El factor económico siempre es importante a la hora de entender elecciones en los Estados Unidos (y en muchos otros sitios) pues los expertos lo consideran uno de los llamados factores fundamentales (‘the fundamentals’) a la hora de tener indicadores que permitan analizar ciclos electorales sin recurrir a encuestas, o para robustecer un análisis que solo cuente con las mismas. Cuando hablamos de la economía debemos recordar que no es el estado de la economía per se, sino este en conjunción con la percepción que tienen de la misma los ciudadanos.
En estos casi dos años de la Administración Trump, ha sido complicado para el estadounidense de a pie, y para cualquier interesado, obtener un plano claro sobre lo que está pasando económicamente.Los medios de comunicación resaltan diferentes informaciones y diferentes estadísticas según su tendencia, y aunque la impresión general es que la economía anda bien, el panorama es bastante más complejo que eso. Trataremos de pasearnos entre los grandes temas, sin tratar de dar respuestas, sino por el contrario, generar incógnitas y dudas que ayuden a entender el papel de la economía en las venideras elecciones.
En primer lugar, sería menester contextualizar a la administración Trump con los ocho años anteriores de Administración Obama. Un dato que sorprendería a muchos es que en los últimos 12 meses, la Administración Obama creó más empleos que los primeros 12 meses de la Administración Trump, según cifras oficiales, y aunque 2018 va a ser un mejor año para la economía en cuanto a creación de empleos, no va a ser mejor que 2015 por ejemplo. Es una primera comparación que nos permite movernos más allá del discurso político hacia la realidad, de que la economía ni está en un ‘boom’ ni estaba antes en crisis, sino más bien se encuentra en una posición intermedia.
Asimismo, en una nota más negativa, un tema que no se ha discutido lo suficiente, pero qué es esencial, es el estancamiento de los sueldos y salarios, el cual fue sumamente importante durante la Administración Obama, y que no ha mejorado demasiado durante la Administración Trump, lo cual es grave debido a que la recuperación post-crisis 2008 se concentró en los sectores pujantes de la economía y las personas con mayor preparación académica, pero lo que llamaríamos clase trabajadora (‘workingclass’ o ‘bluecollars’) no han tenido una recuperación en sus sueldos y siguen golpeados por los efectos de la mencionada crisis.
Otro dato muy mencionado por el presidente Trump es el porcentaje de desempleo, el cual efectivamente ha venido reduciéndose en estos casi dos años de Administración, y a un ritmo ligeramente superior a como venía desde la Administración Obama, pero las cifras oficiales muestran que este cambio de ritmo es bastante modesto, y que el desempleo post crisis en EE.UU. ha tendido en general a la baja en estos últimos 10 años, así que en este caso, al igual que con el tema de la creación de nuevos empleos, la narrativa de que la situación es buena no es falsa, sencillamente que el statu quo heredado no era tan malo como fue dibujado muchas veces,.
Otro elemento que el presidente ha destacado en muchas oportunidades es la defensa de la producción, y se han renegociado tratados como el NAFTA, ahora USMCA, se han impuesto barreras al comercio de varios productos con varios aliados comerciales y con otros socios como lo es China, y los resultados de todas estas negociaciones y todas estas políticas no son para nada claros, así sean anotados como victorias políticas por el gobierno, y como destrucción de la confianza y de heridas a los distintos sectores por parte de los Demócratas.
Si bien es cierto que la renegociación del NAFTA traerá algunos beneficios a algunas industrias estadounidenses, comparada con la renegociación que ya se había logrado en el marco del TPP (que Trump abandonó) las ganancias son modestas, y es que el Presidente fue tan crítico del tratado, que costaría creer que ahora el tratado es bueno, con cambios muy menores, pero otra vez, en cuestiones de narrativa política decir que un tratado es positivo pero mejorable, no ganará tanta tracción como decir que era inservible y que se lo arregló.
Un punto de confusión para la mayoría de los ciudadanos de a pie es el tema de los mercados especulativos, o indicadores de bolsa, ya que el presidente usa continuamente el argumento de que los distintos índices que miden esta materia han subido a niveles récord sin embargo, muchos de ellos como el Dow Jones por ejemplo, han tenido también caídas fuertes, por lo que podríamos considerar que el momento es bastante bueno pero que existen miedos e incertidumbre. Así mismo, debemos evitar la falsa equivalencia de decir que si las empresas están bien, que es algo que podemos analizar con estos indicadores, sin que eso signifique automáticamente que la economía está bien, recordando que el estado de la economía, sobre todo a efectos de lo electoral, tiene que ver con las condiciones de las familias y de los trabajadores, y que mayores ingresos para las empresas no necesariamente se traducen en mayores ingresos para estos, tal como indican algunas fuentes que han hecho referencia a la relación entre el famoso ‘TaxCut’ de Trump, y el crecimiento de las ganancias de las empresas.
Según la convención de los expertos, una economía que es percibida como buena debería beneficiar al Presidente y a su partido al momento de enfrentarse a los demócratas el día 6. Sin embargo, la popularidad del Presidente en las encuestas y varios números referentes a la opinión de la gente respecto a las políticas económicas, parece decirnos que el ciudadano, y probablemente el elector, ha sabido identificar las interrogantes que existen en la narrativa oficial, y si apoya a Trump a pesar de que los resultados no son lo que parecen, su voto se deba a otras razones. Lo mismo sucede con los ciudadanos Demócratas, el fatalismo de muchos respecto a la economía no se hizo realidad, pero eso no quiere decir que se sientan más cómodos con el Presidente.
En conclusión, la situación económica a favor y en contra no es tan clara como parece, y el debate da para ir mucho más profundo de lo que el ciclo noticioso vertiginoso y simplista al que nos hemos acostumbrado, permite. Saltaré en una arriesgada especulación, y diré que esta vez, contrariando a Bill Clinton it isn’t the economy stupid.