Mamdani: ¿una amenaza al American way of life? – Por Eloy Torres

 

¡Viértenos tu veneno para que nos reconforte!
Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!

Baudelaire, “El viaje” (poema 126 de Las flores    del mal).

 

Las cosas en la vida ocurren. Lo nuevo siempre nos llama con sus ideas. Las aplaudimos, las tomamos y luego nos arrepentimos; cuestión que, por lo general, ocurre cuando ya es muy tarde. Nos acostamos abrazados al sueño de lo nuevo y cuando despertamos de ese acto onírico, comprendemos que amanecimos en una realidad, peor a la que teníamos anteriormente; es cuando se produce la frustración. Ello ocurre por nunca querer ver las respuestas convencionales a los problemas, por demás acertadas. No las toman en cuenta e incluso las rechazan de plano ¡Siempre se busca lo nuevo!

Claro está que lo nuevo nos arropa por ser eso, algo nuevo. Tocqueville, uno de los más grandes pesadores franceses del siglo XIX quien vio la luz de la vida en 1805 y quien fuera un estudioso de las formas políticas para tratar de apuntar los detalles de la vorágine de los procesos sociales. EEUU fue su objetivo. Su formación en materia del funcionamiento de los aparatos administrativos del Estado de Derecho, el cual le consideró como un elemento central en la época de los procesos igualitarios y democráticos; ello, le ayudó a buscar la comprensión de los EEUU. Logró su aspiración, al viajar allí en 1832,  para comprobar el posible advenimiento de una época moderna igualitaria y democrática. Por lo que, según Tocqueville, en EEEU, la democracia parecía haber alcanzado sus “límites naturales”.

De la démocratie en Amérique tuvo una gran repercusión en Europa y EEUU. Este libro trata del éxito de la democracia republicana representativa en EEUU, para lo cual intenta establecer paralelismos con Europa, pero, especialmente con su Francia natal. Tocqueville analiza las oportunidades, pero también los peligros que acechaban a la democracia estadounidense; procesos que la acecharían en los siglos siguientes (siglos XX y XXI) entre ellos, destacó el abusivo “despotismo de la mayoría”. Tocqueville se sorprendió por el papel que desempeñaba la religión en la vida de los estadounidenses, sin que ello presumiera una amenaza para el Estado de Derecho. Tocqueville fue un atento observador de la sociedad estadounidense, a la que caracterizó, para bien y para mal, con mucha objetividad y simpatía. La bautizó como el excepcionalismo estadounidense.

El arrojo intelectual de Tocqueville es digno de ser estudiado. Un político que no lo estudie es un huérfano de ideas. Ese esfuerzo en cuestión vaticinó la posibilidad una “secesión” y en consecuencia una guerra civil; cuestión que ocurrió 30 años después. Asimismo, como la indetenible abolición de la esclavitud, incluso tensiones entre EEUU y Rusia. Otros elementos, digamos, proféticos, han confirmado ese esfuerzo intelectual.

Tocqueville entiende la historia política moderna como una tendencia general, continua e inevitable hacia la igualdad de condiciones o la democratización. Sin embargo, a diferencia del optimismo de los pensadores liberales franceses, experimenta un temor ante este fenómeno, del cual, por un lado, señala su carácter ineludible –cuestionado por los círculos conservadores de donde proviene– y, por otro, destaca sus deficiencias y peligros.

¿Qué implica, en resumen, esta tendencia de las sociedades modernas? La igualdad de condiciones significa, en primer lugar, el establecimiento de la igualdad de derechos entre los individuos en lugar de una jurisprudencia distinta para cada estamento u orden, como ocurría en el Ancien Régime; en segundo lugar, la igualdad de condiciones implica la movilidad social potencial como resultado del abandono del principio de herencia; finalmente, la igualdad de condiciones significa una aspiración firme y continua hacia la igualdad que reemplaza la visión jerárquica tradicional de la sociedad.

Empero, la igualdad de condiciones no implica la desaparición de las diferencias y desigualdades económicas y sociales entre los individuos; de hecho, según Tocqueville, el principio democrático impone una igualdad imaginaria a pesar de la desigualdad real existente. Ahora bien, esta negación de la desigualdad en las sociedades modernas entraña un peligro: cuanto más iguales creen y desean ser, más débiles, aislados y dependientes se vuelven los individuos en la sociedad democrática. Se observa toda una paradoja. Porque, si todos son tan buenos como los demás, el único árbitro y criterio de verdad aceptable para todos debe encontrarse fuera de cada uno, es decir, en el juicio de la opinión pública o en el juicio de la mayoría (como en el caso de la democracia estadounidense) o en la delegación de poderes asfixiantes a la administración pública central (como en el caso de Francia).

Tocqueville se preguntó si la igualdad es compatible con la libertad, el otro principio necesario para una democracia; lo cual, por cierto, es recurrentemente ignorado. La respuesta es abiertamente negativa: a mayor igualdad, menor libertad. Una posible solución a la paradoja que plantea Tocqueville consiste en restaurar los órganos intermediarios que existían antes de la Revolución (parlamentos locales, asociaciones cívicas y políticas, etc.). Éstos, permitirían al individuo aislado resistir la autoridad central y el “imperio moral de la mayoría”. Solo una organización institucional de este tipo podría mitigar la irresistible tendencia hacia unas nuevas formas de despotismo, y cuya imagen esboza proféticamente Tocqueville al final de sus reflexiones acerca de los límites de la democracia estadounidense. Para lo cual Tocqueville identificó en aquel momento, las particularidades, muy específicas de cada una, la democracia estadounidense y la francesa.

Por oponerse a Luis Bonaparte, Tocqueville sufrió un arresto, tras el golpe de Estado, del sobrino de Napoleón Bonaparte, quien asumió el título de Napoleón III. Al salir de la cárcel, se retiró a su finca, para trabajar en sus escritos. Murió, intentando analizar el Ancien Régime, a los 60 años. No pudo terminar su obra, aunque fue reconocido por su trabajo De la démocratie en Amérique –importante para cualquier intelectual, pero fundamental para cualquier estudiante de historia, sociología, como para los políticos de oficio.

La civilización occidental se ha alimentado de esa visión impulsada por EEUU. Cada país ha logrado asimilar las bondades de esos valores, claro está, a su manera, para hacerlos valer a una escala histórica y convertirse en lo que es hoy (un modelo en el que cualquier persona, de cualquier rincón del mundo, desearía vivir) basándose en un principio sencillo: el derecho del individuo a sobrevivir e incluso a enriquecerse, no destruyendo ni robando la riqueza ajena, sino empleando su intelecto para crear una empresa, por pequeña que sea, que produzca un producto (material o inmaterial) superior al mejor producto existente en el mercado en un momento dado.

El capitalismo no es sólo un sistema económico, sino también (o quizás especialmente) una estructura social de valores, basada en un ajuste en la relación del individuo con el Estado; lo cual ha demostrado haber sido la única en la historia de la Humanidad, capaz de promover esa relación, de modo tal que se pueda aprovechar la creatividad y la espontaneidad del ser humano, en tanto que individuo en beneficio de toda la sociedad.Top of FormBottom of Form

Este es el principio de competencia basado en la creatividad y no en la destrucción; lo cual establece una clara superación del capitalismo frente a la Edad Media, demostrando ser muy eficaz al brindar un gran bienestar material no exclusivamente al Occidente, de dónde se gesta, sino que se aplicó a otros países, que por cierto son renuentes a asimilar esa forma específica de generar riquezas

Hemos señalado en reiteradas ocasiones ciertas opiniones que generan escozor en la piel de muchos. Sin embargo, lo machacaremos: Por más “salvaje” o “inhumano” que parezca, cuestión en la que algunos insisten, deben reconocer que el  capitalismo, ha creado y generado la expansión de la electricidad, el automóvil, el teléfono móvil, internet, el avión y muchos otros bienes de los que se beneficia el Mundo entero y que ellos existen únicamente porque Occidente y el capitalismo crearon las condiciones para su existencia y generación.

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En este contexto nos topamos con aparición de un liderazgo “novedoso, fresco, magnético y carismático” en EEUU. Según diversos medios, como The New York Times, la trayectoria de Zohran Mamdani, es decir, de inmigrante musulmán al cargo de Alcalde de Nueva York, ha generado serias repercusiones mundiales inesperadas. A medida que la noticia de la sorprendente victoria de este joven musulmán se extendía desde Queens hasta Washington y California, también atraía la atención en rincones del Mundo donde las elecciones locales en EEUU suelen pasar desapercibidas.

Sin embargo, la elección de Zohran Mamdani como el primer Alcalde de Nueva York de confesión musulmana y ascendencia india, ha captado la atención de muchos. E inclusos analistas, supuestamente serios, se “rompen” los sesos, para descubrir “bondades” en este joven líder. En nuestro criterio, hay mucho anti-trumpismo en toda la atención que ha generado.

Ahora todos (entre ellos algunos amigos míos) buscan arrimar a su orilla la canoa de Mamdani. Todos procuran identificarse, en cierta medida, con éste. Es la novedad. Tenemos, por ejemplo, en Nueva Delhi, los jóvenes que conectaron de inmediato con Mamdani a través de sus vídeos en redes sociales sobre películas de Bollywood: ahora esperan una visita oficial del Alcalde electo.

En la hermosa Estambul, las jóvenes de clase media que procuran escapar de la sentida imposición islamista que ha pretendido aplicar Erdogan, hoy se sienten cautivadas por las publicaciones de Mamdani y su esposa, en Instagram. Éstos, son vistos como los símbolos de los nuevos musulmanes, que hoy se han abierto hacia cierto cosmopolitismo, al recorrer y habitar en las grandes ciudades del Mundo.

En Dakar, Senegal, donde la edad promedio es de 19 años, se procura estudiar lecciones sobre el eterno sueño estadounidense, maravillándose del ascenso de un joven inmigrante en un país que supuestamente se ha aislado y replegado cada vez más, sobre sí mismo.

La reacción a la victoria de Mamdani, se está convirtiendo en una fuente de inspiración en ciertos círculos, especialmente entre aquellos activistas que se manifiestan abiertamente en sus países, para cambiar políticas y prácticas profundamente vinculadas a la corrupción y que a su vez emanan de las viejas formas de hacer política.

Hay jóvenes que se ven reflejados en Mamdani; pero, son los mismos que ahora están transformando la política en el Sur Global: jóvenes, desilusionados, impacientes que rechazan, con sobradas razones, repito, la corrupción y la desigualdad, pero, al mismo tiempo se mantienen esperanzados y convencidos de que pueden construir algo mejor.

Este joven político, si bien algunos pretenden convertirlo desde el Partido Demócrata, en su puntal electoral frente a Trump y el Partido Republicano, no menos es cierto que tiene cierto plomo en el ala. A nuestro juicio, no alcanza el carácter encantador que ostentó Obama, para ser fenómeno global. Barack Obama en 2008 fue único, por ser afroestadounidense, la primera vez que un líder de una considerable minoría alcanza la Casa Blanca y repitió. Aunque Mamdani tiene determinados elementos a tomar en consideración: nació en Uganda y pasó allí sus primeros años. Su familia emigró a Nueva York y se naturalizó ciudadano estadounidense en 2018, conservando aún la doble nacionalidad: la de EEUU y de Uganda.

Por otra parte, vale la pena considerar sus influencias intelectuales, donde se encuentra figuras de la socialdemocracia convencional y del socialismo estadounidense. Mamdani se ha declarado admirador de Franklin Delano Roosevelt y del alcalde neoyorquino republicano de la época del New Deal (1934-1946), Fiorello LaGuardia. Además, tenemos la influencia de su padre, un intelectual poscolonialista, Mahmood Mamdani, y sus lecturas del controvertido fundador de Socialistas Democráticos de EEUU (por sus siglas en inglés, DSA), Michael Harrington, quien recordó desde la década de 1960s hasta la década de 1980s, que la pobreza en una sociedad tan opulenta como la de EEUU estaba mucho más extendida de lo que mayoría suponía.

La campaña de Mamdani no se centró en la política identitaria, sino en un programa de vivienda asequible. Sin embargo, en ciertos círculos internacionales, su identidad fue exagerada. Su ascenso ha sido noticia en todo el Mundo, algunas de ellas poco halagadoras.Top of Form

En India, las críticas previas de Mamdani al Primer Ministro Narendra Modi, a quien calificó de “criminal de guerra”, han enfurecido a los sectores nacionalistas e hinduistas en la India. Un legislador del partido gobernante publicó en redes sociales que Mamdani “está dispuesto a destruir el hinduismo”.

El periódico israelí Haaretz citó a un enviado israelí que describió a Mamdani como “una amenaza clara e inmediata para la comunidad judía de Nueva York”. No obstante, en su discurso de victoria, Mamdani afirmó que su administración apoyaría “a los judíos de Nueva York” y no cejaría en la lucha contra el flagelo del anti-semitismo.

En Europa del Este, varios líderes de derecha, han expresado su pesar y preocupación. Acusan a Mamdani de “comunista” por algunas de las medidas electorales que propuso. Alguno de ellos indicó: Top of Form“Hubo un tiempo en que nuestro país se controlaba no sólo los precios, sino también el pensamiento de la gente. La miseria de las mentes comunistas ha calado hondo en las estadounidenses”.

En Berlín, los periodistas señalaron que las ideas socialdemócratas de Mamdani son bastante convencionales, sobre todo en lo que respecta al control de alquileres y el transporte público. Algunos comentaristas italianos se maravillaron de la elección de un socialdemócrata musulmán en la ciudad-sede de Wall Street. Por su parte, la izquierda francesa celebró, a rabiar, esa victoria, mientras que la derecha francesa teme por el auge de la “izquierda islamista resurgida”.

Como vemos, hay opiniones variadas sobre Mamdani; una mezcla de modismo, polarización en torno al trumpismo, esperanza y temor.

Hay que reconocer la Top of Formconexión de Mamdani con los jóvenes y los problemas que éstos, enfrentan le ayudó a ganar en Nueva York, pero, también supo apuntar al espíritu de muchos jóvenes líderes de todo el Mundo, donde los movimientos de protesta contra sistemas políticos arraigados han provocado levantamientos en varios países y derrocados gobiernos en Madagascar y Nepal.

Repito, todos buscan arrimar su canoa hacia su orilla. Hay quienes dicen que EEUU tendría un futuro mejor con este joven líder en la Casa Blanca. Basta repetir lo que se dijo, cuando Mamdani ganó: “Los neoyorquinos son afortunados”.Top of Form

Esta es una victoria de manual que debería estudiarse también en las facultades de ciencias políticas del Mundo, sobre todo en materia de marketing político y uso de las redes sociales. La campaña de Mamdani fue dinámica, visual y adaptada a un Mundo cada vez más movido por el TikTok e Instagram. Evidentemente, esto último tiene su lado oscuro, al llevarnos hacia una estupidización generalizada. Umberto Ecco lo señaló en una ocasión: “las redes sociales le dan derecho de hablar a los idiotas”.

Ahora bien, Mamdani fue mucho más allá, con un estilo desenfadado y cercano. Conectó con los jóvenes ignorados por la élite política tradicional y elevó el listón con promesas prácticamente imposibles de cumplir en el Nueva York actual. Es decir, aumentar los impuestos a las empresas y congelar los alquileres, más viviendas sociales, guarderías gratuitas, transporte público gratuito, viviendas asequibles y acceso a la atención médica para quienes no pueden pagarla, además de impuestos a las grandes fortunas.

Es evidente que su vibrante populismo de izquierda lo llevó a la alcaldía de Nueva York, y la fórmula funcionó porque sus mensajes apuntaban al corazón del statu quo capitalista estadounidense más puro. Esto conectó con los jóvenes y con todos aquellos que ya empiezan a sentir que no pueden permitirse las ciudades en las que han vivido toda su vida. De hecho, el tema central de las elecciones neoyorquinas fue el nivel de vida y el hecho de que la metrópolis estadounidense se ha convertido en una ciudad inaccesible para sus propios habitantes, y la movilidad urbana que tiene sus rezagos tecnológicos en comparación a urbes europeas, y se ha vuelto económicamente asfixiante. En este contexto, el discurso de Mamdani, quien afirma que “la vida no tiene por qué ser tan dura”, se convirtió en algo más que un eslogan. Se transformó en una promesa de supervivencia urbana la cual caló hondamente en las redes sociales. Ahora tendrá la difícil tarea de cumplir. Me viene a la memoria cuando Carmelo Lauria, líder de Acción Democrática, al felicitar a Aristóbulo Isturiz, debido a que éste, ganó la Alcaldía de Caracas, le dijo; “Aristóbulo, prepárate para saber, que no es lo mismo pedir agua que dar agua”.

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Lo más difícil está por venir. ¿Por qué? Porque cuando Mamdani tome posesión del cargo el 1 de enero de 2026, tendrá que comenzar a implementar su programa electoral. Y es mucho más difícil cumplir que prometer, incluso si algunos periodistas anti-Trump apuntan que puede adaptar al contexto para crear pequeñas revoluciones en la “Gran Manzana”, lo cual luego pueden convertirse en una propuesta de mayor calado. Pero, más allá de la emoción, el realismo económico de estas promesas sigue siendo cuestionable. Nueva York es una ciudad construida sobre la dinámica del libre mercado, y el presupuesto municipal depende en gran medida de la inversión privada y el apoyo federal. Además, con Donald Trump amenazando con retener los fondos federales destinados a la ciudad, implementar una agenda al estilo Mamdani podría convertirse en un delicado equilibrio entre el idealismo y la bancarrota.

Incluso medidas moderadas, como un tope al alquiler, podrían perjudicar a los promotores inmobiliarios, mientras que los planes para el transporte público gratuito o un salario mínimo de 30 dólares requerirían un presupuesto que la ciudad no tiene y sin el apoyo de Washington será muy difícil. Y Mamdani ya dijo: “Si alguien puede mostrarle a una nación traicionada por Donald Trump cómo derrotarlo, es la ciudad que lo vio nacer. No sólo detendremos a Trump, sino que detendremos al próximo. Donald Trump, sé que me estás viendo, ¡sube el volumen!”.

Pamplinas y puro escenario populista. Es un mensaje que demuestra su circunstancial audacia política; pero, que le puede costar a los neoyorquinos su tiempo, su paciencia y su dinero, en los próximos meses. Porque a Trump puede presionarlo, para debilitar su liderazgo y al Partido Demócrata. Ya hubo en siglo XIX, unos líderes populistas en EEUU como Andrew Jackson, William Jennings Bryan e incluso a mediados del siglo XX, como George Wallace. Hoy está Trump y éste ha demostrado que juega duro. No tiene rival, por ahora; mientras que los demócratas, buscan desesperadamente amarrarse a cualquier figura, y Mamdani, espero no equivocarme, parece el escogido. Lo esperará el horno de la historia, no lo sabemos, pero, lo intuimos.

Por otro lado, el carisma de Mamdani, la forma en que trata los temas vinculados a la “Gran Manzana”, ha reavivado el espíritu cívico de una generación que ya no cree en nada. Y esto es digno de elogio y estudio. Sin embargo, la complejidad de los problemas y la realidad económica de la ciudad que liderará sigue siendo una fuerza implacable que puede derrumbar cualquier promesa, por muy atractiva que suene en internet y por mucho entusiasmo que genere. De ahora en adelante, no importará tanto la popularidad digital de Mamdani, sino los logros concretos que pueda exhibir.

Si Mamdani logra cumplir siquiera el 30% de lo prometido, no sólo se convertirá en un alcalde exitoso de Nueva York en un contexto difícil, sino también en la nueva punta de lanza del Partido Demócrata; es decir, un líder político capaz de reactivar a la juventud, las minorías y la generación que ha perdido la fe en la política, precisamente ese electorado que podría decidir quién será el próximo Presidente de EEUU en 2028.

La misión de Mamdani será, entonces, encontrar el equilibrio entre idealismo y pragmatismo, es decir, entre los valores que enarbola y los resultados concretos, y no sucumbir ante la presión del mercado y una administración federal hostil.

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Más allá de la victoria de Mamdani, emergen tres temas mucho más profundos sobre el Mundo en que vivimos y los cuales considero, deben ser tratados.

  1. La generación que ya no cree en nada. Pura posmodernidad y posverdad. La razón ha muerto.

Vivimos una paradoja. Las generaciones que nacieron con la libertad de elegir cualquier creencia, ideología o sentido de la vida, parecen haber perdido esa capacidad. El exceso de opciones ha generado un bloqueo de significado. Si en el pasado las creencias se imponían (a través de la religión, el Estado o la ideología), hoy, la pluralidad de “verdades” o “narrativas” hace que muchos sean incapaces de construir una identidad moral coherente. Es lo que los filósofos contemporáneos describen como la disolución del sentido: un Mundo lleno de estímulos, pero pobre en convicciones.

En este vacío, políticos como Trump, Mamdani y otros campean, porque la pobreza de lenguaje y significado importa menos que el encanto que puedan generar. Un atractivo que no nace en su doctrina, sino en la forma banal de la imagen y el discurso político emocional.

Así, los jóvenes siguen a Mamdani no por ser socialistas o socialdemócratas, sino porque perciben en ese vacío, empatía, emoción y autenticidad en un Mundo que, por lo demás, sólo les habla a través del cinismo o los algoritmos. Les ofrece un punto de apoyo emocional en un universo desorientado.

  1. ¿Populismo socialista o modelo económico socialdemócrata?

La redistribución masiva de recursos no crea, por sí sola, valor a largo plazo. No hay que estudiar en profundidad a Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus, Stuart Mill, Hayek, Von Mises, como tampoco fijar la mirada en Marx para comprender muy bien lo que la realidad ha demostrado repetidamente en economías emergentes, por ejemplo, en África, donde enormes flujos de ayuda financiera se han perdido con el tiempo sin generar ningún efecto estructural. Cuando el dinero no se transforma en educación, fomento en habilidades, infraestructura o ecosistemas productivos, se disipa en consumo e inflación.

En una ciudad como Nueva York, dependiente de la inversión privada y la dinámica del libre mercado, un modelo económico que promete topes, dádivas y redistribución corre el riesgo de convertirse en una mera fábula moral fiscalmente insostenible. Esta es la paradoja del populismo de izquierda: una retórica anti-capitalista que, en realidad, paradójicamente, depende del capital que tanto cuestiona. Aquí el gran reto que tiene Mamdani es hacer que sus medidas sociales sean económicamente sostenibles, y acercar más su proyecto político hacia una socialdemocracia de corte moderno a la europea o canadiense, pero adaptada al contexto estadounidense.

  1. Distorsión del concepto de “progresismo”.

La palabra “progresista” ha sido muy utilizada en Europa en general, y en España por Pedro Sánchez en particular. Vemos que, en efecto, esto debería significar apoyar el progreso real, es decir, una transición de un estado inferior a uno superior, medible y cuantificable, mediante indicadores de calidad de vida, educación, salud, productividad o sostenibilidad y fundamentalmente observando la historia en términos de futuro, lo que no siempre ocurre.

El término “progresista” se ha convertido en un concepto vago, asociado casi exclusivamente a temas de identidad (LGBTQ+, inmigración, ecología radical), sin ninguna verificación del progreso concreto que producen estas políticas. El “progresismo” se ha vaciado de significado objetivo y se ha transformado en una etiqueta emocional, una forma de pertenencia a un grupo, no en una visión de futuro. De ahí las reacciones cada vez más duras de quienes lo perciben como hipócrita o desconectado de la realidad.

En definitiva, la victoria de Mamdani refleja un Mundo en el que el idealismo, la falta de referentes y la emoción digital se han mezclado en un nuevo tipo de política: ¡una política de sensaciones, no de soluciones!

Y es precisamente por eso que creo que esta victoria (que no necesariamente es algo bueno) debería llevarnos, especialmente a quienes somos un poco mayores, a reflexionar seriamente sobre cómo podemos recuperar la capacidad de cada persona para definir su propio sistema de valores, pero en consonancia con la existencia de una conciencia social común. En todo caso, superar esta tragedia decadente que nos envuelve. Porque de lo contrario, en el mar de individualismo que hemos creado, corremos el riesgo de perder la idea misma de comunidad. Y eso, en esencia, es algo muy peligroso. Creemos que Tocqueville lo pronosticó y hoy EEUU se enfrenta a ello con la llegada del populismo. Es el Mundo y EEUU lo representa. Esa decadencia, para expresarlo en términos espenglerianos tiene variadas expresiones, desde Bad Bunny hasta Trump y Mamdani.

@eloicito

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