La crisis venezolana se mantiene entre los epicentros de la comunidad internacional, que está actuando enérgicamente. Los gobiernos democráticos no pueden resultar indiferentes ante la destrucción de las instituciones democráticas y la violación de los derechos humanos, producto de su acción el cerco crece y el círculo se va cerrando. Las opciones se reducen y la intransigencia del proceso bolivariano, su menosprecio al diálogo y la negociación reducen las alternativas; empero, la comunidad internacional insiste en la búsqueda de soluciones pacíficas. Pero en este momento, cualquier avance depende de señales ciertas y contundentes del gobierno bolivariano, que puedan generar un mínimo de confianza; claro, nada de eso se vislumbra.
El cerco crece y el 73 periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, desde que inicio, en la fase de las intervenciones generales de los Jefes de Estado, ha representado un verdadero tsunami contra el proceso bolivariano. Además de las profundas críticas en un buen número de los discursos, lo que evidencia el profundo conocimiento de la crisis venezolana, se suman otros graves elementos: i) el gobierno de los Estados Unidos incrementó el número de funcionarios sancionados, lo que va cerrando el círculo; ii) en el Congreso de ese país un grupo bipartidista de senadores ha introducido un proyecto de ley sobre Venezuela, que abarca múltiples elementos; iii) también en el Congreso norteamericano varios representantes está solicitando la incorporación del gobierno venezolano en la lista de os países que favorecen el terrorismo; iv) cinco países de la región más Canadá han introducido, en función del Articulo 14 del Estatuto de Roma, una demanda contra el gobierno de Venezuela por delitos de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional; v) el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó una resolución sobre la grave crisis venezolana.
Una semana brutal que el proceso evade apostando al apoyo mecánico e irrestricto del club de los gobiernos autoritarios, en especial de China y Rusia. Además aprovecha la coyuntura del conflicto comercial entre Estados Unidos y China para fortalecer su alianza con el coloso oriental. Pero es una alianza débil, China no quiere deteriorar su excelente relación con la región, tampoco quiere asumir una nueva Corea, ni una asistencia financiera ilimitada y a fondo perdido. Por otra parte, cuestiona la profunda ineficiencia, desorganización y corrupción del proceso bolivariano que deteriora la imagen de su cooperación internacional.
Ante la soberbia bolivariana el cerco crece y se espera que se profundice en las próximas coordinaciones del Grupo de Lima y de la Unión Europea. Pero la comunidad internacional actúa con cautela, pues está consciente que sanciones más fuertes, que se pueden adoptar, como ha ocurrido en casos como Sudáfrica durante el sistema del apartheid o contra Irán o Corea del Norte por sus programas nucleares, pueden terminar favoreciendo el proceso bolivariano, como ha sido la experiencia con el bloqueo a Cuba que, en parte, consolidó la dictadura cubana.
Ante la complejidad del reto de restablecer la democracia en Venezuela y frente a la arrogancia del proceso bolivariano, la comunidad internacional está empezando a trabajar, en diversos frentes, la tesis de la “Responsabilidad de Proteger”, tema amplio, que puede abarcar múltiples acciones y contar con respaldo multilateral.
Es importante tener presente que la comunidad internacional incrementa el cerco buscando una salida pacífica y negociada. En este contexto, el nuevo gobierno socialista de España se está ofreciendo para mediar, propuesta peligrosa si queda en manos del Sr. Zapatero, gran aliado del proceso. Por otra parte, frente a la buena fe de la comunidad internacional, el proceso bolivariano ha planteado de nuevo, en las Naciones Unidas, una propuesta de negociación; empero, en la comunidad internacional reina el escepticismo y en la oposición democrática venezolana un gran rechazo.
Luego que el proceso bolivariano ha destruido dos importantes esfuerzos de negociación: primero con el Vaticano y luego en República Dominicana, ha minado la confianza. El proceso juega a negociar, busca tiempo y oxígeno para consolidarse y si la negociación da señales de avances, como era el caso en República Dominicana, el gobierno patea la mesa y destruye el esfuerzo.
Retomar una eventual negociación exigiría de una clara y contundente señal de confianza por parte del gobierno bolivariano; al respecto, la Carta del Cardenal Parolini (02/12/2016), que resume las promesas que ofreció el proceso bolivariano al Vaticano, podría ser una hoja de ruta para que el gobierno actué y cumpla lo prometido como paso previo para negociar. Políticamente, reorganizar el CNE sería una señal fundamental. En caso de retomar una negociación, dado el carácter desleal del proceso bolivariano, una “cláusula gatillo”, según la cual se profundizan las sanciones en caso de incumplimientos, resultará necesaria.
Ahora bien, para que la ecuación pueda funcionar resulta indispensable y urgente la unidad y coordinación de la oposición democrática en todos sus niveles, espacios y liderazgos. Sin unidad, organización y coherencia no es posible avances efectivos.