Los primeros 100 días de Biden – Por Richard N. Haass (*)
Hace 100 días que Joe Biden es Presidente de Estados Unidos, menos del 7% del tiempo para el cual fue electo. De todas formas, es tiempo suficiente para intentar extraer algunas conclusiones sobre la naturaleza de su presidencia.
El principal logro de Biden hasta el momento es haber ampliado la provisión de vacunas contra la COVID-19 y aumentado la velocidad de las vacunaciones en el país. Se administraron aproximadamente 220 millones de dosis en Estados Unidos desde que asumió la Presidencia y hay provisiones suficientes como para garantizar la vacunación de todos los adultos. La cantidad de muertes diarias por la enfermedad cayó de más de 4000 por día a bien por debajo de 1000. La economía está lista para despegar y hasta hay quienes se preocupan por su sobrecalentamiento.
En esos mismos 100 días, surgieron los temas básicos de la Presidencia de Biden, articulados en su discurso ante el Congreso el 28 de abril: énfasis en las cuestiones internas; un papel mucho más amplio del gobierno federal, tanto para estimular la economía como para proporcionar servicios básicos y apoyo financiero a los ciudadanos; y el compromiso de enfrentar al racismo, modernizar la infraestructura, aumentar la competitividad del país y combatir el Cambio Climático. También hay voluntad de aumentar los impuestos a las corporaciones y a los más adinerados para cubrir los costos de esas iniciativas. Todavía está por verse en qué medida podrá cumplir esta agenda… por ahora las comparaciones entre Biden y Franklin Delano Roosevelt o Lyndon B. Johnson son comprensibles, pero un tanto prematuras.
Gran parte de lo que hizo —o desea— Biden representa un brusco cambio respecto de su predecesor, Donald Trump, y muchos estadounidenses están de acuerdo. En cuanto a la inmigración, sin embargo, el enfoque de Biden no siguió el mismo camino. Hubo quienes entendieron que es en parte por sus mensajes que aumentó la cantidad de intentos por inmigrar a Estados Unidos a través de la frontera sur. Mientras tanto, los topes a las admisiones a refugiados resultan excesivos para muchos republicanos e insuficientes para muchos demócratas.
Es en la política exterior, sin embargo, donde las comparaciones con Trump son más interesantes. A primera vista, Biden no podría ser más distinto. Abrazó el multilateralismo y volvió a incluir a Estados Unidos en la Organización Mundial de la Salud y el Acuerdo Climático de París. Su gobierno está trabajando además para restablecer el acuerdo nuclear de 2015 con Irán, que Trump abandonó unilateralmente.
Biden también recuperó aliados y alianzas tradicionales para una posición central en la política exterior estadounidense. Ya recibió al Primer Ministro japonés Yoshihide Suga en Washington y hará su primer viaje al extranjero cuando visite Europa en junio, para la Cumbre del G-7. Las tropas estadounidenses no se irán de Alemania, algo que Trump había anunciado; y el gobierno de Biden puso los derechos humanos en el centro su política exterior, con críticas frecuentes a Rusia y China, sanciones a Birmania y la publicación de un informe que responsabiliza al Príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, por la muerte del periodista saudita Jamal Khashoggi.
Pero hay una mayor continuidad en la política exterior entre Biden y Trump de lo que se percibe inicialmente. Pensemos en Afganistán, donde la diferencia entre ellos se reduce a poco más de cuatro meses: Trump firmó un pacto con los talibanes por el cual Estados Unidos se comprometía a retirar todas sus fuerzas militares para el 1 de mayo, Biden se comprometió a hacerlo para el 11 de septiembre. Igualmente importante es el respaldo de Biden a algo en lo que insistió Trump: que sean las fechas acordadas y no las condiciones locales lo que determine el momento en que se retirarán los militares estadounidenses.
También hay una continuidad considerable en cuanto a las políticas relacionadas con China. Ya no escuchamos llamados a un cambio de régimen, pero el único contacto diplomático de alto nivel entre Estados Unidos y los funcionarios chinos difícilmente pudo ser menos diplomático. Mientras tanto, el gobierno de Biden mantuvo los aranceles y controles a las exportaciones, siguió enviando buques de guerra estadounidenses para desafiar las reivindicaciones chinas en el Mar de la China Meridional, reiteró que las acciones chinas en Xinjiang fueron un genocidio, sancionó a funcionarios chinos y mantuvo contactos de alto nivel con Taiwán.
En cuanto al comercio, lo que se mantiene es la falta de iniciativa: en lo que, por lo demás, representa una sólida política frente a China, no hay señales de que Estados Unidos esté reconsiderando su falta de voluntad para unirse a los grupos comerciales de la región de Asia y el Pacífico. En lugar de ello sigue comprometido con el eslogan «Compre estadounidense» y afirmaciones sobre una «política exterior para la clase media» —un eslogan por lo demás vacío, que sugiere que el comercio no será prioritario ya que aún es polémico para muchos estadounidenses—.Incluso frente a la COVID-19, la Presidencia de Biden optó por un enfoque de «EEUU primero» (America First) a la hora de compartir (o, mejor dicho, no compartir) las vacunas producidas en Estados Unidos con el resto del Mundo. Esto está cambiando tardíamente, con el compromiso de compartir dosis sin uso de la vacuna AstraZeneca. Pero el cambio es limitado y la demora brindó opciones estratégicas a China y Rusia, atrasó la recuperación económica en el Mundo, y generó más penurias y oportunidades para que surjan y se difundan variantes de la COVID-19.
En resumen, aunque Trump ya no esté en el Despacho Oval, el trumpismo sigue ocupando un lugar preponderante. Sus ataques contra el libre comercio y la inmigración, los avances de la estrecha visión de «EEUU primero» y un sesgo hacia el atrincheramiento parecen ser, tanto en la actualidad como para el futuro previsible, parte de la trama política. El país continúa polarizado y el Congreso está dividido en partes casi iguales… esto deja a Biden con un margen de maniobra limitado para fomentar la democracia, avanzar en la diplomacia y revigorizar las instituciones mundiales.
Como todos los presidentes estadounidenses, Biden aún disfruta de considerable poder e influencia, pero, como se vio en los primeros 100 días de su gestión, si algo no pueden controlar los presidentes estadounidenses es el contexto en el cual gobiernan.
Publicado originalmente en Project Syndicate.
(*) Richard N. Haass, Presidente del Council on Foreign Relations (CFR), anteriormente se desempeñó como Director de Planificación de Políticas para el Departamento de Estado (2001-2003), y fue enviado especial del Presidente George W. Bush a Irlanda del Norte y Coordinador para el Futuro de Afganistán. Es autor de “The World: A Brief Introduction” (Penguin Press, 2020).