Kaplan y la geografía: reflexiones para Venezuela – Por Eloy Torres

El analista norteamericano Robert D. Kaplan hace un cierto tiempo, escribió un trabajo, (La venganza de la geografía. Cómo los mapas condicionan el destino de las naciones, RBA, Barcelona, 2013) calificado por Henry Kissinger, como un libro excepcional. El trabajo busca explicar la dimensión de las realidades de los países, partir del dato geográfico. Lo que nos permite aproximarnos a la comprensión de las causas de los distintos conflictos y acontecimientos que sacuden las relaciones internacionales en este siglo XXI. Kaplan nos invita a observar los actuales problemas, montados en una axiología religiosa, además de unas beligerancias que fueron frenadas por los condicionamientos de la Guerra Fría, con sus consabidas esferas de influencia.

Hoy, se observa una creciente inestabilidad política generada por la anarquía internacional. Es suficiente ver los mapas de los países y de cómo los cimientos políticos se tambalean; el mapa nos ofrece las primeras pistas para discernir una lógica histórica relacionada con lo que vendrá después. En su citado libro, Kaplan fundamenta su tesis al utilizar el mapa como punto de partida y explica diversas situaciones actuales que muestran una dentadura siniestra y belicosa. Tenemos el caso de los elementos fronterizos de algunos países árabes, concretamente los que emanan de las tensiones entre Siria e Irak las cuales podrían ser menos artificiales de lo que parecen, y de cómo ese fenómeno político, llamado el panarabismo extremo, impulsado por Assad nos muestra su gran carga de odio hacia Israel, lo que nos indica que éste, ha estado representado por una manifiesta debilidad de su país como Estado.

Asimismo se percibe una creciente influencia de Irán, que oscila entre las riberas del Mar Mediterráneo y las montañas del indomable Afganistán, o, viceversa. No obstante, Kaplan cree que el régimen de los Ayatolás sucumbirá ante los arrebatos de la historia, pues ese régimen no coincide con el desarrollo de su historia. Además, su condición de ser un país movido más, por el factor “continental” que el factor talasocrático, pues, por ahora es muy débil y lo convierte en un país limitado. Aunado a ello está la disputa, suya, apoyándose en la interpretación del Corán; pues, Irán es shiita, mientras que su vecino directo, Arabia Saudita, con el que comparten el golfo es árabe y sóta, la otra versión del Corán. Ambos, son enemigos y buscan el control de la zona. Lo que marca una gran dificultad para ir más allá.

Para Kaplan es prioritario explicar el tema de Europa y su papel en la geografía. La UE juega un papel considerable económicamente hablando. Según Kaplan, quien toma en consideración el papel jugado por Mackinder, Spykman y Morghentau en la construcción de una visión europea. Es decir, para confirmar el elemento contradictorio y, muy complejo que presenta Europa. “La economía de la Unión Europea, de 16 billones de dólares, es mayor que la de los EEUU. Desde su extremo occidental, Europa mira el corazón de Norteamérica, y está situada a la misma distancia del Cono Sur de Sudamérica que de los EEUU Desde su extremo oriental, Europa divisa África y Eurasia. Europa se encuentra en el corazón del hemisferio oriental o <<continental>>, equidistante entre el extremo oriental ruso y el sur de África” (Robert D. Kaplan, Op. Cit., p. 179)

Lo que nos lleva a considerar el papel que desempeña Vladimir Putin frente a esa Europa. El, evidentemente juega al caos y manipula a los europeos con el tema energético. Ese manejo encierra una gran complejidad que se expresa en una paranoia. Algo natural en los rusos mantienen por la desconfianza suya frente al Occidente. Hemos escrito en otros contextos la importancia que tiene la percepción rusa sobre si mismos. Putin encarna una visión nihilista de no creer en el orden internacional, encabezado por Occidente. Para Putin, el tema es el resguardo de Rusia, la cual ha sido atacada constantemente y hoy, el tema de Ucrania, lo confirma.

Valga citar al mimo Kaplan quien confirma nuestro aserto, “En 1991, cuando la Unión Soviética se disolvió oficialmente, el territorio ruso era el de menor tamaño desde antes del reinado de Catalina la Grande. Incluso había perdido Ucrania, el centro neurálgico original de la Rus de Kiev. No obstante, a pesar de la perdida de Ucrania, los Estados bálticos, el Cáucaso y Asia central, y pese a la incertidumbre militar en Chechenia, Daguestán, y Tartaristán, y al surgimiento de Mongolia Exterior, como un Estado independiente, liberado de la tutela de Moscú, su extensión todavía superaba la de cualquier otra nación del planeta, con más de un tercio del Asia continental y fronteras terrestres que abarcaban más de la mitad de las zonas horarias del mundo, desde el golfo de Finlandia hasta el Mar de Bering. Sin embargo, la protección de esta vasta y pelada extensión – cuyos extremos ya no quedaban resguardados por montañas y estepas- quedó en manos de una población que superaba en muy poco la mitad de la que había habitado la antigua Unión Soviética (…) Tal vez nunca antes, Rusia había sido tan vulnerable geográficamente en tiempos de paz.” (Robert D. Kaplan, Op. Cit., p. 227)

Esto a lo que se enfrenta Rusia y su respuesta está sobre el tapete de la realidad del siglo XXI. Como dice el dicho, “éramos muchos y parió la abuela”. Rusia y los EEUU enfrentan un creciente drama. Las relaciones internacionales son el escenario donde se observa el hecho de cómo se acrecienta el poder de China. Kaplan describe con precisión quirúrgica ese drama. Este autor, bien alejado del “presentismo”, se apoya en la historia para describir los futuros elementos que ya nos tocan la espalda, con su mano.

Se siente en al ambiente que el poder de China es indiscutible: Ella se está convirtiendo en la superpotencia que busca dominar el Pacifico, desde donde observa al mundo. No obstante, ella debe enfrentarse al mismo tiempo a movimientos sociales internos, como a los factores presentes en la zona que temen su empoderamiento; factores, como el Vietnam, por ejemplo, que busca el sol norteamericano, su otrora gran enemigo, para dificultar el empoderamiento de China en la zona.

Según comprendemos, flota en el aire una brillante réplica que arrincona a los pensadores que sugieren que el globalismo subyugará a la geografía; sin embargo, Kaplan le confiere una vitalidad a la geografía y a los geógrafos, como a las mentes ilustradas más contundentes de la geopolítica del pasado (más o menos distante en el espacio de la historia de las relaciones internacionales) en tanto que apunta, mientras describe con precisión sus teorías y aplica lucidamente sus ideas a las crisis actuales en Europa, Rusia, China, el subcontinente indio, Turquía, Irán y el Medio Oriente árabe.

Kaplan se adentra con soberbia en el tema que más le preocupa: la geografía, para lo cual se apoya en el epígrafe que coloca al comienzo de su libro: “El mejor lugar para comprender el presente y plantearse preguntas sobre el futuro es el terreno, viajando con la mayor lentitud posible”. Kaplan, según parece, disfruta, el haber experimentado sus vivencias personales; cuestión que no es minúscula, y para lo cual se apoya en esa visión, por demás, muy sui generis.

Para Kaplan es considerable el manejo explicativo que realiza, en su libro, para hacer comprender conceptos fundamentales de la geopolítica, para la historia de la humanidad; por ejemplo, el Rimland.

Por lo que lo más importante aquí es entender cómo los Estados con una presencia territorial masiva (por ejemplo, Rusia, China) son países eminentemente que viven para su interior; a pesar de tener salida al mar. Su geopolítica está dictada por la extensión de su propio territorio, razón por la cual tienen una enorme hambre de expansión territorial. ¿Por qué?

No podemos abandonar el estudio de la historia para explicar las causas por las cuales, ello ha sido una constante. Primero, históricamente hablando, esos estados fueron invadidos por enemigos provenientes de la tierra (por ejemplo: mongoles, tártaros, polacos, lituanos y del báltico en general, franceses, alemanes para Rusia). Para ellos, cuanto más espacio consigan poner entre ellos y el enemigo, más tiempo tendrán para repeler un ataque. Entre paréntesis, esta es la razón por la que Moscú se querella con tanto encono a Ucrania. Si miras el mapa, no podrás evitar notar lo cerca que están los ejércitos de la OTAN de Moscú (de los países bálticos, incluidos Irán y China).

En cuanto a China, ella, fue constantemente invadida por mongoles y otras poblaciones de Asia Central, y del cual no podemos excluir el papel jugado por Japón en la región asiática. El hambre de territorio de China se debe al miedo a ser invadida por tierra, no por mar. La meseta del Tíbet, por ejemplo, es crucial para la seguridad de China porque, si se escapara del control chino, podría ser utilizada por una potencia hostil para lanzar un ataque contra las principales zonas agrícolas y residenciales del país. La meseta del Tíbet, al ser muy alta, es también la principal fuente de agua para China y Asia Central. Su posición estratégica se ve así duplicada por la posibilidad de controlar el flujo de agua tanto de China como de sus vecinos. Lo último que China quiere es tener una potencia hostil que afecte su posicionamiento en la zona y modifique los cauces de los ríos o reduzca el flujo de agua. En el polo opuesto están los países que han construido su historia en torno al mar. Entre ellos destacan Gran Bretaña, EEUU, Portugal o España. Éstos, dominaron los mares y su geopolítica siempre ha sido la del comercio y los mares. Estos países están siempre situados en la periferia de las masas continentales y tienen una estrategia geopolítica muy diferente a la de las potencias continentales. Para ellos es esencial el control de las rutas oceánicas y de los puntos clave (por ejemplo: estrechos como el Bósforo, Malaca, Bab el-Mandeb, etc.) en estas rutas. ¿Por qué? Porque, como ocurre con Rusia o China, perder el acceso a esos lugares es una amenaza existencial para ellos. Los países continentales y los países marítimos mantienen diferentes procesos económicos; sus maneras de abordar el tema económico responden a visiones y mentalidades distintas; lo que evidentemente genera un complejo proceso de elaboración de sus estrategias geopolíticas. Lo que vale destacar es la urgencia del dato histórico, para urgente comprender las implicaciones de la teoría de las relaciones internacionales, como de su historia para analizar los distintos acontecimientos históricos que sacuden al mundo, los cuales tienen una explicación.  Kaplan, en su trabajo, aborda toma las principales regiones del planeta y analiza cómo su geografía (topografía, ríos, mares, etc.) los condena a desarrollar determinadas acciones cuya naturaleza geopolítica, es más que evidente. Basta observar el mapa tan conflictivo del Medio Oriente. Esta zona es un escenario donde ocurren tantos cambios y modificaciones; pero, que concluyen, con todo y la fuerza de los medios de comunicación con su efecto mediático, en la necesidad de realizar ciertas cosas geopolíticamente. Es decir, unos reasentamientos políticos y geopolíticos en consonancia con lo que la teoría dice que debería ocurrir.

Robert D. Kaplan aborda al país otomano y al país de los persas.  Es decir, Turquía  es tomada en cuenta en su realidad y situación norteña. Mientras que el Irán, desde el Este

Estos son los tradicionales poderes de la zona. No es de ayer, como tampoco de hoy, fue que surgió, gracias a su actual liderazgo político. Es un hecho político que trasciende a sus élites dirigentes. Éstos, como se sabe de la historia de las RRII, han sido vastos imperios milenarios y han mantenido una tensión geopolítica desde la antigüedad.

La historia nos muestra a Turquía vs Irán. Es decir, un duelo entre el Imperio Otomano y el Imperio, primero  Safávida; luego con el también Imperio Afsharid. Antes de eso fue el Imperio Bizantino vs. Imperio sasánida. Con anterioridad fue el Imperio Romano vs. Persas.

La historia y sus contradicciones nos ha traído a estos escenarios, donde destaca el papel de Turquía como de Irán dominando las zonas altas. Éstas, le han ofrecido la ocasión de fortalecer su protección para enfrentar las distintas invasiones. Mientras que Siria, Jordania, Irak, cuya área se distingue por una baja altitud es permisiva para las invasiones; pues, muestran pocos obstáculos naturales para una invasión.

La Operación Tormenta del Desierto (1991) realizada por los ejércitos de la gran coalición internacional para sacar a Saddam Hussein del Kuwait, es un ejemplo de la velocidad con la que avanzaron las tropas de la coalición. La Guardia republicana iraquí al servicio de Saddam Hussein, a pesar de tener un 1.000.000 de hombres bajo las ramas, fue blanco fácil de las incursiones de los ejércitos aliados. El terreno facilitaba el ingreso de éstos. Estos detalles son dignos de tomar en cuanta, por nuestros militares, especialmente aquellos que se llenan la boca, vociferando acerca de acciones para recuperar el Esequibo. Ello, nos trae a la memoria el fiasco argentino en y durante las Malvinas. Por cierto, bien detallado por el General Alberto Müller Rojas en su libro Las Malvinas. Una tragicomedia en tres actos y a quien seguimos en los cursos de estrategia y política internacional que impartía en el posgrado de Ciencias Políticas en la UCV. Es algo que se debe tomar en consideración.

Volviendo a Kaplan quien destaca que los campos petroleros de Irak y las tierras agrícolas altamente fértiles son una gran ventaja para cualquiera de las dos grandes potencias, las cuales tienen grandes poblaciones, pero relativamente poca tierra cultivable.

Vemos con frecuencia las fricciones de Irán también con Arabia Saudita e Israel. Estos últimos son una amenaza a la geopolítica del país persa. Como quiera que Irán se cuida mucho de iniciar un conflicto directo con Israel, prefiere promover una tensión con a través de gobierno aliados, el Yemen, por ejemplo. No obstante, ambas situaciones conflictivas son, históricamente hablando, de reciente  naturaleza. Según Kaplan, esa conflictividad no duraría mucho sin la participación, en ambos conflictos, de los EEUU; aunque ello aceleraría una mayor conflictividad a la zona. Por cierto, ello le daría un ingreso a una zona extremadamente conflictiva a ese país para enfrentar a Irán. Conflicto que se inscríbela en la geopolítica del conflicto entre EEUU e Irán por el control de la zona. El mismo nos demostraría el enfrentamiento entre una potencia marítima de alcances globales, con una potencia continental, como lo es Irán.

Además de estos dos escenarios ya citados, Kaplan considera la obligatoriedad de tomar en cuenta, otras regiones, entre las que cabe mencionar, el papel de la India, como un actor internacional tímido, pero, cuya presencia crece cada día; especialmente por el empuje de su población y su acercamiento a niveles de alta tecnología. El papel de Turquía, como elemento que añora las virtudes del viejo Imperio otomano, especialmente en la zona tan conflictiva, históricamente hablando, de los Balcanes.

Cabe destacar, según Kaplan, un hecho que (decimos aquí, nosotros) nos afecta directa e indirectamente como país; nos referimos a México y su relación con los EEUU, y viceversa. El tradicional papel hegemónico, del país del Norte, hoy sufre los embates de la realidad. EEUU busca adecuarse a ésta. Como potencia, Washington muestra fisuras en su contexto de poder. El punto débil que observa Kaplan de EEUU es el tema fronterizo, por lo que “La zona fronteriza histórica con México es amplia e imprecisa, como la del subcontinente indio en el Noroeste, al mismo tiempo que pone al descubierto las tensiones existentes entre culturas distintas” (Robert D. Kaplan, Op. Cit., p. 408).

En tal sentido, para hacer coincidir ambas apreciaciones que tenemos acerca de la gravedad de lo que nos preocupa, el mismo Kaplan, nos socorre con la idea, por ejemplo, de que es vital, existencialmente hablando, tomar en consideración, lo que nos dice el mapa sobre los conflictos futuros y la lucha contra el destino. El factor geográfico ejerció una influencia decisiva en los acontecimientos históricos, desde el Egipto faraónico hasta la llamada, equivocadamente, “Primavera Árabe”.

A lo largo del tiempo, la geopolítica fue vista en términos muy negativos; pues, como todos sabemos fue mal instrumentalizada por Hitler y sus conmilitones (civiles y militares). Felizmente Robert Kaplan nos trajo, para su “refrescamiento” las teorías de algunos de los analistas más conspicuos en esta materia, me refiero a Mackinder, Haushofer, Spykman, entre otros, incluso, Toynbee.

Kaplan, como autor, reflexiona acerca de la necesidad de mostrar sus teorías, no sólo para sustentar el tema central, la geografía, sino también para brindar una comprensión de los “maltratos”, a ciertos conceptos, por demás extremadamente, indispensables para la comprensión general del tema. 

Para Kaplan, por ejemplo, reafirmar la idea de la estrategia de los EEUU es muy importante. Su libro no tiene la dimensión del trabajo hecho por Kissinger: La Diplomacia, pero, es un trabajo que deben abordar los lectores, profesores, militares, diplomáticos y políticos en general; vale decir, aquellos que quieran completar sus conocimientos sobre geopolítica.

Ante este drama existencial que el hombre experimenta con el aluvión mediático acerca de la posmodernidad, sumado a la posverdad, pero, que encuentra sus raíces en el viejo aforisma “en todo conflicto, la verdad es la primera víctima”, creemos interpretar que Kaplan, estima que el Occidente como unidad axiológico existencial nunca en su historia, había alcanzado un nivel de tal brevedad geopolítica, a la vez de un poder puro como el que se alcanzó durante la Guerra Fría y en el período inmediatamente posterior. Durante más de medio siglo, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha condensado una tradición milenaria de valores políticos y morales –Occidente, en resumen– en una sólida alianza militar.

Sus raíces espirituales se remontan a la herencia filosófica y administrativa de Grecia y Roma, al surgimiento del cristianismo en la Alta Edad Media y a la Ilustración de los siglos XVII y XVIII, de donde nacieron las ideas de la Revolución Americana. Por supuesto, las naciones claves de Occidente lucharon formando alianzas en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y esas coyunturas urgentes constituyeron la base de las estructuras más seguras y complejas de la OTAN.

Estas estructuras, a su vez, fueron consolidadas por un sistema económico continental que culminó con la creación de la UE. La UE ha brindado apoyo político y coherencia diaria a los valores intrínsecos de la OTAN; estos valores generalmente significan el estado de derecho sobre las decisiones arbitrarias, el estado de derecho sobre las naciones étnicas y la protección de los individuos independientemente de su raza o religión.

La democracia, en esencia, se trata menos de elecciones y más de instituciones imparciales. El fin de la larga guerra europea, con sus momentos específicos a lo largo de los años entre 1914-1989, marcó la victoria de estos valores cuando cayó el comunismo y la OTAN y la UE extendieron sus sistemas en Europa Central y Oriental, desde el Mar Báltico en el norte hasta el Mar Negro en el sur. Y definitivamente fue una guerra europea larga, ya que las privaciones políticas y económicas de tiempos de guerra continuaron existiendo en los estados satélites de la Unión Soviética hasta 1989, cuando Occidente triunfó sobre el segundo sistema totalitario de Europa, y cómo triunfó sobre el primero en 1945.

Hoy el Mundo se encuentra en un atolladero. Se busca un reacomodo para las relaciones internacionales. Como quiera que, incluso, la Post-Guerra Fría murió y hoy todo es muy grave. No hay nada claro. La organización con la que se pretendió dar un orden al mundo está en entredicho. No hay norte y cada actor inclina la balanza a su favor. La lucha geopolítica está a la orden del día.

Me voy a permitir adelantar, basándome en lo señalado por Robert Kaplan. “El mundo del futuro se asemejará, a grandes rasgos, al régimen de millet del antiguo Imperio Otomano: una <<red de comunidades geográficamente mezcladas>>, en palabras de Toynbee, en vez de un <<tapiz de […] Estados provincianos segregados>>. Cada relación afectará a los demás como nunca antes lo habían hecho”.  (Robert Kaplan, Op. Cit., p. 424).

Ahora, para Venezuela es un tema central reacomodar su realidad interna y adecuar una nueva política exterior en el contexto de las actuales relaciones internacionales. Kaplan destaca, en su libro, con tono muy realista que sirve para desafiar esa, sui generis percepción, asentada en la visión ideologizada de la política exterior de las dos últimas décadas, según la cual debemos enfrentar al “Imperio”, pues nos subyuga. La ideología no puede sustituir a la geografía. Por ello, hay que estudiarla en detalle para fortalecer nuestra posición geopolítica. Ella nos ayuda a comprender nuestra realidad. Kaplan, al interpretar a Spykman, uno de los más conspicuos conocedores de la geopolítica, expresa: “ Y la realidad geográfica fundamental del Hemisferio Occidental, dice, que la división no se encuentra entre el área del norte de la selva ecuatorial dominada por el Amazonas y el área al sur de esta, de lo que se deduce que Colombia y Venezuela, así como las Guayanas, a pesar de encontrarse en la costa septentrional de Sudamérica, funcionalmente forman parte de Norteamérica y el Mediterráneo americano. Su mundo geopolítico es el Caribe, y tienen relativamente poco que ver con los países de que extienden al sur de la selva amazónica, a pesar de que comparten  el mismo continente” (Robert Kaplan, Opb. Cit., p. 132-133).

La política exterior debe abrazar los fundamentos de la geopolítica. Debemos entendernos con EEUU, sin sumisión abyecta ni desplantes provocadores. Además, la política exterior debe ser un instrumento a largo plazo para salvaguardar el territorio y aumentar nuestra proyección marítima, asegurando nuestra salida al Atlántico, vía Esequibo, y fijando nuestra presencia en la zona del Golfo de Venezuela -que nos aproxima, pero que también ha llegado a alejarnos, de Colombia. Algún viejo Ex-Canciller neogranadino, mantiene  entre ceja y ceja, que Colombia debe arrebatarnos el mismo, y por ello, le llama inamistosamente en sus escritos: “Golfo de Coquivacoa”. Igualmente, también debe tomarse en consideración las aspiraciones de poder de Brasil.  En todo caso, el país, se observa cada vez más amenazado por una realidad muy peligrosa, alimentada por la actual desidia gubernamental, como por su irresponsable política exterior al insertarnos en una dinámica conflictiva con EEUU, en pro de una supuesta alianza con China, Rusia e Irán. Igualmente, por la poca precisión de los factores opositores que prefieren comprar discursos y narrativas de otras latitudes con lo que ahondan la maximización y el extremismo (por demás, verbal) en lugar de construir, desde el realismo político, una visión que nos inserte en los escenarios que se aproximan. El gobierno y la dispersa oposición comparten el goloso pastel de la visión idealista de la política internacional. La ignorancia es emblemática en ambos sentidos. Por lo que hay que revisar y con mucha atención lo señalado por Kaplan. La geopolítica se mueve y debemos actuar en consecuencia. Tarde o temprano buscaremos reconstruirnos. La hoy hostil Guyana no debería ignorarlo. Entonces hablaremos…

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