El Nuevo Desorden Mundial – Por Richard Haass (*)

La conspicua ausencia de líderes como el Presidente chino Xi Jinping y el Primer Ministro indio Narendra Modi en el 78º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas subraya los innumerables desafíos geopolíticos de hoy. Desde la Guerra de Ucrania hasta la carrera armamentista de Inteligencia Artificial, el panorama mundial parece sombrío y está a punto de volverse más sombrío.

 

Hay un viejo chiste soviético en el que un periodista le pide al Secretario General del Partido Comunista que evalúe la economía del país. “Bien”, es la respuesta corta. El periodista le implora al líder que dé más detalles para poder completar su historia. “En ese caso”, responde el Secretario General, “no es bueno”.

Lo mismo podría decirse del estado del Mundo actual. Mientras muchos líderes mundiales se reúnen en Nueva York para la 78º sesión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con las notables excepciones del Presidente chino Xi Jinping, el Presidente ruso Vladimir Putin, el Primer Ministro británico Rishi Sunak, el Primer Ministro indio Narendra Modi y el Presidente francés Emmanuel Macron, hay motivos para preocuparse. La relación entre EEUU y China, posiblemente la más importante de esta era, está en malas condiciones a pesar de un reciente aumento en el ritmo de los intercambios diplomáticos. El objetivo de EEUU es que las dos grandes potencias establezcan un piso para las relaciones bilaterales. Sin embargo, en el mejor de los casos, ambos gobiernos podrán evitar una crisis. Pero eso se hace más difícil por la negativa de China a reanudar las comunicaciones entre los militares y establecer un canal de comunicación de crisis. Incluso los optimistas no prevén un camino para que ambos cooperen significativamente en desafíos regionales o globales apremiantes en el futuro cercano.

Mientras tanto, China enfrenta importantes desafíos económicos, en gran medida debido a sus propias deficiencias políticas. Pero incluso si los problemas son internos, eso no significa que las consecuencias quedarán limitadas a China. Como mínimo, lo que suceda allí impedirá el crecimiento económico mundial. En el peor de los casos, existe la posibilidad de que los dirigentes chinos se vean tentados a actuar de manera más agresiva en el exterior para distraer la atención de sus problemas económicos internos.

En otras partes del Indo-Pacífico, Corea del Norte continúa ampliando tanto el tamaño como la calidad de su arsenal nuclear. El régimen de Pyongyang continúa probando misiles balísticos cada vez más avanzados y ha presentado un submarino con armas nucleares, que aumentaría la capacidad de supervivencia de sus capacidades nucleares. No hay indicios de que Corea del Norte esté dispuesta a discutir, y mucho menos a comprometerse, sobre sus programas nucleares o de misiles.

Otra preocupación es que la contraofensiva de Ucrania, que se lanzó hace aproximadamente tres meses y medio, ha logrado avances limitados. Fuerzas rusas bien fortificadas todavía controlan grandes extensiones del Este y Sur de Ucrania. Esta realidad, junto con la capacidad de Rusia para aumentar su producción de armas en tiempos de guerra –a pesar de las sanciones encabezadas por EEUU– e importar armas de Irán y Corea del Norte, sugiere que la guerra, ya en su segundo año, continuará por algún tiempo.

Es comprensible que Ucrania no esté dispuesta a ceder en su objetivo de recuperar su territorio. Sigue creyendo que la marea militar se inclinará a su favor a medida que lleguen armas más avanzadas de Occidente. Putin, por su parte, cree que podrá afrontar los costos de la guerra y que el menguante apoyo estadounidense y europeo a Ucrania es una cuestión de “cuándo”, no de “si”. Nada de esto da mucho con qué trabajar a los aspirantes a pacificadores.

En Afganistán, está cada vez más claro que los nuevos talibanes no se parecen tanto a los viejos talibanes. La verdadera pregunta es hasta qué punto permitirán nuevamente que su país se convierta en una plataforma de lanzamiento para el terrorismo. Luego está la cuestión de hasta qué punto contribuirán los talibanes a la inestabilidad que ha exacerbado las vulnerabilidades de Pakistán. Hablando de Estados débiles que sufren de mala gobernanza, instituciones débiles y capacidad limitada, su número está creciendo en África y América Latina.

Desde una perspectiva global, al Mundo no le está yendo mucho mejor. Tras una pandemia mundial que se cobró aproximadamente 15 millones de vidas, el verano pasado fue el más caluroso registrado. Cuando faltan poco más de dos meses para que funcionarios de todo el Mundo se reúnan para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) en los Emiratos Árabes Unidos, hay pocas razones para creer que los gobiernos estén preparados para priorizar las preocupaciones climáticas sobre las prioridades económicas de corto plazo.

Finalmente, a medida que las tecnologías de inteligencia artificial y aumentada evolucionan rápidamente, no hay señales de que esté surgiendo un consenso internacional sobre cómo aprovechar sus dimensiones constructivas y frenar sus aplicaciones potencialmente destructivas.

Hay algunas buenas noticias. La fuerte respuesta occidental a la agresión rusa y, más ampliamente, la renovada vitalidad de las asociaciones y alianzas lideradas por EEUU en el Indo-Pacífico destinadas a disuadir el aventurerismo chino son excelentes ejemplos.

En Medio Oriente, Irán liberó recientemente a cinco prisioneros estadounidenses a cambio de que Washington le diera a Teherán acceso a 6.000 millones de dólares en activos congelados, con la condición de que los fondos se utilizaran sólo para alimentos y medicinas. Los dos países también parecen estar trabajando en un acuerdo –aunque no un pacto formal– mediante el cual Irán aceptaría algunos límites a sus actividades nucleares a cambio de un alivio de las sanciones.

De manera similar, las negociaciones parecen estar logrando algunos avances sobre un acuerdo mediado por EEUU que normalizaría las relaciones entre Israel y Arabia Saudita. Si se firma, este acuerdo tiene el potencial de fortalecer las defensas de Arabia Saudita contra la agresión iraní y brindar a la diplomacia israelí-palestina un impulso muy necesario.

No se puede eludir la realidad de que las malas noticias superan a las buenas. Los objetivos de desarrollo internacional no se están cumpliendo. La reciente cumbre del G-20 en India logró poco, y la reunión de la Asamblea General de la ONU parece estar siguiendo sus pasos. El componente más importante de la ONU, el Consejo de Seguridad, está marginado y seguirá estándolo, dado que uno de sus miembros con derecho a veto está librando una guerra que viola el principio más fundamental de la Carta de la ONU. En un momento en el que la demanda de una cooperación internacional efectiva es alta, parece que hay una lamentable escasez.

(*) Presidente Emérito del Council on Foreign Relations (CFR).

 

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