Retos del Grupo de los Veinte (G20) – Por Félix Arellano
Concluida la XIV reunión anual de los Jefes de Gobierno del Grupo de los Veinte (G20) en Osaka, Japón, que abordó problemas fundamentales de la economía globalizada, podemos apreciar que sus resultados han sido poco significativos, lo que podría llevar a pensar que el grupo está perdiendo capacidad de acción; empero, su objetivo fundacional, de contribuir en la construcción de gobernabilidad internacional, se mantiene vigente y representa una prioridad. Lo evidente es que está enfrentando serios retos, entre otros, tanto la falta de voluntad política, como las tensiones políticas de sus miembros. Por otra parte, ya no es sorpresa que la crisis venezolana fuera objeto de consideración en el marco de la Cumbre.
El G20 es un grupo informal, que promueve el diálogo, la negociación y la construcción de consensos sobre los problemas que afectan al mundo global. Creado inicialmente para enfrentar la grave crisis financiera, se reúne por primera vez a nivel de ministros en 1999 y, desde 2008 inician las cumbres de Jefes de Gobierno
Se puede calificar como una institución novedosa, flexible y dinámica; para orientar la toma decisiones en los temas de agenda económica internacional. Su composición forma parte de lo novedoso, pues incluye actores fundamentales tales como: las grandes economías del mundo que integran el Grupo de los Siete (G7) (Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Canadá, Italia, Japón); las cinco potencias emergentes del grupo de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y otros siete países que garantizan equilibrios geográficos y efectividad en la economía mundial (Argentina, México, España, Turquía, Corea del Sur, Indonesia, Australia, Arabia Saudita) y la Unión Europea como bloque; en efecto, los veinte miembros controlan más del 85% del PIB mundial.
Una coordinación flexible, tratando de superar las rigideces de la soberanía, actuando bajo la premisa que: “los problemas globales, exigen soluciones globales”. Un esquema dinámico en sus reuniones y deliberaciones, que busca superar la lentitud del multilateralismo. Ahora bien, el dinamismo del mecanismo está enfrentando las tensiones que generan, tanto Estados Unidos, como Rusia. De hecho, en la pasada cumbre efectuada en Argentina, no fue posible adoptar la clásica Declaración final y, en esta oportunidad en Japón, la Declaración resulta débil y no se aprecian resultados concretos.
En lo que respecta a las tensiones que generan las potencias, en el caso de Donad Trump destacan, entre otros, la guerra comercial con China, un eventual enfrentamiento militar con Irán y previo a su llegada a la cumbre ha utilizado el twítter para cuestionar a la India, Alemania, la Unión Europea y al propio anfitrión, amenazando con denunciar el histórico acuerdo de defensa con Japón. Sobre Putin destacan, entre otros: la anexión de Crimea, la presión sobre Ucrania, su interferencia en otros países, particularmente en los procesos electorales y su agresiva actuación en Siria y ahora en Venezuela.
A los problemas mencionados se debe sumar otras diferencias de fondo que afectan el funcionamiento del G20, entre otras, el Presidente Trump reivindica el proteccionismo y las guerras comerciales; rechaza la tesis del cambio climático y descalifica las instituciones multilaterales, en particular la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por el contrario, los otros miembros, en particular la Unión Europea, sostiene posiciones divergentes.
Adicionalmente, todo indica que los Presidentes Trump y Putin utilizan sus narrativas críticas y antisistema con fines internos, lo que complica la construcción de consensos eficientes en el corto pazo
Pero no obstante las dificultades, la reunión del G20 ha confirmado la conveniencia de la diplomacia presidencial, que promueve la generación de confianza, el diálogo y la negociación y, en ese contexto, los encuentros bilaterales efectuados en Osaka han resultado positivos, ha sido el caso en particular de la reunión entre Donald Trump y Xi Jinping, que ha permitido retomar las negociaciones comerciales entre ambas potencias, suspender nuevos incrementos de aranceles y suavizar las sanciones a la poderosa empresa tecnológica china Huawei. Por otra parte, el resto de países miembros le ha dado un fuerte respaldo a las negociaciones sobre el cambio climático y a la apertura comercial, lo que evidencia, una vez más, el aislamiento del discurso del Presidente Trump frente a la comunidad internacional.