Cuba 1962 y Ucrania 2025. Historia y memoria – Por Eloy Torres
“Rusia es una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma.
Quizás haya una clave para este enigma: los intereses nacionales rusos”.
Winston Churchill
Tzvan Teodorov, el gran lingüista y filósofo búlgaro, devenido en un pensador galo de primer orden, nos dejó una seria reflexión, entre las tantas que realizó. Me refiero al significativo rol de la memoria. Según él, ella (la memoria) tiene una potencia que la historia nunca alcanza. Dicho esto, en cuanto que muchos analistas en nombre del “presentismo” olvidan o dejan de lado ciertos elementos, provenientes de la memoria, cuyo peso le otorga un valor epistemológico a la historia, como ciencia. La memoria contribuye a observar los hechos subjetivamente. Es lo que llaman “la historia viva”. Eso tiene un gran valor.
Esto permite introducirnos en el epicentro del encuentro de Hegel con la interpretación Whig de la historia y con Fukuyama. Los tres tienen elementos relativamente coincidentes y conectados por la idea del progreso histórico lineal. Hegel, creo entender, teorizó un proceso dialéctico que culmina en una forma racional de sociedad y Estado. Su filosofía sugería que la historia era un proceso dialéctico que culmina en una sociedad donde se realiza la autoconciencia. Además de fortalecer el deseo de buscar el reconocimiento (el thymos), Hegel creía que el deseo de reconocimiento mutuo entre individuos es un motor de la historia que conduce al progreso.
Fukuyama retomó esta idea para argumentar que, con la caída del comunismo, la democracia liberal marcaba el fin inevitable de la historia humana. Es decir, nos topamos con el “fin de la historia”, la cual significa que el capitalismo sería la forma definitiva de gobierno humano, como resultado de la evolución histórica. Su teoría se basa en dos fuerzas que configuran la historia: la “lógica de la ciencia moderna” (que conduce a una economía capitalista) y la “lucha por el reconocimiento” (que conduce a una demanda de igualdad y democracia). Fukuyama también exploró los problemas potenciales de dicha sociedad, en particular el riesgo del surgimiento del “último hombre”, una persona que, privada de mayores luchas, podría caer en la insatisfacción espiritual y conducir al caos. El fin de la historia para Fukuyama significaba que la democracia liberal se convierte en la forma definitiva de gobierno. Es la convergencia global hacia un modelo económico y político único, lo que sugería que la historia, entendida como una gran lucha ideológica, había llegado a su fin.
Esta visión fue enfrentada por los críticos. Ellos (y me incluyo) argumentan que su visión es demasiado idealizada y no tiene en cuenta la complejidad de la historia real ni las convulsiones políticas y sociales que le siguieron.
En tanto que el concepto de la historia Whig, para decirlo en cortas palabras, es una visión crítica del progreso histórico, que asume una evolución fluida hacia el presente, un marco que tanto Hegel como Fukuyama trascienden, aunque lo utilizan como punto de partida. Este, resulta de estar en una condición de estar atrapados en la trampa del progreso. Fukuyama retomó la idea del progreso, pero criticó la perspectiva Whig, que presupone un progreso ininterrumpido hacia el presente. Esta perspectiva impone un patrón determinado a todo el relato histórico, basándose en una interpretación de la causalidad que ignora acontecimientos cruciales de la realidad histórica. Para lo cual, nos dice, el profesor Butterfield, citado por E. H. Carr, en su libro ¿Qué es la historia?: “El estudio del pasado con un ojo puesto, por decirlo así, en el presente, es la fuente de todos los pecados y sofismas en historia (…) Es la esencia de lo que designamos por la palabra ‘ahistórico’”.
Es un hermanamiento, como lo llamó Carr, del pasado y futuro, que arbitrariamente impulsa a ciertos analistas a asociar lo que hoy, en 2025, acontece, con el pasado que ocurrió en 1962. Lo que nos recuerda cómo, en octubre de 1962, la entonces URSS y EEUU, estuvieron a punto de destruir al Mundo por intermedio de un conflicto nuclear. Como hemos escrito, al interpretar distintos textos, así como narrado lo experimentado durante ese momento tan particular, creemos necesario recorrer los condicionamientos que sacudieron al Mundo en ese momento, para interpretar lo que acontece en este año 2025. Esto es, no para verlo como una evolución de lo acontecido en 1962 y que hoy, pareciera tener una significativa, como reiterativa presencia en 2025; sino para verlo en su realidad especifica.
Por ejemplo, tenemos el ascenso, para nada casual, de Nikita Jrushov al frente del PCUS y evidentemente de las riendas del Estado soviético. Este líder regordete, cuya sonrisa estaba cubierta por un baño de platino en sus dientes, marcó el comienzo de un complejo proceso de desestalinización. Un proceso complejo y contradictorio, marcado por un avance y un retroceso. Jrushov al denunciar los crímenes de Stalin, buscaba salvar la imagen del régimen comunista, al que devotamente sirvió y por la cual sus manos estaban manchadas de sangre.
Sin embargo, a nivel internacional, la política de Jrushchov fue completamente diferente. Las tensiones diplomáticas entre la URSS y EEUU alcanzaron niveles alarmantes, y el incidente generado por instalar un conjunto de sistemas de lanzamientos de cohetes (supuestamente nucleares) representó en octubre de 1962, un muy peligroso momento. Felizmente las dos superpotencias lograron, con un gran esfuerzo, evitar una guerra nuclear.
La revolución mundial promovida por Lenin y Stalin no era una idea a la que Jrushchov adhiriera ideológicamente. Él buscaba atemperar su momento. No obstante, por otro lado, los discursos agresivos de Fidel Castro, cargados de una prédica revolucionaria despertaron la simpatía del líder soviético. Especialmente la alocución nacionalista de Castro en la Universidad de Harvard en mayo de 1959, en el que negó cualquier apego a la doctrina marxista-leninista; lo que impulsó a Jrushchov a actuar.
Lo aprendido en textos, pero, sobre todo en conversaciones con algunos cubanos, durante mi permanencia, como diplomático (en dos ocasiones) en La Habana, siempre surgía el papel jugado por Raúl Castro, el hermano de Fidel y segundo hombre al mando del régimen cubano. Persistentemente me “comentaban” de “ciertos secretos” del General y Jefe de las Fuerzas Armadas de Cuba, los cuales vox populi, recorrían las calles de la Habana.
Siempre me comentaron que fue Raúl Castro, quien convenció a su hermano, Fidel de buscar el apoyo de la URSS; el cual era necesario para mantener la estabilidad de Cuba. La dirigencia del PCUS, en manos de Nikita Jruschov, decidió abrazar la idea expresada por los cubanos de la necesidad de su apoyo, a finales del año 1959. Fue Raúl Castro quien solicitó el apoyo de la URSS.
Los soviéticos decidieron apoyar el fortalecimiento del ejército cubano mediante operaciones encubiertas. Así, éste, recibió apoyo financiero y se benefició de la ayuda de instructores militares soviéticos. En su mayoría eran españoles residentes en la URSS desde que fueron derrotados por las tropas de Franco en 1939. Todos, convertidos en militares soviéticos de origen español.
En cuanto al ejército rebelde, como le llamaron en Cuba, sus máximas figuras, entre las cuales destacaban, por supuesto, Fidel, Ernesto (el Che Guevara) Camilo Cienfuegos y Raúl Castro, habría que aclarar lo que se conoce y es que, en un principio, esos hombres nunca mostraron simpatía alguna por el comunismo; salvo, Raúl y Che Guevara, de quienes es conocido que eran los únicos simpatizantes del marxismo-leninismo. Claro está, la mitología se puso en plena acción y, según se llegó a comentar que, al parecer, Raúl le había ocultado a su hermano, tanto su pertenencia al movimiento comunista, como de las relaciones diplomáticas que había establecido con la URSS. Fidel Castro no se enteró de todos estos detalles hasta 1962. Quien conoce a los personajes, es obvio que tal aseveración, no sólo es infantil; sino que además es un insulto a la inteligencia.
Los acontecimientos fueron determinantes para el proceso de radicalización de la dirigencia cubana. Los pasos dados por éstos, confiscando empresas privadas e incluso las estadounidenses, el fusilamiento de los “enemigos” de la revolución, impulsó a grupos anti-castristas a emprender una invasión; la cual fracasó estruendosamente; se trata de la invasión de Bahía de Cochinos en 1961. El gobierno de EEUU, ya en manos de Kennedy, heredó el plan de la invasión. Cientos de exiliados cubanos fueron y entrenados por los especialistas estadounidenses y luego, derrotados en las playas del Sur de Cuba. Un monumental fracaso. Toda invasión debe tener claros los objetivos; de lo contrario fracasa o muere en el intento. Lo de Bahía de Cochinos o “Playa Girón” fue un tremendo fracaso para la Administración de Kennedy. Esa frustrada invasión, lo único que hizo fue fortalecer a Fidel, pues le permitió unificar a todos los miembros de las distintas tendencias revolucionarias cubanas en un único partido: el Partido Socialista Popular, luego transformado en el Partido Comunista Cubano, del cual Fidel, hasta que murió, fue el alfa y omega.
No obstante, aquí podemos observar una diferencia importante entre Stalin y Jruschov en lo que respecta a las esferas de influencia en la política exterior. Mientras que Stalin se limitó a Europa del Este, Jruschov estaba interesado en ganar nuevos aliados en América Latina. Así se desarrolló la confrontación entre las dos superpotencias a través de terceros países, o la llamada guerra por el Tercer Mundo.
Como quiera que en política no existe nada sin objetivos; hay que precisar los objetivos de Jrushchov en Cuba. Según algunos escritos interpretados de sus memorias, Jrushchov afirmó que la idea de instalar misiles nucleares en Cuba se le ocurrió mientras estaba de vacaciones en Bulgaria. Su plan fue presentado al Presídium del Comité Central el 20 de mayo de 1962 y obtuvo la aprobación unánime, aunque varias figuras clave del partido expresaron su preocupación. Como, por ejemplo, el eterno Anastas Mikoyan (por ser un hombre que sobrevivió a todas las crisis del poder en la URSS) y quien, posteriormente, se plegó, con ropa y todo, a los argumentos de Jrushchov; luego, fue uno de los factores decisivos a la hora de superar los escollos, propios de una negociación, como la que le tocó a la URSS, llevar a cabo, con EEUU por el tema de la crisis de los cohetes en Cuba.
El interés de Jruschov, supuestamente fue defender a Cuba ante la inminente invasión estadounidense. Esta tesis fue, de alguna manera manipulada, a lo largo del tiempo, apoyándose en los planes secretos, elaborados por la CIA, cuyo nombre clasificado “Operación Mangosta” la cual estaba prevista para octubre de 1962. Esta operación tenía como objetivo organizar acciones de sabotaje y socavar el régimen revolucionario de Fidel.
La explicación soviética y de Jruschov a la implicación de Cuba en sus planes, consistía en encontrar un punto de apoyo para restablecer el equilibrio de poder en el sistema internacional. Era evidente que la URSS, en el marco de Guerra Fría, estaba sometida a un agresivo sistema de componentes nucleares estadounidenses, sumado al europeo; mientras que la URSS aún no había desarrollado los niveles que posteriormente logró. Con esa jugada, la de instalar cohetes nucleares en Cuba, se cambió las reglas del juego. Por lo que Jrushchov buscó obtener concesiones de Kennedy.
La URSS acordó retirar su instalación de misiles de alcance intermedio de Cuba a cambio de la retirada de los misiles nucleares estadounidenses instalados en Turquía. El líder soviético confiaba en la actitud razonable de Kennedy y era consciente de que el Presidente estadounidense no quería arriesgarse a desencadenar una guerra nuclear, aunque el arsenal estadounidense fuera claramente superior. En otras palabras, los misiles eran sólo una simple advertencia a los estadounidenses para que reconocieran a la URSS como socio igualitario en las negociaciones internacionales.
Al mismo tiempo, Jrushchov, jugando billar a tres bandas buscó reafirmar la superioridad de la URSS, frente a un enemigo que estaba dormido y que tarde o temprano, despertaría: China. El gigante asiático en su narrativa, acusaba a Moscú de lenidad ante el capitalismo e inconsecuencia con el movimiento revolucionario internacional. En síntesis, Jruschov al mismo tiempo, mostraba una agresiva actitud de superioridad frente a la pretendida y soberbia actitud que mostraban los EEUU en las relaciones bilaterales.
El contexto histórico en el cual pretendemos movernos para explicar la importancia de los tiempos, de la memoria y de la historia misma, lo extraemos de la máxima del pensador alemán, Hegel, para quien: “Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos nada de la historia”. Es decir, ello podría inferirse como la tendencia del hombre a repetir los errores, a pesar de su aparente racionalidad en la comprensión de los procesos históricos. El desenlace o, mejor dicho, el asesinato de Kennedy en noviembre de 1963 y la destitución de Jruschov en octubre de 1964. Dos hechos que marcaron la historia como sorpresa.
Dado que Jruschov, como todos los comunistas, quienes creen tener la fórmula clásica para explicar todo, a través del prisma de la lucha de clases, no contaba con los expertos y asesores que sí disponía la Casa Blanca, la diplomacia soviética estaba mucho más expuesta a cometer errores a la hora de diseñar y aplicar las decisiones de política exterior. Además, Jruschov, nadaba en un mar repleto de hambrientos tiburones rusos, por el poder. Él no logró mantener, bajo control, a la facción pro-estalinista del Buró Político del PCUS. Esa gestión contaminada con actos fuera de toda razón, en lo económico, y en política exterior, fue aún más catastrófico. Esa situación le llevó finalmente a su destitución.
Los miembros de la nomenclatura comunista dudaron de la capacidad del líder. Los errores en materia de estrategia y geopolítica; el fiasco de octubre de 1962, de alguna manera marcó con la impronta de su destitución su gestión dirigente. Los comunistas soviéticos no soportaron más esas veleidades generadas por esa diplomacia arriesgada, de peleas con los chinos y de fracasar en el plano económico; por lo que se movieron, tras la caída de Jruschov, hacia zonas, propias del tercer mundo y generar tensión en esos países, pero, sin involucrarse en una conflictividad con los países occidentales, especialmente con los EEUU.
Hoy de nuevo la historia nos muestra su irónica sonrisa y estamos ante un conflicto similar al de 1962, pero, al revés. Hoy es Rusia la que confronta el envite de Occidente con la expansión de la OTAN hacia sus fronteras. Hemos reiterado en diversas ocasiones, algo señalado por Winston Churchill, de quien no podemos decir que es un agente de Putin, introduciéndose en el túnel del tiempo, junto con George F. Kennan, quien fuera el jefe de la misión estadounidense en Moscú, en tiempo de Stalin; esto es, ambos advirtieron de la desconfianza de Moscú frente a Occidente, por lo cual no había que jugar a la irresponsabilidad, procurando enfrentarla, al desconocer su papel en sus extranjero próximo. Es una zona de interés vital para Moscú.
Del mismo modo, y por qué no destacarlo, el rol jugado hoy por el Profesor John Mearsheimer de la Universidad de Chicago, como teórico del neorrealismo político; este académico considera un serio error esa política de Occidente frente a Rusia por el tema de Ucrania. Igualmente, lo manifestó Henry Kissinger, de quien tampoco podemos decir que haya sido un agente al servicio de Vladimir Putin. Ambos coinciden en la responsabilidad de Occidente en el estallido de la Guerra de Ucrania.
Si bien, Fidel muy molesto, ordenó a sus conmilitones a escribir en las paredes de la flamante Embajada de la URSS en la Quinta Avenida de Miramar, el lujoso barrio de la Habana: “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”. Fidel furioso, pues los grandes (Kennedy y Jruschov) negociaron y él quedó en La Habana, como la guayabera, “por fuera”, y apenas rumiando con su tabaco en la mano.
Hoy en 2025 se observa un panorama similar. EEUU y Rusia, léase, Trump y Putin conversan, mientras la Unión Europea, empuja a Zelensky a mostrar dignidad hasta el último soldado ucraniano. Zelensky, sin el peso que tuvo Fidel en la historia, está condenado a jugar similar papel. Quedará por fuera, no por su tamaño, sino por su escaso poder, y muy difícilmente la Unión Europea podrá ser su valedor solitario en los años venideros.
A propósito de la memoria y la historia; hoy no se utiliza la memoria ni mucho menos la historia, para buscar comprender el drama que sacude al Mundo; particularmente el que tiene que ver con Ucrania y Rusia. Ayer por Cuba, el Mundo casi estalló por el diabólico juego de poder; hoy está en riesgo latente por Ucrania. Si mi memoria no me falla, recuerdo, para variar, las enseñanzas de la inocente sabiduría de Evarista, mi abuela paterna, quien siempre me señalaba con su arrugado dedo índice: “No le hagas a otros, lo que a ti no te gusta que te hagan”.

