Los últimos 3 años han estado marcados por cambios acelerados en el mapa político-partidista de varias democracias occidentales. La elección de Donald Trump, el Brexit, el alza de partidos considerados radicales en Alemania, Francia, Italia y otros, sumada a la caída precipitada de la popularidad de muchos partidos tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha en el mismo grupo de países, parecerían augurar un período de repolarización de la política y disminución de las opciones moderadas. Sin embargo, esta noción no parece ser tan clara como pareciera a primera vista. Partiendo de los casos exitosos de los partidos En Marche! en Francia y Ciudadanos en España, podemos considerar que el problema con los partidos moderados tradicionales es su carácter de tradicional, en sentido de partes del statu quo, y no su moderación en sí misma.
Para analizar esta premisa sería interesante revisar el caso de EEUU, tanto por su importancia como por el volumen de datos que se manejan sobre su mapa político. Desde la propia campaña electoral de 2016 y durante los ya casi dos años de Administración de Trump, se ha discutido bastante sobre el shrinking center y sobre cómo es cada vez más difícil tener candidatos moderados en los distintos niveles del poder público. Ha sido normal en la prensa y en muchas piezas de opinión escuchar la idea de que los Demócratas se mueven cada vez más a la izquierda, casos Sanders y Ocasio-Cortez, y que los Republicanos se han movido cada vez más a la derecha, donde se cita el éxito que ha tenido Donald Trump al utilizar retórica radical sobre todo en los temas de inmigración.
Pero al menos parte de la evidencia no parece soportar la idea de que para ser electo en EEUU hay que apostar por entusiasmar a una de dos mitades cada vez más diferenciadas. Un primer dato interesante está en los propios votantes de Donald Trump, quienes no lo percibían como radical, y más bien se lo consideraba el más moderado de los candidatos republicanos, visión que ha cambiado drásticamente con el desarrollo de su Presidencia. De la misma manera, antes de las elecciones el portal On the Issues dedicado a medir la inclinación de los candidatos en un espectro de más liberal a más conservador, había colocado igualmente a Trump como el segundo Presidente más moderado de las últimas 4 décadas, sólo superado por George H.W. Bush. Es importante considerar que en este caso con radical nos referimos a posturas demasiado lejos hacia uno de los dos lados del espectro ideológico estadounidense, en este caso el eje liberal-conservador.
Parte de esta curiosidad se debe a dos factores. El primero, es que Donald Trump al no tener carrera política previa se hacía difícil de precisar ideológicamente, y segundo, que el Presidente Trump ha modificado de forma importante sus posturas en muchos temas en relación al candidato Trump. A pesar de postularse como un candidato pro-gasto, contrario al intervencionismo militar y, en sus propias palabras, excelente en derechos LGBTQ, su presidencia más bien lo ha hecho ver como un líder republicano más tradicional en estos temas, si bien con un discurso de mucho más confrontación y estrategias menos claras.
Asimismo, se ha discutido la idea de que su discurso radical en inmigración y temas raciales ha sabido catalizar un sector de los votantes que le ha dado mucho impulso. Esto no necesariamente es errado, pero las coaliciones o conjuntos de votantes que logran ganar elecciones en EEUU tienden a ser plurales, y no pareciera que el grupo que responde a este discurso sea tan alto. Para muestra podemos remitirnos a las estadísticas, entre las cuales podemos citar al Pew Research Center, que afirma que para 2018 solo el 24% de la población quiere una reducción de la migración legal; que el 65% no cree que los inmigrantes indocumentados sean más propensos a cometer crímenes; e incluso que el 59% de los Republicanos y 85% de los Demócratas no se sienten incomodos por el hecho de que un inmigrante tenga un pobre o nulo nivel de inglés.
Después de revisar estas dos premisas: 1. Que los propios votantes de Trump no lo consideraban particularmente “radical” más bien lo contrario; 2. Que en el tema del ala más dura por excelencia del Partido Republicano, la inmigración, están alineados sólo con una minoría de la población; podemos avanzar entonces hacia nuestra propuesta alterna sobre qué hizo atractivo a Trump y que puede hacer atractivo a candidatos en los diferentes niveles de la política estadounidense. Y es aquí donde se nos hacen útiles los casos de Francia y España.
Si hay algo que tengan en común los partidos de Enmanuel Macron y Albert Rivera, es que su mensaje se basa en una narrativa de reforma versus statu quo, o quizás incluso de renovación versus estancamiento. Independientemente de sus plataformas partidistas particulares, las cuales tienen propuestas de cambios específicos que ciertamente le dan más crédito a la narrativa, lo que abunda es la idea de traer ideas nuevas a los sistemas políticos, cierto rechazo a la camisa de fuerza ideológica, y una superación de las taras de la clase política del presente.
Muchos partidos radicales de derecha o izquierda pueden en el papel presentar narrativas similares, la diferencia es que Macron o Rivera no proponen un enfoque iconoclasta, no llaman a la destrucción del sistema, y su retórica suele ser de reencuentro, cooperación, progreso e innovación. Entonces puede ser que los votantes estadounidenses, o al menos una sección no despreciable de ellos, sencillamente vieron a Trump como el escape a un statu quo que sentían no los estaba llevando a nada, no estaban abrazando la retórica radical de Trump en ciertos temas, sino la mezcla de preferencias ideológicas y llamado general a renovar un sistema corrompido e ineficiente.
Entonces, tal como dijo E. J Dionne Jr. -columnista del Washington Post-recientemente: las elecciones de 2018 pueden estar marcadas por como los candidatos usan este eje de renovación-estancamiento, en su ejemplo atacando la corrupción y falta de institucionalidad que parece rodear a la Administración actual. Por supuesto este enfoque deja muchas interrogantes, cómo las diferencias regionales y locales, en donde hay muchos espacios donde sí existe un creciente alejamiento de los polos ideológicos; también cabe preguntarse si un partido tradicional, puede asumir la narrativa de renovación y reforma desde lo moderado, puesto que Donald Trump a pesar de lanzarse desde el Partido Republicano era visto mayormente como un outsider, y no todos los líderes pueden, como Macron lanzar un nuevo movimiento político y absorber a mucha de la clase política anterior bajo un nuevo estandarte. Pero estas ideas sí parecen aportar otra perspectiva sobre la a veces tediosa visualización de la política como un asunto de izquierdas y derechas, o peor aún, de radicalismos versus radicalismos.
@IvanRojas92