Desescalamiento en Ucrania – Por Eloy Torres Román

 

En 1914, con la consigna “Autodeterminación de los pueblos” que integraban el vetusto imperio zarista, construido desde hacía 300 años, la dirección bolchevique, concretamente Lenin, dinamizó al conglomerado de fuerzas que tomarían el poder en noviembre de 1917. Eso fue un momento. Lenin, se movía con relativa facilidad, cambiando, cual populista – marxista, sus ofertas políticas. No estaba en el poder todavía.  Pero, una vez sentado en el Kremlin, en diciembre de 1919 inició una política para desdecirse de lo que había dicho en 1914. Era la guerra contra los ejércitos enemigos del bolchevismo. Ucrania era un escenario fundamental en ella. La Rusia bolchevique, en manos de Lenin, realizaba toda una cruzada mesiánica, en nombre del socialismo y el comunismo.

Lenin, repito, si en 1914 decía una cosa, en 1919 dijo otra. Concretamente, argumentó que si Rusia perdía su “hermandad” con Ucrania perdía la cabeza. Para Lenin “… el problema nacional, es decir el problema de si Ucrania debe ser la República Socialista Soviética de Ucrania, independiente y unida a la República socialista Federativa soviética de Rusia por medio de una alianza (federación) o debe fundirse con Rusia en una República Soviética única.” (V.I.Lenin, obras escogidas, Volumen 3, página 320)

Como podrá verse, existe una reiterada intención de que Ucrania y Rusia formen un mismo tinglado existencial. No es nueva esa filosofía. Ambas naciones han sido hermanadas por un mismo destino del cual no se excluyen las miserias, hambrunas y la violencia política, a las que se vieron sometidas a lo largo del tiempo. Ucrania en ruso, significa “confín”. La literatura moderna rusa encabezada por Gogol, Lermontov, Belinsky, entre otros, al igual que el Estado ruso moderno, nacen en Kiev, capital de la nación ucraniana. Los vínculos entre Rusia y Ucrania trascienden al comunismo, a la realidad soviética, a la Comunidad de Estados Independientes y a las intenciones de Putin de avasallar a Ucrania.

Ronald Hingley dice “En tiempos de los zares, a los ucranianos se les llamaba pequeños rusos y a Ucrania la Pequeña Rusia” (Historia social de la literatura rusa, 1825-1904, Biblioteca para el hombre actual, New York, Londres, Toronto, Sydney; Ediciones Guadarrama, S.L.-Madrid, 1967) Por lo que hay que estudiar con atención las implicaciones que abarcan a esos dos pueblos, antes de emitir ciertos juicios, pues es algo muy complejo. No es recomendable abordar el tema a partir de la lectura de uno que otro artículo que aparece en revistas. No es fácil explicar las teorías (las cuales no tienen nada de novedosas, como algunos creen ciegamente) de Dughin o Surkov, en el marco de las decisiones del Kremlin del 2020, sin conocer algunos elementos de su historia.

Hoy, Ucrania se encuentra frente a una trampa geopolítica montada por Rusia. La misma expresa la intencionalidad de lograr un acuerdo de paz, mediante el proceso llamado “Desescalamiento”. Zelensky, el joven presidente ucraniano centra su esperanza de solucionar el conflicto con Rusia; por lo que aceptó la fórmula de Alemania y Francia para generar un acuerdo de paz con Rusia.

Los líderes alemanes y franceses Merkel y Macron acordaron en Paris con Rusia y Ucrania una especie de cronómetro para realizar una cumbre en Berlín, para el mes de abril de este año. Zelenski ha generado una expectativa y está obligado a presentar algo en concreto ante esta cumbre a llevarse a cabo en la capital alemana.

En nuestra opinión la trampa geopolítica montada por Putin traduce las necesarias concesiones que debe hacer Kiev a Moscú. Esto es, reconocer de hecho la “soberanía” rusa sobre los territorios de Donbas, en las así llamadas repúblicas de Donets y Lugansk, todos ellos bajo control militar ruso. Según se observa, Moscú logró “sacarle” a Kiev esta concesión, al poner éste, sobre la mesa, su acuerdo con la reciente cumbre que se llevó a cabo en Berlín. Todo indica que el joven presidente Zelensky pagó un precio muy alto.

Es posible cambiar las reglas de juego impuestas por la realidad geopolítica. Vale decir, si el joven Zelensky, quien por joven, podría verse reflejado en el espejo  (guardando las distancias) del joven Kennedy, quien no cedió ni un solo milímetro al rechazar a Moscú cuando la crisis de los misiles en Cuba en 1962; esto es, si Zelensky muestra firmeza ante el Kremlin y le dice “NIET” (NO) a las pretensiones moscovitas. El Kremlin no quiere, ni está preparado a aceptar una Ucrania independiente y soberana; como tampoco Putin lo quiere hacer; no está en sus genes. Él es un hombre formado en los esquemas de ganar y no ceder. El Shit y Mech (el escudo y el sable) los símbolos del KGB están presentes en su axiología. Ya Lenin lo había advertido: si perdemos la hermandad con Ucrania, perdemos la cabeza”

Zelenski, en Paris, mostró dominio de escena e incluso se manejó hábilmente frente a Putin, pues le manipuló ciertas posturas del líder del Kremlin. No obstante, Zelensky “aceptó” determinadas “líneas rojas” que el anterior gobierno ucraniano había defendido hasta 2109 y por las cuales la sociedad ucraniana mantenía y mantiene, expresiones y posturas políticas maximalistas, por ejemplo:

  1. No a las conversaciones directas con los representantes de Moscú en Donetsk –Lugansk;
  2. No puede haber elecciones, en tanto persista la presencia de tropas rusas en el territorio.

Luego, Zelenski, solicitó una revisión de los “acuerdos” celebrados en la capital de Bielorrusia, en Minsk en 2015. Esta propuesta luce poco importante, junto al documento final de la Cumbre y por los cuales el líder ucraniano se las jugó completamente, lo que generó satisfacción en Putin, pero, los mismos, sirven de apalancamiento para unas futuras negociaciones que estimulen el así llamado proceso de “desescalamiento” en la región.

Actualmente, Kiev se esfuerza por hacer real el proceso de negociación y cumplir con el documento final de la cumbre. Por su parte, Moscú, Berlín y París, muestran desgano e ignoran lo que sugiere Kiev en el sentido de realizar una revisión de los “acuerdos” en Minsk. E incluso, según lo que se reseña en los medios de comunicación social internacionales, tras finalizada la Cumbre, el Kremlin se movió con habilidad para “recuperar militarmente”, en términos del revisionismo territorial, otra buena parte del espacio en el Mar Negro. Por lo que se puede reiterar en la conclusión, según la cual, Ucrania está atrapada en una trampa geopolítica y que ese proceso de negociación evoluciona abiertamente en contra de los intereses ucranianos.

Los acuerdos de Minsk, ciertamente han reducido la intensidad de los combates militares, desde cuando se firmaron los mismos. Evidentemente, no ha concluido el conflicto. Posiblemente debido al vago carácter como la prisa con la que se firmaron esos acuerdos. Cada parte, interpreta los acuerdos según les parezca y alejan, o mejor dicho, retardan una solución rauda a los mismos.

Veamos los antecedentes. A finales del año pasado Zelensky, expresó que Ucrania no haría ningún tipo de concesión que traspasara la línea roja. Días después, anunció su respaldo a la propuesta de la formula Steinmeier. La misma apunta, supuestamente a superar el estado de tensión bélica entre Rusia y Ucrania, tensión que ha generado la cifra de más de 14 mil muertos, miles de heridos, amén del desastre económico que se ha incubado en la nación ucraniana. Esta propuesta de Zelensky de adherirse a la formula Steinmeier, repito, ha revitalizado a los factores “maximalistas” de la política ucraniana; hoy, éstos, son un factor abiertamente militante en contra del joven líder ucraniano. El debate apenas se ha encendido.

¿Qué es y de dónde viene la fórmula Steinmeier”? Fank-Walter Steinmeier quien ha sido un hombre que ha jugado en las sombras; una especie de eminencia gris, tras el trono; poco amigo de las fotografías. Fue Ministro de Exteriores; hoy, es presidente de Alemania. Su escogencia como Presidente de Alemania, si bien es cierto no reviste poder alguno, desde el punto de vista de las grandes decisiones de Estado en Alemania; no menos cierto es que el goza de una autoridad, moral en ese país, el cual es sacudido por varios escándalos y el emerge cual tótem a considerar.

Desde 2016, actuando en calidad de Ministro de Exteriores y Presidente de Alemania, elaboró una metodología para utilizar los acuerdos. Hoy se conoce como la fórmula Steinmeier, la cual consiste en una fórmula simplificada que apunta a precisar que en el Dombas, en todas las regiones separatistas deben seguir un esquema electoral, sobre la base de las leyes ucranianas y supervisadas por la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) En caso que ésta, considerase que las elecciones fueron correctas y libres, entonces se pasaría a la fórmula de un Estado autónomo para las regiones separatistas y Kiev retomaría el control sobre su región fronteriza del este.

Para Zelenski, quien, repetimos, está de acuerdo con la “fórmula Steinmeier”, esas elecciones a realizarse deben ser en el marco de un proceso organizado, de conformidad con la legislación ucraniana, pero sólo después que Rusia retire sus tropas y que Ucrania retome el control de su frontera oriental. Para Zelensky, no se pueden llevar a cabo estas elecciones en medio de batallas y con la presencia de tropas extranjeras en su territorio.

Rusia sale beneficiada de esta fórmula. Las elecciones locales en la región del Donbas, seguidas de un proceso de negociación para alcanzar un estatuto de autonomía, sirven a Moscú. Putin quien, al principio, se había negado a encontrarse con Zelensky, por cuanto Ucrania inicialmente rechazaba realizar las respectivas elecciones en la zona oriental de Ucrania, según la burocracia del Kremlin, éste, saludó el anuncio de Zelensky, pero sin comentar lo planteado por el líder ucraniano acerca de la retirada de las tropas rusas del campo ucraniano, usurpado militarmente y permitir el control de Kiev sobre la frontera del este de ese país. La reunión en Berlín mostró la conformidad de Putin, lo que nos permite creer que se abrió la posibilidad de un proceso de negociación. Es el así llamado “desescalamiento”.

En todo caso, Putin juega al cansancio de sus oponentes. El líder del Kremlin, busca debilitar y rendir a Kiev poco a poco. Putin expresó un planteamiento importante que desnuda su verdadera intención: “Ampliar el estado especial es un buen paso en la dirección correcta. Pero debe ser permanente, de acuerdo con los acuerdos de Minsk y debe incluirse en la constitución de Ucrania, también de acuerdo con el acuerdo de Minsk”. Ángela Merkel, la Canciller alemana, fue la receptora de esos argumentos, en una reunión reciente en Moscú. Igualmente se habló de la revisión de los acuerdos de Minsk. Días después de la conclusión de la cumbre de Normandía, el Kremlin expresó que si se revisan los acuerdos de Minsk, se requieren cambios que deben lograrse mediante negociaciones directas entre Kiev y las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, bien dentro o fuera del Grupo de Contacto de Minsk”. Esta argumentación sólidamente asumida por el Kremlin coloca a Kiev ante el hecho que debe resolver “su conflicto” y debe hacerlo negociando con Donetsk-Lugansk, lo que significa automáticamente reconocer beligerancia a estas zonas, lo que Kiev no quiere; luego, con Rusia actuando como mediador. Kiev se opone abiertamente a ello; igualmente a la posible revisión de los “acuerdos” de Minsk.

Sin embargo, es obvio que cualquier revisión requerirá el acuerdo de los cuatro lados del así llamado formato de Normandía (Francia Alemania, Rusia y Ucrania) lo que en primer lugar implicaría negociaciones entre Kiev y Moscú y no de Kiev con los separatistas rusos. Para Moscú, Kiev debe mostrar flexibilidad y aceptar “elecciones” en Donetsk-Lugansk a cambio de la revisión, por parte de Moscú de los “acuerdos” de Minsk para permitir alguna forma de control ucraniano o internacional sobre la frontera ucraniana. Rusia controla esa zona militarmente desde hace cierto tiempo. Para Moscú, primero elecciones y luego recuperar el control fronterizo. Esos son los pasos sugeridos por Moscú. La propuesta de Kiev, contempla no revertir esos pasos, sino sincronizarlos.

En todo caso, para Kiev es todo un problema negociar desde su debilidad territorial. Tiene frente a sí a Rusia, su “hermana mayor” por lo grande y poderosa y a sus espaldas a una Europa que no quiere más conflictos. El gas es una buena sangre que corre por las venas de los líderes europeos. Ese líquido, Rusia lo tiene a montones. Lenin, vive todavía en la mente de Putin, así él diga que el líder constructor de la URSS fue el culpable del desastre geopolítico más grande del siglo XX. Paradojas de la historia y la política.

@eloicito

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