40 años de Las Malvinas – Por Eloy Torres

Hace 40 años, el Mundo, una vez más, se encontró con el fantasma de la guerra. Esta vez, fue América Latina el escenario. Fuimos testigos de la guerra de las Malvinas. Argentina, por lo menos los dirigentes militares, desesperados por la creciente ola de deslegitimación interna, tras embarcarse en una guerra sangrienta, contra los factores perturbadores de la tranquilidad que ofrece el tango, vale decir grupos peronistas, motivados por el izquierdismo fidelista enfrentados a los sectores también peronistas, que los rechazaban. Una especie de guerra civil de baja intensidad. Los militares decidieron poner orden en ese país y el costo fue muy elevado. Mucha sangre, desaparecidos y torturados era la noticia que cubría la información argentina, además del futbol. El caso es que los militares alejados de la ponderación decidieron bailar al ritmo del bandoneón y tomaron militarmente las islas Malvinas que, por razones históricas y geográficas, son argentinas, tal como el Esequibo y sus áreas marinas y submarinas (el llamado “Mar de Leoni”) son venezolanos.

Argentina reclama su titularidad a la pérfida Albión, desde la primera mitad del siglo XIX. Estas islas, las Malvinas, llamadas en inglés “Falkland Islands” y en francés, un tanto más cercano a la forma como la llaman los argentinos, “Les îles Malounies”, constituyen un archipiélago en el sur de nuestro Hemisferio Occidental. Están situadas en el océano del Atlántico sur, en el mar argentino, el cual es considerado como un mar epicontinental; vale decir por sus cualidades es generador de riqueza marina. Ese archipiélago está cerca de 500 km de la costa argentina y bien lejos del Reino Unido. La geopolítica, aunque no existía, como disciplina, se imponía como praxis. España, buscaba enfrentar los intentos ingleses y holandeses de penetrar en sus asentamientos, consagrados en Tordesillas.

Luego, para la ONU ese archipiélago es un territorio no autónomo, bajo la administración británica. Argentina, como hemos dicho, reclama su titularidad. En tal sentido, los militares, cansados de ser blanco de críticas internas e internacionales, por la crudeza de su represión contra la sociedad civil, vistieron el traje nacionalista y se lanzaron a la aventura de retomar, con las armas, ese archipiélago usurpado por el Reino Unido.

Se inició el así llamado conflicto armado por las Malvinas. Un conflicto que duró 10 semanas. El mismo estalló el 2 de abril de 1982, cuando los militares argentinos ocuparon el archipiélago y establecieron su soberanía en las mencionadas islas. Se inició una “tragicomedia” como lo señaló el finado Alberto Müller Rojas, General de las Fuerzas Armadas de Venezuela y profesor en la Academia Militar y varias universidades del país. Su libro “Las Malvinas. Tragicomedia en tres actos” explica la irresponsabilidad de los mandos militares al incursionar en ese archipiélago, sin ponderar las implicaciones de un conflicto de esa magnitud.

El General Müller Rojas a quien desde estas páginas le rindo un homenaje por su gran bonhomía y visión para explicarnos en clases los distintos elementos que deben estar presentes en todo posible conflicto bélico. Recuerdo sus arengas y su empeño en mostrar la fórmula del analista estadounidense, Ray S. Cline (“The Power of Nations in the 1990s: A Strategic Assessment”) y la estatura estratégica de los actores en todo conflicto militar; esto es, a partir de la percepción que debe tener un país acerca de un eventual enemigo. A saber: el así llamado poder nacional de cualquier país debe ser percibido para hacernos comprender, visto unilateralmente, como realiza su valencia de conformidad con lo siguiente:

P = (C+E+M) x (S+W)

Lo que nos traduce que P corresponde al Poder Nacional, C es la masa crítica (población y territorio) de todo actor, mientras que E es su capacidad económica; M es su capacidad militar; en tanto que S es su elemento teleológico (el interés nacional o propósito estratégico), y W es la voluntad nacional de alcanzar sus objetivos estratégicos.

En todo caso, la guerra de las Malvinas fue un fiasco, para Argentina, desde el principio hasta el final. Por mucho que los militares vistieran el traje nacionalista y procuraron reconectarse con América Latina (incluso, se reconciliaron con Cuba; y Luis Herrera Campíns manifestó la solidaridad de la Venezuela democrática hacia Argentina frente a la agresión británica y criticó la decisión de EEUU de apoyar al Reino Unido) y más allá. Ese Mundo era y es el mismo que se embriaga con la melodiosa voz de Gardel y se embelesa por su magnífico futbol, amén de disfrutar la “Historia universal de la Infamia” de Jorge Luis Borges y otros extraordinarios escritores y poetas argentinos. Pero, hay que decirlo, esa incursión en el archipiélago fue un fracaso y hoy 40 años después hay quienes gritan irresponsabilidades en lugar de ponderar esa acción de los militares como un contrasentido, rayando en la irresponsabilidad: Aunque, otros siguen esa misma senda en pleno siglo XXI.

Como todos sabemos, la respuesta británica no se hizo esperar. Londres intervino, tres días después de la incursión bonaerense, a fin de expulsar a esas fuerzas “invasoras” del archipiélago.  Utilizaron toda una flota. El conflicto duró un poco más de 70 días. Las perdidas, humanas argentinas alcanzaron la suma de 650 militares; mientras que los ingleses 250. Ese conflicto fue el epitome de una tensión histórica entre Argentina y Reino Unido, por la soberanía de ese archipiélago.

En consecuencia, Buenos Aires, mejor dicho, sus desacreditados militares, inconsultamente, sin tomar en cuenta su realidad política internacional, dieron ese paso, sin declarar la guerra contra Londres y ocuparon el archipiélago. Londres, hizo lo propio; no declaró tampoco la guerra; sino que se limitó a “guerrear” contra los ocupantes y expulsarlos.

Los combates ejercieron un considerable impacto sobre ambos actores en el contexto de las relaciones internacionales. Se observó un cambio relativamente radical. Obviamente, Argentina, según su naturaleza, al principio, alimentó un sentimiento nacionalista. Los militares se sentían dueños del patio. La realidad los confrontó y fueron vencidos. Tras la derrota, los militares se refugiaron en sus cuarteles, de dónde no han salido, por ahora, y Argentina ha visto desfilar en democracia, a varios presidentes civiles. Al parecer, hay normalidad, a pesar de los distintos elementos que dibujan la corrupción en los rostros de sus mandatarios y de sus esposas quienes también han ocupado el puesto de sus esposos y hoy siguen ejerciendo altos cargos. No obstante, Argentina, todavía sufre la fungosidad en las heridas que genera la corrupción en el tejido social y político de esa hermosa nación.

El final de los combates catapultó a la “Dama de Hierro”, como bautizaron a Margaret Thatcher, a un nuevo mandato. Fue una mujer de fuertes convicciones conservadores y de duras decisiones, quien supo ponderar el momento del conflicto, el cual le sirvió para continuar su presencia en la famosa calle Downing Street Nº 10.

Mientras que para Argentina se convirtió en un eterno sujeto de discusión de su política exterior y un significativo momento de frustración de ese noble pueblo, el cual observa y busca recordar, con sus oídos, la letra del tango de Gardel y Le Pera: “Cuesta abajo en su rodada”; es decir, “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”.

@eloicito

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