refiere al “impasse” del PCV con la otrora Unión Soviética. Es decir, de cómo los soviéticos fueron abusivos y groseros al pretender inmiscuirse en los asuntos internos del viejo PCV.
En el verano de 1967, Teodoro Petkoff por instrucciones del PCV, viajó clandestinamente a Bulgaria, la tierra de su padre y sus abuelos, donde debía entrevistarse con Boris Velchev, Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista búlgaro. Llegó a Sofía, luego de una escala en Moscú, donde le disgustó la atmósfera opresiva.
De entre los países del Pacto de Varsovia, Bulgaria tenía a su cargo brindar bajo supervisión de la Unión Soviética, la ayuda material a los movimientos “de liberación nacional” de los países del otrora Tercer Mundo.
En Sofía, Teodoro Petkoff denunció la pretensión de Fidel Castro de acaudillar toda la insurgencia guerrillera continental. En Venezuela, Fidel alentaba con armas y dinero la fracción de Douglas Bravo, disidente del PCV desde 1965.
Teodoro Petkoff ratificó la decisión de los comunistas venezolanos de suspender toda actividad armada e incluso cumplió con el encargo de solicitar se cancelara un envío de unas armas a Venezuela que estaba previsto para esos días. Asimismo, advirtió a los búlgaros la decisión del PCV de participar en las elecciones presidenciales de 1968 con la enseña de “Unión para Avanzar” (UPA), en lugar de tratar de forzar la abstención electoral recurriendo torpemente a la amenaza armada, como en 1963.
Cumplida la misión de evitar el envío de armas al fidelista Douglas Bravo, Teodoro Petkoff regresó a Venezuela.
En septiembre de 1967, una ofensiva de los servicios de inteligencia venezolanos desmanteló por completo el aparato armado y de sabotaje de Douglas Bravo, apadrinado por La Habana. A comienzos de octubre, el Che Guevara, ya rendido y cautivo, fue asesinado en Bolivia.
Así, la controversia entre lucha armada y lucha de masas, se extinguió en los hechos, por sí sola. Empero, las causas y los daños de la derrota de la lucha armada había que analizarlos.
En el seno del PCV surgieron voces que pedían una democratización en sus estructuras internas; luego, pedían revalorar el papel de ese partido en Venezuela, como también revisar los fundamentos ideológicos con los que se había alimentado a lo largo de varias décadas. El Mundo había cambiado, a pesar de la permanencia de la Guerra Fría, por lo que existían motivos para introducir una renovación en la política del PCV.
En Checoslovaquia, Alexander Dubček echó a andar en abril un ambicioso Plan de Acción: no solo las reformas económicas concebidas por Ota Šik y su equipo sino también la democratización de toda la vida política checoslovaca.
En Venezuela no habrían negociaciones de paz entre el gobierno y el PCV, tampoco acuerdo formal para un desarme supervisado internacionalmente de la guerrilla, como ocurrió mucho más tarde los habría en Centroamérica y Colombia, Iban a funcionar, más bien, desde finales de 1967, discretos canales personales entre “los mayores” del PCV y sus homólogos moderados de Acción Democrática, algunos de ellos miembros de la llamada “Generación del 28” que habían combatido hombro a hombro las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez.
Todo este complejo proceso fue interrumpido por la invasión soviética a Checoslovaquia, en agosto de 1968.
Hacia el final de una reunión de Comité Central, el Buró Político presentó lo que pensó que sería una resolución rutinariamente aprobada de apoyo a la invasión soviética, consumada días atrás. Sin embargo, por primera vez en la historia del PCV, se debatió seriamente la política de la Unión Soviética.
Instaurado así un debate que “los mayores” del PCV habrían preferido evitar, Teodoro Petkoff elaboró un documento interno de casi 200 páginas sobre los sucesos de Praga. Dicho documento fue el corazón de su libro Checoslovaquia, el socialismo como problema.
Su intención fue hacer notar, amablemente, la excepcionalidad checoslovaca: una nación que ya era de capitalismo industrial avanzado cuando la atrasada Rusia hizo su revolución.
Petkoff subrayó que las reformas acometidas por Dubček no estaban orientadas insidiosamente a la restauración del capitalismo, como afirmaba la propaganda de Moscú, sino que buscaban contrarrestar el asfixiante modelo soviético y ampliar al máximo las posibilidades de desarrollo de Checoslovaquia.
Fue una discusión acalorada, compleja, difícil, pero, rica e interesante. Todo marchaba hacia una renovación total en el seno del PCV, incluso dispuesto a discutir abiertamente sobre problemas internacionales incluso dentro del otrora Bloque Comunista. Es aquí donde aparece el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).
Los soviéticos le exigieron al PCV, expulsar a los grupos en el interior del PCV que propugnaban por los cambios. Evidentemente, Teodoro Petkoff fue el blanco principal. Esa intromisión externa fue rechazada y ello aceleró la división del PCV. Es así como surgió el MAS, como respuesta venezolana al PCUS y a su pretensión a dirigir la izquierda venezolana desde Moscú.
Venezuela, como país, es sui generis. Su rebeldía lo hace emblemático. Aunque siempre hay voces que buscan minimizar su espíritu independiente y su historia afirmativa, pues se conforman con salidas fáciles y rápidas, pero extrañas al país. Menos mal que siempre habrá quien alerte el peligro de asumir acríticamente determinadas intenciones de solidaridad internacional que exigen a cambio el plegamiento del país. El que piense en términos nacionales, no puede ser catalogado de “traidor” o “colaboracionista”.
Por el contrario, lo que se busca, aunque sea difícil, es construir soluciones nacionales a problemas nacionales. Un proyecto político que, partiendo de la venezolanidad, nos modernice y vuelva a vertebrar como país. Una casa común donde todos quepamos y asumamos transversalmente, con los matices de criterios naturales, que en la política venezolana hay que saber agradecer la solidaridad internacional, pero también hay que tener la dignidad política suficiente para defender nuestros intereses nacionales y autonomía de acción.
@eloicito

