México: cautela y disciplina – Por Félix Arellano

Diversas razones estimulan las pasiones de las sociedades, entre ellas, los temas territoriales, religiosos o étnicos son muy frecuentes, pero en Venezuela estamos experimentando un caso que podría resultar novedoso, la diversidad de sentimientos que el tema de las negociaciones genera en nuestra sociedad. En el fondo pareciera expresar falta de tolerancia, rigidez frente a la diversidad, bajos niveles de convivencia y, en alguna medida, poca consideración a la dignidad humana. Son múltiples los factores que estimulan tales actitudes, y un lugar destacado lo ocupa el discurso de odio y exclusión que caracteriza a los grupos de poder.

Resulta evidente y comprensible que frente a las negociaciones que están iniciando en México reine el escepticismo. Tenemos un pasado cercano de fracasos y frustraciones, que se puede resumir en tres palabras emblemáticas: Vaticano, República Dominicana y Barbados. Pero el escepticismo debería representar un aprendizaje que nos permita actuar con cautela y prudencia. Evitar el inmediatismo y las falsas expectativas que tanto daño han generado.

No podemos esperar mucho del proceso que inicia en México, toda vez que el bloque en el poder tradicionalmente ha jugado al clásico esquema que contempla: dividir, desgastar, frustrar y generar desesperanza. Un ciclo que estamos enfrentando desde hace varios años; en consecuencia, ya debemos haber aprendido las lecciones, entre otras, que nuestra crisis es compleja, no tiene soluciones rápidas o fáciles y todos participamos en la construcción de los cambios necesarios.

Ahora bien, el escepticismo que debería conllevar prudencia, tiene otra manifestación y puede transformarse en un pesimismo fatalista, actitud que se extiende en nuestra oposición democrática, que asume el inminente fracaso de cualquier iniciativa en nuestra lucha democrática. Comprender la complejidad de nuestra situación, en particular de las soluciones, es un ejercicio necesario y conveniente, pero debemos evitar que desemboque en una permanente frustración, que estimula la parálisis.

Parte del pesimismo fatalista son los sesudos diagnósticos que sólo enfatizan en errores y fracasos. Resulta fácil observar las debilidades de las estrategias, luego que avanzan los acontecimientos, lo lamentable es el vacío de creatividad, ningún aporte u opciones complementarias. Gran capacidad analítica para detectar las fallas, muy poca creatividad para plantear alternativas y escenarios de acción.

Una expresión agresiva del pesimismo fatalista es la permanente descalificación de quienes intentan opciones de cambio. Lo que evidencia nuestra rigidez para asimilar que, frente a la gravedad de nuestra situación, debemos explorar diversos escenarios de acción; lo fundamental es el mínimo de organización y coordinación.

El pesimismo fatalista y paralizador es propiciado eficientemente desde el bloque en el poder y encuentra como gran aliado a las nuevas tecnologías de las comunicaciones, cabe la expresión “las redes enredan”. Esos nuevos recursos de comunicación pueden ser de una enorme utilidad, lo estamos apreciando, como opción para enfrentar la pandemia del COVID-19, empero, como todo proceso humano, tienen diversas manifestaciones y, entre sus expresiones negativas experimentamos, entre otros, los ciberataques, las falsas noticias, y la descalificación instantánea, como dicen “en tiempo real”, de cualquier iniciativa orientada a promover el reconocimiento del contrario y la convivencia social.

El pesimismo fatalista forma parte de las técnicas del autoritarismo, y constituye un elemento complementario del proceso de fragmentación de nuestra sociedad, con especial énfasis del sector político. Lo decepcionante es cómo los personalismos, las agendas personales o la soberbia de algunos facilitan los avances del autoritarismo, que tiene muy claro los objetivos de dividir, frustrar y debilitar nuestra sociedad.

Adicionalmente, el pesimismo fatalista tiende a estimular la parálisis. Cruzarnos de brazos y esperar que otro resuelva todo, además de poco creativo, tiende a ser irresponsable y, por otra parte, implica desconocer que, en las actuales circunstancias, necesitamos diversos escenarios funcionando simultáneamente, naturalmente con un mínimo de coordinación estratégica. Debemos comprender que, frente al muro del autoritarismo, toda oportunidad que contribuya a su debilitamiento, puede abrir espacios para la lucha democrática.

Frente a este nuevo esfuerzo de negociación en México, que cuenta de nuevo con la experiencia y disposición del Reino de Noruega, pero además con una mayor coordinación de la comunidad democrática internacional; la cúpula del bloque en el poder pareciera dispuesta a comprometerse sólo en pequeños cambios, sin avanzar en aspectos sustantivos, toda vez que puede estar en juego la permanencia en el poder.

Sectores fundamentales del bloque en el poder parecieran estar conscientes de que necesitan concertar acuerdos, en particular con el gobierno de EEUU y la Unión Europea (UE), para superar las sanciones, pero no quieren ceder en temas importantes relativos a condiciones electorales realmente competitivas, pues asumen que podría ser el principio del fin.

La narrativa sobre las sanciones que aplican los EEUU y la UE, constituye uno de los temas centrales del bloque en el poder. Según la versión oficial, la crisis humanitaria compleja que vivimos es producto de tales sanciones, ocultando la realidad estructural; es decir, que el modelo económico que se está aplicando se ha orientado a la destrucción de la economía para empobrecer la población y poder ejercer un control social más efectivo.

Para fortalecer el discurso manipulador sobre las sanciones económicas se está movilizando diversos sectores nacionales e internacionales en una estrategia especialmente dirigida a Washington y Bruselas, con el objeto de generar una atmósfera crítica sobre las consecuencias sociales de las sanciones y propiciar su flexibilización o eliminación.

En el tema de las sanciones económicas no podemos desconocer la posición crítica de la UE, pero también la posición reflexiva de la nueva Administración del Presidente Joe Biden en EEUU, que ha dado señales claras de su disposición de revisión del instrumento, pero en el marco de proceso eficiente de negociación que conlleve la salida pacífica y democrática de la crisis venezolana.

El discurso oficial se concentra en el cuestionamiento de las sanciones económicas exagerando sus consecuencias, pero no podemos desconocer la sensibilidad que genera en el bloque en el poder las sanciones personales. En este contexto, la estrategia contra las sanciones incluye un proceso de presión, en particular, sobre diversas instituciones en EEUU como el Congreso, las dependencias del gobierno federal vinculadas con el tema de las sanciones y las diversas fracciones que hacen vida en el partido demócrata.

En principio, el bloque en el poder pareciera que asume el proceso que ha iniciado en México como un juego estratégico; demostrar disposición, pero complicando y distrayendo. Mantener el tema de la negociación en la mesa como un recurso de largo aliento.

Ante tales condiciones es natural el escepticismo, pero debemos asumirlo como cautela, no crearnos grandes expectativas y, paralelamente, debemos estar alertas ante el pesimismo fatalista y evitar repetir errores, como menospreciar la oportunidad o descalificar el esfuerzo. En este momento nos corresponde mantener una disciplina de apoyo, la crítica constructiva puede ser útil; pero, las propuestas para fortalecerlo son fundamentales.

Debemos internalizar que frente al autoritarismo debemos trabajar en escenarios múltiples, todos orientados a debilitar el poder y abrir espacios para el camino a la democracia y a una sociedad de convivencia, en la que todos podamos desarrollar nuestros proyectos de vida, respetando los límites de la vida en sociedad.

Tampoco podemos desconocer que, en esta nueva oportunidad, la presión de la comunidad internacional se presenta más coordinada, o que pudiera resultar más efectiva. La nueva administración en EEUU ha reiterado que las sanciones se desmontarán como resultado de una negociación con avances concretos para alcanzar una salida pacífica y democrática de la crisis venezolana, posición que apoya la UE y muchos gobiernos democráticos.

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