Venezuela, el fracaso de Biden – Por Carlos Pozzo Bracho
La Casa Blanca hizo una apuesta fuerte y políticamente riesgosa en su negociación con el régimen de Maduro. En su evidente interés de convertir nuevamente a Venezuela en un socio confiable y alinearlo con la estrategia de EEUU para mantener el statu quo global, la Administración Biden ha venido ejecutando una política que recuerda la metáfora de “La Zanahoria y El Garrote”. Sin embargo, los resultados no han sido los esperados.
Las medidas restrictivas aplicadas por EEUU y su posterior flexibilización sin la debida contraprestación venezolana acordada en Barbados, evidencia que Washington se ha visto entrampado entre seguir promoviendo el acercamiento con el régimen de Maduro como lo dicta la Casa Blanca o confrontarlo con dureza como plantean los Departamentos de Estado, Justicia y Tesoro y, entre otros. El dilema entre honrar el tradicional pragmatismo político y económico, por un lado, la democracia y su seguridad nacional por otro, ha conducido a la Administración Biden a mantener una contradictoria relación con Venezuela que, hasta el momento, no se ha ajustado al interés primario de EEUU.
¿Y cuál es su interés primario? EEUU es, actualmente, la nación que mantiene una posición hegemónica en el sistema internacional global. Esa posición ha venido siendo disputada por la actitud revisionista de China, que junto a otros países bogan por un reordenamiento global donde el poder económico, financiero y comercial no este dominado por EEUU. Esta disputa se desarrolla en el plano político y allí es donde entra Venezuela como país energéticamente estratégico.
¿Y porque entra Venezuela en esa disputa política? Por las ambiciones del fallecido Hugo Chávez, quien alentado por la gerontocracia cubana y gracias a la abultada petro-chequera del Estado, pretendió convertirse en el líder de proyección universal, impulsor del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI. Por su parte, Maduro, quien con el argumento de seguir el “legado” de Chávez, buscó neutralizar las sanciones aplicadas por EEUU y Europa fortaleciendo su relación con Rusia, China, Irán y otros países que aspiran al reordenamiento del poder global. Sin embargo, los resultados de su gestión tampoco han sido los esperados por el régimen venezolano. Ejemplo de ello fue el rechazo a la aspiración del gobierno de facto de convertir a Venezuela en miembro del selecto grupo de los BRICS, dejando en evidencia la debilidad política y económica del régimen “revolucionario” en el sistema internacional.
La Administración Biden, bajo el criterio de Menos Garrote, Mas Zanahoria, dio un giro a la política de sanciones que comenzó aplicando la Administración Obama y que prosiguió la de Trump. Con este enfoque, EEUU venia accediendo a las demandas del régimen venezolano que se ventilaron desde el inicio de las negociaciones entre la oposición y el oficialismo venezolano y que terminaron dándole forma a lo que se oficializo como el Acuerdo de Barbados. En el intercambio acordado de buena fe por la Administración Biden, la parte estadounidense dio todo y obtuvo muy poco para sus intereses y nada para la oposición.
Este fracaso lo expuso el influyente diario Wall Street Journal en su editorial del 29 de enero pasado titulado “Venezuela’s Maduro Tricks Biden—Again” (Maduro engaña a Biden-Otra vez) con lo cual se vinculaba un evento relevante de política exterior a la política interna estadounidense, agitada por la campaña electoral con miras a los comicios de fin de año. Se menciona que el poderoso “caucus” cubano y grupos de intereses venezolanos en el estado de Florida influyeron en la decisión de apoyar la candidatura de Trump que tomaron tanto el Senador Rubio como el otrora precandidato republicano el Gobernador Ron De Santis. La flexibilidad política mostrada por la Administración Biden hacia Cuba y Venezuela habría sido un factor estimulante a tal postura en un estado que ha tenido un importante peso en los resultados electorales de EEUU.
El control de daños que implementó la Administración Biden en materia de política exterior afectó, precisamente, al principal asesor de la Casa Blanca en materia de relaciones estratégicas y de seguridad con el Hemisferio Occidental, en momentos en que arrecia la arremetida política del Partido Republicano contra el Secretario de Seguridad Nacional (Homeland Security), Alejandro Mayorkas, por la falta de aplicación de una eficiente política migratoria. Sobre este punto vale mencionar que actualmente importantes grupos de presión, tanto en Washington, Nueva York como en Miami, han expresado su percepción de que Maduro está liberando a delincuentes comunes con el encargo de entrar a EEUU, emulando al caso cubano conocido como el Éxodo de Mariel a principios de la década de 1980.
Entretanto, el régimen venezolano intensifica su campaña de represión contra el liderazgo opositor, contra integrantes activos y retirados de la Fuerza Armada Nacional, contra miembros de organizaciones no gubernamentales y de medios de comunicación nacional, en violación y desafío al compromiso asumido en Barbados con la Plataforma Unitaria, con la Comunidad Internacional y en particular, con la Administración de Biden. La expulsión de los representantes del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU y las declaraciones del Relator para la Seguridad Alimentaria sobre la responsabilidad del Estado en torno a la hambruna que se cierne sobre Venezuela, validan y reafirman la preocupación de la Comunidad Internacional sobre la fase represiva en la que entrara el sistema político venezolano.
Las mutuas aspiraciones de cambio negociado fueron dejadas de lado. A la decisión del régimen de optar por la máxima represión se opone ahora varias voces que piden una vuelta de la máxima presión por parte de la Comunidad Internacional, y más específicamente, de EEUU. Los resultados de esta confrontación son impredecibles, sin embargo, surgen varias presunciones que merecen ser mencionadas.
En primer lugar, Venezuela mantiene un valor estratégico diferente al de Nicaragua y Cuba, tanto desde el punto de vista energético como territorial. Este valor, sobre todo el energético, pesa en la disputa por la hegemonía global haciendo que la línea dura del estamento político estadounidense demande a su gobierno un respaldo más vigoroso y militante a la oposición venezolana en su lucha por el cambio político en el país.
La brutal represión anunciada y ejecutada por el régimen de Maduro coloca en una muy incómoda posición política a los gobiernos de Brasil y Colombia. Es poco probable que los gobiernos de estos países manifiesten su respaldo al régimen venezolano tomando en cuenta que la política exterior la ejercen ajustándose al balance de los pesos y contrapesos que aún existe entre los poderes públicos de esos respectivos Estados.
El rigor de las sanciones reimpuestas por EEUU y Europa, la economía colapsada, la falta de recursos para pagar voluntades dentro de la FANB, de los cuerpos policiales y de los llamados colectivos, junto al repudio de la población venezolana hacia la elite autoritaria podrían acrecentar las probabilidades de implosión del régimen de Maduro.
Las negociaciones entre la Plataforma Unitaria y el gobierno de facto han quedado rotas por la política de máxima represión desatada por los cuerpos de seguridad del Estado. Las probabilidades de que se reanuden son mínimas tomando en cuenta la falta de compromiso para cumplir lo acordado con lo cual quedó derrumbada la credibilidad del régimen. Unas negociaciones serias sólo podrían reanudarse con la participación de otros representantes, tanto de la oposición como del oficialismo y teniendo como objetivos el fin del régimen de Maduro y la conformación de un gobierno de transición con el mandato de convocar y organizar unas elecciones libres, competitivas, con observación técnica internacional y verdaderamente democráticas.
La Administración Biden podría recuperar parte del terreno perdido si asume una postura firme orientada a lograr estos objetivos, ofreciendo renovado respaldo a la oposición venezolana, así como garantías al sector que asista como representante de lo que podría denominarse nuevo oficialismo, diferente de la elite cívico-militar que ha ejercido el poder en Venezuela.
@PozzoBracho