Recientemente abordamos el tema de Guyana. Creemos que esa propuesta se inscribe en una redefinición de la política exterior. Vale decir, la que debemos construir. Ésta, de seguir, al pie de la letra por lo esbozado por el finado profesor Hans J. Leu, para quien la política exterior es “la conducta de un Estado frente al mundo exterior” (Estructuras Internacionales, Hans-Joachim Leu, UCV- FCJP, Caracas 1976, pág. 18) tenemos que el Estado es un ente que resume la voluntad de todos sus habitantes, Vale decir, sus valores institucionales, su geografía, historia, recursos y otros, para lo cual hay que mostrar vocación de defenderlos. Hay que tomar en consideración que este concepto de “defensa” significa, reiterar, con insistencia, por cualquier vía, su vocación y disposición para hacerlo; en el caso que éste, se encuentre frente a determinados problemas a los cuales éste,  podría verse atrapado.

Entre los problemas que vemos como urgentes, para su defensa, están, los citados conceptos: Talasocracia y telurocracia. Ambos, elaborados por Sir Halford Mackinder quien los introdujo en calidad de constituyentes de la geopolítica. Se trata del mar y la tierra, como factores esenciales del poder de un Estado. Son los escenarios para la lucha por el poder y la supervivencia de los Estados

Venezuela enfrenta una compleja realidad. El mundo ha cambiado. La globalización es un hecho. Por su parte, el país confronta un forzado proceso de cambio (en negativo) de su estructura política interna. Por ahora, también es un hecho. Entre los signos de gravedad que exuda Venezuela es la ausencia de una política exterior. Como dijéramos anteriormente, al citar la visión del Profesor Leu, enmarcada en la teoría del conductismo: se trata de una conducta y ella debe ser expresión de toda la sociedad. Hoy, por el contrario, lo que vemos es una imposición, motorizada por una minoría, de un modelo extraño a los factores nacionales; luego, bien alejados de lo que somos los venezolanos. El comunismo vendió durante finales del siglo XIX y de buena parte del XX, la especie del “Internacionalismo proletario”. Hay que ponderar con criterio analítico que éste, como término, sirvió para responder a los intereses de la URSS; por lo que el viejo sueño de Marx: “proletarios de todo el mundo uníos”, no pasó de ser sino un slogan vació, pero que alimentó el peso estratégico de Moscú, con el cual acrecentó su poder territorial y marítimo; aunque, éste en menor medida, mas ha sabido utilizarlo para su proyección geopolítica.

El caso es que mientras los rusos usaron esas consignas huecas para su geopolítica, otros más pequeños, las han utilizado para conformar una visión maniquea del mundo sobre los liderazgos latinoamericanos (“David contra Goliat”, “esta humanidad ha dicho basta y ha echado a andar” o “la noble misión del ser humano contra el imperialismo y la injusticia global”) Está el caso venezolano, el cual desde hace 20 años ha comprado esa visión y, por ejemplo, ha adormecido su reclamo sobre el Esequibo; lo que nos coloca ante un muy peligroso escenario, tanto marítimo como terrestre, pues, si un país muy pequeño, nos burla internacionalmente, y hace que nos veamos reducidos en nuestras dimensiones geográficas, otros, podrían ver a Venezuela, cual torta a ser repartida por diversos factores geopolíticos en la región. No es un juego, ni una especulación intelectual. Mientras, ello ocurre, Venezuela desconoce una conducta exterior frente al mundo. No sabe lo que quiere y se muestra díscola y meramente reactiva para defender, no al país, ni al Estado, sino a un circunstancial gobierno. Su “supuesta política exterior” responde a condicionamientos absurdos y fanatizados y a unos retazos ideológicos, abandonados por otros, en el basurero de la historia.

Venezuela requiere de una política exterior que responda a la realidad del siglo XXI. Ella no debe ser ideologizada, sino pragmática. Los valores de la Nación deben corresponder a su realidad. Ello significa que debe procurar mercados para sus productos y garantizar una entrada y salida de sus fronteras sin el peso de un sable sobre su cuello geopolítico. La política exterior a construir, porque de eso se trata, debe apuntar a una maximización de los beneficios y no enajenarse a unos esquemas de “hermandad” en las relaciones internacionales” que no existe, sino en la mente calenturienta de quienes esconden sus limitaciones y no comprenden que el mundo cambia y que hace falta audacia para comprender esas mutaciones y saber adaptarse a ellos. Por ahora, se requiere salir de esta gobierno que ha obscurecido el panorama de la política exterior venezolana para hipotecarlo al servicio de factores, concretamente caribeños, y quienes usufructúan de los recursos nacionales en lugar de ser volcados en el país por un gobierno que ya lleva, 20 años en el poder.

No obstante, para ello se requiere, en un marco complejo, de una política de Estado que privilegie al sector productivo nacional para que produzca y exporte libremente a fin de competir con otros productores globales. Pero, hace falta audacia política. Al mismo tiempo se necesita “liberar” a los productores de las ataduras burocráticas y tanta “permisología” atávica que lo único que hacen es incentivar la corrupción.

El Estado debe volcarse a garantizar la protección a nuestros productores de los factores exógenos. Para ello, el Estado, debe tener claro la urgencia de diseñar una política que resguarde los factores geopolíticos aludidos, a saber: el mar y la tierra. Hay que poblar al país, para lo cual se requiere crear empresas (y no cerrarlas, como ha ocurrido hasta ahora) para fomentar el desarrollo regional y nacional. Tomar el ejemplo chino. Ese país, ha desarrollado a lo largo de 40 años, la audaz idea de “la región – Estado”. Es decir. Las regiones compiten entre sí y ofrecen un marco referencial en su enriquecimiento. China dispone de los recursos que hoy exuda, justamente por liberar al mercado y permitir a las regiones a desarrollar su riqueza, mientras compiten entre sí.

Por otro lado; los chinos se han volcado sobre el mar. Saben de la importancia de ese factor geopolítico. Saben que están frente al Océano Pacifico y que es un mercado muy grande. China observa con optimismo su realidad. Tiene recursos. El primero es que abandonaron la monserga ideológica y se dedicaron a construir su realidad actual. Venezuela lo debe hacer también. Pero, primero tomar consciencia de que le hace falta una política exterior que no tiene y una visión nacional de sus problemas sin enajenarse a otros, como se ha hecho hasta ahora. Venezuela debe asumir que tiene mar y que, por ahora, depende de factores adversos en el Caribe. Necesitamos nuestra salida libre al Atlántico, sin estar en manos de de ningún actor internacional, por lo cual es vital, resolver el tema del Esequibo favorablemente a nosotros y tenemos un territorio para el cual hay que emplearse a fondo para producir.

@eloicito

 

 

 

 

 

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