¿Rusia, una potencia extranjera en América latina en el siglo XXI?- Por Eloy Torres Román

Ya lo hemos dicho en otros contextos, es decir, en conferencias, escritos y entrevistas radiales como televisivas. Para Putin, su principal objetivo es convertir a Rusia en una gran potencia. Se dice que el sistema soviético, geopolíticamente, se encontró con una catástrofe, la más grande del siglo XX (palabras del mismísimo Putin) para unos, debido a la economía ultra centralizada, por demás ineficiente y para nada competitiva. No obstante, esa misma economía funcionó desde 1918; ahora bien, la guerra contra Hitler, la minimizó, pero, su dirigencia política tuvo arrestos para convertirla en una economía de guerra y sobrevivir a los tiempos. Es la misma Rusia, anteriormente zarista, luego como la URSS y hoy de nuevo Rusia, esta vez, bajo el mando del perspicaz Vladimir Putin.

Rusia, siempre tuvo una economía pobre, pero funcionaba limitadamente y lo hacía, de conformidad con las reglas económicas centralizadas, primero zaristas, luego comunistas. Basta leer el Estado y la Revolución de Lenin, para comprobarlo. Nada que ver con Marx. La historia muestra que esa sociedad fue usurpada por el Estado; éste, por el partido comunista (PCUS) y a su vez, éste, por el Buró Político, para caer inexorablemente, en manos de un solo hombre, Stalin, quien por cierto, no tenía nada de ruso.  Esa, ha sido la constante en el socialismo soviético, cuyo modelo fue exportado y asimilado en el mundo. Venezuela no escapa a ello.

Esa economía funcionaba; no obstante, según se infiere, ella, se topó con su Némesis, en el sentido que sus dirigentes desafiaron el sentido común y se lanzaron por la autopista del voluntarismo, provocando, a la larga, su derrumbe. En ello participaron en un proceso de convergencia, factores internos y externos de esa sociedad. Los comunistas no ponderaron que su ideología mesiánica los aplastaba. Buscaron una presencia global; sin embargo ella se observaba obesa, sin capacidad para moverse con agilidad. Su mesianismo observó serias contradicciones; inicialmente buscaron lo que no tenían claro: intereses globales. La URSS confrontaba un serio detalle. ¿Cómo definir su interés nacional? ¿El ruso, bielorruso, ucraniano, georgiano? Luego, ¿cuáles eran los medios de que disponía? La URSS, al principio, ejerció un papel de “influencer” en las Relaciones internacionales, pero, como elemento ideologizado. El tema fue el debate: ¿socialismo en un solo país, pero y la prédica acerca del “Internacionalismo proletario”?

La propaganda fue considerable. La extensión soviética en el mundo apuntaba a ser muy grande como una cruzada ideológica. Ésta, abarcó varios mapas. En todos ellos, ella aparece, desde los primeros años del proceso bolchevique; primero, evidentemente Europa; luego Asia y el África. América latina, siempre fue vista con el criterio europeo; los buenos salvajes. Todos, de alguna manera, conocieron del esfuerzo bolchevique por integrarse a la dinámica de éstos; no es casual que su iconografía mostrase al mundo entero el crecimiento de las relaciones de la URSS con el mundo. Mientras ello ocurría, los EEUU, la gran y poderosa potencia, paulatinamente abandonaba espacios. Los años 60, 70 e incluso los 80 son testigos de ello. Aunque todo comenzó al finalizar la II guerra mundial al edificarse los acuerdos de Yalta y se construyó la Cortina de hierro.

Esa estrategia fue temporalmente suspendida geopolíticamente. La mejor demostración la encontramos en el papel ejercido por Ronald Reagan quien “desbarató” la visión geopolítica soviética y obligó a Gorbachov, para ese entonces, el máximo líder soviético a aplicar la técnica del boxeador panameño: “No más, no más”. La guerra fría fue perdida por la URSS y su abandono del ring lo demostró.

Esa “catástrofe geopolítica”, facilitó el desarrollo de China como la gran potencia económica. Paradójicamente, aunque la URSS colapsó y China se convirtió en la segunda potencia económica, Rusia siguió siendo una poderosa en materia nuclear y la segunda militar del mundo. Hay que destacar que Rusia mantuvo “aceitados” los servicios secretos. La fuerza dominante en Rusia proviene justamente de esos grupos formados por el antiguo KGB hoy FSB. Putin es emblemáticamente un ejemplo. El ascenso político de los servicios secretos rusos se montó en la idea de la recuperación de Rusia como potencia. Putin piensa en términos del sistema de seguridad ruso. Y este sistema tiene la tendencia natural de proponer soluciones más ofensivas, las cuales expresan un sentimiento que por definición establece: “estamos cercados, entonces somos vulnerables, somos atacados”. Es en este sentido que observamos el papel económico de Rusia en el contexto internacional, para lo cual buscan potenciarlo y aumentar su estatura estratégica globalmente hablando.

Hay un error de percepción: los EEUU, se están derrumbando. Muchos lo creen y siguen la senda transitada por los soviéticos, pero sin la inteligencia de éstos, y por supuesto, enmarañada en una narrativa anclada en el siglo de la guerra fría. Pues no, para consumo de éstos, ello no ocurrió, sino que los EEUU hoy, enfrentan el surgimiento de otros actores políticos internacionales que juegan un papel creciente e importante: Ya mencionamos a China; luego están Irán, La India, Turquía, en menor medida Brasil y los rusos quienes también juegan.

Tras la bipolaridad de la Guerra Fría siguió la unipolaridad, y ahora el mundo se dirige hacia la multipolaridad. Por lo tanto, es evidente el final de la crisis geopolítica que muchos asociaron al proceso de la unipolaridad. Ya no hay un “Globo cop”. Siria muestra una violencia que obliga a repensar el drama en el cual se pueden ver envueltos los actores que juegan irresponsablemente a hipotecar su suerte a factores exógenos. Repetimos, Siria es emblemáticamente evidente. Los Estados Unidos, de alguna manera no han intervenido masivamente, en el Medio Oriente, lo que implica un tácito reconocimiento a la fuerza hegemónica e influyente de Rusia en ese país. La “catástrofe más grande del siglo XX” no se vio tal, como lo destaca Putin en sus reflexiones. Es decir, a pesar de ese “derrumbe”, Rusia mantuvo su presencia para desarrollar su estatura estratégica en Siria. Mantiene su presencia en la base de Tartus, en las costas del Mediterráneo y ejerce evidentemente el control definitivo sobre Crimea. A su vez, hoy Rusia es parte del tinglado de enemigos del fundamentalismo islámico, y concretamente Putin es víctima del acoso de éstos. Es un objetivo a eliminar.

Rusia se vio acosada por la realidad geopolítica global. Ella no habría mostrado su dentadura del oso que duerme y el cual cuando despierta y se observa rodeado, se lanza con sus zarpazos. Esto es, si el “Atlantismo” no hubiera jugado al error, de apoyar y alentar el golpe de Ucrania contra Yanukovich. Éste, tenía legitimidad electoral y debió ser cambiado por elecciones libres para mantener la integridad de Ucrania como Estado. Rusia había aceptado la pérdida de influencia en las pequeñas repúblicas bálticas, pero la ofensiva atlántica de ampliar la influencia de la Unión europea y concretamente de la OTAN en Ucrania minó la posibilidad de “entenderse” y sacudió la conciencia moscovita de la mano de Vladimir Putin y hoy, estamos ante una superpotencia militar global aunque no económica.

Rusia, se caracteriza por ejecutar una política exterior a largo plazo. Nada de zigzag y devaneos políticos. Ella, “no da puntada sin dedal”, como gustaba decir a Evarista, mi abuela paterna. Por lo que no es casual que tras terminar el vigésimo campeonato de futbol en 2014 realizado en Brasil, Putin quien viajó a ese país, no solo para disfrutar del espectáculo (le gusta mucho el futbol) sino que se quedó a participar en la reunión del BRICS. Brasil perdió el campeonato ante Alemania y Rusia ganó al firmar acuerdos para desarrollar proyectos fabulosos con China, Brasil, Sudáfrica, India y Argentina. Todos con la finalidad de sortear las sanciones de los EEUU y la UE.

Existe la creencia de que experimentamos, sin percibirlo, una complicación en la red de intereses en este mundo aun no totalmente globalizado. Se hace evidente la creencia de que Rusia, es la principal enemiga de ésta y en consecuencia, fiel seguidora del feudalismo en las relaciones internacionales. Rusia busca imponerse cual gran potencia, desde una postura anclada en una visión mesiánica. Sus ambiciones entorpecen el proceso globalizador, por lo que observamos el final de la globalización. La posmodernidad enfrenta este desafío.

Releyendo los trabajos elaborados por el Ministerio de Asuntos Exteriores (Ocherki istorii ministerstva inostrannij del Rocciei, Estudio de la historia del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia) se pueden observar los esfuerzos de Rusia por influir en América Latina. Ello data desde finales de la década de los 90 del siglo pasado. Reiteramos, a pesar del colapso de la URSS que debilitó los contactos con América latina, pues Rusia como sucesora de los intereses soviéticos se observó frágil; hoy, evidencia una relanzamiento.

Con Eugeni Primakoff, Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, tras ocurrir ciertos detalles en el conflicto de la antigua Yugoeslavia, se inició un proceso de “revivir” la posición de Rusia en América Latina y presentarse en esta región, como una gran potencia global a partir de 1997. Desde entonces, los objetivos de Rusia se han mantenido particularmente consistentes, con los tradicionales instrumentos de su política: comercio, ventas, armas y apoyo político para los gobiernos que intentan escapar de la influencia estadounidense.

En América Latina, Moscú está aprovechando, al máximo, su presencia en la región, al combinar el abierto clima antiamericano de algunos gobiernos latinoamericanos, con sus crecientes tensiones diplomáticas con Washington (escudo antimisiles, expansión de la OTAN, Ucrania, la crisis georgiana, la presencia en el Mar Negro de la sexta flota estadounidense) para convertirse en una piedra en el zapato de los EEUU, concretamente en su natural esfera de influencia. Por lo tanto, los rusos responden a la intromisión estadounidense en la región del Cáucaso, Ucrania y Asia Central. Rusia también busca construir nuevos socios económicos, al llegar a acuerdos bilaterales en los campos aeronáutico, energético y militar.

Por ejemplo, con Brasil, la diplomacia rusa favorece, ante todo, la intensificación de las relaciones comerciales y la expansión de la cooperación energética, aeroespacial y militar. Solo en 2008, el comercio de los dos países BRIC superó los 7.300 millones de dólares. El dinamismo de la asociación ruso-brasileña se explica principalmente por intereses convergentes en muchas áreas estratégicas. En el sector energético, Moscú apunta a asociarse con Brasil para explotar los yacimientos de gas y petróleo de Brasil.

Con Cuba, las relaciones, inicialmente excelentes durante un poco más de 30 años, fueron seriamente dañadas tras la caída de la URSS en 1991. En el mundo posterior a la Guerra Fría, La Habana ya no esperaba contar con los “Bolos”, como llaman en Cuba a los soviéticos. Sin embargo, la llegada al poder de Vladimir Putin cambió la relación geopolítica. Como quiera que Cuba todavía sufría el embargo de Estados Unidos establecido en 1962, el presidente ruso se involucró personalmente en el tema cubano, apoyando, por un lado, el levantamiento de las sanciones económicas y por otro, otorgando crédito financiero para muchas áreas. Esta nueva relación del diálogo ruso-cubano le permite a Moscú garantizar nuevos mercados para sus productos, expandir y retomar su influencia en el régimen cubano y mantener su presencia, muy cerca de las costas norteamericanas.

Venezuela en esta ecuación aparece como el elemento (peón) clave del juego ruso-latinoamericano. Ya se conocen las posiciones antinorteamericanas paralelas de Rusia y Venezuela: Rusia por interés y voluntad de convertirse en un poder respetado como la URSS, mientras que Venezuela a través de la ideología y la voluntad de Chávez y continuada por Maduro de imponerse como líder en su país, pero también en todo el mundo, concretamente en el continente sudamericano. El sentimiento antiimperialista se ha desarrollado absurdamente en una América Latina, supuestamente explotada por los intereses “yanquis” durante tanto tiempo.

Caracas representa un aliado confiable para Moscú en la nueva “guerra fría energética” que supuestamente se busca edificar. Venezuela es el primer productor de gas en América del Sur y un considerable productor de petróleo en el mundo. Ella sirve de alimento al apetito ruso por gas y petróleo. Las compañías rusas Lukoil y Gazprom han firmado con PDVSA acuerdos destinados a la explotación petrolera con vistas a producir cada vez más el oro negro. Se observa como la gran alianza petrolera más fuerte del mundo.

Lejos de limitarse a los hidrocarburos, la estrategia rusa en Venezuela se mueve, en su beneficio, con las ambiciones militares del gobierno bolivariano. Caracas ha firmado con Moscú contratos de armas, ha comprado aviones de combate Sukhoi, helicópteros de combate y fusiles Kalachnikoff. Además, con las visitas de Chávez a Moscú en reiteradas ocasiones y continuadas por Maduro se ha acordado que Rusia podría vender equipos y maquinaria a Venezuela, y Venezuela podría vender productos agrícolas de Rusia.

Rusia sostiene que está preparada para participar en varias organizaciones latinoamericanas y foros de discusión regionales que necesitan un enfoque común como el terrorismo, la delincuencia transnacional, el tráfico de drogas, los problemas ambientales, el desarrollo sostenible y la ayuda económica. Además, Moscú considera que Venezuela “actuó como un verdadero amigo” cuando apoyó a Rusia y reconoció a las antiguas repúblicas georgianas de Osetia del Sur y Abjasia durante la última visita de Chávez a Moscú en 2009.

En el campo de la energía nuclear civil, los rusos y los venezolanos han concluido un acuerdo bilateral sobre la síntesis termonuclear controlada y la seguridad de las instalaciones nucleares y las fuentes de radiación. Esta cooperación nuclear también se duplica por la cooperación militar. En septiembre de 2008, dos bombarderos rusos capaces de transportar bombas nucleares aterrizaron en Palo Negro en Venezuela para participar en maniobras con las Fuerzas Armadas Bolivarianas. En diciembre de 2008, un entrenamiento similar de las fuerzas navales de los dos países se llevó a cabo en el Mar Caribe, llamado “VenRus”, estos ejercicios militares emplearon a 2300 personas de la flota rusa y venezolana, tres fragatas, un vehículo anfibio y ocho buques navales. Esta cooperación estratégica sirve a los intereses de Moscú, que quiere proponer una alternativa para desafiar la presencia estadounidense en la región.

De hecho, la situación geopolítica entre estos dos países ilustra cómo la relación entre Rusia y América Latina se vuelve más importante cada día que pasa, no solo por las armas vendidas en la región, sino también por el recurso diplomático que Moscú ha utilizado en América del Sur. La tensa relación entre Venezuela y Estados Unidos, además de la controvertida relación de Washington con Moscú, continuará contribuyendo al fortalecimiento sustancial de los lazos militares y diplomáticos entre Rusia y Venezuela. Esta relación afecta a los Estados Unidos. La nueva situación a la que se enfrenta Washington es que Rusia ha jugado a ser un factor de apoyo a los gobiernos de izquierda en la región, que supuestamente buscan autonomía ante las decisiones de los EEUU en la región. Washington los considera peligrosos, pero que Moscú los apoya y los considera muy buenos. Por lo que no es casual que Pompeo visitase Ucrania, como respuesta y Moscú replicase de igual forma, con la reciente visita de Lavrov. Es todo un juego entre potencias que utilizan a los países pequeños como peones en su disputa geoestratégica global.

En conclusión, se puede decir que la política liderada por Moscú en América Latina es producto de una vieja aspiración: promover a Rusia como un gran poder en un mundo multipolar. Después de todo, esto es contra los Estados Unidos, más que una política económica con objetivos estratégicos. El deseo ruso de restaurar su presencia en América Latina tiene un significado especial, aunque en realidad el papel estratégico sería limitado. Al igual que en la época de Jruschov, se restablecen los lazos con Cuba y se fortalecen los construidos con Venezuela. Rusia aprovecha el carácter autoritario de Miraflores para desarrollar su presencia en el país.

Moscú y Caracas afirman que su propósito es formar un “sólido contrapeso a la influencia estadounidense”. En la misma área, Nicaragua, dirigida por el sandinista Daniel Ortega, también es blanco de la diplomacia rusa. Las razones económicas y estratégicas de este compromiso de Rusia, a una distancia tan grande de su centro vital estratégico, sorprenden a los observadores y analistas. Esta presencia multiforme tiene el mérito de resaltar el mesianismo cristiano ortodoxo de Rusia. Mientras, Rusia se defiende de las acusaciones, ella remueve las cenizas de la Guerra Fría que murió en 1991; ellos lo niegan, pero como se dice en ruso: Las negación de los hechos, es tan reiterativa que es difícil no sospechar de ellas.

 

@eloicito

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