El Elefante y el Burro contra el Oso y el Dragón,
tras las Elecciones en los EE.UU
– Por Eloy Torres Román

El elefante y el burro se enfrentarán el 3 de noviembre. El primero se mueve con dificultades. Tiene muchos enemigos al frente. La pandemia del coronavirus ha mermado su capacidad para desarrollar su estrategia. El burro, luce cómodo en los comentarios. Los vientos mediáticos contrarios al elefante construyen escenarios adversos al paquidermo. Si éste, gana otros cuatro años al frente de la Casa Blanca, marcaría un rumbo a largo plazo. Se trata de enfrentar la avasalladora y agresiva presencia del Dragón, el cual amenaza a todos, al construir “la Nueva ruta de la seda”. El Oso está muy preocupado. El elefante lo sabe y está consciente que el Oso, tiene a su lado al Dragón, y éste, no es precisamente un panal de abejas con miel, sino, 1350 millones de almas buscando territorio. El oso tiene demasiado y casi nadie lo habita, por lo que, éste, está en peligro. La proporción es de 1 oso, por su lado y 10 dragones del lado contrario. Tarde o temprano ese Dragón echará fuego sobre Siberia. Por lo que en las elecciones del 3 de noviembre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como elefante, de ganarlas, podría dar un nuevo impulso para remediar las tensas relaciones de Washington con Moscú, para recomponer su realidad con el Oso  y enfrentar al Dragón.

En cambio, el burro, guiado por Joe Biden ha prometido, si es elegido, adoptar una línea dura contra el Oso. Rusia es vista en la narrativa demócrata, como irrespetuosa de los Derechos humanos, violadora de las fronteras de sus vecinos exsoviéticos, así como pretender incursionar en otros espacios, incluso los electorales de la política norteamericana. Trump, como guía del elefante es visto, por los seguidores y por el mismo burro, de ser una marioneta en manos del Oso.

Es harto evidente que las relaciones internacionales sufren un serio deterioro. La globalización ha perjudicado a todos. No era tan fácil, como pretendieron hacer creer los americanos (El fin de la historia de Fukuyama)  De ganar Biden esas elecciones del 3 de noviembre, las relaciones serán más tensas. En caso de ser Trump, habría un complejo proceso de re-ingeniería política en ellas. Éstas, han observado un deterioro mayor desde el fin de la Guerra fría. La intervención rusa en Ucrania en 2014 ha marcado una relación muy conflictiva.

Trump, durante su campaña de 2016 y al inicio de su presidencia promovió la posibilidad de mejorar las relaciones con Putin, el Oso ruso, para lo cual desplegó un complejo proceso de negociación, distinto al de sus predecesores y rivales políticos; Biden se mueve con esta ecuación, ya usada en el pasado, por lo cual, de ganar el demócrata, su triunfo servirá de alimento para engrandecer la decadencia americana en su tragedia.

Para Trump, hombre poco respetuoso de las formas, comprende, en su visión, la validez del concepto desarrollado por Bismarck: “el éxito de mi política lo ubico en mis relaciones con Rusia”. Bueno, hoy, Trump lo reedita, cuando dice: Si quieres hacer un buen trato por el país, luego, quieres tratar con Rusia, y no hay nada de malo en ello, si no te peleas con todos, si tienes una buena relación con Rusia, a diferencia de todas las tonterías que tenía lugar hasta ahora “

A pesar de sus intenciones de establecer buenas relaciones con el líder del Kremlin, ha sido difícil llevarlas a cabo. Ha encontrado serias resistencias en los EEUU. Las relaciones se han visto seriamente deterioradas, como dijéramos al principio. E incluso se han deteriorado considerablemente en favor del nacimiento de una nueva guerra fría, la cual es aplaudida en las calles de Washington. Estas elecciones, no importa quien las gane, serán la antesala para un recrudecimiento de tensiones políticas; tensiones que se verán acompañadas por la sombra nuclear.

Biden, hombre del establishment político norteamericano, miembro del congreso en varias legislaturas y vicepresidente de Barack Obama en sus dos períodos, exuda una intención de reproducir ese sentimiento anti ruso. Lo ha expresado. No tiene interés en mejorar su relación con Putin y calificó a Rusia  de “adversaria” de los Estados Unidos. Agregó que no sería “amigable” con los líderes autoritarios. Pensamos que al demócrata, le hace falta leer con detenimiento los discursos y la práctica política de Winston Churchill, quien audazmente optó decidir por Stalin, un dictador, no menos malo que Hitler. Las interpretaciones son libres; pero, los hechos son porfiados. Hoy Trump, según entendemos, trata de ver más allá del momento. El factor a vencer es China y no Rusia.

Biden, por el contrario, ha sido enfático en llamar la atención sobre las reiteradas violaciones de derechos humanos bajo Putin; e incluso fue más allá al expresar que buscaría, fortalecer la OTAN, a fin de brindar mayor protección a los aliados de los EEUU ante una eventual agresión rusa. Ha sido enfático en castigar al Kremlin si se comprueba alguna señal de intromisión rusa en las elecciones de 2020. Será un gran  castigo económico. Esta perorata le ha acompañado desde que lanzó su candidatura a la Casa Blanca.

Obviamente, ese lenguaje contrasta con el usado por Trump; a pesar que éste,  ha reiterado haber sido más duro con el Kremlin que otros presidentes norteamericanos, incluido Obama. Cierto es que Trump ha sido más prudente que los otros, a la hora de criticar a Putin, a propósito de ciertas materias: la supuesta injerencia rusa en los procesos electorales de varias zonas en el mundo, la presión geopolítica sobre los países vecinos y en materia de los derechos humanos.

Ante la eventualidad que Trump sea reelegido, éste continuaría los esfuerzos para superar los impedimentos para alcanzar una mejoría en sus relaciones con el Kremlin. Aunque se vería como una jugada que busca fortalecer su liderazgo, bajo un nuevo mandato a fin de cumplir con sus objetivos. El factor China y su agresivo esquema de dominación es el verdadero peligro  con su  penetración económica; es a esto, en nuestra opinión, que responde esta jugada de Trump. Sin embargo, en los EEUU no ven este detalle, como tampoco el mundo observa el creciente y agresivo juego de los chinos (el Dragón) en el siglo XXI; esto es, para compararlos con los animalitos de la novela de Karel Chapec, el escritor checo: La guerra de las salamandras; las cuales crecieron para dominar el mundo en los años 20 y 30 del siglo pasado.

Por el contrario, hay una anunciada oposición a Trump, en caso éste, ganase la contienda electoral. El republicano enfrentaría a la oposición en el Congreso. Sus adversarios políticos, dicen temer que Trump pueda jugar peligrosamente en detrimento de los intereses nacionales de los EEUU y de otros países, por ejemplo Ucrania. Los demócratas están jugando duro para retener el control de la Cámara de Representantes y apoderarse del Senado, donde los republicanos son mayoría.

Está planteado que si gana Trump, el Congreso jugará para acosar al presidente  republicano, por el asunto de Moscú. Los demócratas apuestan por un deterioro mayor de esas relaciones con el Kremlin; relaciones tensas que Trump heredó de Obama.

Esas tensiones fueron crudamente visibles a raíz de la anexión de Crimea. Luego el respaldo de Moscú a las tropas separatistas  en Ucrania por el control de este de ese país, en una guerra que generó casi 15.000 muertos. Ésta, aun se observa en los combates aminorados, pero intensos. Hemos escrito que las organizaciones internacionales funcionan de conformidad con un esquema de acuerdos que se deben respetar. Ante los movimientos bélicos de los jerarcas del Kremlin, los EEUU, al lado de varios países occidentales, promovieron la exclusión de Rusia del G-7 (convertido, con Rusia, en G-8), tras ser admitida en los años 90 del siglo pasado.

Según entendemos, Trump, apuesta por el regreso de Moscú al G7, como dando a entender que es preferible tener a  Putin, dentro de la sala, a que éste, quede fuera de ella. Es una jugada política poco comprensible si observamos las falencias del Kremlin, desde un punto de vista inmediatista e ideologizado, utilizando las páginas de la historia como soporte exclusivo para enfrentar a Moscú. Rusia, no asume los derechos humanos como un concepto aceptado por su sociedad. No los conocen. Recuérdese que Rusia era una monarquía, luego consumió 72 años de comunismo. Rusia desconoce esos elementos, tan caros y significativos cuyo origen lo vemos objetivados en la Revolución francesa. Ellos, los derechos humanos, son una conquista occidental y Rusia responde a una arquitectura axiológica bien distante de los valores occidentales.

En cuanto a su realidad geopolítica; a Rusia si le permiten avanzar, ella lo hará a un paso, con sabor a vodka y pan negro. Su relación geopolítica con su entorno geográfico es histórica. Ucrania, Bielorrusia y buena parte del Cáucaso, son parte espiritual y política de Rusia. Son las esferas de influencia, las que dominan su política exterior. Razón por la cual, Occidente, como realidad geopolítica, debe observar con criterio racional su relación con ese país.

Los opositores y analistas críticos de Trump sospechan que, en un segundo mandato, podría estar dispuesto a reconocer el derecho de Rusia a influir en vecinos como Ucrania, Georgia y Bielorrusia a cambio de la ayuda del Kremlin en asuntos de mayor importancia para él. No está demás pasearse por la posibilidad de que nuestro país, observe el esperado cambio político gracias a los intercambios de los factores vinculados a las esferas de influencia. Venezuela por Ucrania y Bielorrusia. ¿Quién sabe?

Trump en su lenguaje, muchas veces por twitter, ha expresado que sería “algo extraordinario” si los EEUU pudieran hacer un gran trato (“great deal”) con Rusia. Un lenguaje que encierra muchas misteriosas situaciones.

En todo caso, las cartas están sobre la mesa. Es cuestión de horas. Los resultados electorales en los EEUU significarán la concreción de lo que nos  amenaza. De triunfar Trump podría significar el fortalecimiento y reconocimiento de Putin en las Relaciones internacionales como un factor que hay que tomar en cuenta. Las esferas de influencia retornarían de donde nunca han debido salir.

En cambio de ganar Biden, como todo el mundo espera, las cosas, en nuestra percepción, nos podrían llevar a equivocarnos al confundir el verdadero peligro que acecha al mundo y concretamente al Occidente: China. Biden con su elegancia discursiva y su gran aplomo, alimentado por casi 40 años de ejercicio político en la ciudad del Potomac, creemos no está atinando el centro del problema. Me recuerda a Chamberlain quien tenía muy buenas intenciones frente al tema de Hitler; pero, Churchill lo defenestró con su visón global de la historia. Sabía del peligro que implicaba Hitler y ponderó su discurso con Roosevelt para buscar una alianza con Stalin. La historia le dio la razón al dipsómano con tabaco en la mano izquierda, mientras que su otra mano indicaba la “V” de la victoria.

En cualquier caso, según los analistas, el éxito que podría tener Trump en lograr sus objetivos de política exterior en un segundo mandato dependería en parte del resultado de las elecciones al Congreso. Éste, en manos de los demócratas insistiría en castigar a Rusia con otras sanciones. Sanciones que se mostrarían contraproducentes si se produce una sólida alianza militar anti-occidente (difícil, pero no imposible) entre Rusia y China.

Esta es un área en la que las políticas de Trump y Biden difieren. Los republicanos huérfanos de liderazgo se deberán refugiar en el ala del magnate; mientras que los demócratas quienes sufren del mismo mal, se refugiarían en el discurso multilateralista. Los EEUU no están acostumbrados a serlo, a pesar que ellos han construido el sistema internacional a su imagen y semejanza.

La suerte está echada. Es cuestión de horas. Claro, no son las horas o momentos descritos por Stefan Zweig en su magnífico rosario de ensayos sobre distintos personajes de la historia, para mostrarnos vigor y  significado. Trump y Biden expresan la historia que está ante nuestras narices y que se nos presenta cual “silencioso taller de Dios”, palabras de Goethe, utilizadas por Zweig para demostrar su  empuje.

Con ello queremos decir que el elefante y el burro deberán ponderar el futuro. El burro debe recapacitar y mostrarse más acorde con los valores esenciales de su país; mientras que el elefante, lento paquidermo, también. Ojalá y comprendan que es urgente enfrentar la posibilidad de una alianza del Dragón con el Oso. Hay que ser pragmáticos y promover una ruptura definitiva entre esos factores. Apoyar al oso, usando un pañuelo en la nariz, en la lucha contra el dragón. De ganar el elefante, éste, estaría obligado a fortalecer, como ya lo procuró Pompeo, un mayor entendimiento con el país cuyo símbolo es justamente el elefante: La India, país que se enfrenta milenariamente con el país del Dragón. El tiempo lo dirá todo.

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